Bosques, colmenas, miel… No se nos ocurre nada más sano

El apicultor Alberto Urías.

Polinización entre bosques, mejora de la gestión forestal, recuperación del patrimonio cultural, educación ambiental, investigación y divulgación científica, arte… Todo esto son capaces de aportar las abejas y su buen manejo. Viajamos de Muniellos (Asturias) a O Courel (Galicia), de La Siberia extremeña a la Sierra de Francia salmantina para hablar con apicultores que nos muestran todas las bondades de las colmenas entre árboles, y de la miel que procede de bosques bien gestionados (bueno, en puridad, hay que llamarla mielato, melaza o rocío de miel).

“Me duermo sabiendo que, al menos, el trabajo diario que mis abejas hacen entre sus flores ayuda a Muniellos a seguir siendo ese mágico lugar capaz de emocionarme”. Es una frase extraída del libro ‘El país del abeyeiro’, de Alberto Uría, apicultor con colmenas entre Pena da Nogueira, en Lugo, e Ibias, en Asturias. Muniellos, en esta última comunidad, es el mayor bosque de roble albar de España. La producción de miel es un aprovechamiento más del bosque que contribuye a su conservación y al desarrollo de comunidades locales. Pero, cuidado, no es miel, porque en la mayoría de los casos no procede del néctar de las flores, sino de la savia exudada de los árboles. Hay más: en muchas ocasiones la savia deriva en gotas azucaradas producto del pastoreo de pulgones que llevan a cabo las hormigas. Procedamos a conocer qué es el mielato, melaza o rocío de miel, pero no miel.

La visita al Museo de la Miel, en Fuenlabrada de los Montes (Badajoz), supuso hace años un punto de inflexión para el paladar de quien suscribe. Fue allí donde, acostumbrado al sabor y la textura de las mieles monoflorales –de romero, tomillo, brezo, etcétera– o milflores, probé por primera vez la de encina. Otra dimensión: más oscura, densa, contundente de sabor, incluso con un punto salado. Y es que, claro, no es miel, sino mielato, mielada, melada, mela, melaza, ligamaza, rocío de miel… (que de todas estas maneras se la denomina en diferentes lugares de España).

Al contrario que la miel, que fabrican las abejas a partir del néctar que extraen de las flores de diversas plantas, el mielato lo obtienen de la savia exudada a través de hojas, ramas y frutos de robles y encinas, entre otros árboles. “Al roble y a la encina les ataca un pulgón que hace sangrar a la bellota y las hojas, y al pulgón lo transportan unas hormigas, que también se alimentan de ello”, añade Fermín Gallego, apicultor burgalés con colmenas sobre todo entre brezales de las Merindades, pero también entre zonas más boscosas.

Entre pulgones y hormigas se establece una relación de mutualismo en la cual las segundas protegen los huevos de los primeros hasta que eclosionan, momento en el que los transportan y reparten a través de los árboles, en algo similar a un pastoreo. A partir de aquí, las hormigas se aprovechan del trabajo de los pulgones, que fabrican su alimento al extraer la savia de los árboles y convertirla en pequeñas gotas de líquido azucarado que hace las delicias también de otros insectos, como las abejas. 

Justo ahora ando apurando un tarro de miel de bosque –una denominación más a añadir a este tipo de manjar– de Abeja Burgalesa, la empresa fundada por Fermín Gallego a partir de una cooperativa centrada en la apicultura. “De los 10.000 kilos que envasamos”, afirma Gallego, “el 50% es miel de brezo, el 25% milflores y el otro 25% miel de bosque, pero siempre teniendo en cuenta que hay especies de brezo muy cerca de zonas forestales. Por ejemplo, ahora mismo, entre junio y septiembre, es la temporada en la que las abejas, además de los brezos, visitan con más frecuencia robles y encinas para aprovechar la savia que expulsan”.

También lo cuenta Alberto Uría: “Legalmente no puede haber colmenas dentro de la reserva natural integral de Muniellos, ni ningún otro animal doméstico, pero el radio de pecoreo de la abeja es de tres kilómetros, y yo tengo un cortín con colmenas a un kilómetro y pico; y desde luego, ayudan a polinizar todo tipo de plantas dentro del bosque y su entorno. Ahora, con el calor, es buena época para que aprovechen el exudado de savia de robles y encinas y lo lleven a las colmenas”.

Uría puntualiza que, en general, “los bosques densos no son buenos para los insectos, ya que requieren más variedad en el paisaje, con zonas abiertas. Si subes Muniellos, también hay praderas, plantas asociadas a algunos glaciares. Muchas de estas plantas necesitan sol, y en un bosque cerrado y tupido este no entra mucho y la disposición de comida es menor”. Y apunta algo más: “La apicultura entre bosques es un buen aprovechamiento de un recurso natural si se hace de forma adecuada, sin una carga de colmenas excesiva, para permitir que existan otros polinizadores”.

Polinización de bosques y su entorno

De vuelta a Fuenlabrada de los Montes, en plena Reserva de la Biosfera de La Siberia, informan que el 90% de su población activa se dedica a la apicultura, y con alta renovación con gente joven. Esta intensa actividad suma para que Extremadura aparezca, junto a Andalucía y Castilla y León, como una de las principales productoras de miel y la primera en número de colmenas, con el 22% de todas las existentes en España, según el último indicador económico de la apicultura elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA).  

Colmenas de la empresa familiar Mielorigen.

Colmenas de la empresa familiar Miel Origen.

En el Museo de la Miel nos recibió Álvaro Cita, joven apicultor, como le gusta presentarse, que considera que “además de favorecer la polinización entre los bosques y zonas cercanas, la apicultura facilita que los bosques estén más cuidados y limpios, incluso con menos ataques de insectos que no son beneficiosos”. Es tercera generación dentro de una actividad que es principalmente trashumante, es decir, transportan las colmenas con sus abejas persiguiendo las mejores floraciones. “La primera en enero, la buscamos en Huelva; luego vamos subiendo a Sevilla, al girasol; después a Extremadura, con la retama, y a Castilla-La Mancha, con el romero y el tomillo; para terminar en Ávila con el castaño y el roble, ya con la melaza”, explica Citas, que junto a siete miembros más de su familia se encargan de elaborar y comercializar su producción con el nombre Miel Origen.

La gran mayoría de la melaza de Miel Origen la exportan a Francia y Alemania. Estos dos países encabezan muy por encima del resto –les siguen Italia y Portugal ya a cierta distancia– el destino de las mieles que se elaboran en España, según el mismo anuario estadístico del MAPA. Este informe, con datos todavía de 2021, cifra la producción en España en ese año en 34.065 toneladas, por encima de lo logrado en 2020 (30.513 toneladas), pero advirtiendo que “a falta de datos oficiales para la campaña de 2022, fuentes sectoriales informan sobre bajadas de producción, debido a la problemática multifactorial que afecta al sector apícola en nuestro país”. Estos factores son principalmente la sequía, las olas de calor y dos visitantes no deseados en las colmenas, un ácaro –la varroa– y una avispa asiática (Vespa velutina).

Cortines y alvares frente al oso

A la polinización y mejor gestión del bosque habría que añadir otro beneficio que aporta la apicultura más apegada al territorio: la recuperación del patrimonio cultural e histórico. El ecomuseo El País del Abeyeiro, levantado por Alberto Uría en el monte que da nombre a sus mieles, Outurelos, es un ejemplo, pero también el cortín donde tiene parte de sus colmenas. Los cortines o cortinos son cercados de piedra que se construían principalmente en Asturias, León y Galicia para proteger las colmenas de los ataques del oso pardo. Algo que tiene sentido recuperar ahora, tras el crecimiento de la población y el área de distribución del plantígrado.

En Galicia, donde el nombre que reciben estas construcciones es alvariza o abellariza, ampliaban las razones de la protección, más allá del ataque del oso, a las inclemencias del tiempo y a posibles robos. Incluso en una zona de Galicia insigne también por sus bosques maduros y cerrados, O Courel, en Lugo, se les llama alvar. “Nuestro proyecto sigue muy activo para combinar el aumento de la producción apícola con actividades de divulgación ambiental con visitas a un alvar”, afirma María Lorenzo, apicultura de Seceda.

Lorenzo habla de la continuidad de su proyecto porque hace dos años pendió de un hilo por culpa de un incendio forestal: “Después del incendio costó mucho que se recuperasen las colmenas –mucha mortandad y falta de alimento– y luego, el año pasado, la llegada de la avispa velutina tuvo un impacto en las producciones de miel muy importante; se vio muy mermada al aumentar las bajas en las colmenas”. Pero siguen, y se aferran a una frase que escojo de su perfil en Instagram y que tiene que ver con su marca de mieles, Coumel. Está en gallego, pero se entiende perfectamente: “Do Courel pódense dicir moitas cousas: natureza, biodiversidade, tradición e un longo etcétera, pero para os apicultores e amantes das abellas nunha frase é: o Courel é mel”.

Colmenas de Abeja Burgalesa.

Colmenas de Abeja Burgalesa.

Las abejas de Humboldt

No salimos de frases con tono apícola en O Courel, también en gallego y fácil de entender: “O máis fermoso da apicultura é saber que a porta da colmea sempre estará aberta e, polo tanto, a liberdade sempre será delas”. En este caso viene de O Galeirón, otro proyecto similar de apicultura y recuperación patrimonial con nombre del alvar donde comenzó todo. O Galeirón y Coumel están en el mismo municipio, Folgoso do Courel, pero en distintas parroquias, Mercurín y Seceda, respectivamente. Algo de culpa tienen O Galeirón y Coumel para que, como informábamos hace casi tres años, estos bosques de O Courel recibieran de manos de FSC la primera Certificación de Servicios de los Ecosistemas de España por el impacto positivo de la gestión forestal que se hace en ellos.

Alberto Uría me atiende con un cazamariposas en la mano: “Me pillas en un trabajo de investigación sobre polinizadores silvestres por los Ancares, muestreando abejas y mariposas, para determinar los que hay en fincas agro-ganaderas en extensivo”. Algo parecido realizó este apicultor y otros investigadores a través de la asociación Corripa y el apoyo del grupo de desarrollo rural Montes e Vales Orientais y la Diputación de Lugo para poner en valor otro recurso entre las aldeas de Pena da Nogueira y Robledo en Negueira de Muñiz (Lugo): la recuperación de un antiguo sendero circular abandonado de 4,6 kilómetros que han denominado Souto de Humboldt.

“Mis abejas también polinizan bosques centenarios de castaños, y aquí sí elaboran miel, porque del castaño aprovechan el néctar y el polen de las flores, al igual que del espino albar, mostajo, acebo, serbal de los cazadores, cerezo silvestre o madroño”, nos recuerda Uría. Las abejas son precisamente uno de los activos de la senda Souto de Humboldt, ya que en el conteo de biodiversidad se registraron 144 especies. Vanessa Paredes, de Corripa, afirma que “el Souto de Humboldt es mucho más que una senda; es recuperación del patrimonio natural, investigación, conservación de la naturaleza y divulgación científica”. En esto de la divulgación, Alexander Von Humboldt fue un pionero. La senda que lleva su nombre es también arte, al presentar paneles con dibujos de Fernando Fueyo y David Despau.

Polinización entre bosques, mejora de la gestión forestal, recuperación del patrimonio cultural, educación ambiental, investigación y divulgación científica, arte… Todo esto son capaces de aportar las abejas y su buen manejo. Yo seguiré aportando mi granito de arena durante este verano, buscando en Garcibuey, en plena Sierra de Francia salmantina, otro mielato, la miel de encina de productores locales. Lo haré en otra relación de mutualismo semejante a la de pulgones y hormigas: contribuyo a mantener estos aprovechamientos y el mielato me pasa algunas de sus propiedades: alto contenido en sales minerales, hierro, potasio y magnesio para afrontar anemia, estrés y la recuperación tras esfuerzos físicos y mentales.

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