Annie Ernaux: Mi relación con un hombre 30 años más joven que yo
“Sentía por mí un fervor que ningún amante, a mis cincuenta y cuatro años, me había profesado jamás”. Cada vez que me sumerjo en la lectura de un nuevo libro de Annie Ernaux (Lillebonne, Francia, 1940) –premio Nobel de Literatura 2022–, tengo miedo de salir decepcionada. Siento que después de tantos libros excepcionales, Ernaux se encontrará finalmente en un callejón sin salida. Por fortuna siempre me equivoco y al leer me topo con una luz nueva y a la vez idéntica bañando sus poderosísimas vivencias. Cuando compré ‘El hombre joven’, en el que cuenta su relación con un hombre 30 años más joven que ella, y cogí su delgado cuerpo entre mis manos no podía ni siquiera suponer la hazaña ante la que me encontraba, la herida que estaba a punto de abrirse entre mis manos y mi memoria.
“A menudo he hecho el amor para obligarme a escribir. Tenía la esperanza que al final de la expectativa más imperiosa, la del orgasmo, me hiciera sentir la certeza de que no había goce superior al de la escritura de un libro”.
El gozo de sentir que como entiende Ernaux la vida no la entiende nadie. De constatar que todo es un clamor en su transgresión, que no quiere ni un solo secreto rodeándola mientras esté viva, porque a la libertad no se llega envuelta en mil misterios, sino no temiéndole a la propia naturaleza.
El hombre joven es quizás el libro más feroz y anárquico de la autora francesa; todas las palabras que contiene arden. Ernaux desnuda la vida sin reparos, pero al mismo tiempo pone un cuidado extremo en que la piel que queda al descubierto no sufra daños, en que no pierda el calor, en que se convierta en un mapa concreto de lo que necesita un ser humano para alcanzar la serenidad dentro de la revolución y de la evolución constante que implica estar vivo:
“Me arrancaba de mi generación, pero no por ello me hacía de la suya”.
“Yo sospechaba que sus amigos le espetaban a la cara: ¿Cómo puedes salir con una menopáusica?”.
“Sentía por mí un fervor que ningún amante, a mis cincuenta y cuatro años, me había profesado jamás”.
Ernaux jamás vive de los sueños o de la imaginación, Ernaux habita la realidad para extraer de todas sus partes armas globales con las que defender el mundo:
“Con mi marido en otro tiempo, me sentía una hija del pueblo, con él era una burguesa”.
La vida de Ernaux incorpora enriquecedoras pausas, el privilegio de tener acceso a venturosos paréntesis emocionales que, sin duda, le permiten supervisar la eternidad de sus reflexiones. Parece haber nacido para llenar de verdades útiles el horizonte:
“Con él recorría todas las edades de la vida, de mi vida”.
Y cuando escribe te obliga a plantearte cuánta verdad cabe en una sola boca:
“Nuestra relación podía contemplarse a la luz del provecho. Él me daba placer y me hacía revivir lo que yo nunca habría imaginado poder revivir. Que le pagara viajes, que le evitara buscar un trabajo que le habría impedido estar tan disponible para mí, me parecía un acuerdo equitativo, un buen trato, sobre todo cuando era yo quien fijaba las reglas”.
“Mi cuerpo ya no tenía edad. Hacía falta la mirada abiertamente reprobadora de unos clientes a nuestro lado en un restaurante para demostrármelo”.
Ernaux es, sin duda, un valiosísimo animal mitológico que sabe desmantelar la oscuridad del mundo ofreciéndose como luz, como guía. Ernaux quiere ser espejo de aquel o aquella que duda, quiere ofrecerles un lenguaje que sin su vida y su literatura a día de hoy no existiría. Ernaux goza mostrando su debilidad, su falibilidad, su inagotable humanidad. Ernaux llega desde el yo hasta todos los cuerpos, hasta todas las vidas, hasta todas las almas.
El hombre joven es un libro que escribe sabiendo que la pondrá en evidencia, que quizás perderá el beneplácito de quien la admira, pero Ernaux, como decía más arriba ha nacido para ser verdad y para procurársela a quienes la necesiten. Ernaux no sabe cohabitar con la impostura, como tampoco sabe hacerlo su traductora, la siempre poliédrica Lydia Vázquez Jiménez, que una vez más excava en el núcleo de cada palabra hasta encontrar y ofrecer el cauce más caudaloso de cada una de ellas.
Ernaux es áspera, rotunda y unilateral en esta historia sin concesiones, sin un ápice de autocompasión o de ternura.
No diré que El hombre joven es un libro inofensivo o liviano, porque no lo es, pero sí diré que es un libro deliberadamente breve y que por eso valiosísimo.
‘El hombre joven’. Annie Ernaux. Traducción de Lydia Vázquez Jiménez. Cabaret Voltaire. 46 páginas.
Comentarios
Por Francisco, el 25 junio 2023
Será un gran éxito por parte de la crítica feminista mientras que si el autor fuera un señor mayor sería tachado de viejo verde y degenerado