Balance COP28: “La Cumbre del Clima nos ha fallado”

Protesta en la COP28. Algunos activistas y delegados expresan su preocupación por el impacto ambiental de la guerra en Gaza y claman por un algo el fuego permanente.

“La cumbre del clima nos ha fallado”. Así de claro fue en el cierre de la COP28 de Dubái el representante de Samoa, ese pequeño estado insular del Pacífico que cada día ve más cerca su desaparición por la subida de nivel de mar. Hablaba en nombre de la Alianza de los Pequeños Estados Insulares (AOSIS), formada por 39 países, pero, en realidad, con esas pocas palabras hacía de portavoz de miles de millones de personas cuyo futuro depende de un acuerdo que, si bien salió adelante cuando ya nadie lo esperaba a finales de la pasada semana, tiene tantas goteras que su débil techumbre puede derrumbarse al primer huracán.

Como ya se veía venir, que el país anfitrión fuera un gran productor petrolero (nada más ni nada menos que 3,6 millones de barriles al día salen del subsuelo de Emiratos Árabes Unidos) y que el presidente de la Cumbre del Clima fuera uno de quienes manejan el negocio no hacía presagiar grandes avances. Las expectativas eran tan bajas que, desde luego, ya es un paso que algo se aprobara; si, además, por primera vez se menciona la responsabilidad de los combustibles fósiles en el cambio climático y la necesidad de reducir su consumo, estupendo; aunque para la sociedad ese matiz entre disminuir la polución o lo que la produce no es fácil de asimilar.

Al final, lo más trascendente ha sido ponerse de acuerdo para una “transición para alejarse de los combustibles fósiles”, pero no para una “eliminación progresiva”, como exigían más de 100 países y científicos de todo el mundo. ¿Y qué diferencia sustancial hay? Pues una importante: El compromiso así está menos claro y, además, hablar de transición puede interpretarse como promover el uso de gas natural (igualmente fósil), la energía nuclear o incluso apoyarse en tecnologías para captar y almacenar el CO2  mientras lo seguimos produciendo o en otras nuevas como el hidrógeno, que aún son una entelequia. De hecho, una de las palabras más debatidas del acuerdo fue “unabated” (no mitigado) para referirse a lo que había que recortar.

Así lo han entendido también la inmensa mayoría de las grandes organizaciones ambientalistas y de desarrollo de todo el mundo, también en España, que han sacado comunicados en los que las palabras que más se repiten son “insuficiente” o “preocupante” en un momento clave, en que el clima del planeta Tierra ya lo hemos cambiado para siempre en apenas 100 años, mediante el eficaz método de poner en la atmósfera gases de efecto invernadero que estaban acumulados bajo la Tierra y el océano desde hace millones de años.

Los impactos. ¿Quién no es consciente de ellos a estas alturas? En España, olas de calor insoportables, alimentos más caros, cortes de agua en diciembre, récords de temperaturas inimaginables a las puertas de Navidad; en el mundo, sobre todo en el hemisferio sur, cientos de millones de humanos con sus vidas destruidas por catástrofes a las que no tienen cómo enfrentarse. Pero también en el extremo norte: esta semana, el gobierno groenladés ha tenido que enviar ayuda alimentaria a los cazadores inuit porque la falta de hielo les ha impedido cazar. La Organización Meteorológica Mundial nos advertía ya en los primeros días de la COP28 que el límite de calentamiento de 1,5 grados C acordado en 2015 está a punto de superarse, que el Canal de Panamá se está quedando sin agua, la falta de lluvias afecta a 2.000 millones de personas y que estamos llegando a puntos de imposible marcha atrás.

Frente a ello, en el lujoso enclave de Dubái hemos visto en acción a los lobos (perdón, lobbies) petroleros, con la OPEP a la cabeza –la vicepresidenta Teresa Ribera llegó a calificar de “repugnante” su postura–, y todos fueron dispuestos a apagar la alarma que lanzaba la OMM, a reblandecerla minusvalorando el diagnóstico de la ciencia (el presidente de la COP28, Sultan Al Jaber, incluso negó lo que ésta dice) y poniendo sobre la mesa millones de dólares (aunque no tantos) para paliar las catástrofes que genera su negocio.

Precisamente este fue un primer aldabonazo: aprobar el primer día de la Cumbre la creación de un fondo para daños y pérdidas por el cambio climático, algo que llevaba en discusión muchos años. ¿Buena noticia? Vale, pero matizada. Al final de la COP28, apenas se recaudaron 700 millones de dólares (637 millones de euros, unos pocos más de lo que ganan en un año Ronaldo, Neymar, Messi y alguna otra estrella del balón). Es apenas el 0,2% de lo que los países en desarrollo necesitan cada año, como destaca la ONG Earth.org. Sólo las últimas inundaciones en Pakistán supusieron casi 40.000 millones en pérdidas, recuerda a su vez Amigos de la Tierra. Los sonrojantes 17,5 millones de EE UU o los 10 millones aportados por Japón dan idea de que podría ser otro agujero negro, como el Fondo Verde destinado a la mitigación de impactos y a la adaptación: en 2020 ya debía proporcionar 100.000 millones al año y va por 83.000 desde que se creó en 2011. Que sólo el 5% hayan sido subvenciones y el resto préstamos da idea de por dónde va el negocio y cómo las crisis ambientales están aumentando las deudas públicas.

También se dio mucha cancha en la COP28 a la firma de una declaración a favor de la agricultura sostenible, habida cuenta de que la alimentación genera un tercio de las emisiones contaminantes. También para ello habrá algo de dinero: 2.500 millones. Y es fundamental, porque la agroindustria no deja de crecer. Ahora bien, poco se precisó de cómo esa cantidad va a cambiar una producción que recibe 540.000 millones de dólares al año en subvenciones, según la FAO, el 15 % del valor total de la producción agrícola, y en su mayor parte van a parar a quienes dañan el medio ambiente y distorsionan los mercados, abocando a la pobreza a millones de campesinos.

Entre los puntos sin acuerdo fue otra vez  el de los mercados del carbón, el petróleo y el gas, o lo que es lo mismo la compra-venta de licencias para contaminar a costa de los que preservan su naturaleza. De momento, también es un negocio en alza. Por el contrario, sí se acordó que las energías renovables deben triplicarse y la eficiencia energética duplicarse de ahora a 2030. Lo que se echa en falta, entonces, es una mención a que en la misma medida se debe triplicar el número de industrias, hogares y transportes que dejen de usar combustibles fósiles. En otro caso, existe el riesgo de seguir aumentado el consumo sine die con esa nueva energía limpia. Y no olvidemos que no es gratis: requiere de minerales cada día más escasos y ocupa territorios donde, con frecuencia, habita una gran biodiversidad. De hecho, la biodiversidad y la conservación de los ecosistemas es otra de las cuestiones que han estado en segundo plano, como han denunciado WWF y SEO/BirdLife.

Lo cierto es que los casi 200 países reunidos en EAU (los líderes de EE UU, China y Rusia no fueron a la cita; Putin sí estuvo esos días en los Emiratos, pero ni se acercó) ya no pueden negar las conclusiones de la ciencia sin caer en el absurdo y apuntan que en 25 años los combustibles fósiles estarán acabados, pero en el intermedio quieren seguir creciendo gracias a ellos, pagando (poco) por los daños que causen y financiando nuevas explotaciones. De hecho, es llamativo que el presidente Lula da Silva, justo en estos días, anunciara su ingreso en la OPEP y que pretenda que Brasil produzca cinco millones de barriles de petróleo al día para 2030, la fecha en la que deberíamos estar dejando esa adicción.

Tasneem Essop, directora ejecutiva de Climate Action Network International, decía como conclusión: “El resultado de la COP abre el camino hacia un mundo libre de combustibles fósiles, pero este camino está lleno de baches, distracciones peligrosas y, si se permite, podría llevar a un callejón sin salida». Que la próxima cumbre, la COP29 de 2024, sea en otro país petrolero y gasístico, Azerbaiyán (era lo que Rusia quería) vuelve a ser mala noticia para el impulso y la ambición climática de la que tanto se habla. En esa cita del año que viene, los países de todo el mundo deberán explicar qué han hecho desde el famoso Acuerdo de Paris con sus planes nacionales. Visto cómo va el clima terrestre, tampoco pinta bien. Seguiremos informando desde El Asombrario.

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