César-Javier Palacios, autor de 2.000 columnas verdes: «El sexo salvaje vende»
El periodista César-Javier Palacios lleva 13 años ininterrumpidos de ‘Crónica Verde’ en el periódico ’20 Minutos’. Desde noviembre de 2004 hasta hoy. Más de 600 columnas en papel y 1.360 en el blog que abrió en septiembre de 2007. Autor de una quincena de libros, ahora publica ‘Tengo pájaros en la cabeza… y otras preocupaciones’ (Editorial La Trébere), recogiendo 50 de las publicadas en el último año. Un repaso por la actualidad verde, con estilo llano y ágil, para todos los públicos, que puede servir perfectamente de compendio para ponernos al día en un pispás, en 130 páginas, sobre las cicatrices por las que sangra nuestro planeta azul. Hoy es nuestro invitado especial de ‘El Asombrario Recicla’.
¿Recuerdas cómo fue tu primera ‘Crónica verde’?
Claro. Se tituló Mélodi tiene un cachorro. Contaba la esperanzadora historia de una de las pocas hembras de lince que entonces criaban en esa Doñana que ahora hemos incinerado.
Algunas de las que recuerdas con más aceptación e impacto entre los lectores.
Chivatos con alas, sobre la asombrosa capacidad imitadora de un loro que puso fin al noviazgo de una pareja inglesa. También muchas crónicas relacionadas con los vicios más humanos de los animales salvajes; el sexo vende.
¿Has percibido que algunos temas son excepcionalmente mejor acogidos?
Los temas relacionados con el lobo, la caza y los toros son siempre los que más debaten generan. Demuestran lo dividida que está nuestra sociedad, repartida entre quienes se aferran a costumbres trasnochadas, el pasado, y los defensores de la vida, el futuro mayoritario.
Aparte del éxito de público, algunas que recuerdes como tus favoritas.
Me gusta hablar mucho de mis seres queridos y contar esas historias íntimas de la familia. Relatos maravillosos como los de la abuela Emilia, que todas las noches soñaba con su pueblo a pesar de haberlo abandonado cuando era joven para irse a vivir a Bilbao. O mi tío abuelo Nemesio, andarín incansable y sabio de la naturaleza. Son mis espíritus buenos. Siempre me emociono al recordarles en alguna crónica.
En este libro se recogen 50 publicadas en el último año en la edición impresa de ’20 minutos’, ¿no?
Eso es. Son las que hasta el momento se han publicado en el nuevo formato que su director, Arsenio Escolar, ha incorporado al periódico. Surgieron de manera espontánea, al albur de la actualidad pero, sorprendentemente, recogidas en un volumen tienen consistencia de guión prefijado. Ahí están todos mis pájaros en la cabeza y mis muchas preocupaciones varias.
Destácanos entre estas las que mejor acogida tuvieron y tus preferidas.
Con mejor acogida: Carta a mi madre, no consumidora de aceite de palma; Los árboles duermen pero no echan la siesta; Sin mareas hoy seríamos peces; Llegan las macrogranjas a la Siberia española.
Mis preferidas: Menos trastos y más felicidad; El secreto de la eterna juventud tiene plumas; El síndrome de la discoteca nos dejará sordos; Las ciudades son islas de calor.
César-Javier Palacios, cuyo semblante sonriente y actitud optimista son bien conocidos entre los periodistas de medioambiente, ha escrito de los problemas de salud por el exceso de ruido y de consumo de antibióticos en nuestra vida cotidiana, sobre los peligros del turismo masificado; se ha posicionado contra los circos con animales, la utilización convulsiva de envoltorios y la prolongación de la vida de las nucleares españolas («Garoña, ni de coña»); ha defendido con ahínco la vida rural y los bosques; nos habla de ciguëñas y golondrinas, del feísmo que destroza paisajes; habla de la importancia de no relajar algunos hábitos, como el de reciclar, en verano, y nos recuerda verdades como puños: «Quiero tomates que sepan a tomate». Y cita mucho y bien, como a Cicerón: «La persecución, incluso de las mejores cosas, debe ser calmada y tranquila».
Desde que empezaste hasta ahora, ¿cómo te ves?, como periodista de columnas, digo… ¿Has evolucionado en algún sentido; por ejemplo, dando más prioridad a algunos temas que a otros, decantándote por algunas preferencias con el paso del tiempo, por algún tema medioambiental que cada vez te preocupe más?
Ahora me veo más como periodista opinador de los temas que me interesan que como el mero relator aséptico de noticias que fui en mi juventud. Ya no me muerdo la lengua, algo que la mayoría de mis lectores agradecen. Y he aumentado mis preocupaciones medioambientales de bichos y plantas a consumo, salud y educación, las tres patas fundamentales de nuestro mundo actual.
Y como persona, ¿alguna evolución en todo este tiempo?
Qué duda cabe; estos 13 años me han cambiado como persona, espero que a mejor. Cada vez soy más beligerante con la pluma, pero menos extremista en los planteamientos, huyo del maniqueísmo. En este mundo no hay ni buenos ni malos, todos tienen sus razones y debemos escucharlas desde el respeto, aunque nos rechinen. También pido respeto para las mías.
¿Y has visto alguna evolución en el periodismo ambiental y en su relación con las instituciones y con el público?
El periodismo en general y el ambiental en particular atraviesan horas muy bajas. Hemos abandonado la sombra protectora de los agónicos dinosaurios de la prensa tradicional y nos tenemos que buscar la vida en plan ardillas inquietas. Eso supone trabajar el doble o el triple que antes para ganar la mitad o una tercera parte. Pero también es verdad que Internet y las redes sociales nos han dado una independencia frente a políticos e instituciones que nunca antes habríamos soñado.
Acabas de escribir ‘Doñana no es una isla ni un parque, es nuestro corazón en llamas’. ¿Qué opinas de lo que ha pasado?
Es una tragedia sin precedentes y de terribles consecuencias. El entorno quemado de Doñana era su última oportunidad de supervivencia como isla en medio del actual disparate agroindustrial y turístico. Tardaría siglos en recuperarse si lo dejáramos tranquilo, pero los mismos que han provocado este incendio mantendrán su presión destructiva sobre el espacio natural. Lo siento enormemente, pero está sentenciado.
Tienes pájaros en la cabeza… ¿No se te han pasado las ganas de seguir peleando por el periodismo verde, a veces tan desagradecido?
Todo lo contrario. Cada vez hacen falta más voces que nos recuerden lo que hace décadas ya nos dijeron Félix Rodríguez de la Fuente y Carl Sagan. Que este pálido punto azul en el firmamento es el único planeta posible donde vivir, y nuestra obligación es preservarlo para nuestros hijos y todas esas almas buenas que están aún por nacer.
Un burgalés en Fuerteventura, ¿por qué?
Vine aquí persiguiendo un sueño, salvar de la extinción al único buitre de Canarias, el guirre. Al final lo conseguí a costa de sufrir traiciones y amarguras, pero esta tierra reseca es generosa y me ha dado más amor de lo que podía imaginar. Es un lugar donde aprecias la importancia del árbol, porque hay pocos, y de un amigo, porque está lejos.
¿Tu próxima columna?
Recién enviada. La naturaleza es puro orgullo gay. Y el arcoíris no tiene solo siete colores, sino miles de orgullosas diversidades cromáticas.
Para terminar, un deseo, César-Javier…
Lograr un mundo verdaderamente feliz, tolerante, sostenible, amable, creativo y ávido por aprender. Ya lo dijo Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
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