‘Abril es un país’: 50 años de la revolución que cambió Portugal

El 12 de noviembre de 1975, una multitud de unas 100.000 personas rodeó el Parlamento. La manifestación, organizada por los sindicatos de la construcción, comenzó como una reivindicación de mejores salarios y condiciones laborales en el sector, pero la negativa del gobierno a recibir a los líderes sindicales convirtió la protesta en un asedio de 36 horas.

La periodista Tereixa Constenla, corresponsal en Lisboa de ‘El País’, publica ‘Abril es un país. Los heroísmos desconocidos de la Revolución de los Claveles’ (Tusquets). Una revolución que acaba de cumplir 50 años y un libro fascinante para introducirse en la historia del país vecino. Hablamos con la autora.

Abril es un país. Quizá sea el mejor símil a una revolución militar hecha para el pueblo. Un país que se llama abril. O cómo Portugal quiso salir de una dictadura gris y colonialista, y emergió el 25 de abril de 1974 desde la convicción y necesidad del cambio, desde la humildad de unos capitanes (y otros militares como el alférez Sottomayor o el cabo insumiso Costa). Los deseos de los capitanes fueron democracia, descolonización y desarrollo. La seguridad de “Temos o povo”: saber en aquel momento clave de su historia que tenían al pueblo de su lado. La canción Grândola, vila Morena, de Jose Afonso tuvo la importancia simbólica, un mensaje de fraternidad, de igualdad, de orgullo del pueblo. El cambio sucedió, pero ahí estaban las dudas: “Ahora que tenemos la libertad, ¿qué vamos a hacer con ella?”, decía entonces la periodista Maria Antónia Palla.

Tereixa, ¿recordar siempre significó tanto?

Recordar es importante siempre. En estos momentos de zozobra y miedo al futuro, tiene especial relevancia saber cómo otras generaciones lucharon contra los temores de su época con un ejercicio de generosidad y valentía.

¿Crees que hoy en día olvidamos, damos por sentado, o incluso pervertimos, el valor real de la libertad? ¿Qué necesita la sociedad para dar a las cosas su valor, su importancia?

Me temo que la pérdida es el mayor revulsivo de la consciencia. Espero que no lleguemos a ese extremo. Hay que informar con rigor del pasado y combatir la amnesia o la manipulación para evitar retrocesos. Ningún derecho es irreversible.

¿Qué sorprendió al mundo de aquella revolución militar?

Nadie la esperaba y eso multiplicó el asombro. Pero el principal factor fue su naturaleza pacífica, respetuosa incluso con el vencido, como se aprecia al enviar al exilio a las autoridades de la dictadura sin un rasguño. Y este espíritu se trasladó también a la ciudadanía, que salió a la calle de inmediato y transformó el golpe en una revolución. En algunos había deseos de venganzas, pero se evitaron por aquel ambiente de fraternidad que distinguió al 25 de abril desde el primer momento.

¿Consideras que el carácter portugués experimentó un antes y un después tras la revolución?

Creo que los portugueses sintieron un inmenso orgullo patriótico por la Revolución de los Claveles. Antes era un país apestado a nivel internacional por aferrarse al viejo imperialismo. El golpe militar se hizo también para acabar con las guerras coloniales y permitir la independencia de los países africanos que seguían bajo la batuta de Portugal.

¿Qué debemos tener presente al acercarnos con veracidad a la realidad, a la historia, al mundo que nos rodea?

Debemos mirar con ojos bien abiertos y estar dispuestos a encontrar hechos que contraríen nuestros juicios previos.

Existen muchos claroscuros (incluso para los implicados) sobre todo lo que sucedió después de la revolución. ¿Cuáles fueron los principales escollos con los que se encontró la revolución?

La multiplicidad de proyectos políticos para el nuevo Portugal. Conquistado el objetivo común, que era la caída de la dictadura, se abren varios caminos políticos para construir la sociedad del futuro y ahí se dividen los militares, los políticos y la población.

¿Se puso a prueba la fragilidad de la revolución con tantas posiciones enfrentadas y la dificultad de transición a la democracia?

Un año después del golpe, el clima se había enrarecido tanto que el país estuvo al borde de la guerra civil. El contragolpe de noviembre de 1975 es el que pone fin al llamado PREC, Proceso Revolucionario en Curso, y hace que el país se adentre en la senda de las democracias ortodoxas occidentales. Entre otras cosas, también porque era la voluntad de la comunidad internacional. EE UU no quería un país con un régimen revolucionario en el sur de Europa que podría desestabilizar España, Francia y otros.

¿Con qué dificultades te encontraste para comunicar la historia con claridad?

El PREC y los acontecimientos de noviembre de 1975 están llenos de tantos actores, intereses, contradicciones y discrepancias que aún hoy hacen difícil desenmarañarlo.

No se ejerció toda la justicia contra aquellos delatores, informadores o policías torturadores, ¿por qué? ¿Crees que hay que olvidar, negociar, perdonar para pasar página?

En Portugal hubo algunas depuraciones en el Ejército y la función pública, además de algunos juicios contra miembros de la policía política, la PIDE, que habían torturado a disidentes. Para el gran pensador portugués José Gil, fue un error aquel “inmenso perdón” que cubrió todas las atrocidades cometidas durante casi medio siglo por la dictadura.

¿Cómo observas en la actualidad la integración de nativos y retornados en Portugal?

El trauma generado por el colonialismo y el retorno de medio millón de personas que vivían en África y tuvieron que rehacer su vida en Portugal con la independencia de las colonias sigue siendo una herida supurante, que están exorcizando las nuevas generaciones de creadores. Las tres guerras coloniales, que duraron 13 años, son una caja de Pandora de tempestades aún por estallar.

Las tropas de la Escuela Práctica de Caballería de Santarém son aclamadas por los portugueses en la calle mientras avanzan hacia el Largo do Carmo para sitiar el cuartel donde se ha refugiado desde la madrugada Marcelo Caetano. El ejército ha pasado de ser detestado como brazo represor a ser venerado por levantarse contra la dictadura.

Las tropas de la Escuela Práctica de Caballería de Santarém son aclamadas por los portugueses en la calle mientras avanzan hacia el Largo do Carmo para sitiar el cuartel donde se ha refugiado desde la madrugada Marcelo Caetano.

Nunca es tarde para devolver la gloria a los que se la merecen. Reconocer a los humildes y a los valientes militares (Salgueiro Maia, Vasco Lourenço, Otelo Saraiva de Carvalho, Costa Gomes, Costa Neves, Domingo Abrantes, Maria Antónia Palla, Conceição Matos, José Alvés da Costa, Fernando Sottomayor…). ¿Nace este libro a partir de un deseo de justicia hacia estos protagonistas?

Los heroísmos contados en este libro son conocidos en Portugal, pero desconocidos en España. Somos vecinos y tenemos ahora grandes relaciones comerciales y personales, pero también ignoramos mucho de nuestras respectivas historias. Quise ayudar a difundir las historias de unos portugueses que estuvieron dispuestos a darlo todo para conquistar un bien común, que era la libertad.

¿Piensas que la sociedad portuguesa sigue considerando el 25 de abril una fecha clave de la historia reciente de su país?

Esta semana ha salido una encuesta que muestra la trascendencia que conceden al acontecimiento. Para el 65% es el más importante para la historia de Portugal, por delante de la adhesión comunitaria, la proclamación de la República en 1910, la derrota de los castellanos en Aljubarrota que afianzó el Reino portugués o la llegada de Vasco de Gama a la India.

¿Qué calado tiene la Revolución de los Claveles en las generaciones más jóvenes?

Lo más importante es que existe un respeto generalizado entre los jóvenes hacia lo ocurrido el 25 de abril de 1974, con independencia de sus posiciones ideológicas.

En ‘Abril es un país’ expones visiones de ultramar, de las colonias, de la guerra, de los colonos y de la esclavitud, de las batallas por el feminismo tras la revolución, de las torturas de la policía política. ¿Cómo recuperamos la fe en el ser humano tras conocer al detalle esas monstruosidades?

Para combatir esas monstruosidades surgieron los heroísmos, la voluntad de otras personas de acabar con lo siniestro y lo injusto y que encarnan ese espíritu de abril, incluso desde antes de abril de 1974. Podemos elegir si queremos sacar lo peor o lo mejor de nosotros mismos, si nos produce más paz interior hacer el bien o hacer el mal. Todas las personas que entrevisté y que protagonizaron momentos de generosidad extrema en los que estuvieron dispuestos a morir transmitían una gran serenidad, que achaco al hecho de que al mirar atrás sienten satisfacción por lo que hicieron.

Dices en ‘Abril es un país’ que la película ‘Capitanes de Abril’ de Maria de Medeiros muestra una parte de la historia ¿En qué fallan películas como ésta?

Son películas importantes porque reactivan memorias adormecidas, pero es inevitable que simplifiquen o sacrifiquen elementos transcendentales de la historia. Pueden ser un buen punto de partida para despertar interés, pero la historia siempre es más compleja.

Los portugueses se concentran en el Largo do Carmo, en el Chiado de Lisboa, para asistir al acto final de la caída del régimen. Están hartos de la falta de libertades, ya sea para expresar sus ideas políticas o para vestir un bikini en la playa. Durante esas horas la expectación es inmensa y cada uno busca el mejor sitio para seguir los acontecimien­ tos.

Los portugueses se concentran en el Largo do Carmo, en el Chiado de Lisboa, para asistir al acto final de la caída del régimen.

¿De qué manera crees que afectó la Revolución de los Claveles en España?

Aceleró la transición. Los franquistas más lúcidos se dieron cuenta de lo que podría ocurrir si se empeñaban en continuar el franquismo sin Franco. El impacto fue directo sobre los militares del Ejército español que fundaron la Unión Militar Democrática (UMD). En la sociedad despertó mucha esperanza y tal vez algo de envidia. Muchos españoles viajaron a Portugal para ver aquel nuevo país donde todo dejó de estar prohibido de un día para otro.

¿Crees que cierto romanticismo impregna las revoluciones y que hay que agregar, imprimir, su dimensión terrenal?

El halo romántico sobre la portuguesa es incluso mayor que en otras por esa naturaleza pacífica que tuvo. No estamos acostumbrados a que los militares den golpes de Estado con tan buenas intenciones y mejores modales. Como dice la escritora Lídia Jorge, “toda revolución es una alegría que anuncia una gran tristeza”. Lo que viene después siempre, por fuerza, es peor que la revolución en sí, el momento de júbilo supremo. Lo que hay que preguntarse es si lo que viene después de la revolución es mejor o peor que lo existente antes de la revolución. Pese a todas las imperfecciones de su democracia, los portugueses viven hoy infinitamente mejor que en 1974.

¿Por qué no otorgamos a Portugal el valor que se merece?

Supongo que por desconocimiento y desinterés hacia su historia y su cultura. Es un absurdo, porque la geografía y el tamaño no determinan el valor de los pueblos. Portugal está repleto de hechos, personajes y creadores realmente insólitos y valiosos.

¿Estamos más cerca de lo que pensamos de los portugueses?

Tenemos cosas en común como el apego a la familia, y otras que nos distancian, como la formalidad tan presente en Portugal. Tenemos la complicidad de compartir una geografía y buena parte de la historia peninsular. Y luego existe una cercanía estrecha entre el norte portugués y Galicia, visible en el paisaje, en la arquitectura, la gastronomía o el folclore.

¿Ha cambiado tu opinión de Portugal tras escribir este libro?

Ha agrandado mi admiración por el país y lo que son capaces de hacer.

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