‘Asier ETA biok’, contraplano del conflicto vasco

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Amaia y Aitor Merino. ©Carlos Pérez Cruz

¿Cómo explicar que es posible la amistad con alguien que milita en ETA? Esa es la pregunta que intentan responder Aitor y Amaia Merino con su película Asier ETA biok un documental valiente, honesto y peliagudo que ha llenado salas en Euskadi y Navarra. 

Se dirigen sobre todo al público de fuera del ámbito vasco, pero son pocas las salas de fuera de Euskadi y Navarra (donde los cines se han llenado) que, a día de hoy, se han atrevido a proyectar la película. Los hermanos Merino, Aitor y Amaia, han realizado con Asier ETA biok un documental valiente, valioso y muy honesto que pretende abrir grietas en las certidumbres preconcebidas –y hormigonadas durante tantos años- sobre el conflicto vasco. Un propósito delicado y peliagudo que lo es más si cabe al contar con un protagonista como Asier, militante de ETA, preso durante ocho años en una cárcel de París y amigo de Aitor desde la infancia. ¿Cómo explicar que es posible la amistad con alguien que milita en ETA? Responder a esta pregunta convirtió la gestación de la película en un proceso íntimo y genuino de reconocimiento de las luces y sombras del amigo. Conversamos con Amaia y Aitor Merino (directores, productores, guionistas y, en el caso de Aitor, también actor) después de que la película rebasara los 10.000 espectadores en tan sólo dos semanas desde su estreno. Gracias a la librería Katakrak-La Hormiga Atómica de Iruñea-Pamplona por cedernos el espacio para la entrevista.

Cuando se presenta una película, un libro, un disco, las entrevistas no dejan de ser un elemento promocional más en el que el entrevistador procura obtener las explicaciones pertinentes que ayuden a sus lectores a entender y profundizar en lo que se les ofrece. Siento la curiosidad. En el caso de Asier ETA biok, ¿qué ha habido más? ¿Preguntas que os han permitido explicaros o preguntas que os han forzado a defenderos?

Amaia: Creo que no hay casi ni un empate.

Aitor: ¿Crees que nos hemos tenido que defender más?

Amaia: Depende de en qué medios, sí.

Aitor: Yo creo que más que del medio depende del periodista. Aquí hablaría de las personas, del periodista. No creo que dependa exclusivamente del tamiz ideológico sino que depende más de la percepción personal, de lo fácil o difícil que le resulte al periodista entender mi amistad con un exmilitante de ETA. Dependiendo de si aceptan moralmente o no ese hecho, la entrevista puede ser más o menos defensiva.

¿Percibís ese matiz entre lo que significa simplemente presentar un proyecto a tener incluso que defenderse?

Amaia: Lo que pasa es que el tema sobre el que trata la película importa a todos. Es tan sensible que creo que estamos contestando probablemente a las preguntas más difíciles que te pueden hacer en todo el Estado. Estamos teniendo que responder como podemos, desde nuestra posición de artistas, no somos políticos. No sé me ocurre algo más difícil que tener que contestar a cómo es posible que seas amigo de un exmilitante.

¿Qué grado de disociación sentís que hay entre lo que diríais o decís en un ámbito privado y relajado cuando habláis de la película y lo que decís cuando lo hacéis en público? ¿Tenéis la sensación de que todavía hay que hacer hoy equilibrismos circenses con la palabra?

Amaia: No sé si circenses pero yo sí que siento que tengo que…

Aitor: Modular.

Amaia:… modular mi discurso. Que para expresar aquello que pienso tengo que pensar mucho cómo lo voy a decir para no ser malinterpretada, para no ser tachada directamente de a o b cosa. Yo sí siento mucho eso. (Aitor asiente).

¿Eso genera estrés?

Amaia: ¡Sí que genera estrés! Porque tienes que pensarlo todo dos o tres veces, tienes que haberlo meditado mucho.

Incluso ir anticipando la respuesta conforme se está respondiendo.

Aitor: No sé. Por ejemplo, en la entrevista que hicimos el otro día [en Carne Cruda 2.0], yo salí con un dolor de bolas tremendo.

Amaia: ¡No de bolas de…!

Aitor: ¡De gemelos! (Risas) Sí, es agotador. Pero esto no deja de ser un reflejo de por qué hemos hecho la película. Porque, de alguna manera, si vas a Madrid o a Sevilla o a Soria y empiezas a hablar de este conflicto, normalmente las preguntas son desde una orilla bastante lejana. Para poder entenderse sin crear malas interpretaciones…

Amaia: O para que no se detenga la conversación, que no haya diálogo…

Aitor: Sí, o que no haya discusión… ¡Buf!, hay que hacerlo que con mucho tacto. Con mucha paciencia y con mucho tacto.

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Agridulce. Muy dulce la respuesta de público allí donde se ha proyectado –creo que yo jamás había visto una película en primera fila-, agria la negativa a proyectar de algunos exhibidores. No podrán alegar falta de interés del público. ¿Os sentís censurados?

Aitor: No, inhibidos.

Amaia: Sí, decir censurados sería tomar de nuestra parte una postura victimista. Y yo no lo siento así.

Aitor: Yo tampoco. De hecho los exhibidores tienen todo el derecho del mundo a no proyectar la película que no les apetezca.

Pero como ahora está tan presente la cuestión de cómo acercar al público al cine y la película, ya sólo por la respuesta que habéis tenido el tirón es predecible…

Aitor: Sí, pero también puede que tal vez haya otros títulos que consideren que pueden ser más comerciales. No sólo podemos aducir razones de censura o autocensura sino que también puede ser una cuestión de programación, de que no quieran problemas, levantar revuelo en su sala, y prefieran programar una película más tranquila. No creo que sea una censura directa. No podemos hablar de eso.

Censura preventiva.

Aitor: Sí, algo así. En todo caso es significativo. Porque si es una película que quiere romper tabúes respecto a este tema, lo que deja claro es que hay que romperlos porque existen. Esos tabúes viejunos y que huelen a rancio están en pie.

Se puede suponer que la dificultad de exhibición de la película está fuera del ámbito de Euskal Herria pero, ¿y en Euskal Herria? ¿Habéis encontrado quien ponga pegas aquí para proyectarla?

Aitor: Sí, hemos tenido la negativa de un exhibidor importante, cuyo nombre no diremos.

¿Conocéis las razones?

Aitor: No ha querido ver la película. Pero ha sido una excepción.

Amaia: Cada vez hay más interés por llevarla a salas que no funcionan exactamente como sala comercial pero que sí tienen de vez en cuando programación, los fines de semana. Están pidiéndola cada vez más.

La película es una coproducción con Ecuador, país en el que vive y trabaja Amaia. ¿Hubiera sido posible la producción con medios exclusivamente españoles? Incluso, ¿habéis recibido negativas argumentadas en España a involucrarse en el proyecto?´

Amaia: A nivel subvenciones en España no tenemos ninguna.

Aitor: Sólo se la solicitamos al ICAA (Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales).

Amaia: Y no la obtuvimos. No solicitamos al Gobierno de Navarra…

Aitor: Tampoco al Gobierno vasco, entre otras cosas porque ninguno de nosotros estaba censado aquí. Tampoco la productora, Doxa Producciones, que aunque es vasca estaba censada en Madrid. Ninguno podíamos acceder ni a las subvenciones navarras, ni a la de la Comunidad Autónoma Vasca, y las del Ministerio no nos la concedieron. No tenemos ninguna queja, no se la dieron como a tantos otros proyectos. Pero no nos han cerrado puertas.

Amaia: Y respecto de si no hubiera sido posible hacer la película sin el aporte de Ecuador: sin ellos hubiera sido más difícil. Su aporte llegó en un momento en el que la película estaba saliendo del cascarón, estábamos en un segundo corte, todavía no teníamos productora. Estábamos trabajando Aitor y yo solos con una productora ecuatoriana que se llama Gabriela Calvache (Cineática Films), pero éramos todavía poco potentes. Ese premio del Estado ecuatoriano, a través del Consejo Nacional de Cine, fue como la primera vez en que pudimos constatar, más allá de nuestra propia opinión, que la película iba por un camino que generaba interés. El hecho de que un país con una cinematografía naciente, con una capacidad económica para sus subvenciones enana, donde hay muchísima competitividad, donde todos nos conocemos, que se entregara un premio a una película que no habla nada de Ecuador y cuya productora no es de allí aunque lleve viviendo veinte años allí, quiere decir algo. Ecuador apostó por la película y eso fue un espaldarazo económico para la posproducción.

Aitor: Además era un jurado internacional.

¿Se ha visto la película en Ecuador?

Amaia: Todavía no.

¿Y en otros países?

Amaia: Todavía no. Estamos en eso. Los estrenos internacionales requieren de una estrategia. Más o menos intuyes a qué tipo de festival podría apuntar la película. En este caso hablamos de festivales A –ya estuvimos en Donosti, aunque se nos consideraba como estreno local. Donosti es un festival A-. Hemos intentado entrar en alguno gordo, todavía nos queda alguna posibilidad. De hecho ya estamos en selección oficial a competición internacional en el Festival de Cine de Buenos Aires, el BAFICI, que es el más importante de Sudamérica, y en Nantes, de momento.

Aitor: También viajamos al Festival Internacional de Cine de Guadalajara, donde obtuvimos cuatro premios a la posproducción. Pero era antes de terminar la película, así que los premios valoraban el corte de montaje sin estar totalmente terminado. Allí ya contábamos con Doxa Producciones.

Amaia: Y una vez más, éramos la única película de no ficción. Todas las demás eran ficción. Éramos la única película ibérica y estábamos compitiendo con latinoamericanos, al ser la película también latinoamericana. Así que era en una cancha difícil y nos fue muy bien. Fue un toque de atención, de que no lo estábamos haciendo tan mal.

El hecho de que la película no deja de ser una confesión filmada de que te consideras amigo de un etarra, ¿te hace temer por tus futuras oportunidades laborales?

Aitor: (Largo silencio) Un poco, pero creo que si se me cierran algunas puertas serán las que menos me interesen. Es decir, si como actor dejan de llamarme para algún proyecto por haber hecho esto, por levantar algún tipo de antipatía, me imagino que serán proyectos que, a lo mejor, salvo por la parte económica, que me podría llegar a interesar, no creo que tengan mucho interés para mí. Yo confío en que la gente del teatro y del cine no se anda con estas tonterías. Me veo quizá puertas más cerradas para la televisión, pero para el cine y el teatro, que es lo que más me gusta, no. Y además creo que también me abrirá otras puertas que, de otra forma, no se hubieran siquiera podido entrever.

Uno de los propósitos confesos de la película es “transmitir sentimientos y plantear cuestiones que nos ayuden a comprendernos los unos a los otros”. Unos y otros no son bloques monolíticos pero sí que hay dos mundos muy extremos y teóricamente irreconciliables; entre medias quedarían sectores más o menos proclives a comprender, al menos a intentarlo. ¿Frustraría vuestro propósito que la película no abriera grietas en el hormigón ideológico de esos extremos que yo digo irreconciliables?

Amaia: Yo creo que no. Si hablamos de nuestro objetivo no ha sido en realidad mover las ideologías de los extremos sino llamar la atención, convocar a la reflexión, de toda la otra gama de gente que somos la mayoría que andamos por la calle. La película trata de dialogar ahí.

¿Queda mucho trabajo que hacer ahí, en ese grupo entre medias de los dos polos opuestos?

Aitor: Muchísimo.

Amaia: Una burrada de trabajo.

Aitor: Una brutalidad.

Igual hay que prescindir de los extremos o darlos por perdidos.

Aitor: ¡No! Yo no creo que haya que dar por perdido a nadie. La película está abierta e invita a todo el mundo. Eso ya no depende de nosotros, depende de cada persona, de lo monolítica que sea su forma de pensar. Nosotros no nos cerramos a nadie. La película está abierta y tiende las manos a unos y a otros y más allá. Pero esa es una buena pregunta, porque en esos caminos intermedios, en la sociedad normal, hay una carencia de información muy fuerte respecto al conflicto y a lo que pasa aquí. Sí que tenemos la sensación de que siempre se habla de una parte del conflicto desde una parte: la parte interesada, la parte que le interesa al poder, además con unas determinadas intenciones. Pero hay otra parte que es quizá la que ha provocado una sintomatología que ha conducido a la violencia; esa sintomatología adversa y violenta que creo que genera el propio poder. Y es de esa violencia de la que la gente carece de información y, por lo tanto, no está capacitada para posicionarse. Le faltan argumentos y herramientas para poder incluso, si acaso, indignarse con quienes nos gobiernan.

No sólo en esto.

Aitor: ¡No! ¡Es en todos los ámbitos! Está claro que el sistema crea todas sus estructuras porque quiere una población obediente. Eso es así en este sistema y en todos. Pero creo que el conflicto vasco es un buen… En este pequeño conflicto se pueden ver muchos de los vicios que el sistema utiliza en su conjunto, en su gran amplitud, en su grandísimo poder, para conducir los pensamientos y los sentimientos de la gente hacia donde más le conviene. Creo que es muy significativo.

Una película no deja de ser el resultado meditado de su planteamiento, del material que se elige y del que se excluye, de su organización, etcétera. Una vez expuesta al público, una vez leídas las críticas de medios y los comentarios de los espectadores –en esta era de las redes sociales, donde todos opinamos-, ¿cambiaríais algo?

Amaia: Creo que no. ¿Sabes por qué? Porque un proceso de montaje, de guión, de terminar una película, es un proceso muy complejo y súper largo. Siempre tiene que haber un punto en el que tiene que terminar, hay que ser como muy borroka en eso: tengo que terminar y terminarlo. Obviamente en el proceso vas aprendiendo cosas y siempre vas abriendo puertas, pero tienes que acabar. En este caso nosotros lo hemos hecho lo mejor que lo podíamos hacer con nuestra capacidad técnica, con nuestro intelecto, con nuestra experiencia.

Aitor: Había una fecha determinada en que teníamos que terminarla, que era para llegar al Festival de San Sebastián.

Amaia: ¡Y menos mal!

Aitor: Sí, menos mal porque llevábamos tres años y medio trabajando en el guión.

Amaia: Y yo creo que llegamos a lo mejor que podíamos.

Aitor: Exacto. Yo, en este sentido, no quiero ni volver a ver la película. No la vuelvo a ver…

¿Cuándo es la última vez en que habéis visto la película?

Aitor: Desde septiembre, desde que terminamos de montarla, yo no he querido volver a verla, porque voy a sufrir, porque evidentemente ves cosas que siempre mejorarías.

Pero de lo que se os ha dicho a nivel crítico o a nivel de público. ¿Se os han dicho cosas que os hayan hecho replantearos cuestiones de la película? Incluso, ¿se os han dicho cosas que fueran auténticos disparates?

Aitor: No, es que por suerte no nos hemos enfrentado… El estreno no ha sido el lanzamiento total al público. Durante el proceso de trabajo, la forma que hemos utilizado ha sido precisamente hacer una versión de montaje y mostrársela a amigos en Madrid, aquí también, en Ecuador, amigos relacionados con el mundo cinematográfico, personas que por sus ideas políticas nos interesaba conocer qué opinaban, amigos “normales”… Y hemos ido recogiendo esas impresiones y modificando la película y el guión hasta llegar a tener seis versiones de edición –Amaia ha hecho el montaje-, casi treinta de guión, o sin casi, con lo que ya hemos ido sabiendo lo que la película provocaba.

¿Qué es lo que básicamente ibais descartando en ese proceso? ¿Qué elementos eran clave?

Aitor: Lo más difícil ha sido encontrar el punto en el que nosotros sintiéramos que estábamos expresando nuestra postura tanto en relación a la amistad con Asier como en relación al conflicto. Que se viera claro desde qué lugar de rechazo a la violencia estábamos hablando, que eso no parecía quedar muy claro en las primeras versiones…

Amaia: La gente necesitaba más. Que quedara muy muy expresamente…

Aitor: Sí, y es un acierto al final de la película. Creemos que lo es. En ese sentido hemos trabajado mucho. Algunas de las críticas que han ido viniendo después, todas se han producido antes. No ha habido nada novedoso porque ha habido gente a la que desde el principio le chocaba el sentido del humor, gente a la que la película se le hacía demasiado esto o demasiado lo otro. Pero nosotros ya, al haber escuchado esas opiniones y haber actuado en consecuencia lo mejor que hemos sabido, ya sabíamos por dónde iban a venir las críticas y, efectivamente, así ha sido. No nos hemos llevado ninguna sorpresa, la verdad.

“Fuera de aquí…”. Con estas palabras tendemos a lamentarnos aquí de cómo fuera no se entienden algunas cosas. ¿Qué no se entiende y qué pretende la película que se entienda?

Amaia: Varias cosas, creo. Una, que el espectador reconozca que tiene bastante poca información y casi ninguna experiencia, que lo vive desde lejos. Que tal vez tiene una opinión, pero ya preestablecida.

Aitor: Hablamos del espectador de fuera del País Vasco, que es para quien va dirigida en especial la película.

Amaia: Dos, que el dolor y el problema está más aquí que allí. Allí también, pero mucho más aquí. Y no solamente por un lado, que el dolor se diversifica bastante. El dolor, las consecuencias… ¿Qué más?

Aitor: Que hay un origen político y que la solución debe ser política. Básicamente lo que ha dicho Amaia, que el espectador y el ciudadano medio se pregunte si las ideas que tiene respecto al conflicto no son derivadas de un filtro muy gordo y de una serie de omisiones. Y que esa acumulación de omisiones deliberadas sobre otra realidad que ocurre aquí, que ha ocurrido toda la vida y que, por desgracia, no ha dejado de ocurrir, que esa acumulación de omisiones hace que la percepción de la realidad sea muy sesgada. Que se pregunte: ¿puede ser que haya una parte de toda esta historia que no nos han contado? ¿Puede que Asier provenga precisamente de ese mundo en el que todo parecía explicarse por medio de estereotipos? De fanatismo, de personalidades malvadas que actúan sin ninguna motivación más que no se sabe muy bien cuál, como nacidos del averno o algo así. Que se quede con esa duda, esa es básicamente nuestra intención.

Supongo que cuando alguien se mete en semejante berenjenal se prepara de alguna manera para la que le pueda caer encima, porque ha habido experiencias anteriores como la de Julio Medem [con La Pelota Vasca] hace unos años, en años más duros. A día de hoy, ¿ha sido para tanto?

Amaia: No, salvo momentos muy concretos no ha sido para tanto. Julio sufrió mucho más que nosotros, mucho más.

Aquello fue muy duro.

Amaia: Aquello tuvo que haber sido realmente muy duro. En nosotros no se ha personalizado… ¡todavía! (Risas)

Aitor: Todavía… Claro, es que el nuestro es todavía mucho más personalizado.

Amaia: Claro, pero quiero decir que no ha habido un odio que se haya personalizado hacia ti.

Sí, no ha habido una ministra que sin ni siquiera ver la película…

Aitor: Eso es, de momento no. Claro que tampoco tenemos el nombre de Julio Medem, somos hormiguitas.

Amaia: ¡Eso es una ventaja! Hemos entrado por lo bajito, como diciendo: “¡Hola! ¿Permiso?”. Y Julio Medem ya era una personalidad muy conocida.

Aitor: Pero nos han tratado en general con bastante respeto, sobre todo las personas que han visto la película.

El impulso inicial de esta película está en el momento en que os enteráis de que Asier, vuestro amigo, va a salir de la cárcel francesa en la que ha estado preso ocho años por su pertenencia a ETA. ¿En qué momento deja de ser un grabar por grabar “y ya veremos qué hacemos con todo esto” y pasa a ser un rodaje consciente de su objetivo, que busca unas determinadas escenas o que induce determinadas situaciones?

Amaia: Es que el rodaje fue muy corto. El rodaje del material con Asier fue muy corto, fueron unos diez o doce días. Tenemos veinte horas de material.

Aitor: Lo cual es poquísimo, cualquier documental tiene doscientas horas. Lo cual quiere decir que ya intuitivamente teníamos bastante claro lo que queríamos, fue de una forma muy intuitiva.

Amaia: Fue después de ver el primer corte. Tú siempre tuviste la idea de grabar como estabas grabando. Todo acompañó a ello, el hecho de tener muy pocos medios, una Handycam, ayuda a que la gente no se sienta incómoda, a que Aitor pueda estar muy cerca de todo lo que está pasando con Asier y su familia.

Una intromisión discreta.

Amaia: Exactamente. Después ya sentiste que te tenías que grabar tú también con Asier. Poco a poco, pero realmente los días de rodaje fueron pocos. La película comienza en la sala de montaje.

Aitor: A partir de ese momento es donde hemos invertido tres años y pico realizando el guión y el montaje de manera que lo que quisiéramos contar estuviera ahí. Pero el rodaje en sí fue muy sencillo.

¿Se prestó Asier sin condiciones? ¿Hubo algún tipo de condición impuesta sobre qué se grababa o qué no?

Amaia: Jamás, no. Como aparece en la película, él se encontró a Aitor grabando.

Aitor: Él no me vio, yo estaba escondido detrás del seto, no me vio hasta que… De hecho yo le fui a abrazar y fue su hermano el que cogió la cámara y grabó el abrazo. Ese abrazo lo hemos incluido en la película, ese momentito es el único que no he grabado yo. Y ahí es cuando se enteró de que estaba yo con una cámara.

Amaia: Luego ya viene el guión, todas las intervenciones de Aitor vienen desde la sala de montaje.

Lo que se ve de él…

Amaia: Todo lo que se ve de él está hecho en doce días.

Nunca puso ninguna condición, “deja de grabar”…

Aitor: No, no.

Amaia: Nunca.

Aitor: A ver. Después de rodar la escena de Nochevieja, en la que tiene una discusión con su madre, hubo una parte que era una discusión puramente personal entre madre e hijo, y esa parte sí que nos pidió que no formara parte. Además con todo criterio porque no aportaba nada a la película más que ver a un hijo discutiendo con su madre sobre cuestiones que quizá no tenían relación tan directa. Pero para nosotros es muy reseñable que hay momentos de la película que se dicen cosas sobre él desde un punto de vista bastante crudo y él no ha puesto objeción alguna.

Eso iba a comentar. Cuando se enrola en ETA te envía una carta en que, aunque no te pide que lo entiendas, sí aspira a que mantengáis la amistad. ¿Ha habido ahora una carta inversa? “Asier, aunque no te pido que entiendas cómo hemos hecho la película espero que podamos conservar nuestra amistad”.

Aitor: No ha hecho falta una carta porque hablamos mucho y porque, de alguna forma, le hemos hecho cómplice también del proceso de trabajo, no podíamos no contar con él. Pero… Es que Asier es muy buen amigo. De verdad, es muy buen amigo.

¿Os ha dicho Asier qué le parece la película [“Buuuff”, exclama Aitor] o ha sido tan alegórico en su respuesta como tú al final de la película [sobre si había cometido asesinatos]?

Aitor: (Sonríe) Hombre, a ver, a él la película, claro… ¿Cómo se va a distanciar él para poder tener una opinión sobre qué le parece la película si él es protagonista de la película? Es que no puede. A mí me pasa algo parecido. Yo no puedo decir la película me gusta más o menos, es que no podemos. Yo me veo ahí en la pantalla. A él lo que le ha preocupado es que la película aportara de alguna manera algo positivo a este proceso de paz, o como queramos llamarlo. Para él la película es positiva en ese sentido y eso ha sido lo que ha terminado de darle la tranquilidad para que se muestre.

¿Temisteis que en algún momento, con el proyecto muy avanzado, él dijera que no? Porque claro, ahí dependíais mucho de su voluntad.

Amaia: No, ¿no? Para nada.

Aitor: No, pero claro, la preocupación no era que él fuera a decir que no sino que él no se sintiera… Sabíamos que se iba a sentir incómodo pero tratamos de que no se sintiera lo suficientemente incómodo como para que la película fuera un sinvivir para él, eso no lo podíamos tolerar.

Los sentimientos pueden causar ceguera. ¿Reconocéis síntomas de ceguera, en algún momento de este proceso, causados por vuestra amistad con Asier?

Amaia: Yo no, creo que no. Creo que el proceso sería más bien al revés. Es decir, el hecho de verle en la película… Porque finalmente tú estás haciendo una película, estás estudiando a una persona, estás venga ver el material, qué te dice y cómo lo dice. A mí es el proceso el que me ha llevado a que el amor sea creciente. Antes no estaba ciega, no estaba, entre comillas, enamorada. Es ahora cuando estoy mucho más enamorada, por decirlo de alguna manera.

Aitor: Sí, yo comparto esa sensación también pero sí que ha habido partes en el proceso, por lo menos para mí, en que hemos tenido que cuestionarnos asuntos que estábamos eludiendo.

Amaia: ¡Por supuesto!

Aitor: Yo como amigo, en ese sentido, por el afecto y por querer que mi amigo fuera aceptado por mis amigos de Madrid. Cuanto más edulcorada fuera la versión de ese amigo más fácilmente aceptado iba a ser. Sí que había una mirada naif y de ahí hemos tenido que aterrizar.

Amaia: Sí, de hecho es parte de la trama de la película. Por eso digo que el proceso ha sido mirarle y mirarle. Hacerse cargo de quién es él en serio, no desde tu idea sino de quién es él. Hacerse cargo de eso ha sido para mí lo que ha llevado a que se profundice en la amistad.

Aitor: Incluso dejando más claras que nunca también nuestras diferencias.

Amaia: ¡Sí! Más claras que nunca, claro.

Aitor: Y la verdad es que estamos más unidos.

Amaia: Sí, nos ha unido más la película.

Aitor. Menos ahora…

Amaia: Menos ahora porque está desgraciadamente… [en la cárcel].

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