Vetusta Morla: «Estamos en una época de monstruos»

Los integrantes de la banda Vetusta Morla. Foto: Jerónimo Álvarez / Pequeño salto mortal

Vetusta Morla, una de las bandas de rock independiente más querida y exitosa de España, acaba de lanzar al mundo su nuevo trabajo de estudio, titulado ‘Cable a tierra’. Desde 2017 con ‘Mismo sitio, distinto lugar’, los reyes del indie español no habían despachado un trabajo de estudio con nuevas canciones –en 2020 se reinterpretaron a sí mismos con ‘Canciones dentro de canciones’–. En plena incertidumbre sobre la pandemia, han decidido que este sea uno de sus años, aunque sea ya la cuesta abajo de 2021. Y no solo han investigado este mismo año en la composición de la banda sonora original de la película ‘La Hija’, de Manuel Martín Cuenca; también lanzan un nuevo disco energético y “tarareable” que supone la profundización en la raíz y la tradición popular de una de las bandas más comprometidas no solo con su público, sino también con su propio discurso y su manera tan rigurosa de experimentar con el sonido.

El grupo cita a la prensa en pleno Rastro madrileño, en el Museo de Artes y Tradiciones Populares; esa elección ya es toda una declaración de intenciones de la conversación que vendrá después. Charlamos con Guillermo Galván (guitarra, teclados y coros y uno de los dos principales compositores de la banda) y Jorge González (percusiones y programaciones).

¿Cuál creéis que es el salto cualitativo de este nuevo trabajo respecto al resto de vuestra producción musical?

Guillermo Galván (G. G.): Todos los discos de Vetusta han sido diferentes a sus predecesores. Siempre hemos tenido esa inquietud de buscar nuevos caminos. Pero en este caso, creo que el salto está más claro y más definido. Durante el confinamiento no podíamos trabajar en el local y empezamos a trabajar con otro tipo de instrumentos que habíamos ido acumulando a lo largo de los años y que tenían que ver más con otros sonidos: con la música más tradicional o popular. Con otro tipo de maneras de componer y de hacer y que muchas veces no llevábamos al local o al directo por una cuestión de volumen.

Ese paréntesis obligatorio e inquietante en nuestras vidas parece que ha afectado a casi todos los artistas. Supongo que obviamente es inevitable.

G. G.: Empezamos a componer cuando Madrid estaba cubierto por un manto blanco y los árboles aparecían derribados, caídos en medio de las calles. Justo con Filomena. Creo que todo influye. Creo que este es un disco en el que todo lo que tiene que ver con la naturaleza y con nuestra debilidad como seres humanos está muy patente. Es un trabajo compuesto desde la fragilidad.

¿Pero qué es lo que hace diferente a ‘Cable a Tierra’?

G.G.: Lo que lo hace diferente creo que es la instrumentación fundamentalmente. En este caso tiene mucho que ver con la música popular, con la música no amplificable…, con toda la diversidad que tiene eso de música no amplificable, porque en realidad no sé ni cómo llamarlo. Ya veníamos haciendo incursiones en este tipo de música en temas como Maldita dulzura o 23 de junio, pero ahora es mucho más claro y definido.

¿Creéis que, en ese sentido, ‘Cable a tierra’ es un disco conceptual?

G. G.: Creo que el único disco conceptual que hemos hecho es A la deriva, que parte de un título y una idea muy claras. En el resto han sido las propias canciones quienes nos han ido marcando el camino. En este disco, es verdad que hemos encontrado una serie de canciones que, más que un concepto, nos mostraba el camino a un color musical muy marcado. Pero es algo que tiene que ver con lo estrictamente musical. El concepto final que buscábamos era hacer canciones que pudieran ser tarareadas. Que pudieran ser cantadas por cualquier persona de cualquier edad y extracción social. Ese sí que era el hilo conductor.

El resultado se presenta atrevido y, a la vez, muy atractivo.

G. G.: Cuando sacamos el single Finisterre hubo gente que nos decía: esto me recuerda a una jota, o a panaderas palentinas… Pero en Argentina nos decían: me recuerda a la Chacarera, a… Es verdad que en este disco hay de todo eso. Milonga, zamba, hay hasta ritmos reguetoneros en La Virgen de la Humanidad

Vamos, que es una búsqueda de lo esencial, aunque no lo parezca…

G. G.: Cuando nosotros empezamos, no teníamos batería, por ejemplo. David y Jorge tocaban percusión y se formaron en percusión latina. Tocábamos en los parques. Sí, creo que en este momento ha habido algo como de volver a ese origen, manteniendo toda la parte armónica y de identidad.

¿Pero de dónde creéis que os viene esa querencia por el folclore y por la raíz, es por lo que escuchaban vuestros padres en casa?

G. G.: Una de las preguntas que nos hemos hecho durante todo el proceso de composición de este disco es esa: ¿qué es el folclore?, ¿de dónde viene esa influencia nuestra por el folclore, nosotros que nos hemos criado escuchando a The Beatles?

Jorge González: Creo que existe cierto prejuicio respecto a lo popular en parte de la generación de nuestros padres. Cierta identificación con la dictadura y la apropiación cultural. Yo empecé en la música por el flamenco. David (el Indio, baterista del grupo) me ponía cosas de Black Sabbath y yo le enseñaba cosas de Camarón y de Enrique Morente. Cuando te haces mayor y empiezas a profundizar, conoces a gente que se dedica a esto y que te explica cómo es la transformación de todo el mundo taurino y del flamenco, de una tradición musical y popular de gente humilde y sin recursos que es apropiada por una dictadura para hacer propaganda turística, y empiezas a entender muchas cosas. Pero hemos querido sobreponernos a todo eso.

Y tanto que acreditáis a Quintero, León y Quiroga en uno de los temas.

 G. G.: ¿Quién lo diría, no?

J. G.: El folclore es algo que hemos vivido y nos ha influenciado a todos de una forma más habitual de lo que creemos. Uno de los grandes regalos que nos ha hecho formar parte de una banda de rock que viaja y que toca en Latinoamérica es ser conscientes de cuánto compartimos y cuánto tenemos que aprender en cuestiones de sonidos. Esa comunidad latinoamericana es algo que de verdad te abre la cabeza. En el sentido de que entiendes que muchos sonidos que crees que naturalmente son tuyos no son tan tuyos. Que probablemente tienen un camino de ida y vuelta.

G.G.: El reto era ser capaces de convertir esa energía del folclore en canciones de Vetusta Morla. No queríamos hacer un disco de estilo, para empezar porque el folclore es algo que nos infunde muchísimo respeto.

Las letras siempre son muy importantes en vuestros discos. ¿Qué mensaje fundamental habéis querido transmitir con ‘Cable a Tierra’?

G. G.: Sobre todo la trascendencia por formar parte de la cultura de distintas generaciones. Lo realmente maravilloso de nuestro oficio es que, cuando dejemos de estar aquí, seguirán nuestras canciones. Eso es lo increíble de la música popular: cantas y tarareas cosas que finalmente no sabes de quién son. En el fondo se trata de un mensaje de amor hacia la música y las propias canciones que se te escapan cuando las compartes con la gente. Hay otro punto importante que hila el disco que creo que tiene que ver con los cuidados y con cuidar de nuestro entorno más próximo. Creo que por primera vez y de manera muy explícita hablamos de gente que se quiebra, de no señalar al prójimo, de no participar en señalamientos. De no convertir a víctimas en verdugos.

Está todo este caos en el que nos estamos metiendo últimamente como especie, ¿no?

G. G.: Pero muchas más cosas. Hay otras canciones en las que hemos tratado de exagerar la lírica frontalmente. Como en Corazón de lava, por ejemplo, en la que hemos hecho una copla y no nos hemos cortado a la hora de ser lorquianos, por ejemplo. En general hemos ido mucho a ese lenguaje que está muy ligado a los sentimientos y que han estado sobrevolando estos tiempos tan duros. Hablamos de Tierra, de sangre, de muerte… No es un disco que hable de la enfermedad o de la pandemia o del confinamiento, pero es inevitable que todo eso esté ahí de alguna forma.

Pero no me refiero solo a la pandemia o el medioambiente. También a la crispación y la polarización, por ejemplo.

Creo que también hablamos mucho de esa bisagra entre lo antiguo y lo nuevo. Entre el algoritmo y la Tierra, lo que ha ocurrido con la pandemia es una grieta. No es kilómetro cero, pero sí una sensación de tener un pie en cada lado. Por un lado, el lugar del que venimos, en el que nos hemos educado, y el lugar al que inevitablemente vemos que nos encaminamos. Ese pasado futuro. Estamos en una época de monstruos, para bien y para mal. Una época en la que se generan nuevos mitos.

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