Carlos Duarte: “La cuarta revolución industrial será reparar el planeta”

El biólogo Carlos Duarte.

Si hay un nombre que ‘huela’ a océano es el del biólogo Carlos Duarte, uno de los científicos españoles de más prestigio internacional por sus investigaciones sobre los mares del mundo desde hace décadas. Hace ya unos años que Duarte dejó España y su puesto en el mayor órgano de investigación del país, el CSIC, para trabajar en el Mar Rojo desde la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá de Arabia Saudita. ​Con más de mil artículos científicos publicados sobre el estado de nuestro gran océano global y un buen número de premios  que reconocen su trayectoria (el Nacional de Investigación Alejandro Malaespina, el Jaime I, el Ramón Margalef de Ecología o el  Fronteras del Conocimiento del BBVA…), ahora ha dado un paso más para, sin abandonar la ciencia, volcarse en cambiar el estado de la cuestión, a través de organizaciones ambientales. Es, nos dice en nuestra ‘entrevista circular’, tiempo para la acción.

¿Qué proyectos tiene entre manos en estos momentos?

Sigo haciendo ciencia toda la que puedo, pero también estoy intentando que lo que he hecho en los últimos 40 años se traduzca en acciones relevantes para un océano más saludable y en beneficio de todos. Hablamos de crisis climática o de biodiversidad, pero ahora veo que no basta con tener más artículos en una biblioteca. Los científicos padecemos de soberbia al pensar que generamos soluciones a las crisis en las que estamos. En realidad, solo somos una parte de la solución, porque tenemos que trabajar con un ecosistema que incluye tomadores de decisiones, políticos, comunicadores, gestores, si queremos que el cambio llegue a ser realidad y se resuelvan los problemas. Hace unos años publicamos en la revista Nature un artículo sobre la reconstrucción de la vida marina que aportaba una hoja de ruta para recuperar su abundancia en 30 años. Ahora he fundado una ONG con la hija de Cousteau, Alexandra Cousteau, que se llama Ocean 2050, para apoyar esa hoja; también está la Fundación Ocean Us; ambas hacen que ahora haya dado el paso de teorizar a trabajar para amplificar el mensaje y las soluciones. También veo que en España surgen nuevos movimientos de defensa de los océanos, como la Fundación Ocean Born. Y esto es clave. En el siglo XXI estoy convencido de que la cuarta revolución industrial no será construir más máquinas, sino reparar el planeta. Eso es lo que moverá la economía y generará empleo.

¿Qué valoración hace del primer Tratado de los Océanos?

Es un paso importante, aunque no hay nada en este Tratado que no estuviera ya dado. El acuerdo de Montreal sobre diversidad biológica de diciembre 2022  establecía que había que proteger un 30% de la extensión de los océanos. Es evidente que los mismos países que lo suscribieron para sus territorios lo harían para las aguas internacionales. En cuanto al problema de la minería profunda, no se ha resuelto nada. Se dice que hay que hacer estudios de impacto ambiental, pero no es suficiente.

¿ Y en el tema de la investigación y sus beneficios?, ¿se ha avanzado?

El asunto de cómo compartir los beneficios de los recursos genéticos del océano no se ha conseguido resolver. El mecanismo aprobado en este Tratado va a provocar que no habrá beneficios a distribuir porque se paralizará la investigación de esos recursos, como pasó con el Protocolo de Nagoye (2011-2012), y si no hay investigación, no hay nada que repartir. Lo que debe hacerse es conjugar todos los aspectos, de forma que se pueda fomentar la investigación y generar ganancias para quien la hace y, a la vez, para el resto de la humanidad. Eso no se ha logrado. Frenar la investigación nos perjudica a todos, porque en el océano hay muchas soluciones para desafíos en torno a salud humana, energía o alimentación.

De todos los retos que tenemos pendientes en  torno a la salud de los océanos, ¿cuál es el más urgente?

El mayor es no caer en la trampa de pensar que no hay solución a los problemas. En todas las crisis que tenemos delante, nuestra aproximación es distópica: generar futuros horribles para asustar; y al final vamos de forma sonámbula a esos futuros que hemos dibujado terribles, porque la ciudadanía entiende que la ciencia dice que esos futuros son inevitables. Si imaginamos futuros de océanos, de clima, de naturaleza que sean positivos, generaremos un camino en la dirección opuesta. Hay un componente de psicología  social y comunicación que creo que no debe caer en lo negativo, porque así se aboca a la gente al cinismo, el escepticismo y la inacción.

Dígame una noticia positiva sobre el océano.

Un ejemplo son las ballenas jorobadas. En 1970 apenas quedaban 200 en todo el mundo y se pensaba que se iban a extinguir por los impactos de la caza, las colisiones con buques… La Comisión Ballenera Internacional se puso en acción y ha conseguido que en 40 años esa población se haya recuperado hasta ser ya de 80.000 ejemplares, que se estima que es el nivel de abundancia histórica. Así que, si conseguimos recuperar uno de los animales más grandes que jamás han existido, creo que podemos hacer todo lo demás.

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