Atapuerca suma otro gran hallazgo: la cara del primer ‘europeo’

Restos fósiles que permiten componer la cara del ‘primer europeo’ en Atapuerca. Foto: María Dolors Guillen, equipo de investigación de Atapuerca.

Este fin de semana concluye la campaña de excavaciones de este año en esa joya de nuestra prehistoria que es la Sierra de Atapuerca, en Burgos. Ha sido una campaña difícil, pero finalmente ha dado una gran satisfacción: restos de la cara de un homínido que vivió aquí hace nada menos que entre 1,2 y 1,4 millones de años. El fósil, bautizado ‘Pink’, nos traslada a la cara del primer ‘europeo’. ‘El Asombrario’ ha visitado los yacimientos y hablado con los principales responsables de tan asombroso hallazgo. 

Aún es un misterio el viaje que hizo y a qué familia pertenece, pero el ser humano que habitó hace casi un millón y medio de años –en realidad, se estima que entre 1,3 y 1,4 millones de años– en la Sierra de Atapuerca ha abierto una ventana al pasado de nuestro género en Europa que era inimaginable hace apenas 15 años. La cara de aquel homínido, que aún no tiene nombre, estaba entre los sedimentos en lo que fue una trampa, un agujero en el suelo que se fue rellenando desde el Pleistoceno Inferior  y acumula ‘tesoros’ en hueso-piedra insospechados.

“Hasta ahora el nivel donde excavábamos, el nivel 7, era paleontológico, sólo con restos de fauna, no arqueológico, y teníamos la esperanza de que hubiera algo porque ya el año pasado salió una pequeña lasca de cuarzo realizada por actividad humana. En esta campaña, al principio, encontramos una costilla con marcas de corte, evidencias de que hubo actividad antrópica (humana) en el último nivel que conocíamos. Ahora ya sabemos que hay otro debajo, pero lo que no nos esperábamos es que saldría un fragmento del individuo que hacía esas actividades. Ahora podremos saber quién hizo esas marcas”, me cuenta la coordinadora del yacimiento Sima del Elefante, la paleontóloga Rosa Huguet, mientras estamos bajo el entramado de andamios que ha ido creciendo bajo la Trinchera del Ferrocarril en los últimos años.

Casi tres metros de profundidad separan este nivel de sedimentos de aquel en el que apareció en 2007 un fragmento frontal de la mandíbula humana de hace 1,2 millones de años respecto a esta mandíbula nueva. La gran pregunta es: ¿será de la misma especie, que aún no se ha determinado? ¿Un antepasado del Homo antecesor que habitó Atapuerca hace 850.000 años o alguien distinto? “Sabemos que es más antiguo por el lugar donde estaba, pero la Sima del Elefante no es fácil de datar, hay poco cuarzo, así que ya estamos usando diferentes técnicas para saber su cronología más exactamente”, precisa Huguet.

Junto al fósil, que permitirá recrear la cara que tenía aquel antepasado europeo, han encontrado restos de jabalíes, tortugas, castores, bisonte, ciervos… y algo más abajo un hipopótamo. Esto, nos explica la paleontóloga, nos indica que el entorno era en parte boscoso y en parte más abierto, con zonas de agua, y con un clima templado, mediterráneo. Pero ¿de dónde venía? “Esa es la gran pregunta. Salió de África, pero no sabemos si este Homo tuvo alguna evolución ya en Eurasia y luego migró hasta aquí. Hasta ahora la especie más antigua confirmada en Europa es el antecessor, encontrado en Gran Dolina, dado que el fragmento de mandíbula del 2007 en esta Sima, no nos ha permitido saber qué era. Ahora la gran tarea del equipo es averiguar a qué se parece esa cara, que tiene orbital, nasal, maxilar… De momento, está en restauración”, responde la investigadora.

Lo curioso de Elefante es que es un yacimiento al que al principio no se hizo mucho caso –y, de hecho, durante años estuvo sin excavar– y ha pasado a ser hoy uno de los protagonistas principales en Atapuerca. Allí todo lo que se encuentra se debe, en palabras de Huguet, al “puro azar”: “Esto no era una cueva donde vivían humanos, como es Gran Dolina, sino que todo llegaba aquí abajo porque caía en un agujero o era arrastrado por el agua. Igual encontramos un jabalí tal como cayó, entero y articulado, que un fragmento de cara que no sabemos si se rompió fuera o al caer. Quizás incluso haya más fragmentos”.

La campaña de excavaciones de este año en Atapuerca, a punto de terminar. Foto: Rosa M. Tristán.

La expectación científica que ha generado este nuevo fósil, incluso a nivel internacional, es grande pues hasta hace poco, en esa antigüedad sólo se conocían homínidos en África. Se  abre el debate sobre si aquella primera ocupación humana del continente se debió a migraciones puntuales que no triunfaban o hubo una presencia continua. “Es un hallazgo que nos abre opciones tanto en este equipo como en otros grupos científicos y es importante no sólo por la antigüedad, porque podría haber sido un dedo de esa cronología, que no nos daría tanta información. Es que es un gran fósil”, añade la paleontóloga.

“Pues lo encontré en esta cuadrícula”, nos explica el joven Edgar Téllez Peñaranda, que lleva excavando en esta Trinchera desde 2014. Le encontramos con el cincel en ristre en el mismo lugar donde estaba el resto humano. “Primero vi un hueso y determiné las coordenadas donde estaba sin más, pero al rato aparecieron entre las arcillas las raíces de unos dientes. Avisé a Rosa y al juntarlas con el hueso que había sacado antes,  vimos los alveolos. Nos quedamos perplejos. Al principio, fuimos muy comedidos, porque no esperábamos de ningún modo que hubiera restos humanos ahí”, comenta. “Sí, claro, había que confirmarlo”, añade a su lado la coordinadora, “así que avisamos a Palmira Saladié, que es tafónoma y trabaja en Gran Dolina, y a otros colegas, que concluyeron lo mismo que nosotros. Ya en laboratorio, lo confirmaron José María Bermúdez de Castro y María Martinón. Son fósiles de homínido. Una gran alegría en esta campaña”, reconoce.

Dejamos la Sima del Elefante para seguir por la brecha que para un tren se abrió en el monte dejando a la luz cuevas y simas rellenas. Es imprescindible parar en la Gran Dolina. En la parte superior de los andamios, Andreu Ollé y Saladié están “a tope” en un nivel con acumulaciones de huesos espectaculares. “En 2019, acabamos de excavar el nivel superior TD10 y decidimos bajar, pero sólo 35 metros cuadrados, no en toda la extensión, porque la cueva entera es muy grande. El siguiente nivel rico en fósiles humanos era TD6, donde habíamos encontrado restos del Homo antecesor, de hace 850.000 años, el primer europeo hasta ahora. Entre medias, en principio, no había evidencias de presencia humana, pero resulta que este año hemos encontrado algunas piezas de piedra manipuladas ¡por humanos! No ocuparon la cueva, pero sí estaban merodeando por el entorno, hace entre 750.000 y medio millón de años”, nos explica Ollé. “Y es un nivel muy rico en restos de fauna. Hemos sacado ya unos 3.000 y muy completos”. Mientras hablamos, Palmira se afana en desenterrar una pelvis de rinoceronte que acaba de salir a la luz.

Hay que descender por el andamio para retroceder en el pasado, hasta el llamado nivel TD4, donde hay restos de hace casi un millón de años. Así es este libro de nuestra evolución, por capas. Ahí se encuentran Elena Santos y María Martinón con su equipo y el puzle de otro rinoceronte, éste más primitivo. “Nos salen hasta unas crías al fondo de la cueva. Hay tanto que sacar que nos queda tiempo de trabajo aquí antes de cruzar la trinchera para empezar en el yacimiento de enfrente, El Penal”, cuentan. Hace ya tres años que visité con Martinón y Carbonell ese lugar que está ya en la agenda de yacimientos futuros.

Pero la Sierra de Atapuerca guarda más historias de una campaña en la que han participado más de 300 personas –la más numerosa en 44 años–, que comenzó en sus primeras semanas marcada por un brote de covid-19 entre los participantes, superado sin consecuencias. Entre los lugares más fructíferos, la Cueva Fantasma, hoy el mayor yacimiento en extensión. Allí habitaron los neandertales hace más de 60.000 años, como constatan los restos encontrados una vez quitado buena parte del techo hundido. Incluso pudo ser donde se encontraron con los sapiens hace unos 30.000 años, como intentan averiguar. Este año, en esta mina de fósiles aparecen las herramientas que usaron estos primos lejanos y muchos huesos grandes de caballos, bóvidos, algún ciervo, algo de un oso. “Las herramientas salen más en lo que era la entrada a la cueva, que era donde tenían luz, y al fondo estaban los animales. También hay pequeñas lascas que nos dicen que incluso hacían aquí esas herramientas”, nos cuenta Ana Isabel Muñoz, co-coordinadora del yacimiento y que fue quien localizó con su equipo estos sedimentos entre 2003 y 2005. Hasta 2016 no comenzarían a excavarse.

Con la compañía y guía de codirector de Atapuerca Eudald Carbonell, nos acercamos al yacimiento al aire libre Estatuas Exterior, que crece año tras año, en el que no dejan de sacar rastros de presencia humana. “Esta campaña no ha sido fácil, pero al final sí muy fructífera. Atapuerca, cuando crees que nada impactante puede salir ya, te sorprende de nuevo. Este año, con esa cara tan primitiva para ser europea”, señala el arqueólogo. También pasamos por la Cueva Mayor, de épocas más recientes, pero donde Eudald confía que se llegue a tener un registro desde hace 40.000 años hasta lo más moderno. Ahora están en el Neolítico, el más antiguo de toda la Península con un enclave en Segovia.

Por cierto, destacar que es uno de los grandes proyectos científicos donde la presencia femenina en los cargos de responsabilidad es más alta, “y es algo que ha surgido teniendo en cuenta únicamente su trabajo”, destaca Carbonell. De hecho, prácticamente en todos los yacimientos había en esta campaña coordinadoras y en la próxima renovación de la dirección del programa Atapuerca, prevista para 2024, también ellas serán mayoría: el triunvirato compuesto por Carbonell, José María Bermúdez de Castro y Juan Luis Arsuaga será sustituido por otro, con María Martinón-Torres (directora del centro de investigación CENIEH), Marina Mosquera (arqueóloga del IPHES y en la Universidad Rovira y Virgili) e Ignacio Martínez-Mendizábal (paleontólogo y profesor en la Universidad de Alcalá de Henares). Renovación para una sierra que, como señala Eudald Carbonell, “tiene trabajo para generaciones de investigadores por venir”.

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Comentarios

  • Fernando Pinto Velasco

    Por Fernando Pinto Velasco, el 30 julio 2022

    Mis felicitaciones por lo bien redactado del artículo que resulta muy interesante.

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