Cecilia Paredes, la médium del poder de la naturaleza y la mujer

‘The encounter’, de la serie ‘Abandonned’ de Cecilia Paredes. Foto: Galería Blanca Berlín.

“Si observamos el comportamiento de los cielos, los ríos, las hojas… o la forma en que la naturaleza se comunica con ella misma (por ejemplo, los árboles, que se comunican a través de sus raíces) veremos un mundo subterráneo esplendoroso al cual debemos escuchar. Y también quizás recordar las historias encantadas cuyo propósito de existencia es precisamente ese, el de encantar, y que contienen historias de mujeres preservadoras de la vida y la sabiduría”. Así explica su obra la artista peruana Cecilia Paredes. Visitamos su exposición de textiles, encantamientos y ‘fotoperformances’ en la galería madrileña Blanca Berlín. 

Cecilia Paredes (Lima, 1950) entra en la galería Blanca Berlín sin querer ni poder disimular la inmensa emoción de encontrarse en Madrid tras “dos años sin poder venir a mi ciudad favorita”. Con la mitad del rostro tapado por la correspondiente mascarilla, su entusiasmo se concentra en las miradas; muchas son de buenos amigos que la están esperando y celebran el reencuentro con la artista.

Somos un grupo nada escaso pero respetuoso con las normas sanitarias, expectantes ante la promesa casi cumplida por Paredes de recorrer la exposición con nosotros explicando el proceso creativo y otras anécdotas de cada una de las obras expuestas. Hay fotografías –fotoperformances se les ha llamado, y con razón– y varias obras textiles, creadas la mayoría durante el periodo de confinamiento, que Paredes se saltaba cada día para ir a trabajar, un estimulante viaje a pie de 11 minutos, el tiempo que separa su hogar de su taller.

Salvo algunas excepciones, Aquel viejo túnel llamado tiempo se alumbró al compás de la banda sonora de la propia pandemia, ya que el estudio de la artista queda frente a la entrada de urgencias del Hospital Universitario de Pensilvania, con su trajín incesante de pacientes y personal sanitario, además de las sirenas de las ambulancias y el batir de hélices de algunos helicópteros.

Tal y como Paredes ha mostrado en redes, se trata de un amplio local bien iluminado que la propia artista multidisciplinar califica así: “Perfecto para mí cuando estoy con impresiones y proyectos más grandes”. En la puerta ha colocado un cartel escrito a mano por ella misma dando las gracias a doctores, enfermeras y cuidadores: “Thank you doctors, nurses and care takers. We admire you!”. También ha dibujado un corazón. “Jamás se me ocurrió dejar de trabajar por la pandemia”, reconoce Paredes, que sigue practicando ese diálogo previo con los materiales que convierte en arte. La vieja manguera verde serpentea igual que un reptil. Un montón de retales de encaje se salvan del olvido para hacerse ropa que cubrirá a la artista. Elementos cotidianos en teoría inservibles que Paredes relaciona con la historia, la poesía o la mitología. “Cuando algo me habla, me lo llevo a mi taller”, cuenta Cecilia Paredes, confesando esa especie de síndrome de Diógenes, feliz punto de partida de sus obras.

La artista Cecilia Paredes explicando su obra ‘Constelación’.

El recorrido por su exposición en Madrid arranca frente a una fotografía/performance de 2018 llamada La Hilandera, en la que la artista se deja retratar de espaldas dentro de un espacio enorme que ha dormitado 20 años sin ninguna actividad, desde que sus dueños echaron el cierre. Dos décadas sin oír voces ni pisadas, sin sentir una respiración ni cualquier otro rastro de vida humana. Recuerda Cecilia sus primeras performances: “Cuando nadie hablaba de bodyart y yo me mimetizaba con el papel pintado de las paredes buscando esa sensación de acogida que uno necesita cuando recala en un lugar que ni es el suyo, ni le permite entenderse en su idioma materno. Era mi manera de expresar la angustia que sentimos los emigrantes. Cuando, con el tiempo, sentí que Filadelfia se iba pareciendo a lo que yo siento como hogar, di por resuelto el asunto. Entonces empecé a interesarme por lo que podía pasar en esos espacios largo tiempo abandonados, que tanto abundan en Estados Unidos”.

Retratarse dentro de una hilandería de seda a las afueras de Filadelfia fue el punto de partida de la serie Abandonned. Tras las gestiones pertinentes, consiguieron permiso para una visita de 45 minutos en los que todo el equipo se apresuró a delimitar con ella la escenografía del retrato. “Sin referencias ni posibilidad de iluminar, ya que no había luz eléctrica ni agua corriente, decidimos usar como atrezo un enorme telar”. Durante los preparativos, Cecilia fue recogiendo del suelo un montón de pedacitos de encaje blanco con los que se fabricó una falda, justo la que lleva puesta. Por obra y gracia del arte, esas telitas oscurecidas por el tiempo y la suciedad del abandono, luces blancas y radiantes como el velo que acabara de estrenar una novia. Primer milagro.

La obra ‘La herborista’ de Cecilia Paredes. Foto: Galería Blanca Berlín.

Reflexionando sobre la pérdida y la reparación, Cecilia Paredes ha elaborado varias obras textiles. Orfeo, un tapiz basado en el propio mito. Constelación, precioso manto con el que se retrata en La Serpiente, reclamando la ayuda que precisa el medioambiente. O la interesante Historias Recientes, una especie de tapete elaborado con la técnica de los quipus andinos. ¿Por qué nos hemos convertido en testigos de tantas muertes?, se pregunta. “Si observamos el comportamiento de los cielos, los ríos, las hojas… o la forma en que la naturaleza se comunica con ella misma (por ejemplo, los árboles, que se comunican a través de sus raíces) veremos un mundo subterráneo esplendoroso al cual debemos escuchar. Y también quizás recordar las historias encantadas cuyo propósito de existencia es precisamente ese, el de encantar, pero que usualmente parten de historias verdaderas de tradición oral que contienen, en gran medida, historias de mujeres preservadoras de la vida y la sabiduría”, explica Paredes en el catálogo de la muestra, que hace referencia especial a las obras La Serpiente y El Encuentro, de la serie Abandonned, fechadas en 2020. Precisamente en esta última Cecilia posa en otra de esas estancias industriales olvidadas donde una vez se fabricaron vasos. Las goteras han propiciado el nacimiento de una capa de musgo a cuyo encuentro la artista acude con un vestido en el que antes imprimió las imágenes de un bosque. Surge el diálogo en un oasis formado por la cita de varias manifestaciones de la naturaleza.

En La Herborista (2020), la performer se refiere a las mujeres castigadas a lo largo de la historia por su osada sabiduría, malignamente comparada con las artimañas de las hechiceras o la magia negra. Mujeres que salvan vidas, gracias al dominio del comportamiento de la naturaleza. “Acudí a un herbolario en Costa Rica famoso por sus acreditadas hierbas medicinales y le pedí al dueño el favor de hacerme portadora de esa sabiduría. Vestida con ellas y dejando fluir su mágico lenguaje pude transmitir una sensación muy especial a todo el equipo que participaba en la puesta en escena, especialmente por el olor que inundó la estancia mientras trabajábamos”. Al ser Costa Rica un país de diluvios cortos pero constantes, es imposible vivir sin que se filtre el agua. “Así que me acerqué a una tienda de telas y pedí comprar aquellas que hubieran sido dañadas por la lluvia. Así confeccioné ese atuendo cuyo tejido está realmente teñido por la naturaleza. Aunque nadie se dé cuenta, para mí es muy importante. Siempre cito a la pintora peruana Tilsa Tsuchiya, de la que soy rendida admiradora, seguidora y qué se yo cuántas cosas más, detallando cómo pintó su obra Pelícano (1972). Primero, el esqueleto, luego el sistema nervioso, más tarde los órganos, y así hasta llegar a las plumas, que es lo que ven nuestros ojos. Podría no importar cómo alcanza el resultado final, pero es la explicación a por qué cuando estás frente al cuadro, literalmente, ¡lloras! Esa forma de trabajar me acompañará toda la vida”, concluye emocionada nuestra artista frente al retrato que le devuelve su propia imagen vestida de bosque, mientras una chubasco de hojas cae sobre su cabeza.

Aquel viejo túnel llamado tiempo es un desglose material y emocional de la obra de Cecilia Paredes, que abandonó Perú en 1983 señalada por su activismo, vivió cinco años en México, casi un cuarto de siglo en Costa Rica y hoy enseña como profesora invitada en la Universidad de Pensilvania. Un placer seguir disfrutando de su obra, especialmente cuando ella misma ejerce de guía excepcional para que nuestros ojos vean más allá, más lejos, recorriendo las dimensiones, a simple vista ocultas, de su obra.

‘Aquel viejo túnel llamado tiempo’. Cecilia Paredes. Galería Blanca Berlín. Madrid. Hasta el 13 de noviembre.

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