Álex O’Dogherty: “No es una tragedia quedarse solo toda la puta vida”

Álex O’Doherty en una imagen promocional.

Álex O'Doherty en una imagen promocional.

Álex O’Dogherty, en una imagen promocional.

Decir Álex O’Dogherty es decir artista, actor, monologuista, músico, compositor, presentador, humorista, maestro de ceremonias… Ha dejado su rastro por series de televisión (‘Camera Café’, ‘Doctor Mateo’), películas, obras de teatro, espectáculos como ‘The Hole‘, y siendo un creador inquieto ha dado rienda suelta a sus propios shows. El último (‘El amor es pa ná’), que viene acompañado de disco, pone encima del escenario un tema tan personal como universal.  

‘El amor es pa ná’. Además de una tragicomedia de rock, ¿es también una apología del desamor?

No, no, no. Todo lo contrario, si yo lo que quiero es que todo el mundo se enamore todo el rato. Pero, por otro lado, lo que también digo es que tampoco es una tragedia quedarse solo toda la puta vida, como le dijo al personaje de la obra (que no a mí) su ex favorita. Esa frase: “Te vas a quedar solo toda tu puta vida”. Portazo.

Lo abordas con mucho sentido del humor pero debajo hay una reflexión muy seria sobre el miedo a estar solos y la sociedad de consumo rápido.

Me llama mucho la atención, lo pongo en boca del personaje. Hay cosas que pienso y otras que no. Me paso la obra diciendo que no estoy contando mi vida, no la estoy contando literal ni cronológicamente, me he permitido meter mucha literatura para estructurar esta historia como me ha dado la gana, pero es cierto que parte de muchas cosas que me han pasado o que he observado.

¿Más amores y más cortos?

Es que la gente hoy en día cada vez aguanta menos, empezando por mí. Las relaciones que antes duraban toda la vida cada vez duran menos. No significa esto que estoy defendiendo el modelo de antes, simplemente es constatar lo que pasa. Hay parejas que han seguido casadas toda la vida y seguramente se hubieran divorciado pero no lo hicieron por el qué dirán, pos sus hijos, por la sociedad… Un día en la obra le pregunté a una señora del público que llevaba casada más de 50 años (venía sin el marido) si se volvería a casar y me soltó un rotundo ¡no! Yo sí creo que el amor existe y que puede durar, tengo el ejemplo en mis propios padres (para colmo), pero defiendo que si no es, no se aguante.

Hablas también de lo que no decimos. ¿Qué callamos?

Nos callamos generalmente lo bueno porque lo malo lo soltamos con mucha facilidad, sin que nos pregunten además. Pero las cosas buenas no las decimos. En este espectáculo hablamos de una cosa muy importante que es la alexitimia, la incapacidad para comunicar los sentimientos. Vivimos en una sociedad muy alexitímica. Tenemos mucha gente a nuestro alrededor que se merece que le digamos cosas buenas de vez en cuando y no lo hacemos. Educamos para reprimir las emociones.

¿Quién es Lady la Dura?

Es otra ex. Fue una persona que apareció en mi vida y, al fin y al cabo, es una representación de un estereotipo de novio o de novia o de amante que hemos tenido todos alguna vez. Ese tipo de persona que te hace sufrir, porque resulta que nos engancha el sufrimiento. Las relaciones amables no nos llenan, nos gustan las malvadas. No es un espectáculo en el que hablemos de hombres y mujeres, hablamos de los sentimientos que son parecidos en todos. Todos hemos tenido una Lady la Dura o nos hemos comportado como tal. Los miedos, el no atrevernos a decir lo que sentimos o, al contrario, la manía de prevenir todo el rato: “Oye mira, si quieres follamos esta noche pero yo no creo que esto vaya a llegar a nada”. ¿Es que hay que vivir continuamente advirtiendo a cada paso? O igual la cosa se estira y cuando te quieres dar cuenta ya llevas un año follando con la persona con la que no ibas a llegar a nada…

Hay un disco que acompaña a este espectáculo. Se ve que el matrimonio entre la música y el teatro sí te gusta.

Sí, la verdad. No tendría problema en hacer algo sin música, pero ya en mis shows propios va a ser difícil. Nunca he sido un monologuista al uso, nunca he hecho stand up puro. He tenido una educación teatral muy fuerte que me ha influido mucho. El primer espectáculo que construí ya fue por otro lado, con muchos estilos (clown, bufón, stand up, impro), duró 11 años y fue maravilloso (Y tú, ¿de qué te ríes?). Mi sueño siempre fue hacer un espectáculo con mucha música y luego lo hice con La Bizarrería en Mi imaginación y yo. Hago cosas por necesidad, básicamente.

La imaginación es una herramienta muy poderosa para ti. ¿Puedes llegar a imaginar una salida para la actual situación política?

(Risas). Pienso que deberían pensar mucho más en nosotros que en ellos. El mensaje que hemos enviado está claro: no queremos darle mayoría ni barra libre a nadie. Es dañino e insultante que no se entiendan. Evidentemente, no están haciendo todo lo posible, porque si lo hicieran ya tendríamos gobierno hace ocho meses. Aunque no me guste el resultado, están obligados a entenderse.

¿Estamos en un agujero como ‘The Hole’?

Me parece que sí, pero mucho menos divertido. The Hole era un espectáculo que te invitaba a olvidarte de todo y a vivir la vida sin preocuparse tanto. Y he heredado algo de eso para este nuevo trabajo porque nos comemos mucho el coco con el amor, que si llegará, que si no… ¿Por qué nos preocupamos tanto por el final si lo divertido es el camino? Digo estas cosas como para decírmelo a mí mismo, no te creas que predico con el ejemplo. (Risas).

¿Qué es lo que te atrapa de formatos como el cabaret, el circo?

La cercanía con el público. En realidad, nunca he respetado esa cuarta pared famosa que existe en el teatro, que me parece guay para otro tipo de espectáculos. Romper esa pared ofrece otra cosa, otra posibilidad de comunicación, posibilita el feedback. Hacer eso de preguntar al espectador, que interactúe y participe. Hay gente a la que le resulta muy violento. Yo de hecho este tipo de shows los odio (como espectador). Pero como artista me encanta.

En tu show parece que la gente se lo pasa bien.

Hay gente que se emociona, también. No sólo es reírse, no me gusta pasar sólo por la superficie. Hay que reírse más, claro que sí, porque estamos demasiado enfadados y encabronados con la vida. Pero hay que plantearse también por qué no somos capaces de amar. Y por qué tenemos que respetar por cojones esa convención de que para ser feliz hay que estar casado y tener hijos. A lo mejor esa no es la felicidad. O a lo mejor sí. O a lo mejor no hay que vivir obsesionados con encontrar una media naranja.

¿Te gusta especialmente lo incorrecto, lo descarado?

Me gusta provocar cosas en el público. No la provocación simple de ofender, nunca ha sido mi intención. Intento que la gente se remueva en el sillón y se lleve a casa cosas. Sobre todo de este espectáculo me han dicho que provoca mucha conversación cuando salen y se van a cenar o a tomar una copa. Eso me fascina. No creo que haya roto ninguna pareja (risas), espero que no. Pero si eso ha pasado, no me pueden echar la culpa.

Igual aprovechan para dar el paso tras ver la obra…

Bueno, lo que sí hago es invitar a dar pasos, pero en una dirección y en otra, a no tener miedo porque los miedos nos llevan a perdernos cosas estupendas que podríamos disfrutar si nos lanzáramos.

Siempre dices que aspiras a ser un buen payaso. ¿Te viene de tus colaboraciones con Payasos sin Fronteras en lugares como los campamentos saharauis, Palestina o Sarajevo?

Colaboré con Payasos sin Fronteras hace 20 años y de ahí me viene. Conocí a auténticos payasos, me di cuenta de lo que significa ser un payaso. La gente tiene muy confuso el concepto, desde el payaso de MiColor hasta el payaso de McDonald o el payaso terrorífico. Mis payasos favoritos son clowns, incluso a veces no tienen la cara pintada. Es un concepto, son artistas totales, capaces de hacerte reír o llorar, de tocar diez instrumentos, sorprenderte, hacer malabares. Artistas completos. Un payaso lo abarca todo. De hecho, en mi primer espectáculo defendía que no se utilizara la palabra payaso para insultar y repartía tarjetas llenas de insultos alternativos.

Te mueves como pez en el agua como maestro de ceremonias, pero cuando estás solo, ¿monologas contigo mismo?

No te creas, en casa del herrero… Tiendo a ser muy callado, he sufrido un proceso de inversión en mi vida. Cuando era adolescente era muy extrovertido, el alma de la fiesta, siempre buscando ser el centro de atención con mis chistes, mis imitaciones, mis cosas. Pero a medida que fui saciando mi necesidad de exhibicionismo en el escenario, me he convertido en un ser bastante gris. (Risas). Suelo pasar bastante desapercibido en reuniones, grupos; prefiero escuchar.

En tu web hay una explicación larguísima de tu apellido ilustre y tu saga familiar. ¿Qué hay en ti de ese origen irlandés?

Quiero pensar que hay bastante, fundamentalmente en el aspecto. Y si me da el sol se ve la cantidad de pelo rojo que tengo. No me reconozco un gaditano o un andaluz de manual, aunque tengo mucho (y orgullosísimo), pero sí creo en la herencia de la sangre y he heredado algo de ese sentido del humor irlandés; me siento identificado con la ironía, con los cómicos británicos, suelo ser serio en el escenario. Y, bueno, esta tez blanquecina…

¿Cómo te sientes cuando te pones alguno de los 56 sombreros que tienes?

Me siento guay. Últimamente me lo pongo menos. Es que a mí me parecía que no estaba vestido del todo si no me ponía un sombrero. Yo hubiera sido feliz a principios del siglo pasado. Ahora también, la verdad. En invierno el sombrero cumple muchas misiones, te cubre del agua, del frío, te viste. Curiosamente en este espectáculo no llevo sombrero, me siento más desnudo. Ha sido como un psicoanálisis. Me ha llegado una época en la que ya he superado mucha mierda. Creo que por eso no lo he sacado antes. No es que haya solucionado toda mi mierda, pero soltarlo ha hecho que haya pasado ciertas páginas. Ha sido como un exorcismo.

¿Qué son las ‘chumis’?

Chuminadas. Como un móvil del que sale una tijera, un aparatito que tira pedos, otro que te pone la voz de robot, dedos mágicos con luces, instrumentos de juguete, cosas que uso en los espectáculo y en casa, así que me he autoproclamado Chuminator King. Son pequeñas mierdas que me hacen feliz, me dan la vida, me río y a la gente le gusta. Tengo muchas chuminadas de cocina, que son muy útiles, desde un pela-ajos con una ruedecita flipante que además te lo pica hasta unas gafas para pelar cebolla y no llorar, o un aparato que te hace los huevos duros cuadrados. Hay quién dice: ¿Pero esta tontería para qué es? Pues esa persona, fuera de mi vida. Así voy testando. (Risas). Me parece mucho más divertido remover la ensalada con unas palas de madera que son guitarras a hacerlo con unas simples cucharas. Esas pequeñas chuminadas hacen que mi vida sea mejor.

Alex O’Dogherty actúa con ‘El amor es pa ná’ en el Gran Teatro Príncipe Pío de Madrid los días 2 y 7 de octubre, y en el Teatro Cervantes de Málaga el 28 de octubre.

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