Boti García: “Desde niña me gustaba que me vieran rara, diferente”
Boti García Rodrigo, la conocida y pionera activista por los derechos LGTBI, ahora al frente de la Dirección General de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI del Ministerio de Igualdad, nació en ‘Mayo del Cuarenta y Cinco’. Y ese es el título del libro que acaba de publicar con la editorial Dos Bigotes, unas memorias escritas con una prosa tierna y diáfana, prologadas por Eduardo Mendicutti, sobre su infancia –una infancia de niña rara pero orgullosa de ser rara– en el centro de Madrid.
¿Cómo surge ‘Mayo del cuarenta y cinco’?
Estas memorias, por llamarlas de alguna manera, porque llamarle libro me parece tremendamente pretencioso, yo las comencé a escribir cuando me marché de Madrid por motivos personales y escapé a Barcelona, en 1976. Empecé a escribirlas allí, como no tenía gran ocupación, gran cosa que hacer, y a mí siempre me ha gustado mucho escribir, me produce mucha satisfacción, lo que pasa es que a veces soy perezosa para la cotidianidad, aunque soy trabajadora, para mis cosas del día a día a veces soy vaga, es una de mis contradicciones… Entonces, como estaba fuera de Madrid, y yo soy absolutamente una enamorada de Madrid, me vi recordando mi Madrid y mi infancia, mi casa, y empecé a escribir esto. Allá por 1980. Lo escribí como quien busca un nexo con su infancia y con su ciudad natal, que vienen a ser lo mismo. Y ahí lo dejé. Y se convirtieron en un montón de folios que quedaron escritos, pero a los que no di mayor importancia. Después, cuando me jubilé, en 2012, retomé ese montoncito de folios, los releí, y me dije, bueno, pues pueden aprovecharse, voy a darles una vuelta, voy a ponerlo en orden y más bonito. Pero luego también lo dejé. Y la tercera y última vuelta se la di ahora, ya muy recientemente. Me dio por coger esa segunda vuelta y pulirla, a ratos perdidos, los festivos, en lugar de ponerme a leer, me ponía a escribir.
Unas memorias que llegan hasta los 13 años.
Sí, van desde antes de nacer yo, con las historias que me han contado de mi familia, de mi padre y mi madre, abuelos y abuelas, seguro que con alguna distorsión de los recuerdos, más lo mío, y puedo dar fe que eso sí se corresponde con la realidad que viví. Yo siempre digo que es un libro para ser leído en alto, y se lo dije a mis editores: tenéis que hacer un audiolibro, porque me parece que es para ser leído en alto. Yo, cuando lo reescribí esta última vez, lo hice escuchándome.
Transmites una infancia tranquila y agradable, al contrario de muchas otras personas LGTBI+ que, cuando repasan su vida, relatan una infancia llena de acosos y frustraciones.
A ver, creo que como yo no fui consciente de que era lesbiana hasta ya la Universidad, no sufría por ser lesbiana, porque no sabía que lo era…
Ya, Boti, pero aunque tú no fueras consciente, otros quizá sí. Ten en cuenta que muchos comentan que se enteraron de que eran maricones cuando se lo llamaron por primera vez, y además a gritos y como un insulto.
Efectivamente, sí. Pero es que es mi manera de ser. Te explico. Desde bien pequeñita, mis tías decían: qué niña más rara, pero mira que es rarísima esta niña. No dejaron de decírmelo nunca. Pero lo curioso es que a mí no me importaba. Todo lo contrario. Me gustaba. Me gustaba que me llamaran rara. Siempre me ha gustado sentirme la oveja negra. Tengo una tendencia a llevar la contraria. Si pone no pasar, yo paso. Por donde pone salida, yo intento entrar. Desde pequeña, cuando me decían qué rara es esta niña, por qué anda a zancadas, y yo no era consciente de que andaba a zancadas, pero desde que lo dijo alguna de mis tías, yo agudicé más mis zancadas. Porque me parecía que si a ellas no les gustaba, tenía que ser algo bonito. Yo no sufrí por ser diferente, sino que de mi diferencia hice mi razón de ser; me construí sobre mi diferencia. Y mis padres tampoco hicieron gran caso de mi diferencia, porque era hija única, nacida cuando ellos eran muy mayores, y me tenían como entre algodones. Y yo, fíjate, me hice unas lesbiana dura, me escapé de los algodones, quita, quita, yo no quería que me cuidaran de esa manera obsesiva. Me hice fuerte, y orgullosa de mi independencia.
O sea que fuiste consciente y asumiste del todo tu lesbianismo en la Universidad…
Sí, empecé a ser consciente de que yo era diferente mucho antes, luego entendí que esa diferencia tenía que ver con la homosexualidad, con ser lesbiana. Pero eso no me hizo sufrir, sino que me siguió gustando. Me sentí orgullosa. En el Bachillerato ya me sentía rara, especial, no me gustaban los chicos y me daba perfecta cuenta de ello. No me gustaba ir a las fiestas y a los guateques con mis compañeras, que ellas se pirraban por ir, y yo me decía: ¿pero no se darán cuenta estas chicas de que son mucho más guapas que los chicos, mucho más simpáticas, originales, agradables, que da gusto estar con ellas, mientras que ellos son unos siesos? Bueno, pues ellas no se daban cuenta, y les gustaban esos siesos… Ante mi asombro. En la Universidad, ya me di cuenta plenamente de lo que era ser lesbiana. No te miento si te digo que descubrir que era lesbiana en aquella época me produjo una incomodidad, porque es un nombre…, es un nombre que pesaba, con unas connotaciones muy peyorativas, que pesaba. Pero al final, justamente pensé que si eso tenía tanto peso y era tan negativo para tanta gente, tenía que ser algo bueno.
¿Te creciste en la adversidad?
Y me gustó… Me gustó… No me hizo sufrir. Es mi especial manera de ser. Yo soy así de rara. Tampoco nadie me ha apuntado directamente con el dedo. No he tenido familia directa y no he sentido que nadie muy cercano me apuntara y dijera: joer, es que tú eres de esa manera de ser… Me han dejado y yo he podido vivir a mi aire.
Cuando tú aceptaste plenamente tu lesbianismo, ¿tus padres vivían?
Mi madre murió cuando yo tenía 17 años, cuando yo estaba tomando conciencia de mi diferencia de una manera muy inicial. Cuando murió mi padre yo tenía 27 años…
¿Y tenías buena relación con él?
La misma relación de toda la vida. Mi madre desde luego que no. Y yo creo que mi padre tampoco fue nunca consciente de que yo era homosexual, igual que nunca fue consciente de que su hermano pequeño era homosexual. Solo decía: hay que ver este hermano mío cómo le gusta irse al extranjero, y qué ropas tan raras trae, qué manía con irse fuera de Madrid… Claro, mi tío lo que buscaba era libertad…
Una complicidad entre tu tío y tú contada con ternura y sutileza en el libro…
Mi padre no se daba cuenta de que su hermano lo que estaba buscando era libertad, vida, vida…
¿Habrá segunda parte?
No, Rafa, no habrá segunda parte. Porque no tengo necesidad de contar lo que ocurrió después de mis 13 años. Es una vida mía, enfrentándome a la realidad de las cosas, en la Universidad, aparte de asumirme como lesbiana, no, asumirme, no, de reconocerme como lesbiana, también aprendo la realidad política, la dureza del franquismo. Participé en las manifestaciones más bestias e importantes, recuerdo a los grises a caballo cargando contra los universitarios. Y sobre todo aprendí que a las personas como yo se nos reprimía, perseguía, castigaba con unas leyes totalmente injustas, se nos negaba y se nos quería hacer desaparecer. Y aprendí que para las leyes del nacional-catolicismo no era lo mismo ser mujer lesbiana que ser hombre gay o persona trans. De entrada, los gays y trans iban juntos, en el mismo lote, y cuando se reprimía en una redada en ese saco iban conjuntamente las personas trans y los hombres gay, y aprendí que a las lesbianas ni se nos veía, que no existíamos para el franquismo; un régimen que educaba a las mujeres con la única finalidad de ser madres y esposas no podía reconocer la existencia de mujeres con un deseo autónomo e independiente del varón.
No existíais ni siquiera para reprimiros…
Exacto. Y yo no sé qué es peor. Porque evidentemente palizas, destierros, vejaciones, humillaciones, exilio, campos de trabajo, todo lo que han sufrido mis compañeros gays y trans es terrible, pero que no reconozcan ni siquiera que existes, que ni siquiera te vean… Que durante toda tu vida estés bajo la férula y a merced de la cédula del varón…, que no se te reconozca ni siquiera autonomía para abrir una cuenta corriente… Nos anulaban.
¿Cuándo tuviste tu primera novia?
Debió de ser… con 15 años, pero ni siquiera sabíamos que éramos novias, eh… Era algo que ocurría así, pero no enunciabas nada, no verbalizabas nada…
¿Ha habido gente que te ha dicho que esperaban de ti, militante pionera y muy destacada durante décadas, hasta hoy mismo, por los derechos LGTBI, un libro quizá más reivindicativo, más peleón?
No, al contrario. Estoy asombrada porque todos los que me han escrito o me han hablado sobre el libro me dicen: qué bonito, tierno, emocionante. Y lo que sí me han dicho es que hago un retrato, aunque muy ligero y muy sucinto, de la represión sufrida por tantas y tantas personas LGTBI de mi generación, el libro se lo dedico a todos esos vagos, maleantes y disidentes. A toda esa parte de la ciudadanía a la que se nos negó la ciudadanía, la posibilidad de ser. Y eso lo hizo el franquismo. Y lo hizo también la Iglesia y el patriarcado, el nacional-patriarcado, cuyo pensamiento era ley.
En dos frases, el principal recuerdo de… Tu madre.
La ternura. Y tratarme como si yo me fuera a deshacer, me tuvo ya de muy mayor, y luego ya no pudo volver a tener más hijos, con lo cual, yo, como decía mi padre riéndose, era hija “única y póstuma”. Mi madre me trataba como si fuera una joya de cristal con la que había que tener un cuidado infinito.
De tu padre…
Yo soy muy parecida a mi padre en muchísimas cosas. Fíjate, yo creo que a mi padre le hubiera gustado tener un hijo, que yo fuera un chico, así que le hacían gracia las salidas de tono mías, las zancadas, mi manera de ser; en cierto modo, como yo era poco niña, pues creo que eso a él le gustaba.
Tus amigos de la infancia…
No tuve amigos en la infancia. Solo mis primos. Qué cosa, según me lo preguntas, me he dado cuenta de ello… No tuve amigos en la infancia.
De tus coles de monjas.
Muy poco de aquel primero en el que lo pasé tan mal, que estaba tan lejos y en el que me intoxiqué con aquella jalea. Y del segundo, el uniforme, la corbata, estar allí… Estar, pero no estar… Era una alumna traviesa, que hacía bromas continuamente, que hacía reír a mis compañeras hasta en la capilla. Hacía bromas sin parar, de todo… Me parece que el sentido del humor es salvador, que es mirar las cosas con una óptica diferente, que si no tenemos sentido del humor, uf, no sé si la vida merece la pena.
Tu lema vital: “Para vencer la adversidad, hay que creer, sonreír y luchar”. Eso pone en la solapa de ‘Mayo del Cuarenta y cinco’.
Total. Y ¿sabes de dónde lo saqué? Eso lo aprendí en el cementerio civil de Madrid, que me parece un sitio precioso, al que he ido mucho, paseaba y miraba las lápidas; no hay cruces ni angelitos, pero hay muchas inscripciones, y entre ellas vi esa leyenda, que me pareció asombrosa, que me la apropié como lema mío: “Para vencer la adversidad, hay que creer, sonreír y luchar”.
De tu barrio de la infancia, Atocha, que es más o menos el mismo en el que vives ahora, Lavapiés, el centro de Madrid, ¿cuál es tu principal recuerdo?
Nací en la glorieta de Atocha, que creo que si no es la plaza más grande de Madrid, sí es la más soleada; en casa entraba el sol desde que amanecía hasta que anochecía. Mi madre solía decir en verano: es que no encuentro un lugar de casa donde no me persiga el sol. Viví allí 17 años. Luego he acabado viviendo en Lavapiés: Recuerdo bien cómo eran la glorieta de Atocha, la calle de Atocha, Antón Martín, calle León, calle Cervantes, calle Lope de Vega… Es mi infancia.
¿Cómo ves el barrio ahora?
(Suspiro).
¿Cómo ves la evolución del centro de Madrid?
Verdaderamente, una catástrofe. Un barrio hecho para el coche, en el que la persona no tiene sitio, donde no hay ni bancos para sentarse a descansar. Los árboles… parece que el Ayuntamiento está esperando a que crezcan para talarlos y hacer más aparcamiento para coches y motos o espacio para poner más terrazas y consumir más y quitarle más espacio al ciudadano o ciudadana. Un Madrid deshumanizado, en el que se acaban las tiendas típicas de barrio…; me acuerdo de esas relojerías en los portales…, en la parte de la calle Toledo o la plaza Mayor… Las mantequerías, donde te vendían la mantequilla a granel, cortándola con una paleta de madera; las tiendas de ultramarinos… Se acaban las tradiciones y las tiendas autóctonas y de barrio, a costa de llenarlo todo de franquicias. Y acaban pareciéndose todas las ciudades, puedes ir a Lisboa y ver las mismas tiendas que en París o en Chicago. Pese a todo, pese a todo, Madrid es una ciudad absolutamente maravillosa.
Boti, ahora mismo, desde aquí, desde esta dirección general, ¿cuál es tu prioridad, lo que más te preocupa, lo que más te urge?
Quiero destacar, porque creo que la gente no es muy consciente de ello, que cuando se construye y se estructura este Ministerio de Igualdad, un ministerio feminista, pensando en los derechos para todas las personas, para todas las personas, la ministra crea una dirección general que se llama nada menos que Dirección General de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI; eso aparecerá en los libros de historia; es de nueva creación, nunca había habido una dirección general así. Yo, cuando prometí el cargo en enero de 2020, me emocioné solo con pronunciar el nombre, y sentí que en la sala me acompañaban todas esas personas LGTBI que han estado luchando por nuestros derechos durante décadas y por existir. Desde Pedro Zerolo. Sentí que estaban todas allí. Todas las personas machacadas, desterradas, negadas, invisibilizadas; ahora había una dirección general que les iba a tener en cuenta, que les iba a cuidar, y eso es muy fuerte. En ese sentido, el empuje legislativo es muy importante, y lo estamos dando; afortunadamente ya hay luz verde del Consejo de Ministros para el proyecto de Ley Trans y de Derechos LGTBI, y vamos a impulsar para que la tramitación sea rápida, positiva, enriquecedora, que sobre todo sea enriquecedora y dispongamos pronto de esa ley.
Pero ahora mismo lo que me preocupa, y me preocupa muchísimo es el crescendo horrible de agresiones y delitos de odio…
Esa iba a ser mi última pregunta. Si realmente crees, Boti, que estamos asistiendo a un retroceso en la percepción y defensa de los derechos de absoluta igualdad para todos y todas. ¿Hay señales de alarma?
Lo que está habiendo es un aumento de discursos de odio puestos en boca de… A ver, seamos claros, no podemos blanquear el fascismo, porque el fascismo está poniendo en boca de determinados partidos discursos de odio que son los que están llevando a crímenes de odio. Hay que parar. [En toda esta contestación, Boti ha elevado sensiblemente el tono de voz]. Además, con la impunidad con que se están produciendo esos discursos discriminadores… Discursos de odio recogidos encima por ciertos medios de comunicación sin ninguna crítica, en algunos casos incluso con aplausos. Eso hay que tenerlo en cuenta, y hay que ponerle freno.
Yo fui a la Puerta del Sol a la concentración por el asesinato de Samuel. Ese día hubo más de 150 convocatorias en toda España porque fue…, fue una marea de dolor y protesta e indignación, de rabia y de lágrimas de las personas LGTBI contra ese crimen. Y, fíjate, yo digo que este asesinato va a suponer un punto de inflexión. Basta ya, esto hay que pararlo. Esto no lo vamos a consentir. Las instituciones y la sociedad, los poderes públicos y los medios de comunicación tenemos que detenernos, reflexionar y poner fin a esta escalada de odio.
Además, muchos medios que se hacen eco de todos estos discursos de odio quizá no los aplaudan, pero sí lo cuentan con asepsia, equidistancia. Peligroso, ¿no?
Eso es, con asepsia, incluso poniendo en duda si el asesinato ha sido o no por homofobia, o quitándole importancia. [Boti levanta aún más la voz]. Cuando está claro que fue una tribu, una tribu llena de odio que asesinó a un chaval al grito de maricón.
En este ministerio hay una preocupación grande. Yo hoy me he reunido con el fiscal de delitos de odio, tengo solicitada una reunión con el Ministerio del Interior. Porque tenemos que cogernos de la mano y poner coto a esta escalada, y trasladar tranquilidad y seguridad, confianza, porque se está perdiendo, y con razón, y hay que proceder, restablecer la seguridad para las personas LGTBI, porque sigue habiendo muchas parejas que no se atreven a salir a la calle por miedo a que te agredan o insulten. Y no, eso no se puede consentir. Eso hay que pararlo ya.
Unos apuntan y otros disparan.
Exactamente; ¿quién pone las balas que luego se disparan? La solución no es el miedo y volverse a meter en el armario. La solución es erradicar a esos voceadores del odio que dan lugar a estos delitos. Sin perder nunca nuestro orgullo de ser y de salir a la calle con la cabeza bien alta. Sin perder ni el humor ni la lucha.
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