Álex Chico: hasta dónde podemos hurgar en los demás y en nosotros mismos
A veces, una frase o una simple palabra funcionan como disparadores de historias. El escritor Álex Chico se cruzó casi por casualidad con el nombre de Damián Gallego y se vio obligado a investigar sobre su vida. Y es que, detrás de ese apellido, quizá se escondía Darío Galicia, un poeta ligado a los infrarrealistas del DF de los años 70, a la figura de Roberto Bolaño, y al que se le perdió la pista tras ser operado por error de una lobotomía y vagar por diferentes ciudades. Una labor detectivesca que ha plasmado en ‘Los nombres impares’ (Candaya), libro en el que él mismo se presenta como protagonista para narrar también sus propias obsesiones. Como hasta dónde estamos dispuestos a llegar para crear una obra de arte, qué es identidad o la importancia de la literatura en la vida. Una obra ensayo-ficción luminosa, llena de reflexiones inteligentes que no hacen más que crear preguntas al lector. Como los buenos libros.
Damián Gallego es el disparador del libro, pero ¿quién es?
Es una persona de la que yo conozco su nombre por un director de cine. Este último me cuenta su historia, de la que tiene constancia por objetos que guarda en los armarios de su casa. A partir de ahí voy tirando del hilo y descubrimos que tal vez fue una persona ligada a los infrarrealistas en el DF de los 70, un buen amigo de Bolaño, que tuvo la mala suerte de que por un falso diagnóstico se le practicara una lobotomía. Detrás de Damián Gallego podría estar una persona que existió, pero que a la que se le perdió la pista, llamado Darío Galicia. Es una labor de intromisión, detectivesca, documental, para averiguar si esas dos personas son la misma.
¿Por qué despertó tanto interés en ti?
Cuando escuchamos una anécdota o un nombre nuevos, se nos abre un mundo en nuestro celebro que no sabíamos que existía. Todo ese imán, ese magnetismo de lo desconocido, me parece alucinante. Damián Gallego tenía ese halo, ese nexo de un montón de historias que estaban ahí y que tenía que descubrir.
Esa investigación que vas haciendo es una historia que vas abriendo y que vas facilitando al lector según te parece. Que se va ajustando a lo que quieres contar. Incluso dando por verdaderos datos que no sabes si lo son.
Creo que toda biografía no es más que la crónica del que escribe esa biografía. Al final el observador afecta a lo que mira. No se trata de contar su vida únicamente, sino la dependencia del narrador por que esa persona sea quien se ha planteado que sea. En el fondo, no se pone en juego el redescubrimiento de un autor perdido, sino todo lo que está llamado en la vida: escribir, contar una historia, que le recuerden, que le asocien a un hombre… Darío Galicia y Damián Gallego importan, pero lo que realmente importa es si es capaz de narrar esa historia. Es una persona obsesionada por contar esa vida y que él quede como el descubridor de esa persona. Al final el biógrafo se retrata a sí mismo.
Un ensayo-ficción tramposo, ya que está basado en la memoria, el peor narrador en el que podemos confiar.
La memoria es una fuente de engaño admirable. Nada más aparentemente verosímil que la memoria, ya que no la cuestionamos. Parece que lo que contamos sea verdad, pero hay tantos recuerdos superpuestos y que inventamos, que al final no sabemos si lo hemos vivido. Yo creo que la memoria es una fuente de engaño de primer orden, una ficción perversa.
Utilizas esas historias de Damián Gallego y Darío Galicia para desarrollar los temas que a ti te interesan. Como cuáles son los límites para crear y, si es lícito, por ejemplo, entrar en una casa y robar.
Al final, a quien se plantea esa pregunta es a mí. El allanamiento de la morada no es más que una metáfora. ¿Cómo manejo yo el pudor? ¿Cómo manejo lo que cuento o lo que no me atrevo a contar? Es una metáfora para ver hasta dónde podemos hurgar en los demás, en nosotros mismos, en nuestra propia memoria, para narrar lo que queremos. Y hasta dónde estamos dispuestos a llegar. ¿Cuántas horas le vamos a dedicar a la escritura? Y si somos capaces de entrar ilegalmente en casas ajenas.
También para hablar sobre la identidad. Con Damián y sus múltiples personalidades para desaparecer.
En el fondo empleo a Damián Gallego para responderme muchas cosas. Pero ante todo, este personaje es una advertencia; lo que no me gustaría que me sucediera. También un símbolo de que si sucede, al menos sepa qué decir. Nos otorga un lenguaje de lo que puede pasar.
Y, de fondo, la literatura. Si es importante, si todo gira o debe girar en torno a ella.
Pienso que el precio que pagamos por escribir lo que queremos es demasiado alto. No sé si merece la pena. En una identidad tan ligada a la literatura, o donde es tan envolvente, ¿compensan tantas horas en un escritorio? ¿Compensa fraccionar nuestras vidas y estar en dos sitios distintos perdiendo nuestro presente? Creo que el precio que se paga por ello es muy alto. Con esta obra, una de las cosas que he aprendido es eso. No sé si compensa tanto esfuerzo.
Pero también una carta de amor a ella.
Sí, es una carta de amor a determinados autores. Pero no a todos, sino a ese tipo que no forman parte del canon, que no salen en las primeras posiciones de las listas, que no escribieron obras maestras, pero que hicieron algo muy importante: ayudar a que la literatura siguiera viva. Es un canto de amor a ellos también.
Por ello en el libro narras la historia de este escritor desconocido y dejas de lado la figura de Bolaño, mucho más atractiva.
Esto lo digo en la novela: detrás de todo gran escritor hay otro anónimo, apócrifo y desconocido. Hay un reto muy bonito en el ensayo y la documentación que es ir abriendo esos caminos y descubriendo esos nombres. No solo como reivindicación de esos escritores, sino porque amplían nuestro mundo literario. Y nos muestran que la novela no está agotada. La idea es que detrás de Roberto Bolaño hay personas que vivieron de manera similar y que esos nombres aporten su propia versión de aquellos añ
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