Ballester y las contradicciones del ‘paraíso’
Viajamos a Asturias de la mano -y con sus ojos- del fotógrafo José Manuel Ballester. Su exposición ‘Allumar‘ -palabra que para los asturianos significa alumbrar, iluminar, maravillar- muestra, en una producción espectacular respaldada por la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, la convivencia -unas veces más complicada y discutible que otras- del mundo industrial y los paisajes en ese paraíso natural que es la comunidad asturiana.
Son 40 imágenes, desde la Playa del Silencio al Puerto de Gijón, que realmente deslumbran gracias a la mirada y técnica del pintor y fotógrafo Ballester (Madrid, 1960). «Por un lado, he querido mostrar el enfrentamiento entre esas grandes instalaciones industriales y la naturaleza. Y, por otro lado, documentar una época que se está perdiendo, con todo lo bueno y lo malo que implicaba. Porque muchos de los complejos fabriles aquí mostrados están ya abandonados o a punto de ser derruidos». Son instalaciones que, con toda su carga contaminante, responden ya -o han de responder- a una manera de entender la producción del siglo pasado. «Muchas de estas fotos reflejan el final de una época, muestran ya anacronismos. Ahora el gran reto de la industria», subraya Ballester, que es gran amante de la naturaleza y de la defensa de una convivencia respetuosa del ser humano con su entorno, «es poner en pie la productividad sostenible, que ha de responder a las exigencias de la sociedad».
– Pero, José Manuel, ¿no crees que, gracias a tu sentido tan estético, has convertido en algo atractivo lo que a veces es un horror? De hecho, en el libro de visitas, mucha gente que se ha pasado por aquí comenta precisamente tu talento para destacar la belleza de los paisajes industriales.
– Es cierto, pero, obviando las implicaciones contaminantes, creo que el paisaje industrial también tiene su estética, que puede resultar atractiva. Yo precisamente lo que he tratado de expresar es esa lucha entre la intervención más radical del ser humano en el territorio, como pueden ser las minas, las fábricas y los puertos, y la naturaleza.
– ¿Y qué es lo que más te ha impactado de Asturias?
– Pues que, a pesar de todo, la naturaleza siempre ha sabido imponerse, sigue presente con su enorme poder y potencial en la comunidad.
Ballester tuvo claro que eso era lo que quería contar cuando recibió el encargo de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, que atesoran una extraordinaria colección de arte antiguo y contemporáneo y que ha puesto en marcha la iniciativa Miradas de Asturias, para crear un fondo de obra inédita inspirada en Asturias y su gente. En la primera edición invitaron al fotógrafo Alberto García Alix; en la segunda ha sido Ballester. Con ese acuerdo, los artistas trabajan libremente durante varios años su proyecto personal en torno a la comunidad autónoma, con el mecenazgo de los Masaveu.
Tras su paso en Navidades y enero por Gijón, el resultado -brillante- de esta segunda colaboración puede visitarse en las generosas salas del Conde Duque de Madrid hasta el 20 de abril. El comisario de la muestra, Ángel Antonio Rodríguez, explica: «Ballester es un artista de espacios, silencios y experiencias reflexivas. En Allumar, descubre los paisajes industriales y naturales de la región. Espacios inhóspitos, activos, aislados o inacabados, que atesoran una poética íntima. En cada composición, el autor parece subrayar presencias que ya no existen, quizás ya se han ido, o aún no han llegado. Espíritus inquietos, escenarios metafísicos, vigías de nuevas fuentes de vida, últimas moradas».
Sí, es uno de los grandes valores de Ballester, conceder un hálito metafísico, un halo trascendental, a lo que estamos viendo, que a veces es una simple obra, un andamiaje, una excavación. Mística zurbaranesca en texturas y composiciones que transmite en Allumar a un viaducto, una montaña de carbón, la pared de hormigón de un puerto; y, por supuesto, a las imágenes de bosques, cielos, horizontes y playas. Recogimiento en la espectacularidad, intimidad en las dimensiones enormes -tanto de lo retratado como del resultado artístico, las impresionantes cajas de luz que ocupan la sala de Conde Duque-. Talento del creador capaz de convertir las chimeneas de una fábrica en catedral que inspira veneración.
Pero, de todas las imágenes, en El Asombrario nos quedamos con la más sencilla, la más humilde de formato, pero más ambiciosa en espíritu: Puerto 3; que recuerda al mimo y sensibilidad de sus primeros dibujos.
Ballester, cuya obra forma parte de los fondos de museos como el Reina Sofía, el Guggenheim de Bilbao, Fundación Telefónica, el IVAM, el de Arte de Miami, Patio Herreriano de Valladolid y la Central Academy of Fine Arts de Pekín, acaba de inaugurar exposición en la catedral de Jaén -candidata a convertirse en Patrimonio de la Humanidad de la Unesco-. Esta semana abre además Umbrales de Silencio, una muestra coordinada por el Museo Esteban Vicente que se desarrolla en cuatro escenarios monumentales de Segovia, y que se asoma a los lugares secretos de la ciudad castellana. Y en mayo inaugura en el Instituto Cervantes en Pekín, en diálogo con el videoartista chino Miao Xiaochun, un trabajo en torno a El Jardín de las Delicias, de El Bosco, donde indaga en los mensajes encriptados en la composición del tríptico, estructura que parece responder a las coordenadas de la filosofía pitagórica.
‘Allumar’. Centro Conde Duque de Madrid. Hasta el 20 de abril. Entrada gratuita. De martes a sábados, de 10.30 a 14.00 h. y de 17.30 a 21.00 h. Domingos y festivos, solo en horario de mañana.
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