Gaziel, el periodista catalán al que ambos bandos quisieron asesinar

Agustí Calvet Pascual alias "Gaziel" [Sant Feliu de Guíxols 1887 - Barcelona 1964] (Director de La Vanguardia 1920-1936). Foto: Hemeroteca de La Vanguardia.

Agustí Calvet Pascual alias «Gaziel» [Sant Feliu de Guíxols 1887 – Barcelona 1964] (Director de La Vanguardia 1920-1936). Foto: Hemeroteca de La Vanguardia.

Agustí Calvet Pascual alias "Gaziel" [Sant Feliu de Guíxols 1887 - Barcelona 1964] (Director de La Vanguardia 1920-1936). Foto: Hemeroteca de La Vanguardia.

Agustí Calvet Pascual, alias ‘Gaziel’ (Sant Feliu de Guíxols 1887 – Barcelona 1964), director de ‘La Vanguardia’ 1920-1936. Foto: Hemeroteca de ‘La Vanguardia’.

«Yo he sido un hombre al que los dos bandos quisieron asesinar», escribió en su dietario, ‘Meditacions en el desert’, el periodista catalán Agustí Calvet, ‘Gaziel’, al explicar su derrotero vital tras la guerra civil española. El golpe de Estado le había alcanzado en la cúspide de su carrera profesional como director de ‘La Vanguardia’ y, como tantos otros liberales de la época, se marchó al exilio de París antes de volver a España en 1940. Además, Gaziel está más de actualidad que nunca por cómo abordó la complejidad de la relación entre Cataluña y España, tensión que abordó proponiendo una ‘tercera vía’. Un asunto que sigue sin plantearse con la suficiente perspectiva y amplitud. 

Le aguardaba un consejo de guerra que fue archivado en 1943, y en Madrid creó y dirigió la editorial Plus Ultra. Jubilado, ya en la década de 1950 volvería a una Cataluña que sigue siendo el principal motivo de discordia y debate en España, un trasfondo que Gaziel supo interpretar con gran clarividencia. Antes de eso había sido un cronista excepcional, del que ya hemos comentado aquí los textos que dedicó a la Primera Guerra Mundial en el frente Oriental y balcánico, conflicto que le alcanzó siendo un estudiante en París y que destapó su vocación periodística.

Su trayectoria vital es la de tantos hombres y mujeres de talento literario y talante conciliador (de espíritu camusiano) que se vieron aplastados por la Historia de un siglo XX polarizador y criminal. Gran Guerra, Revolución de Octubre, Guerra Civil, Segunda Guerra Mundial… Apelar al matiz era jugar a la ruleta rusa, y Gaziel, como Chaves Nogales o Eugenio Xammar, no parecía tener cabida en un mundo que más adelante llamaría Nuevo Periodismo en Estados Unidos a lo que estos autores –además de Azorín, Ramón Pérez de Ayala o Ramón J. Sender, entre otros– habían hecho en circunstancias y condiciones lamentables.

Gaziel fue además uno de los periodistas que más páginas dedicó a observar y explicar la relación ambivalente y compleja de Cataluña y el resto de España a lo largo de la historia reciente. La editorial Península publica ahora ¿Seré yo español? Un periodista catalán en Madrid (1925-1930), compilación de todas sus columnas en el diario madrileño El Sol. La edición es del catedrático Narcis Garolera, y el clarificador y nutrido prólogo está a cargo del columnista de La Vanguardia y profesor Francesc-Marc Álvaro, que lo firma nada menos que en octubre del año pasado, en pleno cénit del Procés. No es extraño, por tanto, que afirme que «sus artículos de los años veinte y treinta son hoy de una actualidad sobrecogedora».

Para Álvaro no hay duda: «Agustí Calvet fue el periodista más importante de Cataluña durante la primera parte del siglo XX y uno de los principales de toda España». Catalanista, conservador, culto y con perspicacia analítica, defendía una Tercera España federal que reconociera la pluralidad identitaria del Estado, al que veía ensimismado y sin capacidad de entender la realidad de su propio país. Su ideal de España en relación con Cataluña iba más allá de la resignada «conllevancia» orteguiana.

Cuenta el prologuista que fue esa la razón que le hizo compaginar la dirección de La Vanguardia con sus columnas en El Sol que se recogen en este libro: creía en la capacidad de la persuasión y en su papel de intermediario entre dos polos que no se encuentran porque ni siquiera se buscan. En palabras de Álvaro, «estamos ante un ejercicio inusual de pedagogía ambiciosa sobre Cataluña desde el periodismo», aunque también matiza que «no encontró muchos receptores dispuestos a comprender».

Escribe Gaziel que «España necesita, con sobrada urgencia, de un buen partido federal», un proyecto con dos pilares: «reconocimiento y respeto de las diversidades peninsulares y afirmación de una sola unidad estatal que sea capaz de contenerlas a todas». Crítico también con un catalanismo que veía errático y al que pedía que se implicara en la gobernabilidad española, Gaziel estaba en tierra de nadie, o en la de todos sin satisfacer del todo a nadie. Leer estas crónicas tiene algo de viaje fatalista en el tiempo, por la constatación instantánea de un problema arrastrado y enconado que muchos sí supieron entender en toda su complejidad en un contexto tan difícil.

Por la propia intención de las columnas en El Sol, y por el contexto actual, se agradece que la editorial las haya publicado todas y no una antología, aunque unas sean, lógicamente, más interesantes y actuales que otras. El volumen completo da una idea más exacta de un esfuerzo que, si bien resultó inútil o ingenuo visto con la trampa del observador retrospectivo, habrá que volver a intentar una y otra vez si queremos recuperar afectos hoy muy dañados.

 

Hemos hablado con Frances-Marc Álvaro, periodista y prologuista de ‘¿Seré yo español?’.

Dices de estos artículos de Gaziel de los años veinte y treinte que «son hoy de una actualidad sobrecogedora». Veo que firmas el prólogo nada menos que en octubre del año pasado, días muy intensos en la relación Cataluña-España. ¿Qué analizó críticamente Gaziel de esa relación entonces que permanece hoy?

Me parece que persiste, entre las elites del Madrid político, económico y mediático, una enorme incapacidad para aceptar que la relación Cataluña-Estado necesita ser repensada sin negar la mayor: que existe eso que se ha venido en llamar un problema «de encaje», que es un asunto histórico y no algo esporádico. La mentalidad centralista -que Gaziel denunció- atraviesa épocas y regímenes, y llega hasta nuestros días envuelta en nuevos discursos y viejas actitudes. De lo que hablaba Gaziel y de lo que se habla hoy es de imaginar España de otro modo, de un proyecto que no expulse la diferencia, que la reconozca. Por otro lado, Gaziel critica también la ingenuidad y torpeza del catalanismo a la hora de plantear este problema, algo que también se repite hoy. El gran cambio: la independencia de Cataluña era absolutamente minoritaria en los años 20 y 30, mientras hoy cuenta con el apoyo de unos dos millones de personas. Las elites de Madrid deberían preguntarse -sin buscar explicaciones falaces- la causa de este crecimiento.

Me ha gustado mucho que remarcaras que Gaziel insistió en permanecer como columnista de ‘El Sol’ pese a trabajar para ‘La Vanguardia’, porque insistía en que alguien debía dar voz al catalanismo en una España que él consideraba incapaz de entender su pluralidad nacional. Claro está que fracasó, como en un ámbito menos identitario lo hizo por ejemplo Chaves Nogales. Empiezas tu prólogo diciendo que «si hubo alguien que abogó por una ideal Tercera España» ese fue Gaziel. ¿Cómo era esa Tercera España que él propugnaba?

Gaziel hace buenos diagnósticos, pero idealiza a la hora de proponer soluciones. Su Tercera España se inspira en un ideal ibérico de gran atractivo literario y escaso recorrido político. Su Península es una nación de naciones que, con Portugal dentro, pueda ofrecer un nuevo diseño de corte más o menos federal. Sus tesis son federalistas, aunque él use poco el término. En un sentido más profundo, su Tercera España es un país sin extremismos, basado en el diálogo y la moderación, con algo del Reino Unido y algo de Suiza, con una burguesía responsable, unas clases populares partidarias de la reforma en vez de la revolución, unos partidos capaces de grandes consensos, y unas instituciones estables y modernas. La España de Gaziel era imposible, por el contexto europeo, por el choque entre totalitarios de todos los colores, y por una muy débil cultura democrática.

¿Y cuál era la aportación que pedía al catalanismo en esa Tercera España? Dices que no se conformaba con la «conllevancia» orteguiana. 

Gaziel defiende la intervención del catalanismo en la política general española, pero no como algo meramente táctico. Su visión es estratégica, histórica, holística: los catalanes deben buscar un nuevo pacto con Castilla para hacer un reset al Estado español y colocarlo en la modernidad. Gaziel cree, al igual que más tarde Vicens Vives, que los catalanes no pueden resignarse a pensar que el poder de verdad es cosa de otros. Para el periodista catalán no basta con la conllevancia, hay que cambiar las bases del edificio para que no se tambalee.

Como bien señalas en tu prólogo, Gaziel es hijo del noucentisme, catalanista hijo del desencanto o el cansancio con la Restauración, pero a la vez crítico con los aspectos románticos del movimiento. Gaziel parece difícil de encuadrar en una etapa de identidades muy polarizadas. No cabía el matiz entonces, y parece que ahora tampoco. ¿Crees que Gaziel es un exponente de la complejidad del catalanismo real o más bien es una excepción? ¿O sería una excepción ahora? Desde fuera se tiene la sensación la imposibilidad del matiz. 

Gaziel proviene del catalanismo de principios de siglo XX, pero se siente lejos del discurso político de los nacionalistas de su tiempo. Su canto a la complejidad le convierte en un bicho raro entre unos y otros. Se pelea con los nacionalistas catalanes y con los centralistas españoles. Dentro del catalanismo actual -incluido el independentismo- hay personas que asumen la complejidad y hay muchos enfoques distintos, más allá de lo que puedan decir dirigentes como Puigdemont o Junqueras. Hay muchos matices y lecturas, que deberían llegar a los españoles con ganar de entender lo que sucede.

Respecto al Gaziel periodista, ¿por qué lo valoras tanto además de por su posición moral tan valiente en una época de extremos? ¿Qué valoras de su estilo?

Su estilo es muy eficaz y elegante: combina la argumentación racional con un tono que puede ser grave o puede ser cercano, pero siempre es capaz de dar plasticidad a los conceptos, lo cual le otorga originalidad. Usa el bisturí, recurre ocasionalmente a la ironía, sabe distanciarse de los hechos sin eludir el compromiso con su verdad. Su amplia cultura y su habilidad para conectar datos le permiten alzar el vuelo con amenidad. Sus artículos tienen siempre un anclaje histórico muy sólido y tratan al lector como el interlocutor inteligente que es. Estamos ante un periodismo de alto nivel, pensado para llegar al gran público sin bajar el listón.

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