‘Chernobyl’, la serie, una de las mejores películas de terror de la historia

Un fotograma de la serie Chernobyl de HBO y Sky.

Un fotograma de la serie Chernobyl de HBO y Sky.

1:23:45 am, así se titula el primer capítulo de Chernobyl, la miniserie de HBO y SKY que triunfa en las pantallas de medio mundo tras la resaca de Juego de Tronos. Esa es la hora exacta en la que el núcleo del reactor 4 explotó en la central nuclear de la entonces República Socialista Soviética de Ucrania, el 26 de abril de 1986. Toda una pesadilla que ahora se ha convertido en una de las más estremecedoras películas de terror de la historia.

El suceso más importante, terrible y comprometido -hasta el momento- contra la seguridad de los seres vivos y la naturaleza por manos del hombre. ‘Chernobyl‘, la serie creada por Craig Mazin y dirigida junto a Johan Renck, descriptiva y minuciosa, sobre el desastroso accidente, es además una advertencia no sólo sobre los peligros de la energía nuclear y de su seguridad, sino sobre todo de la importancia de la verdad y el costoso resultado que arrastra la mentira. Sobre la escasez de valores que se esconden tras cierto poder y sus miedos, hacia él y en él.

El concepto de valor tiene hoy en día muchas vertientes. Ortega y Gasset convenía de esta manera en la existencia de distintos valores: los sensibles, los útiles, los vitales, los estéticos, los intelectuales… No recuerdo si el glorioso filósofo español incluyó también algunos como los culturales, los económicos, los políticos o los sociales, pero su clasificación se cerraba con aquellos valores que desarrollan la dignidad del ser humano y que hicieron posible que dicho ser pudiera apropiarse de tan significado adjetivo, es decir, los valores morales, o valores éticos fundamentales: la verdad, la responsabilidad, la justicia y la libertad.

El accidente de Chernobyl es, en estos cinco capítulos, un tema lleno de detalles sobrecogedores de magnitud histórica y envergadura científica. Una narración sin adornos y heladora sobre la historia, la recreación de los sucesos a través de figuras heroicas anónimas y de villanos unidimensionales contorsionándose sobre el filo estrecho de dichos valores, engullidos en una negación y por una ideología, absorbidos por el culto al secreto y aturdidos por usos y abusos de un sistema que les arrastra a negar lo obvio. Ahogados por la falta de libertad individual que les empuja a apartarse de la verdad y la responsabilidad, desdibujando el sentido de la justicia.

“¿Cuál es el precio de la mentira? Después de oír muchas mentiras dejamos de reconocer la realidad. Luego solo importa a quién podemos culpar”.

Expresamente bien estudiado, Chernobyl incorpora en su relato varias de las historias narradas por la premio Nobel de literatura Svetlana Alexievich de su libro ‘Voces de Chernobyl : Crónicas del futuro’ y se ofrece al espectador sin ningún tipo de maquillaje, en toda su crudeza, pero sin patetismos estériles, buscando hacer real una verdad oculta y denunciar los absurdos sacrificios que exige un Estado retrógrado en medio del terror, de la catástrofe, frente a los individuos que se enfrentan a su libre determinación por encima de la quiebra intelectual de sus mandatarios. Algo tan actual que produce aun más horror al recordar que hoy en día el presidente de la primera potencia democrática mundial, Donald Trump, salió del Acuerdo de París sobre cambio climático -firmado y ratificado por más de 130 países- para reducir la contaminación y controlar la deforestación e intentar frenar el aumento de la temperatura del planeta, frente a intereses abiertamente comerciales (quizá sea que los neoliberales de hoy se parecen demasiado a los soviéticos de ayer). El mensaje, tan atemporal como dramático, fluye en esta pequeña joya de ‘ficción’ que la vinculan a nuestra actualidad, intencionadamente, sobre el reto del clima y la visión que se tiene de la ciencia por parte de los poderes fácticos.

El rechazo al sensacionalismo (quizá debido a la ‘suerte’ de no contar con un presupuesto enorme) evita lo espectacular y nos acerca más a la catástrofe desde los personajes, mostrando sin pudor las consecuencias de la tragedia humana. Y lo hace mediante una reposada planificación y un determinante juego de insertos que sitúan y explican de forma contundente la exégesis del momento y sus consecuencias sin entorpecer el relato, simple y magistral.

Una de las víctimas de la radiación en la serie 'Chernobyl'.

Una de las víctimas de la radiación en la serie ‘Chernobyl’.

Una imagen del episodio 4 de ‘Chernobyl’.

Esto, las enormes interpretaciones de sus actores conocidos y desconocidos, la fotografía, el paisaje, el vestuario, los efectos especialmente bien cuidados, junto a la música de Hildur Guðnadóttir -claramente una banda sonora de película de terror, catástrofe y suspense- produce escenas de extrema tensión, absorbentes, en el límite de lo soportable, ante la amenaza invisible y aterradora, mostrando al espectador la realidad de los hechos. No piensen que es fácil la visión desacostumbradamente sincera de esta serie, pues es cierto que su poderosa intensidad causa un fuerte impacto, que permanece en el recuerdo y en las emociones durante mucho tiempo, como -puedo asegurarlo- una de las mejores películas de terror de los últimos tiempos.

Ahí queda para la historia y la reflexión este relato auténtico, pese a quien pese, sobre Pripyat, el pueblo fantasma que una vez albergó a 50.000 personas y su noria gigante y oxidada que nunca se puso en marcha, esa que paradójicamente debía entrar en funcionamiento el tradicional día festivo del 1 de mayo en aquel nefando 1986; o sea, cuatro días después de la explosión.

Dicen que el éxito de esta miniserie que examina el peor accidente nuclear del mundo ha incrementado la cantidad de turistas que desean ver la planta, los sarcófagos que encerraron el reactor de la muerte y la ciudad abandonada (entonces fueron evacuadas, con imperdonables retrasos, más de 130.000 personas). Ojalá no quede solo en eso, porque: “No hubo cordura en Chernobyl. Todo allí fue… demente. Lo negarán, siempre lo hacen”.

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Comentarios

  • José Luis

    Por José Luis, el 08 junio 2019

    Por favor, revise un poco los comentarios científicos y bien documentados que abundan en las redes acerca de la serie. La presentación se aleja mucho, muchísimo de lo que se considera científicamente aceptable o incluso verosímil (como la idea de que la radiación sea, de alguna manera, contagiosa).

    Examinada con ojo crítico, resulta obvio que la serie sí busca el efectismo y el espectáculo gore; también es evidente (reconocido por los propios autores) que la historia se centra en la ineptitud de un gobierno (soviético) más que en los males de la energía nuclear.

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