Ana Nance: «Me voy de Madrid. Aquí ahora no puedo crecer»

La fotógrafa Ana Nance durante su viaje a Zambia.

La fotógrafa Ana Nance durante su viaje a Zambia.

La fotógrafa Ana Nance durante su viaje a Zambia.

Tras 15 años en Madrid, la fotógrafa Ana Nance, nacida en Carolina del Sur de padre estadounidense y madre española, una de las reporteras gráficas de trayectoria más asentada y personalidad más marcada en revistas de nuestro país, nos dice un hasta luego; regresa a Nueva York, donde vivió la última década del siglo pasado. La mudanza va acompañada de una exposición en PhotoEspaña2014 y esta entrevista, donde ella, pura energía, nada acostumbrada a melancolías, se detiene por un momento a hacer con ‘El Asombrario’ balance y planes. Nos deja, además, un regalo: fotografías inéditas de dos de sus últimos viajes, a Cuba y Zambia.

¿Qué viste en Cuba?

Como norteamericana, con todo lo del bloqueo, partía con unos prejuicios muy marcados; pero también llevaba otra serie de referencias por una tía-abuela cubana; así que era un viaje muy deseado y muy difícil, muchas veces aplazado. Me fui con un novio un mes porque quería explorarlo y sacar mis propias conclusiones, pero no estoy segura de haberlas sacado, y mucho menos profesionalmente. Fotográficamente, es un país muy difícil, porque ha sido muy fotografiado, y me costaba mucho salirme de los tópicos. Creo que me ha faltado tiempo. Es una queja que suelo tener en mi trabajo como reportera gráfica. La falta de tiempo. Los encargos suelen ser muy limitados de tiempo. Me gustaría disponer de más tiempo para profundizar más en las miradas. Respecto a la sociedad, la sensación que sacas es muy contradictoria, porque hay cubanos muy amargados y hay otros cubanos muy orgullosos de lo que ha logrado Fidel, que Cuba no se convirtiera en lo que otras islas caribeñas. Pero sí que he de decir que vi algo muy bonito y único: lo que humanamente han salvado como valores más allá del consumismo y extremismos capitalistas que invaden el mundo; y no creo que, como norteamericana, sea en absoluto sospechosa de radicalismo anticapitalista.

¿Y en Zambia, un país tan desconocido?

Pues es curioso, porque es el caso opuesto a Cuba, porque es un país muy poco fotografiado, del que sabemos muy poco, pero, por otro lado, con muchos puntos en común con el Caribe, porque muchos antepasados llegaron allí desde esa parte de África. De hecho, a veces miro las fotos y pueden ser intercambiables, de un país por otro. Estuve muy a gusto en Zambia, sin conflictos ni violencia; una África de esencias, con gente muy amable, tranquila y sonriente.

Y ahora acabas de venir de Taiwán, de un trabajo para ‘El País Semanal’, donde llevas publicando desde tu llegada a España… No paras, Ana. Y la pregunta se impone. De todo lo visto en el mundo, ¿con qué te quedas?

Fotográficamente, la India me vuelve loca, pero no es un lugar para vivir, sí para regresar continuamente, cada dos o tres años, pero no me instalaría allí. No sé, a veces sí he dado vueltas a esta misma pregunta: ¿dónde me gustaría vivir, un sitio que considere ideal? Y no he llegado a responderme…

¿Cuál es tu especialidad?

Diría que, dentro del reportaje, el paisaje social, reflejar una mezcla de gente y ambientes. Es lo que más me motiva; intentar captar el alma de un país, de una región, de una ciudad, por esa vía.

Y ahora el reto que te lanzó ‘El Asombrario’ y la galería Mad is Mad para exponer dentro del circuito de PhotoEspaña, junto a otro gran reportero gráfico, Alfredo Cáliz, fue que te detuvieras en Madrid, que miraras la ciudad donde has vivido década y media, y que, sin embargo, no había sido protagonista de ninguno de tus reportajes.

Un auténtico reto. Porque me parece complicado fotografiar el lugar donde vives, porque tiene tantas connotaciones emocionales que te quita libertad. Cómo reflejar una ciudad en la que me lo he pasado tan bien y tan mal…, en la que he disfrutado y he sufrido. Me lo he tomado muy en serio, he paseado mucho en bici para husmear en Madrid y ver qué me encontraba, para renovar mi mirada…

¿Y qué has encontrado?

Pues que la calle está perdiendo fuerza, que no es Nueva York ni Tokio; creo que la calle en Madrid cada vez es menos espontánea. Y luego, fíjate, lo que más me ha atrapado ha sido cómo se ha conformado la ciudad en torno a las arquitecturas de los años 60 y 70; creo que, al final, es lo que predomina en mi trabajo. Una arquitectura antipática, pero en torno a la cual se desarrollan muchas vidas e historias. Me he alejado de los barrios más fotografiados, de Chueca, Malasaña, Lavapiés, los Austrias, de la Gran Vía, y me he ido a Usera, Tetuán, el barrio de la Concepción…

Una especie de repaso para despedirte.

No, no, no quiero llamarlo despedida, sino un hasta luego; hay muchas cosas que me siguen uniendo aquí, y, además, hoy día, la movilidad es tan sencilla que trasladarse a Nueva York no se puede decir que sea irse muy lejos.

¿Hacemos balance profesional de estos 15 años?

Estoy muy agradecida porque he tenido mucha libertad para trabajar, incluso para proponer mis propios temas, sobre todo en El País Semanal y en Marie Claire. En Estados Unidos se trabaja de otra forma, hay tanto editor, director de arte, periodista, estilista, coordinador, que al final el fotógrafo es solo una pieza más de la cadena, y su trabajo se ve muy constreñido. Hay tanto filtro que a menudo te acaban machacando tu trabajo. Aquí he encontrado libertad editorial, y eso me ha hecho crecer a la hora de construir un estilo propio. Porque yo venía con una formación muy consistente, estudié Bellas Artes, trabajé en la agencia Sygma, 13 años en Nueva York, profesora en ICP (International Center of Photography), venía muy formada, pero sin un estilo propio, y creo que ahora sí lo tengo definido.

¿Cómo es?

Pues creo que enfoco ese paisaje social, la gente en su entorno, sin dramas ni violencias, documentándolo bien y aplicando cierto sentido del humor. Con delicadeza. Por eso creo que algunos de mis trabajos más logrados han tenido que ver con temas de enfermedades, de Tercera Edad… De la gente que construye las esencias de una sociedad, más allá de los vips, que, digamos, se han cruzado menos en mi camino.

Algún reportaje tuyo que recuerdes como redondo.

Sí, claro, por ejemplo, el de abuelos centenarios en un pueblo de Japón, o los viajes que realicé a Islandia y a Sudáfrica con el periodista John Carlin, que trabaja con mucha seriedad. Creo que me dejaron con la sensación de haber llegado al fondo.

¿Y alguno que recuerdes que te tocó más la fibra sensible?

Los que realicé sobre la prostitución infantil en Camboya.

¿Por qué te vas, Ana?

Porque quiero seguir creciendo y siento que ahora mismo en España es muy difícil. Por el tipo de encargos, por las prisas, por lo que pagan, por la situación de precariedad en el mundo editorial y en los medios de comunicación… Creo que España está atravesando una etapa en la que desde el poder se ha decidido no valorar ni la educación ni la cultura, no sé si con alguna intención o no, pero no están dejando que la sociedad se cultive, y eso se está pagando muy caro; todo se vulgariza, todo se hace con tensiones y prisas; los primeros que lo notamos somos los profesionales de la cultura, pero a la larga ese empobrecimiento es muy negativo para toda la sociedad. Es un desgaste de energía que ves que no conduce a ningún lado… Aquí yo ya no encuentro dónde crecer… Seguiré colaborando con medios españoles, pero creo que Nueva York me va a ofrecer más oportunidades para poder plantear proyectos que vayan más allá de encargos para ir sobreviviendo… Me voy de Madrid para seguir creciendo.

Para cuidar, por ejemplo, tu faceta artística…

Eso también. Nueva York es un lugar donde fluyen las energías; cuando tienes 45 años, te planteas acometer proyectos más grandes, más profundos. Y esa energía aquí, de alguna manera, la veo muerta. Madrid tiene cosas maravillosas, como una tranquilidad sana, no es tan agresiva, por la acumulación de ambiciones, como Nueva York. Pero ahora mismo siento que quiero, necesito, ese subidón de energía.

Tu sueño.

Poder seguir profundizando en mi expresión, en mi manera de estar en el mundo, bien con proyectos fotográficos más a largo plazo, más artísticos, bien escribiendo o haciendo teatro…

En esta etapa española, un colega al que hayas admirado.

Javier Vallhonrat. Sin duda. Admiro su perfeccionismo.

Y allá, ¿Annie Leibovitz es un modelo a seguir?

Sí, sí. Respeto mucho su disciplina y su manera de dirigir equipos, porque su trabajo va más allá de una persona que toma fotografías; ella es más bien directora de grandes equipos, y eso lo hace muy bien. Sí, es una vía para considerar, ¿por qué no? Quizá he vivido ya tanto el nomadismo, andar continuamente de aquí para allá, que no me vendría mal cierta estabilidad… Mira, me preguntabas al principio de la entrevista por un lugar para vivir; creo que tengo la respuesta: el Caribe; por el clima, por el agua, por el ritmo de la gente, con esos valores del Tercer Mundo que en el ajetreado y capitalista Primer Mundo hemos perdido… Sí, Jamaica, Puerto Rico… Sobre todo, Jamaica…

La exposición ‘Madrid is Mad’, con el trabajo sobre Madrid de Ana Nance y Alfredo Cáliz, puede verse en la galería Mad is Mad hasta finales del mes de julio, dentro del Festival Off de PhotoEspaña2014.

GALERÍA DE FOTOGRAFÍAS DE CUBA POR ANA NANCE

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Nance_Cuba_ 1459 View towards Escrambrey from Trinidad, Cuba.

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Nance_Cuba_ 2326 Young Cubans on the Malacon, Central Havana, Cuba.

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GALERÍA DE FOTOGRAFÍAS DE ZAMBIA POR ANA NANCE

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Looking over at David Livingston Island and Victoria Falls from Zimbabwe.

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Two young local girls at the grocery store in, Victoria Falls town, Zimbabwe.

A Leopard Lifts a Killed Puku into a Tree, South Luangwa National Park, Zambia.

Shops in Mfuwe Vilage, South Luangwa National Park, Zambia.

Soccer Ball,  Mfuwe Vilage, South Luangwa National Park, Zambia.

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Comentarios

  • Nora Jimenez

    Por Nora Jimenez, el 14 junio 2014

    Pues a ver si en Estados Unidos ella «puede crecer», a lo mejor allí encuentra a quien le guste a unas fotos con tanta saturación y abuso del HDR.

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