¿Nos ayudas a poner en marcha ‘obradores compartidos’ para agricultores?

Las gallinas de Ecomardom de la asociación Subbética Eocológica, uno de los proyectos apoyados por la Fundación Carasso.

Las gallinas al aire libre de Ecomardom de la asociación SubBética Ecológica, uno de los proyectos apoyados por la Fundación Carasso.

En esta ‘Ventana Verde’ que hemos abierto cada mes al mundo rural, hoy nos acercamos a la apuesta de la Fundación Daniel y Nina Carasso por una alimentación responsable. El lunes hablaron en Matadero Madrid de los 12 proyectos seleccionados en su primera convocatoria abierta de ayudas, entre un total de 175 iniciativas presentadas. De ellas, siete se enmarcan en el Programa de Alimentación Sostenible e impulsan actuaciones que promueven los obradores compartidos como alternativa para acelerar la transición hacia una alimentación más saludable para seres humanos y planeta. Os contamos en qué consiste esta iniciativa, que está ahora dándose a conocer al gran público.

Si en septiembre hacíamos una reflexión sobre el concepto y la viabilidad de una vuelta sostenible al campo, a partir de un encuentro celebrado en La Casa Encendida, en octubre nos detenemos en la interesante iniciativa de los “obradores compartidos”, algo bien práctico y concreto, una de las líneas de actuación de la Fundación Carasso  para frenar el despoblamiento rural. Estuvimos en la presentación de proyectos en Matadero, vimos muchas mujeres, mucha gente joven, con ganas de unirse y colaborar entre los pequeños, con ideas, lo que hace albergar fuerzas y esperanzas sobre la nueva savia que ha de llegar al mundo rural, que es el objetivo de esta línea de artículos de El Asombrario.

Marina Nahmias es la presidenta de esta fundación, que nació en 2010 en Francia y llegó en 2014 a España. Lleva el nombre de sus padres: Daniel, nacido en Salónica, y Nina, barcelonesa; Isaac, el padre de Daniel, fue el creador de la marca Danone –nombre salido precisamente del diminutivo cariñoso de su hijo– como una pequeña fábrica artesanal en el Raval de Barcelona. Daniel supo darle continuidad y gran proyección; falleció en París en 2009, a los 103 años. La fundación es de patrimonio familiar e independiente de cualquier sociedad mercantil.

Hablamos con Eva Torremocha, responsable de Alimentación Sostenible dentro de la fundación. Nos explica su apuesta por las redes de colaboración y la “re-territorialización” de agricultura y ganadería. En este mundo en que estamos sometidos a un bombardeo constante de mensajes, eslóganes y campañas, es de agradecerle a esta Fundación su empeño en acotar, afinar y apuntar bien para poder crear estructuras de proyectos viables y concretos, y no quedarnos en la palabrería, en la nebulosa de mensajes bienintencionados, promesas y planes para 2020, 2030, 2040… En ese sentido, apuntan a lo local, al consumo de proximidad y de temporada. “Porque lo ecológico no siempre es sostenible. Comer en Madrid en Navidad unas cerezas ecológicas llegadas de Chile no es sostenible, por muy ecológicas que sean esas cerezas”, pone como ejemplo Eva Torremocha. De ahí su empeño en apoyar los “obradores compartidos”, una especie de co-working para agricultores y ganadores; les ayudan a crear centros de trabajo para el procesado de alimentos de pequeños productores de agricultura ecológica a los que, por exigencias sanitarias, papeleos burocráticos, permisos, inversiones, les resulta inalcanzable –o muy complicado– montar un centro para, por ejemplo, elaborar mermeladas a partir de sus frutas, o salsas a partir de sus tomates o pimientos, o tostar y empaquetar sus avellanas y almendras. “Obradores compartidos”, una bonita forma de llamar a esta fórmula realmente colaborativa, una piedra clave más que puede ayudar a frenar el vaciamiento de los pueblos.

Lo próximo, lo local

Según nos explica Eva Torremocha –que lleva ya mucha experiencia a cuestas en el sector de la agro-ecología, desde sindicatos, la Junta de Andalucía, la Universidad– la otra gran pata de alimentación sostenible de la Fundación Carasso es la “re-territorialización”, volver a conectar a productores y consumidores cercanos, para evitar mil intermediarios, mil kilómetros de transporte, mil envasados (con todo lo que eso supone de contaminación y pérdida de frescura): aproximar al agricultor y el consumidor, a través, por ejemplo, de mercados en las ciudades donde puedan vender su cosecha de la huerta o la tierra.

De paso, se quita ese estigma al agricultor asociado con cierto atraso (en España se instaló en el imaginario de muchos eso de que fulanito se quedó en el pueblo porque no valía para más, cuando, por ejemplo en Francia, ser un paisano, un agricultor, un aldeano, es un gran honor) y el consumidor tiene la oportunidad de conocer, de ponerle cara y manos, a esa persona que cultiva las zanahorias, acelgas o lechugas, o que cría las gallinas de corral que ponen los huevos que se va a comer. Facilitar esa relación directa campo-ciudad es algo sencillo y eficaz, como prueba el Mercado Madrid Productores, el mayor espacio de exposición, venta y degustación de productos de alimentación artesanos y ecológicos de la Comunidad de Madrid, que con tanto éxito se celebra mensualmente en los patios de Matadero y que ha cumplido ya cinco años.

Se habla mucho de lo local frente a lo global, de la necesidad humana de volver a lo cercano y pequeño para no perdernos en un mundo tan globalizado, para encontrar referentes, y también para llevar un tipo de vida más humana, solidaria, saludable. Ahí es donde encajan los obradores compartidos y la re-territorialización. Volver a lo próximo, a la alimentación de proximidad y de temporada; lo más sostenible.

Vareado de los olivos de Bioluz, miembros de la asociación SubBética Ecológica.

Desde Córdoba y Valladolid

Conozcamos dos de las iniciativas apoyadas en esta novedosa convocatoria 2019 de la Fundación Carasso, y que reciben el empujón de decenas de miles de euros. Hablamos con Inés Criado, de la Asociación SubBética ecológica, con sede en Cabra (Córdoba), y cuyo radio de acción es 150 kilómetros a la redonda, Andalucía central, incluyendo las ciudades de Jaén y Córdoba. A ella pertenecen 500 familias, productores y consumidores que se relacionan directamente, sin intermediarios, para abastecerse de verduras, frutas, huevos, pollos, queso… Aparte de la cesta semanal, por la que los consumidores acuden a la huerta a abastecerse de verduras y frutas, han abierto una eco-tienda en Cabra y una central de pedidos para facilitar la distribución a todos esos pequeños agricultores y ganaderos que ellos solos no pueden hacerse cargo de la distribución, ni llegar a comedores escolares, restaurantes, tiendas… Ahora, y es ahí donde entra la ayuda de la Fundación Carasso, su proyecto primordial es poner en marcha el obrador compartido ecológico para poder abordar la elaboración/transformación de esos productos frescos en forma de conservas, mermeladas, salsas…

Y Olga Rada, de la Fundación Entretantos, que también está detrás de la Red de Ciudades por la Agroecología, apoyada asimismo por la Fundación Carasso, nos habla de la Estrategia Alimentaria de Valladolid, puesta en marcha junto al Ayuntamiento y la Universidad, y cuya elaboración ha estado abierta a la participación ciudadana; una estrategia que trata de sentar unas bases sólidas para una alimentación más sostenible, ecológica, de temporada, de proximidad, y en la que, por ejemplo, se contempla la compra pública verde, para que las distintas concejalías, cada uno en su negociado, incluyan en los pliegos de condiciones el factor sostenibilidad. De esa estrategia vallisoletana han salido ya dos sabrosos “frutos maduros”, como los llama Olga: El ecomercado mensual en la plaza de España, que cuenta con el apoyo de la Junta de Castilla y León y ya ha cumplido un año, enfocado a los productores locales y ecológicos, y cuyos puestos han de presentar un solo paso en la distribución.

Ahora, junto a la Fundación Carasso, quieren montar el obrador compartido, con el apoyo de Mercaolid –el mercado mayorista de la capital castellana-, que acogerá nueve proyectos para el procesamiento de alimentos: pan y postres sin gluten, legumbres, frutas y frutos secos, hortalizas y frutas…, más “un centro de acopio” junto a ese obrador, que aglutinará los trabajos de distribución para precisamente poder hacer frente a los pedidos de esa compra pública verde.

También han recibido apoyo los obradores compartidos de Carcaboso (Cáceres), La Vall (Valencia) y Binissalem (Mallorca), más dos centros colectivos agroalimentarios en el País Vasco, en Orduña (Vizcaya) y Aguraín (Álava). Frutos maduros, concretos, que germinarán en una España que no quiere seguir siendo vaciada. Seguiremos atentos desde El Asombrario.

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Comentarios

  • Antonio

    Por Antonio, el 04 octubre 2019

    Me gustaría conocerles y como entrar en vuestro proyecto, gracias.

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