Aves forestales, en positivo
Este artículo se empezó a gestar hace un par de meses como algo muy positivo: las aves de los ecosistemas forestales son las que mejor aguantan los impactos humanos, incluso se recuperan en muchos casos. Una buena noticia dentro de la tragedia ambiental que nos rodea, con las olas de calor y los incendios como punta de lanza. A pesar de todo (más de 200.000 hectáreas de superficie forestal calcinada en 2022 hasta el momento), se siguen viendo y oyendo como nunca trepadores azules, pájaros carpinteros, arrendajos, cárabos, carboneros, agateadores y piquituertos, especies preferentemente forestales. ¿Se mantendrá esta tendencia en el futuro? Debemos cuidarlas.
“Hay que seguir mejorando el estado de conservación de las masas forestales, sobre todo con políticas que pongan a la prevención de incendios por delante de la extinción, manteniendo brigadas en el bosque todo el año. Un euro gastado en prevención vale por diez en extinción”. Nicolás López-Jiménez, responsable del Programa de Conservación de Especies de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), corrobora los datos que hablan de un ascenso de las aves asociadas a los bosques, pero también qué hay que hacer para que esta tendencia no se rompa, especialmente por la oleada de incendios que asola España este verano.
El propio López-Jiménez presentaba en diciembre de 2021, entre otras personas invitadas, la actualización del Libro rojo de las aves de España, en el que se exponía que las especies de aves más amenazadas habitan preferentemente agrosistemas y otros hábitats seminaturales (34%), humedales dulce-acuícolas (24,7%), mares y costas (18%), montañas (12%) y “tan solo el 10% estaría formado por aves propias de medios forestales”. Con diez programas propios de seguimiento de aves, SEO/BirdLife permite saber el estado de conservación de nuestra avifauna cada vez con mayor detalle.
Del último informe relacionado con estos programas (Programas de seguimiento de avifauna 2021 y grupos de trabajo) nos quedamos con lo que dice sobre dos rapaces nocturnas forestales: “En el caso del cárabo, especie forestal, se entiende su tendencia positiva al coincidir esta con la evolución de la mayoría de las aves forestales de nuestro país. El búho chico presenta una evolución estable. En este caso, vuelve a coincidir la evolución de sus poblaciones con otras aves que están ligadas a los ambientes forestales”. Y se podría seguir con el arrendajo euroasiático, el carbonero común y el mito común: “Aunque presentan altibajos a lo largo de estos años, reflejan una tendencia estable. Un factor común en la mayoría de estas especies es el tipo de hábitat que ocupan, prácticamente todas están ligadas a los medios forestales, aunque también las hay de otros medios o generalistas”.
Pájaros carpinteros, herrerillos y petirrojos para arriba
No es necesario ser muy avezado en lides ornitológicas para comprobar que cada vez se oye más el repiqueteo de los pájaros carpinteros sobre troncos y ramas, los silbidos aflautados de las oropéndolas en los bosques de ribera o los lúgubres sonidos del cárabo entre densos robledales al caer la noche. Y sí, esos inquietos pajarillos que también son más notorios últimamente y no dejan de moverse arriba y abajo entre ramas y troncos no son gorriones, sino trepadores, agateadores, mitos, carboneros y herrerillos. “Un buen ejemplo es el picamaderos negro, circunscrito hasta no hace mucho a los Pirineos y la cordillera Cantábrica y al que se le ha llegado a ver en el macizo del Montseny, a escasos kilómetros de la ciudad de Barcelona”.
El ejemplo del picamaderos negro lo pone Sergi Herrando, investigador en el Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals (CREAF) y en el Institut Català d’Ornitologia. En 2015, Herrando firmó un estudio junto a otros investigadores publicado en Environmental Conservation en el que se concluía que, así como el abandono de las prácticas tradicionales del uso de la tierra era una de las principales causas del declive de aves y mariposas en espacios abiertos, las especies asociadas a zonas de bosque aumentaron moderadamente. Si se echa un vistazo a la tabla donde se muestra qué especies suben y cuáles bajan, se ve que en el primer caso están, entre otros, el trepador azul, el petirrojo europeo, el reyezuelo listado, el agateador común, el herrerillo común y el herrerillo capuchino.
De 12 a 18 millones de hectáreas de superficie arbolada
La recuperación de zonas forestales a partir de tierras abandonadas es una de las causas que explican este incremento, aunque tampoco hay que pasar por alto los resultados positivos derivados de la aplicación de una legislación ambiental que persigue el uso de venenos y otros métodos para capturar fauna salvaje (cepos y lazos), además de la caza ilegal y descontrolada. A medida que avanza la publicación de los inventarios forestales nacionales (obra del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico) o los informes de situación de los bosques y del sector forestal en España (de la Sociedad Española de Ciencias Forestales) se constata que quedan lejos las 11,8 millones de hectáreas de superficie forestal arbolada del primer inventario forestal nacional (años 70 del pasado siglo) si se comparan con los 18,4 millones de hectáreas que se calculan actualmente.
Sin embargo, como demuestran los incendios y otros impactos, a ese crecimiento le falta consolidarse. Eso significaría que otras aves forestales que no avanzan, sino que incluso retroceden, como el pico dorsiblanco o el urogallo, también se beneficiarían de la tendencia general al alza moderada. Según Sergi Herrando, “el urogallo sufre también cuando el bosque es muy espeso y no hay áreas más abiertas, claros que aprecia igualmente el mochuelo boreal; y algo similar ocurre con la tórtola europea, que casi ha desaparecido de los Pirineos porque las zonas de bosque son muy homogéneas, sin mucho borde forestal donde crece otra vegetación de la que se alimentan”.
El picamaderos negro y el urogallo necesitan al mundo rural
La desaparición o ausencia de gestión forestal es una de las cuestiones a corregir para que se beneficie toda la avifauna de los bosques. “Es importante que el hombre realice una adecuada explotación forestal, porque al fin y al cabo es el que ha modelado estos bosques”, afirma Herrando. Pero advierte sobre determinadas actividades forestales, como la extracción de biomasa para producir energía, o las de ocio. Nicolás López-Jiménez también cita el impacto de los trabajos forestales y las actividades lúdico-deportivas: “La explotación silvícola se debe adaptar a los calendarios de reproducción de las aves y evitar hacerlo en áreas de cría de especies muy amenazadas, como el pico dorsiblanco y el urogallo”. En un artículo en esta misma revista sobre esta última especie en la cordillera Cantábrica se incidía en la necesaria colaboración con las personas del territorio para compatibilizar al máximo la conservación con el desarrollo rural.
Aparte de mantener o recuperar labores tradicionales vinculadas a la explotación forestal (entresacas y clareos, obtención de resina y corcho, ganadería extensiva, recogida de setas y frutos, apicultura…), la población rural se puede implicar, por ejemplo, como señalan desde SEO/BirdLife, en el diseño, construcción y colocación de cajas-nido y cajas-refugio para aves. “Una masa de pinos con una buena población de páridos (carboneros y herrerillos fundamentalmente) hace que las plagas de procesionaria, de la que se alimentan, no se disparen”, señalan. Y no olvidamos esa necesidad de permanente actividad en torno a la prevención de los incendios forestales para que urogallos, mochuelos boreales, petirrojos, arrendajos, picamaderos negros y herrerillos se beneficien por igual del aumento de nuestros bosques.
Comentarios
Por Isidro González, el 24 agosto 2022
Me parece muy acertado lo que he leído y me alegro de esta avifauna forestal.
Hemos perdido tanta avifauna en los últimos sesenta años.
Después de matar tanto animal silvestre los hombres moriremos de tantas plagas y enfermedades que pudimos evitar.
Por Aves Forestales: Especies y Hábitats, el 19 junio 2024
[…] Más de 200,000 hectáreas han ardido en bosques durante el 20221. […]