El Columpio Asesino dice adiós con dos conciertos en Madrid
Los pamplonicas El Columpio Asesino se separan tras seis discos y con una trayectoria desde el underground hasta su hit con ‘Toro’, pasando por los sellos Astro, PIAS, Mushroom Pillow y Oso Polita. Hoy, viernes, y mañana dan sus dos últimos conciertos en la sala La Riviera de Madrid, con prácticamente todo ya vendido. Hablamos con Albaro Arizaleta (voz y batería): “Nos hubiera gustado despedirnos con una canción más optimista”
Los pamplonicas dejan el legado de una gran carrera a sus espaldas. Desde el underground de sus inicios en el sello asturiano Astro, su paso por PIAS con La Gallina (2008) hasta su éxito con Toro, incluido en su cuarto disco, Diamantes (Mushroom Pillow, 2011). Supieron como nadie mezclar una actitud punk, con la música rock y la electrónica. Quizás sólo Delorean hicieron algo tan original.
La banda navarra El Columpio Asesino anunció que se separaba el 22 de febrero de 2023 con una gira, tres años después de su último disco, Ataque Celeste (Oso Polita, 2020), que llegó un mes antes del confinamiento y la pandemia por la COVID. Su último single, y despedida discográfica, ha sido La Niña Chica (2022). El año pasado han publicado varios duetos especiales de clásicos suyos con Pucho (Vetusta Morla), Amaral, Fermín Muguruza y Santi Balmes (Love of Lesbian), además de remixes de sus clásicos por parte de gente como DJ Nano.
Hablamos con Albaro Arizaleta (voz y batería) por teléfono para comentar su carrera y esta despedida final.
El hecho de separarse, de parar un proyecto, tiene su recorrido, incluso su duelo. No sé cómo habéis vivido vosotros ese punto de decir hasta aquí.
A ver, no es nada fácil; no voy a decir trágico, pero al fin y al cabo, yo no he tenido otra vida más que con El Columpio Asesino. Acabé de estudiar pronto, porque no me centraba mucho en los estudios, la verdad. Estaba bastante perdido. Tenía en mente la música. Y enseguida montamos el grupo mi hermano Raúl (guitarra) y yo. En principio no lo vimos como un modo de vida. Porque al principio ¿quién piensa cuando va a montar una banda que va a acabar viviendo de la música? Y es que tampoco era el objetivo. Montamos el grupo porque nos gustaba la música. Hay a quien le da por jugar al fútbol en la plaza, y a otros por coger una guitarra. Prácticamente toda mi vida adulta ha sido para El Columpio Asesino. Entonces, decidir acabar con ello es como acabar con lo que ha sido tu vida. Al final, las cosas empiezan y acaban. Está muy manida la frase, pero es que es verdad, no hay nada más certero que todo tiene un fin. Y el nuestro entendimos que llegaba. Claro que cuesta tomar esa decisión, sobre todo porque es una banda en la que nos tenemos mucho cariño, nos lo pasamos muy bien. No sé, va a ser muy duro disolver la banda.
Habéis ido creciendo con cada disco reflejando momentos y contextos. Había algunas influencias con los tres primeros discos que fueron cambiando. ‘Ataque Celeste’ es la guinda, el más electrónico de todos, aunque siempre ha habido elementos electrónicos, yo creo que también es una deriva normal en vuestro sonido, en vuestra búsqueda.
Una de las cosas que nos ha extrañado es que hayamos llegado tan lejos en este país. Porque, de verdad, determinadas propuestas lo tienen muy jodido. Y nosotros siempre hemos tenido ese componente experimental, yo creo que en casi todos los discos, pero sobre todo al principio. Siempre hemos coqueteado mucho con la electrónica. Y sí que es verdad que poco a poco la electrónica le iba ganando el terreno a las guitarras, cada vez nos costaba expresarnos más con las guitarras, nos encontrábamos más cómodos en la electrónica. Cada disco refleja un momento de las tendencias de cada época. No hemos sido un grupo que hayamos tirado de las modas, para nada, porque yo creo que hemos tenido nuestro universo propio. Pero sí que es verdad que captábamos la sensibilidad o las tendencias del momento y también las reflejábamos. No nos consideramos un grupo de estilo, en el sentido de que nos gusta el punk, y hacemos todo punk, o nos gusta el blues, y hacemos blues. Somos muy eclécticos, siempre lo hemos sido, nos ha gustado todo, lo hemos intentado meter todo. Al principio, lo que se nos achacaba era ese eclecticismo, a veces tan Frankenstein. Pero al final, yo creo que esas son las propuestas que han seguido adelante. Porque escuchas los discos que ahora están triunfando como Rosalía y C. Tangana, y al final, es una colección de propuestas y de estilos, y se mezcla todo. En fin, que hemos hecho lo que hemos querido y siempre dentro de unas coordenadas. Y lo hemos pasado muy bien haciéndolo.
Veníais un poco de Bowie, de la Velvet y de bandas clásicas. Imagino que hay una fuerte influencia de la electrónica alemana y de otros estilos del rock de la década de los 2000, ¿no?
Mira, nosotros venimos de lo que es el rock radical vasco: Kortatu, La Polla Records, Cicatriz, Eskorbuto. Toda aquella escena era la que mamamos, y yo creo que eso se ha notado igual más en la actitud que en la música. Luego nos fuimos abriendo a otros sonidos hasta que descubrimos que a finales de los 90 esos cruces se empezaron a dar entre la electrónica y las guitarras. Luego descubrimos lo que era la electrónica alemana con todo el kraut rock y ahí también pillamos filón.
También veo que puede haber sido una influencia Suicide, por ejemplo.
Por supuesto, en Ballenas Muertas en San Sebastián (Mushroom Pillow, 2014) hay mucho de Suicide. Babel es muy Suicide. Pero es que Suicide es una banda única en ese sentido, que no se puede catalogar. Porque ese disco de Suicide lo sacas ahora, y nadie diría que es un disco de los 70.
Nacéis en los 90, aunque publicáis el primer disco en 2003, pero sí que como banda llevabais desde la segunda mitad de los 90. Y vuestra alternativa os la dio El Inquilino Comunista.
Sí, mi hermano y yo éramos muy fans de El Inquilino Comunista. En fiestas de mi pueblo, es una sociedad la que lleva las fiestas y, cuando nos tocó a nosotros, pues contratamos a El Inquilino Comunista y los teloneamos nosotros.
De alguna manera, ¿os sentís un poco herederos de ese espíritu indie de los 90?
La historia es que nosotros estábamos muy desorientados. Estábamos muy en nuestro mundo. Nos costó mucho que en Pamplona se nos reconociera. Aquí hay una tradición muy del rock radical vasco, muy del rock urbano tipo Fito y los Fitipaldis, Barricada. Entonces, propuestas como la nuestra no encajaban. Nos costó mucho en Pamplona hacernos un hueco. Y fuera tampoco nos veíamos muy identificados con otras bandas. La verdad es que siempre hemos tenido nuestro universo ahí, que coincidió con muchas bandas de la época, pero creo que íbamos muy a nuestra bola. No teníamos muy en cuenta la escena, la verdad.
Es curiosos que los músicos, las profesiones más precarias y los peor pagados, de pronto son los primeros que ayudan por ejemplo con la DANA de Valencia, con iniciativas como Som Valencia.
Yo intento ser solidario a título personal más que con el grupo. Porque a veces no sabes la verdadera intención de un grupo, si es la autopromoción, si es la de ayudar. Se confunden a veces un poco las cosas. A mí me parece genial que las bandas se involucren si es de corazón. Ahora mismo con la DANA nos han llegado propuestas, pero es que nos ha pillado en este momento, con nuestros dos últimos conciertos, pues no podemos hacer mucho más que solidarizarnos y ayudar a título personal, ya no tanto como banda. Pero sí que es verdad que los músicos somos el último mono en todo, porque cuando hay que hacer un concierto gratuito, por el motivo que sea, el que monta el escenario cobra, el técnico de sonido cobra, cobra todo Dios menos el que está en el escenario. En fin.
En esta recta final habéis hecho duetos de canciones clásicas con figuras relevantes de la música como Pucho, Santi Balmes, Amaral o Fermín Muguruza. Fermín me dijo en una entrevista que la música tiene ese punto de unión, de comunidad, de fiesta, de celebración. Cualquier arte, la cultura, es política, aunque no sea explícita.
Política es todo.
Y la música creo que es de las artes más inmediatas.
La música yo creo que es de las artes universales que se entiende en todos los lados. Las notas son universales. La música para mí es el arte mayúsculo. Es el que más capacidad tiene de unir, no hay nada que una más que un coro: un coro en una historia de fútbol, un coro en un funeral, un coro en una mesa de borrachos… En definitiva, el coro une, ¿no? Creando de diferentes voces una sola. La mayoría de las veces necesitas de compañeros para hacer eso, es una comunicación. Yo creo que es un elemento de comunión brutal.
En ‘Ballenas Muertas en San Sebastián’ comentabas que había dos conceptos que estaban ahí sobrevolando, la crisis del sistema y la crisis del individuo. En ‘Ataque Celeste’, ¿cuál era el concepto que había debajo?
Criticábamos el concepto actual de lo que es la felicidad obligada. En el sentido de que parece ser que en todo momento tienes que ser feliz y que le damos la espalda al vacío, al dolor, a la soledad, por ejemplo, a esas partes de la vida que hay que experimentar y que hay que aceptarlas como colores tiene un cielo. Por eso lo del Ataque Celeste, muchas veces estamos obsesionados con vivir bajo un cielo azul eterno, y no. Los cielos a veces son grises, a veces vienen con una DANA… Y en una persona es así también. Pero parece que en este mundo neoliberal estamos obsesionados con vivir en ese azul infinito, feliz, dándole la espalda a todo porque parece ser que si aceptas algo es como que asumes un fracaso, una derrota. Como vivimos en la sociedad del éxito y de la victoria continua, pues, bueno, es lo que hay.
La situación a nivel mundial no es nada halagüeña entre bulos, guerras, populismos, negacionistas. Pero creo que al final los desastres también tienen que servir para algo, aunque por ejemplo decían que de la pandemia íbamos a salir mejores…
Nuestro último single fue La Niña Chica, y en esa letra está todo dicho. Además, es que repasando mentalmente la letra de La Niña Chica creo que cada vez se adapta más a este presente apocalíptico, entre el auge de la extrema derecha, ahora con Trump en la Casa Blanca, “la libertad carajo”, todo este discurso del odio… La verdad es que nos hubiera gustado despedirnos con una canción más optimista, pero fue así.
Está muy bien tener un hit que funciona a nivel tan global como ‘Toro’,; incluso tenéis remixes hasta de DJ Nano.
Hay que reconocer que Toro fue la canción que hizo que despegáramos como banda. Veníamos como un grupo con una trayectoria con el underground. No dejábamos de ser conocidos en esa élite musical. Pero Toro nos abrió a un público más amplio, sí. Y a Toro le debemos mucho.
¿Os han etiquetado como una banda de desfase?
A veces la gente se piensa que somos unos vampiros, pero no. Somos más responsables de lo que parece. Al final escribo sobre mi universo y mi círculo más cercano. Entonces, me muevo en un círculo donde las drogas, la gente las consume. Hay quien consume más y quien consume menos. Hay quien tiene problemas con ellas, hay quien no tiene ningún problema y lleva toda la vida drogándose con ellas. Quiero decir que forma parte de la sociedad, está en todos los lados. Al final, yo no hago apología de ellas. Simplemente digo que forman parte de la vida y que es responsabilidad de cada uno la relación que tenga con ellas.
Habéis estado en distintos sellos, como Astro, PIAS, Mushroom Pillow y Oso Polita el último. ¿Cómo veis la industria musical actual y cómo lo habéis vivido vosotros?
Pues, mira, me voy con la misma sensación. Creo que la industria es la industria. A veces se atiende a pensar que porque esto sea música, parece que la industria es de otra manera, más romántica, pero no. La industria no tiene más lema que el beneficio, mayor beneficio y a menor coste. Y esto también se aplica a la música. Luego te encuentras de todo, gente que trabaja con mucho cariño, gente que nos ve como tomates, por decirlo de alguna manera…
¿Seguiréis haciendo música, por ejemplo con parte de la banda?
Algo haré. No sé si publicaré, pero algo haré.
¿Habrá vida después de El Columpio Asesino?
Sí, a ver, siempre hay vida.
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