Retratos que engrandecen aun más la dignidad de los Bonsáis

A la izquierda, un haya (Fagus Sylvatica) y un Enebro de China (Juniperus chinesi) a la derecha.

A la izquierda, un haya (Fagus Sylvatica) y un Enebro de China (Juniperus chinesi) a la derecha.

A la izquierda, un haya (Fagus Sylvatica) y un Enebro de China (Juniperus chinesi) a la derecha.

A la izquierda, un haya (Fagus Sylvatica) y un Enebro de China (Juniperus chinesi) a la derecha. Dibujos de Baldi Pérez.

Miran al cielo desde sus pedestales y, a pesar de su tamaño, portan la grandeza y dignidad de sus hermanos árboles que les rodean. Son pequeños pero sin límites, como la búsqueda del final del arcoíris. El Real Jardín Botánico de Madrid presenta hasta el 3 de marzo una serie de retratos de bonsáis en la exposición ‘Naturaleza mínima’. Dibujos del artista Baldi Pérez (Cádiz, 1972) que ponen el contrapunto artístico a una selección de la colección pública de bonsáis más importante de España por la diversidad y calidad de sus ejemplares que se exhibe en este real Jardín.

La palabra bonsái es una derivación de pen-zin, antigua palabra china que significa árbol enano plantado en bandeja. Sin embargo, no es cualquier árbol plantado en una maceta. Un bonsái es una reproducción artística de un árbol en la naturaleza, pero en dimensiones reducidas (entre 15 y 140 centímetros de porte), que se ha logrado empleando técnicas de jardinería oriental. Y han sido precisamente esas dimensiones reducidas las que convencieron a Baldi para llevarlos al papel, porque los quería captar con sus lápices y rotuladores como un todo, en su conjunto y unidad. «Estas ilustraciones son una prolongación de mi cuaderno de dibujo. Cuando dibujé mi primer bonsái de la colección, el imponente Juniperus chinensis (enebro chino), obra de Masahiko Kimura, no imaginé de qué forma me iban a atrapar estas pequeñas maravillas. Desde entonces he pasado muchas horas recorriendo la terraza de los bonsáis tomando apuntes en mi libreta”, señala Baldi.

La muestra ofrece 17 dibujos de bonsáis, una selección de la colección que se inició con la donación que realizó Felipe González Márquez tras dejar la Moncloa al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en 1996. El ex presidente González, junto al maestro Luis Vallejo y su equipo de colaboradores, lograron montar una colección de gran interés. En 1998 se remodeló la zona alta del Real Jardín Botánico para su exposición y en 2005 comenzaron a mostrarse al público, aunque con opiniones encontradas sobre lo acertado de la colocación de este tesoro natural. Gracias a una donación de la Obra Social de Caja Madrid, en 2010 se incrementó la colección con 17 ejemplares de origen asiático. En total, son 103 ejemplares, de los que se exhiben permanentemente al público una selección de 60.

Como nos cuenta Álex Gómez, conservador de la colección de bonsáis desde el año pasado, hay verdaderas joyas, como ese Juniperus chinensis por el que empezó a dibujarlos Baldi y un falso membrillo que regaló el rey marroquí Hassan II a Felipe González, tejos de una edad calculada de 150 años, un precioso hayedo, un enebro de las pagodas que fue un regalo del presidente francés Mitterrand al presidente socialista español, un conjunto sobre roca que parece un paisaje del tipo de los que salen en la película Avatar y un maravilloso bosque de pino albar, obra de Saburo Kato, uno de los mayores maestros de este arte, al que se atribuyen estas palabras: “Del bonsái recibimos paz y salud mental; de él aprendemos paciencia y generosidad. Así que el bonsái se ve como un símbolo de paz que une a todas las razas y naciones”. Desde luego que convivir con un bonsái nos enseña otro ritmos, más naturales; dicen los maestros japoneses que solo en aprender a regarlos se tarda tres años. Y nos proyectan dignidad, como sus hermanos. Decía el dramaturgo Alejandro Casona: “Los árboles mueren de pie, solos y en silencio”. Quizá por eso transmitan algo a veces indescriptible, a pesar de su tamaño, esa esencia de nobleza en el paso del tiempo.

Un alerce (Larix Decidua). Dibujo de Baldi Pérez.

Un alerce (Larix Decidua). Dibujo de Baldi Pérez.

Uno de los valores de la colección del Real jardín Botánico es la integración de valiosas especies autóctonas ibéricas, como acebuches, madroños, majuelos, olmos, tejos, pinos y sabinas… Por las características de crecimiento se puede apuntar que los árboles tienen una edad mínima de 60 años, aunque algunos ejemplares son centenarios. Los mejores maestros japoneses, españoles y de otras nacionalidades han intervenido en esta colección.

Baldi ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en Madrid en el ámbito del diseño gráfico y la ilustración digital. De vocación autodidacta, en su obra se aprecian influencias de artistas tan dispares como Durero, Ingres, Goya, Barceló o los dibujantes Mike Mignola, Jordi Bernet y Moebius. La muestra de sus 17 dibujos se mezcla con varios ejemplares de bonsáis, capaces de dejar al visitante con la boca abierta durante un buen rato, como un precioso, casi divino, albaricoquero japonés cuyas flores ambientan la estancia con un profundo aroma y un soberbio arce asiático de cinco puntas.

“Lo que me gusta del bonsái es que tiene un comienzo, pero no un final”, ha escrito el horticultor estadounidense John Y. Naka. “Una yema hoy es una rama mañana. No hay límites en el bonsái. Es como la búsqueda del final del arcoíris”.

‘Naturaleza mínima’ se puede visitar en el Invernadero de los Bonsáis del Real Jardín Botánico hasta el 3 de marzo. De 10.00 a 17.30 h. En torno a la exposición se han organizado diversas actividades: Demostración-montaje de un bosque bonsái, por Álex Gómez (2 febrero, 12.00 h). Taller de ilustración, por Baldi Pérez (9 febrero, 12.00 h). Taller infantil: creación de un bonsái, por Álex Gómez. (16 febrero, 12.00 h).

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Comentarios

  • c

    Por c, el 30 enero 2019

    Aprovechando el impetu de la vida vegetal-natura
    y sin dejar de loar el arte de la «modelacion» que en este caso va mas allá dl paisajismo visual estetico,
    me parece que no deja de tener algo de macabro lo d ls bonsais

  • David

    Por David, el 30 enero 2019

    Opinar de lo no conocido, no es opinar, es balar.

  • Silver

    Por Silver, el 30 enero 2019

    Esto de los bonsáis es puro capricho humano, como seleccionar, a base de cruces y más cruces, razas caninas enanas (recuerden, el perro viene del lobo…). Antropocentrismo, le llaman (o una consecuencia del mismo: especismo).
    ¿Nulla ethica sine aesthetica? tal vez. Desde luego Nulla aesthetica sine ethica.
    (Que Felipe González tuviera como pasatiempo el cuidado -y manipulación de bonsáis- además de coleccionista resulta muy esclarecedor. En eso de la ética, digo).

  • Pablo Calvo

    Por Pablo Calvo, el 31 enero 2019

    Es mejor parecer tonto que abrir la boca y proclamar al mundo que efectivamente eres…. tonto

  • Alessandro

    Por Alessandro, el 01 febrero 2019

    Es bueno tener opinión, aunque siempre es mejor con un mínimo de conocimiento. Aunque no siempre sea así, en la mayoría de los casos la gente que tiene bonsáis adora la naturaleza. Yo mismo tengo bonsáis desde hace más de 15 años y me esfuerzo por verlos sanos y fuertes diariamente. Creo que es mucho mejor que la gente que constantemente compra plantas que a las pocas semanas o días se le mueren por falta de interés o condiciones inapropiadas. Mis bonsáis no sufren, se lo aseguro.

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