Chagall, menos onírico y más comprometido con la política y la paz

Marc Chagall. Boceto definitivo para ‘La Paix’ [La Paz], vidriera de la ONU, Nueva York, 1963.

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Obra, historia y biografía en Marc Chagall (1887-1985) son todo uno. Así lo entiende la Fundación MAPFRE en Madrid que, en una exposición recién inaugurada, ofrece un recorrido cronológico y temático por su obra tomando en consideración la postura del artista, que vivió casi 100 años, ante las convulsiones que vivió Europa en la primera mitad del siglo XX. Temas como el desarraigo, la migración, la militancia política y los ideales pueblan las paredes de la sala, donde el visitante puede presenciar algunos documentos inéditos hasta la fecha. Podemos apreciar cómo el artista, judío y bolchevique, expresa el horror, la angustia, el miedo por las atrocidades de la guerra en defensa del ser humano y de sus derechos y aboga por la esperanza y la paz universal”.

La directora de Cultura de la fundación, Nadia Arroyo, nos explica: “La muestra ofrece una nueva lectura que se basa en un profundo estudio de sus archivos que habían permanecido inéditos hasta nuestros días”. Desde su punto de vista, Chagall. Un grito de libertad muestra a un pintor testigo de su tiempo que incide en las cuestiones que más le preocuparon, que establece un compromiso infatigable con el ser humano y sus derechos y se erige en mensajero de la paz. “Esta renovada lectura ancla al artista a la realidad y lo aleja de la imagen más onírica que se ha tenido tantas veces de él”, añade a El Asombrario.

Las composiciones que ahora se exhiben en Madrid, aunque algunas con un siglo de antigüedad, continúan de plena vigencia porque en ellas el artista “expresa el horror, la angustia, el miedo por las atrocidades de la guerra en defensa del ser humano y de sus derechos y aboga por la esperanza y la paz universal”, tal y como subraya Arroyo.

Marc ChagallSolitude [Soledad], 1933

Marc Chagall, ‘Solitude’ [Soledad], 1933.

Al fin y al cabo, la exposición reúne más de 160 obras y 90 documentos mediante los que se aborda la obra de Chagall a lo largo de su larguísima carrera artística, desde sus primeras obras hasta los años 70. “Pero tiene un claro enfoque temático que sigue el prisma de los acontecimientos históricos que vivió y su posicionamiento político. Es por este motivo que se han dejado otras obras de diversas temáticas fuera”, añade la directora de Cultura.

Uno de sus puntales más fuertes son las nueve decenas de documentos inéditos que nos hablan del compromiso humanista y político de Chagall. “Todos ellos son inéditos y se han sacado a la luz por la generosidad de la familia Chagall, que decidió estudiarlos con profundidad, digitalizarlos para hacerlos accesibles y mostrar una nueva imagen del artista”, dice al respecto Arroyo. “Pensemos que siempre se ha pensado en Marc Chagall como una figura del siglo XX creadora de un mundo onírico, fantástico y surrealista. Con esta exposición mostramos a un artista tremendamente anclado y comprometido con su tiempo”.

La pedagogía, de esta manera, está en la mirada del espectador. Frente a las obras de este artista “nos cercioramos de la gran fuerza que tiene el arte para expresar miedos, desesperación… la capacidad para denunciar y para hablarnos del presente”, en los términos de la directora cultural. “Enfrentándonos a los miedos que recoge Chagall por la barbarie que estaba sucediendo en la Europa del nazismo, los encontramos tan actuales ante las guerras que tristemente están activas en la actualidad”.

Al fin y al cabo, Chagall nos habla de una realidad en la Europa de la primera mitad del siglo XX: el auge del antisemitismo que él sufrió desde su Vitebsk natal en la Rusia zarista. “Él usa sus pinceles para presagiar una amenaza en auge, para denunciar una barbarie contra el pueblo judío, que es el suyo. Y una vez pasada la contienda, gracias al profundo compromiso adquirido con el ser humano y sus derechos, se erige él y su obra en mensajeros de la paz universal”, sigue Arroyo.

De esta manera, la Primera Guerra Mundial está presente en la exposición a través de pinturas como El vendedor de periódicos o La gaceta de Smolensk, donde el artista profundiza en la representación de las vivencias cotidianas de los habitantes de su ciudad natal (actual Bielorrusia) durante la contienda, alejándose del tono más lírico de sus características composiciones.

Rusia vertebra la primera parte de la exhibición, un país al que quiere y aprecia. En 1917, Chagall acoge con gran entusiasmo la revolución bolchevique. Un año más tarde, el Comisario del Pueblo para la Educación, Anatoli Lunacharski, le nombra Comisario de Bellas Artes de la región de Vítebsk. Tras realizar los decorados para la celebración del primer aniversario de la Revolución de Octubre, se vuelca en la fundación de una escuela popular de arte y un museo, entidades de las que será director.

Marc ChagallCommedia dell’arte, 1959

Marc Chagall. ‘Commedia dell’arte’, 1959.

De su colaboración con el Teatro Nacional Judío de Cámara de Moscú salieron siete paneles sobre el tema de la proyección universal de las artes y la modernidad yidis (lengua de los judíos originarios de la Europa central y oriental): Introducción, largo friso de más de siete metros, cuatro alegorías de las artes (La danza, El teatro, La música y La literatura), El amor en escena y El banquete de bodas.

En el apartado denominado La pintura como acto militante, se destaca que en 1933, tan solo unos meses después de que Hitler hubiera ascendido al poder, el partido nacionalsocialista quemó, en una ceremonia pública y tras llevarlo en procesión por la ciudad de Mannheim, la pintura de Chagall El rabino. Se hacía real la amenaza al pueblo judío que el artista llevaba años anunciando, tal y como se puede ver en otras obras de estos años entre las que se encuentran Soledad o El buey desollado.

Una vez comenzado su largo periodo de exilio, Chagall no se resiste a mostrar los horrores de la Segunda Guerra Mundial en obras como La guerra. Uno de los motivos que más reiteró Chagall en sus obras de estos años, casi como si de una obsesión se tratara, fue el de la crucifixión. Cristos crucificados sin otra indumentaria que el talit (paño blanco de oración) alrededor de las caderas, representados como el símbolo del sufrimiento del pueblo judío, en respuesta de la llamada Noche de los cristales rotos, ocurrida en 1938.

Marc ChagallLe Marchand de bestiaux [El vendedor de ganado], c. 1922-1923

Marc Chagall. ‘Le Marchand de bestiaux’ [El vendedor de ganado], c. 1922-1923.

Obra clave de este momento es el tríptico Resistencia, Resurrección y Liberación –que Chagall realiza a partir de una obra anterior titulada Revolución–, en el que se fusiona el simbolismo político y el religioso.

Por último, la muestra organizada por la Fundación MAPFRE recoge la vuelta de Chagall a Francia. Se embarca entonces en una serie de proyectos monumentales en torno al tema de la paz, como las vidrieras para la sinagoga del hospital Hadassah de Jerusalén (1962) o los tapices y mosaicos para la Knéset, el Parlamento israelí, en la misma ciudad (1967). Durante este período, el artista se erigió en el mensajero de una paz que es la esencia también de sus proyectos de vidrieras para la sede de Naciones Unidas en Nueva York (1963-1964) y la capilla de los Cordeleros de Sarreburgo (1974-1976).

Dentro de este proceso de creación múltiple, el collage le sirvió para preparar obras de gran envergadura como los estudios de pinturas, entre las que se encuentran El homenaje, Huida a Sils Maria / Maternidad / Sobre el gallo alado o los bocetos para La caída de Ícaro. En todas estas obras, el collage y sus texturas brindan a Chagall la posibilidad de crear una visión lúdica, de gran viveza y luminosidad, que transmite alegría y, más que nunca, la urgencia de vivir, tal y como concluyen los organizadores de la exposición.

‘Chagall. Un grito de libertad’. Fundación Mapfre Madrid. Sala Recoletos. Hasta el 5 de mayo. 

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