Campo Adentro: el arte de acercarse a lo rural desde suelo urbano

Celebraciones del primer aniversario del Centro de Acercamiento a lo Rural. Foto: Marta Goro.

El Centro de Acercamiento a lo Rural (CAR) cumple un año de vida en Madrid, provocando el encuentro de la ciudad con su entorno y con esa naturaleza que un día cubrió el cemento. La comunidad artística urbana reflexiona y produce con una ventana que da al campo, y con las puertas abiertas de par en par a los vecinos.

El campo no debería ser únicamente un paisaje para la contemplación artística, ni un titular en los medios para hablar de los beneficios de mudarse a la “España vaciada”, cuando la especulación urbanística impide a la gente asentarse en las ciudades. Ciertamente, el campo es más hospitalario que la ciudad; por empezar, una y otra vez se deja abrir surcos para sembrar lo que nos dará de comer, pero tampoco es solo agricultura. Porque la cosecha va más allá de los granos: el campo puede dar arte. El imperativo es, entonces, indagar en la producción social, cultural y artística en este insostenible momento del mundo, y de experimentar otros modos de producir, en conexión con la naturaleza e inspirados en la más legítima producción de la tierra. La asociación Campo Adentro lleva más de diez años trabajando en España (y, en la red Inland.org) para cultivar saber y experiencias sobre lo productivo. Este otoño celebra el primer año de vida de su sede física, en el distrito de Ciudad Lineal de Madrid: el Centro de Acercamiento a lo Rural-CAR.

El CAR se inauguró en octubre de 2018, en una casa de dos plantas del barrio del Carmen, abriendo la puerta al encuentro entre el campo y la ciudad, para producir cultura, o simplemente para amplificar, acompañar y visibilizar los procesos sociales productivos que ya se están dando en suelo urbano. La cesión del edificio por un periodo de diez años fue el fruto de un concurso de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid, en el que resultó seleccionado el proyecto de Campo Adentro. Allí se combinan la investigación, la formación y la producción artística, con una gran ventana que da al campo. Se trata, según sus responsables Fernando García Dori, Amelie Aranguren, Debora Levy, Marta Goro, Juan de la Cruz, Dani Borrows y Manuel Ruiz, de encontrar herramientas teóricas para el análisis y aplicarlas a prácticas que permitan tomar caminos diferentes a los del callejón que representa el modelo económico actual. Los tres términos en los que se asienta la crítica cultural y el experimento vital que estos innovadores proponen son el arte, la agricultura y el territorio, actualmente desequilibrados por la sociedad del espectáculo, la mercantilización industrial, los servicios financieros y la virtualidad, según su reflexión.

Así, en la casa del CAR, cada espacio remite a un eje de trabajo, como son, entre otros: la cocina junto al pequeño huerto, el taller de autoedición, la tienda Colmado (que ofrece productos de la Sierra Norte de Madrid) y el centro de documentación. El programa propio lo integran iniciativas que alientan la reconexión con la naturaleza que hay debajo del cemento, para que la metrópolis deje de vivir ajena a los suelos naturales que la acogen y a la realidad rural de muchos de los 179 municipios que integran la Comunidad de Madrid. Actualmente se desarrolla, por ejemplo, la última fase de la intervención artística ‘Aguas ocultas, aguas olvidadas’, a cargo de los artistas Minty Donald (de la Universidad de Glasgow, Escocia) y Nick Millar junto a la paisajista Malú Cayetano, que siguió el rastro de las galerías de los ‘viajes de agua’, aquellas canalizaciones heredadas de tiempos musulmanes y que dieron de beber a Madrid durante varios siglos, aprovechando manantiales, fuentes y arroyos, que hoy han desaparecido de la superficie. Otro de los proyectos en marcha es ‘Microhabitable’, que va adelante en colaboración con instituciones externas como Matadero Madrid, para indagar, desde múltiples perspectivas, en el factor escala de la habitabilidad.

Otra buena parte de los ladrillos que levantan la casa es responsabilidad de los artistas residentes, que construyen obra conjuntamente con el Museo Reina Sofía y los Teatros del Canal, entre otras entidades culturales. En este momento, dos de las residencias en curso están vinculadas con la alimentación. Por un lado, el colectivo Unkown University de São Paulo (Brasil) propone acciones como el rescate de restos de verduras y frutas descartadas en el comercio, para la elaboración de conservas, cosméticos y otros productos. Por otro, la antropóloga y cocinera Suraia Abud Coaik plantea estudios sobre la fermentación como metáfora de lo social y acciones prácticas que dinamizan la vida cotidiana de la ciudad, como puede ser cocinar para compartir alimentos en las celebraciones comunitarias (el sábado pasado, con ocasión de la fiesta de aniversario del centro, vecinos e invitados degustaron un potaje preparado por Suraia, tras la actuación de un grupo invitado de mujeres que practican juntas las castañuelas en una vecina asociación barrial).

En 2019, el CAR ha dedicado a una línea continua de trabajo al eje cuidados / cultivo, en colaboración con el Programa de Estudios Independientes del MACBA. La praxis de la casa del número 4 de la calle Buen Gobernador va en consecuencia con esas reflexiones, de modo que el lugar se ha ido volviendo un hogar bullicioso, por el que pasan los vecinos a comer los viernes, o a hacer yoga y danza, o a debatir sobre los acuíferos del subsuelo de esa zona de Madrid con representantes del ayuntamiento y el Canal de Isabel II. Porque arte no es solo un lienzo.

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Comentarios

  • Julio Loras Zaera

    Por Julio Loras Zaera, el 19 noviembre 2019

    Ese acercamiento a lo rural tiene todo el aspecto de que va a resultar «marciano» para la gente que vive realmente en el mundo rural.

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