Aire Libre Enero: buscando zorros y los lirios del amor perfecto

Un zorro captado en verano. Ahora en invierno andan de escaramuzas amatorias y con un pelaje más abundante. Foto: Javier Rico.

El crujir de la hojarasca escarchada bajo nuestros pies. Hielo con forma de cristales, agujas y vellosidades sobre musgos, piedras y ramas. Detalles durante los paseos invernales de buena mañana: las formas geométricas y artísticas que deja la escarcha en los campos. Una manera de disfrutar del invierno en pleno enero (también con paseos nocturnos con raquetas de nieve y Luna llena), que se acrecienta cuando oyes el ladrido agudo de un zorro. O lo ves, que ahora andan de escaramuzas amatorias. Si el paseo es por la mitad sur peninsular, la alegría se comparte con la floración de los llamativos lirios de invierno. Un año más apostamos por un aire libre natural y limpio, por una biodiversidad sana que nos haga la vida más saludable. Lo necesitamos.

Queda poco para que me vuelva a dar uno de mis paseos invernales favoritos por la sierra de Béjar, en Salamanca; desde el pueblo de Peñacaballera, bajando por el camino de Las Hoyas, hasta llegar al río Cuerpo de Hombre. Al poco de comenzar a aclarar el día, su luz deja ver prados y árboles escarchados. Por momentos y espacios, parecen nevados. El rocío congelado sobre piedras, líquenes, musgos, hojas y vallas en linderos aporta infinidad de creaciones geométricas que se adaptan a la variedad de estas superficies. A las briznas de hierba más secas les salen vellosidades heladas; las hojas caídas del melojo se recubren de una segunda capa de terciopelo blanco y en los tocones de viejos castaños quedan suspendidos minicristales con artísticas formas.

Estos regalos matutinos que aporta la escarcha calientan el ánimo del paseo. Mientras, el sol asoma tímidamente, pero con la suficiente fuerza como para ir desprendiendo el manto helado a medida que le quita la sombra al suelo. Unas vacas pastan en ese lado, porque da el sol y porque aflora, ya libre de escarcha, un suculento pasto. No obstante, en los lugares de umbría, donde poco o nada acaba dando el sol, se mantienen figuras de hielo que provocan nuevas paradas para ver y escuchar, que la rotura del hielo en determinadas rendijas y soportes también provoca sonidos. Pero lo que se escucha ahora, tras las correrías de las primeras urracas, cornejas, pitos reales, mirlos y petirrojos, es un ladrido muy lastimero.

Un paisaje en el que reina la escarcha. Foto: J. Rico.

El zorro guarrea, gañe y tautea

Es el mismo ladrido que escuché en su día en la sierra de Mariola, en el barranco del Molí, en Agres (Alicante); en las lagunas de Arganda, en el Parque Regional del Sureste, en Madrid; y en las cercanías de Alozaina, en la sierra de las Nieves (Málaga). En hábitats tan diferentes se oye ese ladrido que emite el zorro. A veces resulta más seco, más de perro, y otras más agudo, casi como un graznido. Me he topado incluso con algo parecido a chillidos. Acudo a inquietos rescatadores de nombres asociados a la naturaleza, que reivindican palabras tan especiales como guarreo (“frecuente en el zorro en invierno y que recuerda ladridos guturales”, dice Joaquín Araújo), gañir (“emitir aullidos los zorros, lobos y perros, o sonidos agudos y quejumbrosos el animal maltratado”, dice Mónica Fernández Aceytuno) y tautear (“gañir el zorro”, apunta la misma autora).

Y sí, es en invierno cuando más se oye este guarreo, como dice Araújo, porque forma parte de las comunicaciones entre machos y hembras dentro de un período de celo que se extiende normalmente entre diciembre y febrero. A veces están tan ensimismados en sus escaramuzas amatorias que no reparan en tu presencia, lo que me ha permitido realizar observaciones muy cercanas, sin necesidad de ocultarme. Y encima en una época, el invierno, donde uno de los rasgos más distintivos de los zorros, su bello pelaje, aparece en su máximo esplendor, para que no se les escape el calor de los cuerpos.

Rastros y huellas y Luna llena en la nieve

En similares ambientes en los que consigo ver y oír al zorro, veo, pero de forma mucho más fugaz (casi siempre más bien intuyo) a otros mamíferos, como la comadreja, la gineta o la nutria. Aquí hay que tirar más de otros indicios, como excrementos y huellas. Por este motivo, nunca está de más apuntarnos a un curso de rastros y huellas de animales. El más cercano empieza el 21 de enero en Torrelavega (Cantabria). Lo organiza el Centro de Documentación y Recursos para la Educación Ambiental de Cantabria (Cedreac), muy activo siempre en tareas de educación ambiental. “Excrementos, egagrópilas, nidos, madrigueras, rascaduras, revolcaderos, pelos, plumas y otras señales nos enseñan mucho acerca de la distribución, comportamientos y preferencias de la fauna más difícil de localizar”, afirman desde el Cedreac sobre un taller que tendrá dos jornadas teóricas y tres salidas prácticas a campo.

Senderismo nocturno con raquetas de nieve bajo la Luna llena en Huesca. Foto: Wearecanyoneers.

Senderismo nocturno con raquetas de nieve

Puestos a recomendar salidas guiadas para estos primeros días del año, no hay que perder de vista que la primera Luna llena del mismo coincidirá con varios paisajes nevados en la península. El senderismo nocturno con raquetas de nieve es una de las actividades invernales más gratificantes, sea en lugares del Pirineo oscense, como Ordesa, Benasque, Chistáu o Valle de Tena (con We Are Canyoneers o SoloMonte), o gerundense, como el Vall de Núria (con Oxineu); o en la sierra de Guadarrama (con Tabei Adventures o Amadablam Aventuras). En cualquier caso, la Luna llena se mantendrá en torno al 17 de enero, y siempre se presta a guiarnos ante cualquier escapada nocturna y con buen abrigo.

El lirio del amor perfecto

Seguimos por libre, porque hay lugares de la mitad sur peninsular donde al paisaje escarchado y los ladridos de zorras y zorros se une otro hito destacado de la naturaleza invernal y de enero en particular: la floración del lirio de invierno (Juno planifolia). Aquí los nombres vernáculos dejan también su huella: lirio azul, lirio azul cordobés, lirio cebollino morado, lirio cuerno, lirio de Jaén, lirio de pedregales, lirio del Guadiana, lirio menor, lirio morao, lirio silvestre…. Aunque ninguno como este en portugués: lírio-de-amor-perfeito. Desconozco a qué hace referencia el amor perfeito, pero lo cierto es que la flor enamora a primera vista. Sobresale entre una mata de hojas largas, que brotan desde el suelo, sin tallo, con un azul intenso que hacia el interior de cada pétalo dibuja figuras blancas rematadas por una larga y delgada línea entre amarilla y naranja. Para más enamoramiento, de algunas plantas nacen flores blancas.

Al lirio te lo encuentras casi sin buscarlo. No es muy exigente en cuanto al sustrato que necesita para crecer, y lo mismo aparece en los taludes de caminos y obras antiguas, en pastizales y prados de montaña o entre lindes de campos de cereal. En el Campo de Calatrava (Ciudad Real) los he visto incluso en el interior de algunos de los cientos de volcanes que se reparten por esta comarca.

Hay que seguir hacia destinos meridionales, por ejemplo dehesas y olivares de Badajoz que no sufran mucha presión agrícola y ganadera, e incluso llegar a diversos hábitats de Cádiz, Granada, Sevilla y Jaén para seguir la pista del lirio de invierno. En esta última provincia nos quedamos en Cazorla, en concreto en Pozo Alcón, en el mirador del Lirio. Ni sobre el terreno ni documentándome he logrado saber si el nombre hace referencia a la planta, pero considero imprescindible asomarse a este espectacular balcón que deja a nuestros pies, a 400 metros, al río Guadiana Menor, y a nuestro alrededor la sierra de Cazorla menos boscosa y más árida. Un buen lugar para hinchar los pulmones con aire limpio y renovado de cara a este 2022.

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