Aprende a leer el BOE, te puedes estar perdiendo algo importante

El Boletín Oficial del Estado.

Desde luego, entender lo escrito en el Boletín oficial del Estado (BOE) sería una gran satisfacción para todos. Esa ardua empresa ahora cuenta con un esperado apoyo, el Diccionario ilustrado BOE-Español (Ariel, 2021). La monografía, de reciente publicación, repasa el Boletín que dicta nuestras normas, regula las ayudas e incluso avisa de si alguien está en paradero desconocido. El binomio de seriedad y humor aportado por los textos de la periodista Eva Belmonte se entrelaza con el acierto del pincel de Mauro Entrialgo, responsable de las ilustraciones que acompañan cada definición.

Puedes seguir al autor, Guillermo Martínez, en Twitter, aquí.

La pandemia retrasó la publicación del libro. Evidentemente, Belmonte, a los timones de El BOE nuestro de cada día, tenía más trabajo que nunca. Por aquellos momentos, los inicios de una crisis sanitaria mucho más superada que el previsible colapso económico que se avecina dejaban unos BOE algo locos: nuevas normas, disposiciones, ordenamientos que tenían a todo el mundo en vilo. “Tenía la sensación de que muchas cosas básicas no se entendían y que otras tantas se necesitaban explicar para entender bien, por ejemplo, las noticias. Solía ser muy aséptica en los textos y a veces necesitaba soltarme, hablar con humor y de forma irónica”, revela la autora, que ahora se desquita.

Ella misma no sabe muy bien qué pasaría en la sociedad si todo el mundo se enterara de lo que se explicita en el BOE. “Con temas como la corrupción parece que estamos anestesiados. Con el tema de las ayudas, además, si vamos al BOE podemos ver realmente los requisitos necesarios para acceder a ellas y no quedarnos solo con el anuncio de que se van a aprobar, y eso sí que podría hacer que la gente se enfadara más”, en palabras de Belmonte.

La palabra “concesión”, por ejemplo, aparece en el Boletín 106.851 ocasiones en los últimos diez años, la que más de las recogidas en el Diccionario. Referido a un tipo de contrato público, ese eufemismo esconde la privatización de algo: una carretera, un hospital, un parking. Según la autora, también codirectora del proyecto Civio (“datos que cuentan contra la opacidad”), “esto es importante porque con el paso del tiempo hemos visto que las condiciones de estos contratos son muy ventajosas para las empresas y muy poco para la Administración pública, además de que se suelen degradar las condiciones laborales”.

El caso de los indultos es insoslayable. Paradójico que una medida de gracia con mucho de arbitraria se haya otorgado más de 10.000 veces desde 1996. Y es que aquí el BOE sí que cobra relevancia: hasta que no llegan a publicarse en el Boletín, no se sabe nada de ellos. “Conocemos algunos que interesa contar porque conviene o porque se ha mediatizado su caso, también los de Semana Santa porque al PP le gustaba contarlo a su electorado, pero nada más”, agrega la escritora. En realidad, es una de esas medidas que no se incluye en la lista de decisiones tomadas en el Consejo de Ministros.

“Si nos quedamos con lo que anuncian después del Consejo de Ministros en rueda de prensa, ahí solo veremos la parte bonita. Pasa algo parecido con las cartas de naturaleza de identificación, que se dan a personajes públicos como el músico James Rhodes o el jugador de baloncesto Serge Ibaka, pero también a empresarios y políticos de los que se suele desconocer su nombre hasta que sale publicado en el BOE”, se explaya la experta. ¿Es realmente el BOE una herramienta útil para la ciudadanía? Ella responde: “A mí me parece crucial para saber los derechos que tenemos las personas en una determinada situación, como ocurrió durante el estado de alarma. Sirve para cosas tan cotidianas como pedir una ayuda o presentarse a una oposición, pero lo más importante es que te permite conocer tus derechos: qué puedes hacer, reclamar, y qué no”.

Eva Belmonte y Mauro Entrialgo, autores del libro. Foto: Silvia Varela.

Aunque útil, quizá no llega a ser tan cotidiano como para avisar a alguien de que la justicia le busca, por ejemplo. Las personas en paradero desconocido también salen en nuestro apreciado Boletín. En una suerte de edicto que suena al grito de “se hace saber…” en mitad de la plaza del pueblo, el texto explicita aquellas personas que tienen algún asunto pendiente con la Administración pública, incluso cuando en algunos casos el error radique en que no se han cruzado bien tus datos personales y no estés huyendo de nada. Y lo mejor de todo, te tienes que dar por aludido. “Si no respondes, puede llegar un juicio en el que no puedas defenderte, pero en los últimos años hay sentencias del Tribunal Constitucional que dan la razón al ciudadano ya que la Administración no ha hecho lo suficiente para encontrarle tan solo publicándolo en el documento”, resalta Belmonte. Como medida preventiva, puedes poner una alerta con tu DNI en el BOE por si aparece en el texto.

Los planes de estudio, al menos algunos, también salen publicados. De esta forma, la introducción de pseudociencias en las universidades queda patente. La homeopatía, la acupuntura o el reiki son solo algunos saberes que han permeado la capa de la magufada para entrar de lleno en las aulas. La experta, en este sentido, resalta que lo bueno es poder ver quién ha aprobado esas medidas y planes. Y concluye: “Estoy súper contenta con el libro porque por una vez he sentido que puedo ser yo misma explicando así las cosas, de forma menos encorsetada”.

A decir verdad, este Diccionario no sería lo mismo sin las ilustraciones de Mauro Entrialgo. El humor gráfico acompaña a cada definición, complementando una lectura multidisciplinar que encaja a la perfección. “No siempre son chistes, también hay metáforas gráficas para explicar un concepto determinado y juegos de palabras. El propósito es aligerar un poco la densidad del texto, que aunque humorístico también, no deja de tener muchos datos en cada definición”, comenta el viñetista.

Entrialgo lo ha tenido algo más fácil de lo habitual. El gran miedo del humorista gráfico, que no se entiendan sus chistes, para él estaba solventado desde el principio gracias a las explicaciones de Belmonte. “Sobre la viñeta más difícil de sacar, no me acuerdo. Tampoco de la más fácil, aunque quizá los juegos de palabras me resulten más sencillos”, agrega el ilustrador. De hecho, él mismo se ha inspirado con las cosas que aprendía de los textos de su compañera. Y finaliza: “La idea de meter humor, aparte de aligerar, también está porque es un libro que te puede llegar a enfadar porque cuenta cosas que cabrean”.

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