‘Chiquitectos’: soñar, explorar, pensar, imaginar otras ciudades
Contribuir a formar personas más activas, responsables y participativas, que ‘piensen’ el entorno donde viven, la arquitectura y la ciudad, que exploren y demanden edificios y barrios sostenibles y acogedores, con espacios públicos de verdad. Con imaginación. Con redes vecinales. Eso es Chiquitectos, un interesante proyecto para no aceptar sin más el agobio de ciudades que no nos terminan de gustar, diseñadas desde arriba ‘porque sí’.
Esta Ventana Verde apuesta una vez más por dar a conocer ideas, alternativas de verdad verdes, emergentes y distintas al discurso dominante. Aquí hemos tenido al periodista que ahora organiza salidas con colegios para ver aves en parques urbanos o a las firmas que apuestan por la Slow Fashion o a los comerciantes y artesanos que le han dado una vuelta al mercado madrileño de San Fernando en la línea del consumo consciente. Hoy traemos la experiencia de la arquitecta que ha puesto en marcha Chiquitectos.
De la rabia y la decepción le surgió la idea y el futuro: «Estoy convencida de que a veces las oportunidades vienen disfrazadas de problemas; al menos, en mi caso ha sido así».
La arquitecta madrileña Almudena de Benito recibió la carta de despido de un importante estudio de arquitectura de Madrid cuando le quedaba un mes para dar a luz. Al principio se quedó bloqueada. Porque, tras tomarse un año para criar a Martín, gracias a la indemnización, al intentar regresar al mercado de trabajo, en otoño de 2010, en pleno estallido de la crisis que nos cegó a todos, vio no solo que no encontraba un resquicio para ganarse la vida, sino que el trabajo de los arquitectos de repente había perdido casi todo su valor, que injusta y visceralmente la sociedad no sólo les acusaba de cómplices de la absurda burbuja inmobiliaria, sino que les consideraba un gremio cerrado y engreído, cuando en realidad engrosan la nómina de principales víctimas del bofetón del capitalismo basado en plusvalías de pelotazos. Así que decidió resetearse, pensó cuáles eran realmente sus pasiones, intereses y vocaciones, unió su experiencia como arquitecta a su nueva vida como madre, y decidió enfocarse a los niños. Para contribuir a que crezca un nuevo tipo de ciudadanos. Buscó la ayuda de una psicopedagoga y con estos mimbres nació hace tres años Chiquitectos, que se presenta así en su web: «Un proyecto lúdico y educativo para despertar en los niños el interés por la arquitectura, el entorno, la ciudad y el desarrollo sostenible. Los niños aprenderán que hacer arquitectura no es sólo construir edificios; es soñar, explorar, pensar, imaginar, investigar, dibujar… Pero también es calcular, medir, resolver, representar y construir. Los chiquitectos perciben, exploran e investigan y aprenden a observar desde otra perspectiva, a través de la experimentación. De la observación surge el deseo de modificación del entorno».
Ahora son ya un equipo de seis personas, gente relacionada con la arquitectura y las Bellas Artes, pero también con experiencia en la pedagogía y el trato con los más pequeños; organizan talleres -anuales, trimestrales, puntuales, a medida…- para chavales de 3 a 16 años, pero centrándose en los de 6 a 12. Han trabajado y trabajan con la Casa del Lector, MediaLab Prado, Caja Ávila, la Junta de Compensación de Valdebebas, los ayuntamientos de Hoyo del Manzanares, Tres Cantos, Pozuelo, Villanueva de la Cañada, con locales de ocio infantil como Grey Elephant y La Cocinita de Chamberí… Y reconoce que les va bien, que reciben satisfacciones de todo tipo, económicas también. Vamos, que es un proyecto viable.
Subraya Almudena las intenciones: «No, no, la idea no es que de mayores se conviertan en arquitectos, sino que se trata de ayudarles a pensar el entorno en el que viven, a tener una mirada crítica sobre la ciudad. De educarles en valores. Lo que queremos es desarrollar ciudadanos participativos y responsables; ciudadanos activos que aprenden a mirar, explorar, investigar, a saber que hay otras alternativas a las que nos vienen dadas». Y eso como mejor se aprende es desde la infancia.
¿Qué ves mal, Almudena, en una ciudad como Madrid?
«Pues sobre todo dos cosas: la segregación, la creación de guetos para niños y gente con problemas de movilidad y ancianos; como un empeño en echarles, apartarles del centro de la ciudad. Y, por otro lado, la privatización del espacio público; esas plazas sin bancos donde sentarse, con pocas sombras, sin fuentes donde poder beber agua. Plazas como la de Callao y la de la Luna, que se han convertido en un espacio para alquilar a marcas, o plazas como la de Santa Ana, transformadas en gigantescos restaurantes, donde si quieres sentarte a disfrutar del espacio, tienes que pagar a un bar o restaurante. ¡Ah! Y un tercer aspecto, la manipulación del miedo y la seguridad para adoptar medidas como vallas, pinchos, verjas, cerramientos, espacios de reposo en contra de los sin techo… Cuando esa no es la solución, sino que lo que hay que hacer es apostar por ciudades integradoras».
Aun así, ve cierta evolución positiva en Madrid. «Por ejemplo, Madrid Río, muy criticado al principio, pero creo que le ha dado la vuelta a Madrid y ha creado espacios de juego y de ocio muy interesantes y novedosos; y la semi-peatonalización de barrios enteros como Huertas y Lavapiés, donde la prioridad es el peatón. Ahora tengo mucha curiosidad por ver cómo se pone en marcha y evoluciona la convivencia de las bicis eléctricas que está instalando el Ayuntamiento por todo el centro con los peatones y los coches. A ver cómo sale el experimento, porque el Ayuntamiento, en vez de crear una buena red de carriles bici como en otras ciudades, ha tirado por la calle de en medio, y que convivamos todos… A ver…».
Ciudades integradoras y no disgregadoras. Almudena es una gran defensora, sin reparos, de la ciudad densa, del modelo mediterráneo, policéntrica, de gente viviendo en torno a varios centros, de entramados donde se comparten los espacios para vivir y trabajar, y del pequeño comercio, y de una buena dotación de transporte público. «Son las ciudades que fomentan las relaciones entre la gente, redes vecinales; esas y no las urbanizaciones con setos que te aíslan del vecino y con el coche a la puerta para desplazarte a cualquier sitio». Lo que considera insostenible de todo punto es el modelo de ciudad desgajada en urbanizaciones que comen y comen territorio y además precisan de un uso insostenible del coche privado y encarecen hasta límites insospechados la gestión de los servicios públicos de los ayuntamientos.
Por eso ella vive en Chamberí, y se mueve en bici o transporte público tanto para llevar a Martín a la escuela como para acudir a citas y trabajos; una de sus bases es un centro de coworking en pleno barrio de Malasaña. «Te puedo decir que estoy feliz con el tipo de vida que llevo ahora, dónde vivo, cómo me muevo, con mi trabajo… No concibo volver a un estudio de Arquitectura, que en muchos casos se han convertido en frustrantes lugares de explotación de autónomos».
¿Un proyecto en el que te fijaste para poner en marcha Chiquitectos?
La escuela de arquitectura para niños Arkki, en Helsinki. Pionera. Ha cumplido ya 20 años.
¿Una ciudad que te guste porque más o menos cumple con lo que tú entiendes por calidad de vida en una urbe sostenible?
Viena; viví allí ocho meses, y creo que tiene un tamaño (millón y medio de habitantes) en el que me siento muy cómoda, con una buena red de carriles-bici y también de transporte público, con muchos espacios verdes y donde saben valorar lo que significa la función pública del espacio público.
Aunque son lecciones sencillas, muchos mayores no parecen haber pasado por ellas. De ahí el empeño de Chiquitectos en ayudar a formar nuevos ciudadanos, que piensen, que tengan una mirada crítica, que pidan otras alternativas y que aporten imaginación. Otro ejemplo de Básica: los parques infantiles. «En las grandes ciudades españolas suelen ser corralitos cercados con los columpios de colores y el suelo de goma, y ya está. Todos iguales y sin devanarse más la cabeza. Me da mucha envidia cuando veo parques alemanes que son como una ola gigante donde puedes trepar e investigar, o parques de ganchillo en Japón… Tratamos de abrir la mente, ver que hay mundos distintos, enseñar a demandar opciones distintas, más imaginativas».
Comentarios
Por mariajo 2014, el 18 junio 2014
Pues no creas que los barrios del Centro, peatonalizados o no, son buenos para vivir.
Son buenos para hacer visitas, y por eso siempre están atestados, lleno de ruido, de horrorosas terrazas…
Yo suspiro por vivir en una de esas urbanizaciones, aunque no sean tan bonitas ni tan sostenibles.
En cuanto a las bicis eléctricas que están instalando, son más cosas con las que siguen atiborrando los mismos espacios del centro de Madrid.