Animales cercanos a las estrellas (II)

Nathalie Seseña, su sonrisa y uno de sus compañeros caninos.

Nathalie Seseña, su sonrisa y uno de sus compañeros caninos.

Nathalie Seseña, su sonrisa y uno de sus compañeros caninos.

Continuamos con la segunda parte de este reportaje coral donde artistas de diferentes gremios nos abren su hogar para hablarnos de los habitantes que caminan a cuatro patas por el salón de su casa. Desde la actriz Nathalie Seseña a Johnny Cifuentes, del grupo Burning, que no puede dejar de recordar a su Gran Jack.

Las páginas de la historia cuentan que Sigmund Freud tenía a su perro Jo Fi presente en sus sesiones de terapia, pues notaba que la presencia del cánido interfería positivamente en el tratamiento, que el presidente estadounidense Roosevelt tomaba sus más importantes decisiones con su perro Fala en el despacho oval de La Casa Blanca, que Pablo Picasso adoptó a su perro salchicha Lump en la cima de su carrera, y no solo dormía con él, sino que le acompañaba en sus largas jornadas pictóricas, tanto que incluso aparece en la peculiar versión que el malagueño hizo de Las Meninas. También el rolling stone Keith Richards habla en sus memorias de su perro Raz (abreviatura de Rasputín), que vive en su casa de Jamaica pero que fue recogido en Moscú. Escribiendo sobre él, Richards muestra su lado más humano y narra enternecedoramente cómo el equipo de la gira le agradeció que lo adoptase y sacase de aquella ciudad donde estaba condenado a ser un cadáver más en cualquier callejón; además, el multimillonario rockero repasa la cantidad de perros, gatos y hasta pájaros que ha tenido alrededor a lo largo de su vida.

El que probablemente es uno de los mayores expertos stonianos de nuestro país, Johnny Cifuentes, del grupo Burning, también tiene una larga relación con los perros. “Siempre me han molado los perros, el mío se llamaba Gran Jack, un pastor negro, cruce entre lobo y pastor alemán. Tenía una mirada un poco chunga, pero siempre me acompañaba por las mañanas, íbamos al campo a darnos unas carreras, mientras yo escuchaba rock and roll en los auriculares, él perseguía conejos, aunque nunca llegase a pillar ninguno. Estuvo conmigo 16 años, lo enterré hace dos, con todo el dolor del mundo que uno pueda imaginar… Al quedarnos sin perro, mi hija Claudia trajo uno que jamás pensé que tuviésemos, un chihuahua, y al principio pensé: ¿Qué es esto?, pero al final, ya sabéis cómo va… ¡Todos tienen ese punto! Aunque, la verdad, sigo echando mucho de menos a Gran Jack”.

La actriz Nathalie Seseña señala la marca que para siempre queda en el corazón cuando alguien se acerca a estos seres y los adopta: “Esta convivencia y este agradecimiento infinito de todo lo que he recibido de los animales me hace luchar por sus derechos y en la medida que puedo por concienciar que no son objetos como un bolso o algo que se compra y se deja cuando se ha pasado el subidón del capricho. No entiendo que se puedan comprar, mucho menos habiendo tantos animales abandonados de todo tipo de razas, tamaños y caracteres, así que lucho por la adopción y el respeto que merecen, y Pepe me acompaña en esta lucha en un país donde el maltrato animal está a la orden del día». Nathalie nos habla con conocimiento de causa suficiente: desde los 11 años tiene a su lado a canes, y en la actualidad cuidan de ella tres perros y dos gatos. “Como decía una amiga, tener un perro en casa es como tener una fuente de felicidad y amor constante… Siempre me han encantado todo tipo de bichos y siempre me he divertido un montón con ellos; aprendo mucho de sus comportamientos y me hacen muy feliz. Mi vida con ellos tiene mucha más calidad”.

Ciuco pasea a Luna, de noche.

Ciuco Gutiérrez pasea a Luna.

Al fotógrafo cántabro Ciuco Gutiérrez se le cae la baba cuando habla de Luna, que lleva 12 años con él. “En casa nunca habíamos tenido perro, ni gato ni nada por el estilo. Tuvimos una tortuga que ni se movía y un hámster que no vivió mucho. Cuando llegó Luna a casa revolucionó todo, se comió un par de patas del sofá e inundó de afectos todos los rincones de la familia. Me cogió a mí como su referente y me seguía a todas partes. Los primeros años nos reíamos mucho porque todas las noches que yo salía de casa a tirar la basura, que me llevaba aproximadamente dos minutos, al volver me recibía como si hubiera ido a dar la vuelta al mundo y estuviera deprimida por mi ausencia, saltaba 20 veces sobre mí, lloraba de la emoción y me lamía. Otra vez vino un mensajero con coche a traerme un paquete y a los cinco minutos volvió a sonar el timbre y me encontré al mensajero con Luna en los brazos: iba conduciendo y de repente vio que la perra estaba felizmente sentada en el asiento de atrás viendo el paisaje”. Y así es como estos animales, su compañía y sus hábitos terminan por interceder en la vida de una persona. “Luna odia a los gatos”, continúa Ciuco, “y un día salió escopetada detrás de uno y cruzó una avenida con mucho tráfico. Estábamos en un parque y la tenía suelta. Fue un momento de corazón casi partió…».

Incluso hay artistas que solucionaron la papeleta de tener que dejar a las mascotas solas en casa llevándoselas al trabajo. Tal es el caso de grupos de rock como Reincidentes y Los Enemigos. “A finales de los noventa hubo una época en que a la gira se venía Borrasquita, mi perra entonces», nos explica Candy, guitarrista de Reincidentes. «Se convirtió en la mascota del grupo, venía a todos los conciertos, nos la llevamos incluso a Italia. Donde iba, triunfaba; era una chucha pero tenía punto”.

También Manolo Benítez, guitarrista de Los Enemigos, vio cómo, a la par que él ingresaba en la banda, su perro Rocko era admitido como uno más de la familia. El cantante del grupo, Josele Santiago, lo recuerda: “Rocko se venía en la furgoneta y a veces lo subíamos al escenario, no le íbamos a dejar en el camerino y, una vez allí, de vez en cuando aullaba o saltaba, pero si le acercabas un micro se callaba el hijo de puta”. Añade Manolo: “En una ocasión también flipé porque tocábamos en Mallorca y yo pensaba: ¿y dónde dejo yo a Rocko ahora?, y me dijeron: ¡tío, lo llevamos a Mallorca! Y se gastaron 30 talegos en una jaulita para el perro… Súper buen rollo”.

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