No al Black Friday y Cyber Monday, Sí al Giving Tuesday

Frente al hiperconsumismo que nos está llevando al colapso, azuzado con las avasalladoras campañas del Black Friday y el Cyber Monday, apostemos por otra forma de hacer las cosas. En ‘El Asombrario’ nos negamos a que el modelo económico depredador tenga la última palabra. El GreenFriday ha animado a evitar las grandes superficies para apostar por el pequeño comercio local, los productos artesanales, las tiendas de segunda mano, las marcas verdes y las de comercio justo. Y hoy llega el Giving Tuesday (Economía del regalo). ¿Cambiamos el modelo ultraliberal por el de solidaridad ciudadana?

La agenda oficial podría haber convertido Noviembre en un mes absolutamente cínico: Comenzaba con la aparente preocupación de gobernantes y el lobby de los combustibles fósiles por el futuro del planeta en la COP26 (sin que ni siquiera lograran fijar una fecha concreta para alcanzar la neutralidad de emisión de gases de efecto invernadero) y terminaba acogiendo el Black Friday y el Cyber Monday, cuando se sabe que aproximadamente el 60% de las emisiones globales de estos gases son causadas por el consumo. Sin embargo, la sociedad civil sigue sembrando caminos frugales hacia un mundo más equilibrado y justo y esto permite que quienes defienden el modelo económico depredador no tengan la última palabra.

Sin ir más lejos hoy, martes 30, Noviembre cierra su calendario con el #GivingTuesday, un movimiento global que propone dedicar todo este día a donar alimentos, tiempo y objetos de segunda mano a las personas que lo necesitan. La idea surgió en Nueva York en 2012, impulsada por una pequeña ONG neoyorquina, 92Y, se expandió a Canadá, Australia, Singapur… y hoy tiene presencia en más de 80 países. Esta iniciativa no sólo promueve la solidaridad sino que sienta sus bases en la denominada Economía del regalo (gift economy), que considera la reciprocidad, el don y el compromiso ético como elementos que pueden formar parte del núcleo de las actividades económicas.

En línea con esta lógica, un puñado de ONGs (Acnur, Acción contra el Hambre, Cruz Roja, Educo, Fundación Josep Carreras, Asociación Española de Fundaciones, Anesvad, Médicos Sin Fronteras y Wall d’HEbrón, entre otras) se han vuelto a unir este año en España para ofrecer a particulares y empresas la posibilidad de apoyar 190 proyectos sociales ( ) entre los que destaca la ayuda a los damnificados por el volcán de La Palma.

Esta iniciativa no es la única réplica a estas semanas de consumo compulsivo con las que Noviembre se enlaza con Diciembre para convertirse en uno de los meses más consumistas de nuestro calendario y, por lo tanto, más voraces. Como sucede desde hace casi 30 años, organizaciones, movimientos ciudadanos y marcas sostenibles de más de 50 países han vuelto a convocar una huelga de consumidores (#DiaSinCompras o #BuyNothingDay) con la que se cuestiona el modelo de producción neoliberal en un contexto de escasez material atravesada por problemas de suministros.

El regalo de dar

La especialización territorial de las cadenas de producción, diseñadas para distribuir inmediatamente lo producido y minimizar el almacenaje, ha dificultado que estas se adapten a la reactivación de la demanda tras la pandemia, aunque el problema de fondo es que estamos llegando a los límites de disponibilidad de materiales y de fuentes energéticas. Además, el actual modelo de consumo se basa en una constante reducción de los costes laborales, lo que mina los derechos de las trabajadoras y los trabajadores y contribuye a la concentración de la riqueza en manos de gigantes que expulsan a miles de pequeñas/os productoras/es y comerciantes. Frente a estas empresas fagocitadoras aparecen firmas que se niegan a participar en el frenesí consumista. Patagonia fue pionera con el lanzamiento del #ViernesNegro de 2011 de una llamativa campaña (Don’t buy this Jacket) en la que animaba al contraconsumo.

Además de la invitación de no consumir durante 24 horas, hay organizaciones que han propuesto ir más allá. Lo llaman #GreenFriday y animan a evitar las grandes superficies para apostar por el pequeño comercio local, los productos artesanales, las tiendas de segunda mano, las marcas verdes y las de comercio justo. A estos caminos de la economía circular han añadido propuestas aún más precisas como reducir nuestro consumo de plásticos y envases, comer menos carne, coger menos el coche y utilizar más la bicicleta, el transporte público o el transporte colectivo.

El economista francés Serge Latouche ya aseguraba en 2008 que en Occidente poseemos una media de 10.000 objetos frente a los 236 que poseen los indios Navajo. A las cuatro erres (Reducir, Reutilizar, Reparar y Reciclar) quienes apuestan por el decrecimiento han añadido el hacer como práctica comprometida. Bajo el hashtag #MakeSmthng (“Haz algo»), hackean el megaconsumismo del Black Friday poniendo en valor las habilidades de quienes son capaces de arreglar y crear cosas especiales y únicas a partir de materiales reutilizados.

Con el convencimiento de que la experiencia de crear lleva a reflexionar sobre los patrones de consumo, Greenpeace ha organizado en países como Reino Unido y Alemania una semana de eventos divertidos y prácticos que celebran la creatividad y utilizan un mensaje positivo para desafiar el consumismo y su impacto en el clima.

Crear espacios donde se compartan habilidades y conocimientos vinculados con la creatividad contribuyen al cambio en el modelo de consumo. Sin ir más lejos, quienes acudieron a la #makesmthngweek (del 19 al 26 de noviembre) pudieron encontrarse con jardines urbanos, talleres de consumo, tiendas artesanales, centros comunitarios, Repair Cafés (lugares de libre acceso donde todo gira en torno a reparar cosas juntos), FabLabs (laboratorios locales que favorecen la creatividad proporcionando a los individuos herramientas de fabricación digital), moda sostenible…

La aparente fragilidad de estas propuestas adquiere solidez cuando se tienen en cuenta los datos: La ciudadanía de la Unión Europea gasta el 13% de su presupuesto familiar en productos manufacturados. Si el consumidor medio pasase a gastar ese dinero en servicios, se reduciría cerca del 12% la actual huella de carbono en los hogares europeos.

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