‘Aquiles en Esciros’, un tratado de educación sentimental y sexual
El contratenor sevillano Gabriel Díaz sustituye a Franco Fagioli en el estreno de ‘Aquiles en Esciros’, la ópera de Francesco Corselli recuperada por el Teatro Real que no pudo estrenarse en 2020 por culpa del confinamiento. Tres años más tarde, por fin ha visto la luz esta obra con una partitura maravillosa y un libreto que la convierten en un estupendo artefacto teatral
La recuperación y estreno el pasado viernes de la ópera de Francesco Corselli, Aquiles en Esciros, puede calificarse, sin duda, de un feliz acontecimiento cultural, musical e histórico español que se ha hecho de rogar, pero que finalmente ha visto la luz, para entusiasmo de los amantes de la ópera. El empeño compartido por Ivor Bolton, director musical del Teatro Real, y su director artístico, Joan Matabosch, de resucitar al menos una partitura de la enorme tradición barroca española es más que loable y, visto el resultado, haber elegido este Aquiles en Esciros de Corselli con libreto de Metastasio supone uno de los grandes aciertos del coliseo madrileño. Se trata de una partitura sencillamente preciosa, tratada con un mimo impecable por Bolton al mando de la Orquesta Barroca de Sevilla y un plantel de cantantes que conforman un casting exquisito y que funciona a las mil maravillas.
Pero, además, es un magnífico artefacto teatral que, como dice su directora de escena, Mariame Clément, permite percibir en un solo libreto “la evolución que va a experimentar la ópera desde el siglo XVII al XIX”. Y es cierto; pasamos de una trama tragicómica en la que el travestismo, la confusión de identidades y la ambigüedad sexual tan de moda en el siglo XVII deviene en una rigidez y seriedad más cercana a finales del XVIII y principios del XIX. Una seriedad en la que la figura del hombre y la de la mujer conforman unos arquetipos regidos por el deber y el honor para ellos y la sumisión para ellas. Un universo en el que se ha de abandonar el libertinaje para abrazar una libertad que se rige por un estricto libro de instrucciones.
Aquiles en Esciros sirvió para celebrar la boda de la infanta María Teresa Rafaela de España –hija de Felipe V e Isabel de Farnesio– con el Delfín Luis de Francia, hijo de Luis XV, que se celebró por poderes en Madrid, el 18 de diciembre de 1744, y en persona, en Versalles, el 23 de febrero de 1745, y con la que se pretendía apaciguar las tensas relaciones entre ambos países. La ópera se estrenó el 8 de diciembre de 1744 en el Real Coliseo del Buen Retiro de Madrid.
Precisamente esta circunstancia es la que sirve de punto de partida e hilo argumental a la inteligente puesta en escena de Clément. ¿Qué pensaría una muchacha de 19 años que se ve casada por poderes con un hombre con el que sus padres ya la habían comprometido cuando tenía 13? Así, esta producción de Aquiles en Esciros está protagonizada realmente por la propia infanta que asiste, inocentemente, a todo un tratado de educación sentimental y sexual que devendrá en una tragedia en la que también aprenderá que el sacrificio es algo que se espera de toda una mujer y esposa.
Clément decide situar la acción en una especie de gruta o cueva cerca del mar, como correspondería a una isla. Esto le permite, según ella misma ha desvelado, mover la trama en tres planos diferenciados. Uno que hace referencia a la arqueología del propio mito; otro que remite a un fin casi vouyerístico del público, que puede adentrarse en la mente de la joven infanta, y un tercero que le permite entremezclar a voluntad los planos de realidad y ficción en una nueva dimensión que añade capas de sentido y sensibilidad a la historia.
Comienza la representación con la infanta paseándose por el escenario; vemos a sus padres, Felipe V e Isabel de Farnesio, acompañándola y a lacayos de la Corte que vigilan a la muchacha. Ella lee un libro y, como por arte de magia, los personajes cobran vida y su inocente voluntad los observa y aprende de ellos. El principio de ese aprendizaje se hace totalmente evidente en el primer acto con la aparición en escena del personaje de Teagene. Hasta entonces, solo sabe que Aquiles ha sido enviado a la isla de Esciros por su madre para evitar que vaya a la guerra de Troya, donde le ha dicho una profecía que su hijo moriría. Disfrazado de mujer, se ocultará en la Corte del rey Licomede bajo el nombre de Pirra, mezclado con otras mujeres, entre las que se encuentra Deidamia, hija del monarca. Ambos jóvenes están secretamente enamorados.
La irrupción de Teagene le recuerda a nuestra infanta lo que supone un matrimonio concertado, pues el rey Licomede, interpretado por el bajo Mirco Palazzi, le ha prometido la mano de su hija, que secretamente está enamorada de Aquiles. La soprano Sabina Puértolas borda el papel del pretendiente que aparece, no por casualidad, con un regalo en su mano: una jaula de pájaros. La perfecta metáfora de la pérdida de la libertad. “No trates de convencerme de las bondades del amor”, canta la soprano italiana Francesca Aspromonte, que interpreta a Deidamia, para tratar de quitarse de en medio a su pretendiente. Mientras la muchacha invoca a la libertad y asegura que se evitarían muchos casos de infidelidad si las personas no dejaran que el corazón engañe a su cerebro, la infanta atiende llena de sorpresa.
Aquiles, disfrazado de Pirra, que finalmente interpretó el contratenor sevillano Gabriel Díaz por enfermedad de la estrella Franco Fagioli, trata de defender su amor con Deidamia frente a Teagene, interpretando una muy handeliana aria, Quisiera responderte, pero mis labios están sellados. Una brusca respuesta que tiene como consecuencia encender la llama del deseo en el propio Teagene. Entonces, por primera vez, los planos de la realidad y la ficción se entrecruzan y en la embocadura del escenario sobre un telón negro, Puértolas le canta a la infanta mientras se desnuda literalmente ante ella, para demostrarle que el amor es caprichoso y que los compromisos no responden al deseo, simplemente se acatan.
Gabriel Díaz salió a darlo todo, pero se le notó nervioso en la primera media hora de la representación. Fue creciéndose poco a poco ante la responsabilidad de sustituir al cantante anunciado en el papel principal. Ya había cantado el ensayo general, pero los días de estreno son otra dimensión. El público supo recompensar su profesionalidad y buen hacer con una ovación sincera.
Ulises, interpretado a la perfección por el contratenor Tim Mead, se encargará de desenmascarar a Aquiles espoleando su lado más masculino y heroico. Ha llegado a la isla para solicitarle barcos, armas y soldados a Licomede, pero también en busca de Aquiles, del que ha escuchado una leyenda que dice que se esconde en la isla disfrazado de mujer. Alude a la figura de Hércules para hacer aflorar en el joven la llama de la aventura y el deber.
Nearco, tutor de Aquiles, intentará por todos los medios que Aquiles elija el amor y no la guerra, y se quede en Esciros con su amada. El tenor Juan Sancho interpreta al personaje, no solo desplegando una gran calidad vocal, sino una vis cómica impagable. Memorable su número A un león feroz no le asustan los grilletes, pero se apacigua en cuanto una voz le habla de amor. Él escribe en su diario y por segunda vez los planos de realidad y ficción se entrecruzan. El libro que lee la infanta se confunde con el diario del personaje y terminan siendo la misma cosa, en el que ella aprende que no hay nada como el chantaje emocional para mantener a un amor cercano.
Maravilloso es el episodio en el que la caja de música de la infanta cobra vida en el plano de la fantasía al final del segundo acto. La partitura centrada en una cítara, una guitarra, dos flautas y parte de la cuerda es de una belleza contagiosa.
Como cuenta la leyenda, Aquiles terminará por descubrirse a sí mismo y mantendrá una lucha interna entre el amor y el deber. Entre la adolescencia y la madurez. Entre la deidad y la humanidad. ¿Marchar a la guerra hiriendo de muerte a su amada o quedarse y pasar a la historia como el héroe que no quiso ser? Y todo se resuelve, curiosamente, en una boda, como la de la infanta. Una boda dramática y premonitoria, como lo fue la suya con el delfín de Francia. Aquiles el héroe, como había predicho el oráculo, muere en la guerra de Troya, mientras que la infanta María Teresa perderá la vida un año después de su casamiento tras dar a luz a su hija, que tampoco sobrevivirá.
El 17 de marzo de 2020, el Teatro Real tuvo que suspender el estreno de Aquiles en Esciros al decretarse el estado de alarma que conllevó el inicio del confinamiento como consecuencia de la pandemia del Covid19. Tres meses quedó la escenografía plantada en el escenario vacío del teatro vacío. Casi tres años después, esta recuperación de patrimonio musical español es toda una realidad que se grabará en la función del próximo sábado 25, en la que se espera que Franco Fagioli se haya recuperado y pueda darle vida al papel protagonista.
Puedes consultar aquí las funciones de ‘Aquiles en Esciros’ en el Teatro Real.
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