Alejandro Palomas trae nuevos poemas: “La vida es maravillosa, el mundo no tanto”

‘El Asombrario’ reúne al escritor Alejandro Palomas con el editor de su nuevo poemario, ‘Una flor’ (Letraversal), el joven poeta Ángelo Néstore, para que charlen bajo una premisa: “cosas que nunca te dije”. Y para que hablen de lo que no se suele hablar en los medios: de poesía, de la poesía de la vida y de la poesía hecha carne y letra. Cuenta Alejandro Palomas: “De pequeño mi abuela y mi madre tenían una floristería y allí lo primero que aprendí fue a quitarle las espinas a las rosas”. Y eso, buscar rosas sin espinas, ¿ha marcado su vida?  

Ángelo Néstore: Se dice que no hay que juzgar un libro por su portada, pero vamos a empezar por ahí, porque realmente es un poema visual. ¿Qué hay de ti en esa portada?

Alejandro Palomas: Normalmente yo decido la cubierta de mis libros, no dejo que nadie lo haga por mí, y lo curioso de esta portada es que dejé mucha manga ancha y lo flipante es que la cubierta no es el contenido del libro… ES mi retrato. Cosas que nunca te dije. Lo más fuerte es que el diseñador, Daniel Cabrera, no me conoce y la cubierta es exactamente mi retrato. Soy yo, es lo que he sido yo toda la vida: esa parte que muestro, que intento mostrar, la mejor cara de lo que sé que soy, pero también sé que esa mejor cara bebe de una herida que no cierra, y yo mismo hurgo en esa herida para que vaya alimentando esa mejor cara. Es un círculo cerrado. Él no lo sabía, no me conoce, y cuando lo vi, dije: qué fuerte, si esto soy yo, que es el libro… Qué loco esto. A veces tienes que confiar, y mira que es algo que yo no suelo hacer para mis cubiertas.

Ángelo: ¿Sí? ¿Por qué es tan importante para ti la cubierta?

Alejandro: Porque es mi estética, yo tengo una estética muy, muy determinada, muy Alejandro, es como yo veo la realidad, con un tipo determinado de colores, de factura… Y, mira, Ángelo, una de las cosas en las que no había caído nunca, y ahora sí, es en el tacto, en la importancia de la textura, y en este libro la textura es muy importante.

Ángelo: Es algo en lo que las editoriales no suelen reparar. En ese sentido, yo trabajo muchísimo con la imprenta Kadmos, de Salamanca. He estado meses trabajando con ellos para decidir todos los detalles del libro.

Alejandro: Me han escrito libreros flipando con esa textura.

Ángelo: Es un poco atrevido, algo especial. A mí me engancha esa textura. Es el toque Letraversal .

Alejandro: Y recuerda cómo ha llegado este libro a mí y a ti. Yo dejé mi anterior editorial, te llamé y te dije: Ángelo, ¿tú conocerías alguna editorial que fuera totalmente distinta, nueva, que tuviera todo eso que yo creo que no existe? Y tú me dijiste: se me ocurre un nombre, la mía. Y yo dije: ah, vale…

Ángelo: Y ha sido muy bonita tu confianza en el proyecto.

Alejandro: A ver, yo no confío a ciegas, no lo hago nunca, pero conozco un poco tu mente, y sé cómo te implicas…, tu concepto de la estética, de intentar traspasar líneas, de investigar. A mí me gusta mucho el laboratorio, y creo que tu editorial es un laboratorio fantástico, con mucha libertad… Y esto no es habitual en el mundo editorial. Para mí trabajar así es un lujo.

Ángelo: De hecho, te sentimos parte de la familia de esta editorial.

Alejandro: Cosas que no te dije… Este libro nace de una conversación, una de las muchas conversaciones que yo tenía con Belén, la editora Belén Bermejo, que falleció hace unos meses. Cuando ella ya estaba enferma, un día colgó una foto en Instagram que era un primerísimo plano de un girasol, y le dije: Belén, me tienes que regalar esa foto; me la regaló, yo tengo esa flor… Esa misma tarde, empezamos a hablar de poesía, ella y yo hablábamos mucho de poesía, de lo que es una voz, de teoría, de laboratorio, y en una de esas empezamos a hablar de qué está primero, si el poeta o el poema, y nos reíamos mucho elucubrando sobre eso.

Un día yo empecé a escribir sobre lo que ella me dijo y yo le contesté, y mi respuesta es el principio del poemario Una flor, que en realidad es un diálogo con ella, es un diálogo con Belén sobre la poesía, la música, sobre quiénes son los poetas, quién soy yo, cómo es mi voz, sobre si nos salvaremos o no… Son muchas cosas de las que yo ya no podía hablar con ella, porque ella ya estaba muy enferma para hablar, utilizábamos sobre todo el whatsapp. La pena de todo esto es que yo quería que ella llegara a ver el libro en papel, porque ella era de papel, y no llegó, no llegó a verlo. Ese es el viaje de este poemario, yo quería devolverle la flor que ella me regaló, ese girasol.

Ángelo: Ella es lo primero que sale, en la dedicatoria. Ahí está Belén. Y yo veo en esa dedicatoria una declaración de intenciones. A todas/os las/os floristas. Y a las/os bibliotecarias/os. Porque también repartís flores. Y a Belén Bermejo. Sigo esperando que llegue la tormenta de las seis”. Una declaración de intenciones sobre qué es la poesía. Pero también a quién esta dirigida. Y quiénes son los poetas de nuestro mundo. Alejandro: Yo me crie entre flores. Mi madre y mi abuela tenían una floristería cuando yo era pequeño. Cuando volvía del colegio, mis hermanas y yo entrábamos corriendo en la floristería, mis hermanas cogían la merienda y se iban, y yo me quedaba allí, en la floristería, con mi madre y mi abuela. Ellas me sentaban en una mesa muy grande y yo cortaba la esparraguera o las espinas a la rosas. Es lo primero que aprendí allí, a quitarle las espinas a las rosas. Y mientras tanto, ellas ponían la radio y hablaban sobre todo de los hombres de la familia y de cómo solucionar los problemas de la familia, porque quienes solucionaban los problemas de la familia eran ellas. Yo nací en la trastienda del mundo. Y nací donde realmente se mezclan los colores. Es que las floristerías y las bibliotecas son lo mismo; ahí preparan algo que creen que va dirigido a alguien en particular, sin saber si va a gustar o no. Algo que es de largo recorrido, porque tanto un libro como una flor los entregas cerrados y quien los recibe va viendo cómo se van abriendo.

Ángelo: Veo tanta verdad en esa comparación de esas personas con oficios tan poéticos, pero tan olvidados, tan relegados por la sociedad a un plano B, C o D, tanto a nivel simbólico como económico, de prestigio. Pero has de coincidir conmigo en que titular Una flor a un libro de poesía es arriesgado.

Alejandro: A mí lo que más me gusta hacer, lo que más sentido da a lo que hago, es el riesgo; necesito sentir que arriesgo y que mi vida vale lo que arriesgo.

Ángelo: Eso dice mucho de ti, porque otros que han llegado adonde tú has llegado se acomodan. Y tú no, estás siempre arriesgando y cuestionándote, porque este libro también tiene mucho que ver con el cuestionamiento. Una flor empieza con una respuesta. Una respuesta ¿a qué? Querría hablar contigo del proceso creativo de este libro.

Alejandro: Lo que une en mi caso la escritura de poesía, de teatro, narrativa, guión, todo… es el diálogo conmigo mismo. Yo he llegado al mundo muy solo y sigo siendo una persona muy sola. Solitario, menos. Soy más solo que solitario, y eso me hace estar en una búsqueda constante de profundidad, necesito sentir que voy horadando la tierra, buscando distintas texturas, distintos colores. Quiero saber qué es todo lo que me conforma, me hago preguntas constantemente que muchas veces no puedo responder. Y no puedo responder porque no las respondo en el formato que requieren, hay preguntas y respuestas que requieren un formato ficción, y preguntas que requieren respuestas en un formato poético, son muy escasas, peo cuando son, son muy potentes. Yo siempre me he preguntado quién soy como poeta, qué es un poeta, qué hace un poeta, por qué existe, qué lo diferencia de otras cosas. En realidad, en mi caso, yo soy poeta, bueno, no sé si soy poeta o soy una persona que escribe poesía…

Ángelo: Claro que lo eres, Alejandro, el mero hecho de cuestionártelo ya te hace más poeta que otros que lo dan por hecho. Y en este poemario está la respuesta, que para mí es una gran bofetada a muchísimos.

Alejandro: El poemario era algo y tú me pediste que lo completara. Y llegó esa segunda parte que ahora veo que era necesaria. Ahora veo que sin esa segunda parte, la primera habría sido simplemente la mitad de algo.

Ángelo: Te pedí esa pincelada final…, el cuchillazo final.

Alejandro: Pero es que además pienso que es la parte más emocional de todo el poemario. Donde me abro y me digo: venga, va, ahora voy a dejar de cuestionar con la cabeza y voy a ser más el Alejandro niño sin defenderse.

Ángelo: Arriesgarse una vez más, arriesgarse dentro del riesgo. Y no lo cuestionaste.

Alejandro: Es que me gustan mucho los retos. Si no, me aburro. Pero si me vas poniendo desafíos y retos, soy súper feliz. Yo intento mantener siempre viva la esperanza de que siempre hay nuevas formas de contar, nuevas formas de llegar al otro. Un poemario es un intento de enamorar. Cada libro es para mí una relación; no un idilio, es una relación.

Entonces, ¿qué pasa? Que yo en la vida real no puedo tener relaciones, porque como cuestiono al otro cada 24 horas, y me siento ante el otro y le digo: a ver, ¿tú crees que esto funciona?, ¿qué querías decir exactamente con eso que dijiste la otra tarde?, vamos a revisar… Entonces, el otro huye a la semana. Eso no me pasa con lo que escribo, claro, porque soy yo con mi espejo. Así que me divierto muchísimo, me divierto diciéndome: Alejandro, es que eres terrible. Me divierto, pero he tenido que aprender a hacer eso, a escribir en el espejo.

Ángelo: Hablando justamente de los espejos… ¿Tu reciente viaje a Tierra de Fuego ha sido un espejo?

Alejandro: Fue muy curioso porque fue todo muy intenso. Yo había interrumpido el poemario. Primero porque Belén había empeorado mucho, y era una época difícil. Y me fui un mes allí con una bióloga… No sé muy bien explicar qué hice allí… Yo me crie… Yo no tuve peluches. Mi tía, que es bibliotecaria, me regaló cuando yo era pequeñito, me regaló un librito cuyo protagonista era el pingüino Pondus. Un libro que todavía tengo, del año 67, un álbum ilustrado. Y yo convertí a Pondus en mi amigo. Siempre viajo con ese libro, siempre; a día de hoy, ese libro siempre va en mi maleta porque es mi amigo Pondus. Total, conocí en Alicante a una pingüinóloga; me dijo que ella va todos los inviernos a una base en la Antártida para controlar una colonia de pingüinos. Y yo le dije: pues al siguiente viaje voy contigo.

Al final, no pudimos ir a la Antártida y buscamos una colonia de pingüinos rey, que es la especie de Pondus, en Tierra de Fuego, y allí nos fuimos ella y yo, porque yo quería la respuesta a una pregunta que le hice cuando la conocí: Si en el proceso de una pareja de pingüinos con su pollo, uno de los miembros de la pareja se va a pescar y no regresa y la pareja se queda viuda, yo, como ser humano, ¿podría sustituir a esa pareja cumpliendo sus funciones, y la pareja al año siguiente volvería a buscarme y me reconocería? Ella me dijo: eso no me lo ha preguntado nunca nadie, creo que tenemos que viajar juntos.

Fui a Tierra de Fuego con ella y resultó una experiencia muy intensa, la verdad; luego fuimos a otras colonias de otras especies de pingüinos. Y a ello se añadió una parte de documental. Dos productoras españolas se enteraron de que estábamos haciendo esto y vinieron a montar un documental con nosotros, y nos convertimos en coprotagonistas de nuestra propia búsqueda sobre cómo podemos transformar nuestra relación con lo natural para que esta desintegración que estamos viviendo cambie. Hubo demasiadas preguntas, motivos, descubrimientos… Y yo volví a querer contarle a Belén quién soy, y por eso volví a retomar el poemario. Regresé a casa y al día siguiente nos confinaron. Llegué de Tierra de Fuego, me fui a dormir y al día siguiente, cuando desperté, vi al presidente del Gobierno diciendo que no podíamos salir de casa.

Ángelo: Volvemos a la portada: porque son poemas que por un lado acarician, por la forma en que están escritos, la belleza de tu verso, de tus imágenes, pero por otro lado remueven muchísimo. Cuando hablas de la furia y del ruido…

Alejandro: Para mí el ruido es la mentira, y la mentira es todo lo que nos decimos para no enfrentarnos al espejo, los recursos que inventamos, el tiempo que invertimos en intentar tapar el espejo, cuando yo soy un ultra defensor de la verdad. Hay que vivir entre verdades, duela lo que duela.

Es que he vivido durante muchos años en la mentira, porque hasta los 40 intenté querer ser lo que yo creía que el mundo quería que yo fuera. He vivido en un estrés enorme al querer ser perfecto en todo, querer tener el cuerpo perfecto, la mente perfecta, he querido ser el amigo, el amante y el marido perfecto, pero además no según lo que para mí era la perfección, sino según lo que yo creía que los demás consideraban que era perfecto… Y eso es un infierno. Hasta que al final me derrumbé. Fue en la presentación de una de mis novelas, y me quedé en blanco. Porque yo iba a las presentaciones queriendo ser escritor. Tenía que hablar perfectamente, ser interesante, correcto, encantador… Y de repente me quedé en blanco. Y tras una pausa dramática, lo primero que dije fue: Es que lo que pasa es que yo sufro mucho.

Ángelo: Madre mía.

Alejandro: Te juro que no creí que lo había dicho en voz alta. Pero había llegado a tal punto de estrés que sí, que lo dije en voz alta: en realidad lo que pasa es que yo sufro mucho, y ya no puedo más. Se hizo un silencio… Y yo pensé: a partir de aquí ya no se puede ir hacia atrás. La única manera de salir de aquí es tirando hacia delante. Por primera vez en mi vida vi que la gente estaba escuchando.

Ángelo: Te habías quitado de encima el ruido, eso de lo que tanto hablas en este poemario, del ruido.

Alejandro: Creo que este libro es el que más se acerca a lo que yo soy.

Ángelo: Yo veo una voz profunda, arriesgada y entregada. Alguien que dice: este soy yo y tengo algo que decir. ¿Y la furia, la rabia, las ganas de golpear la mesa con el puño? ¿Tú crees que también es un reto de la poesía: expresar esa furia, esa rabia?

Alejandro: Cosas que nunca te dije. A esto no te habría respondido igual ayer a como te voy a responder ahora. Han pasado 24 horas y algo ha cambiado. Creo que la poesía –y lo he criticado muchas veces y ahora me lo tengo que comer con patatas- debe servir, puede servir, como arma política, arma de cambio político. Anoche pensaba que hay una parte de mí que se siente culpable por no ampliar más mi altavoz y ser más activista en lo político.

Ya ves, todavía quiero cambiar el mundo. Ahí tengo una lucha interna. Porque a mí este mundo no me gusta. Mi madre dice una cosa maravillosa: “La vida es maravillosa, el mundo no tanto”. Y yo pienso igual. Yo quiero elegir cuándo me voy a morir, yo quiero morirme suicidándome, no quiero morirme dejándolo al azar, yo quiero morirme suicidándome. Y pienso: ¿de verdad me voy a poner yo ahora a querer cambiar el mundo cuando en realidad me voy a ir? Ahí tengo un debate interno. Pero creo que tenemos que romper esquemas, y hay mucha gente que los está rompiendo a nivel género, a nivel sexual, pero hay un tipo de esquema que hay que romper: la imaginería esa del político o política que está predefinido por su aspecto, su tendencia.

Ayer hablaba con un amigo que es un activista de los animales y de la naturaleza en general, y le decía: yo quiero subirme a un podio y poder leer poesía y hablar poéticamente de lo que yo creo políticamente. Se puede integrar. A ver, quizá se me está yendo la olla, pero pienso: ¿quiénes son las pocas personas que han hecho grandes cambios en el mundo? Gandhi, por ejemplo. Y Gandhi apostaba por lo pequeño, por no hacer ruido, sino por una presencia a través de su imagen tan poética, porque no puede ser más poética, porque es la concreción del no ruido. Para mí eso es la poesía: el no ruido. Entonces, pienso que ese es el reto, que toda la capacidad de silencio poético fuera capaz de cambiar el mundo. Eso es lo que a mí me gustaría.

Ángelo: Uno de los elementos que me cautivó la primera vez que leí tu libro es cuando dices que el poema no se escribe. A mí eso me pone la piel de gallina…

Alejandro: Es como en narrativa, yo escribo en primera persona porque yo soy, yo no construyo personajes, yo soy el personaje, y el personaje no es un personaje, es una persona. Con la poesía es igual, tú tienes que ser el poema, no puedes escribir un poema, tienes que serlo y contártelo. Si solo lo escribes, y no lo eres, sale con mucho ruido.

Ángelo: Exacto. Y quienes escriben poesía se creen poetas. Y la poesía no es eso. Por eso este libro, Una flor, es una bofetada a tanta gente que de alguna forma se cree poeta solo porque escribe poemas. Y tú vienes a decirles: Oye, que el poema no se escribe, el poema es una casa.

Alejandro: El poema se habita, no se escribe.

Ángelo: Eso de que el poema no se escribe me descolocó, y yo, cosas que nunca te dije, busco una poesía que me descoloque…

Alejandro: Cuando vi lo que querías hacer con Letraversal pensé: este quiere hacer lo mismo que yo, hay la misma voluntad, crear un mundo en apariencia benigno…

Ángelo: Amable…

Alejandro: Pero en realidad cargado como una bomba. Y eso soy yo. Esa es mi casa.

Ángelo: Después de esto, ¿hacia dónde vas?, ¿qué otras preguntas tienes en la cabeza?

Alejandro: Si yo te lo digo, creo que mañana nos la copian. Solo te diré que estoy ya como un brujo mezclando texturas, recuerdos e invocaciones.

“Un poema es más que eso, fue tu respuesta. / Más pequeño.
 / Más frágil.
 / Más aéreo.

Y aclaraste:
 / Un poema es una casa envuelta entre corrientes de aire y un confuso exceso de habitaciones.
 / Algunas de ellas –inadvertidas- se comunican entre sí. / Hay puertas invisibles.
 / Hay armarios con doble fondo.
 / Hay ventanas ciegas.
 / Y vida, también hay vida en movimiento.

Cuando desde el exterior cae la tormenta, / el viento arrecia y el aire se cuela entre los versos, / desordenando lo escrito para que lo temporal / no despiste y quede sólo lo que no importa”.

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Comentarios

  • Isabel

    Por Isabel, el 03 octubre 2020

    Leo esta conversación / entrevista y es como mirarme al espejo y encontrar solo belleza. Porque tras mi reflejo emerge la figura de Alejandro Palomas y todo es verdad y sueños y vida.
    Siempre, me emocionan o me insuflan vida vuestras entrevistas.
    Gracias.

  • Xon

    Por Xon, el 04 octubre 2020

    Mi voto para esa portada en los premios Golden Raspberry literarios.
    De los versos aún no puedo votar.

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