Christina Rosenvinge: “Spotify y YouTube te dan la medida de lo absurdo de este mundo”

La cantante Christina Rosenvinge. Foto: Sarah Bienzobas.

La cantante Christina Rosenvinge. Foto: Sarah Bienzobas.

La cantante Christina Rosenvinge. Foto: Sarah Bienzobas.

Christina Rosenvinge vive en Madrid, gira por todos lados, se atreve con todo lo que le gusta, y cuando susurra alguno de sus himnos vuelve locos a un montón de seguidores que se acumulan desde los años ochenta. La carretera le sienta tan bien como el paso del tiempo. Nos sentamos a charlar con una rara avis de la música Española.”

POR DAVID VILLANUEVA

¿Cómo debería ser para ti la relación entre el intérprete y su música?

Hay gente que se da cuenta ahora de que soy la Christina de Álex & Christina. En América Latina pasa también con las canciones del 92, que son tan populares. Está muy bien, quiere decir que las canciones trascienden, pero el público no sabe quién las ha escrito; se les olvida tu cara, pero no la canción. Eso le da sentido a todo, es para lo que uno hace esto: no para hacerse famoso, sino para que las canciones lleguen.

Álex & Christina fue a finales de los 80, después tú desapareciste un poco y vino el boom de Los Subterráneos. Llegaste ahí como la rockera, acompañada por todos los malos. ¿No saltaban chispas con tanto machote?

Tampoco tanto. Nunca he tenido un problema con ningún músico. A la hora de tocar, desde el propio local se establecen unos equilibrios y no suele haber problemas. Incluso la cuestión del género se desdibuja en el momento en el que estás en la furgoneta, cargando el equipo y enrollando cables, todo eso desaparece. Hay relación de camaradería.

Me imagino que ahora tendrás un montón de formatos para tus giras.

No, tengo una banda con tres chicos y luego a veces toco sola y a veces con el guitarrista. La banda hace el 80% de los bolos, pero el guitarrista y yo hacemos algo distinto, menos ortodoxo, más libre. Es un formato que nació porque el Museo Picasso de Málaga nos encargó, a partir de «La tejedora», una canción que hice sobre Louise Bourgeois, un concierto especial. Fue muy bonito porque me dejaron usar los dibujos y pude montar una pieza sonora con ilustraciones. Incluso hice una visita guiada de la exposición para coleccionistas, dando una visión irreverente de su obra y su vida, propia de una persona ajena a ese mundo, pero como la tenía muy estudiada pude dar mi interpretación. Tuvo mucho éxito. Este tipo de cosas me dan la vida.

Lo que pasa es que en España está muy mal visto que alguien se salga de su tiesto.

Eso está cambiando, a los museos les interesa mucho el asunto interdisciplinar porque si no se interrelacionan las artes no hay comunicación. Es de paletos pensar que son compartimentos estancos.

Aparte del disco con Nacho Vegas, ¿compones con mucha gente diferente o es algo que te reservas para ti?

Yo estoy muy abierta, pero tiene que ser con gente con la que congenie, este asunto de las colaboraciones forzadas que se prodiga en la música es como una cosa de la realeza del siglo XIX para juntar poderes. Me parece un poco falso, cuando lo he hecho siempre ha sido porque ha ocurrido orgánicamente. Por otro lado, soy un poco una rara avis que la gente no sabe muy bien cómo clasificar ni qué pedirme y al final tampoco trabajo con tanta gente. Pero sí me salen cosas interesantes: Rocío Márquez, una cantaora fabulosa que está arrasando, me pidió hace unos meses que le escribiera un romance. Ella está ofreciendo una visión muy contemporánea de todo lo clásico, es muy técnica y al mismo tiempo muy emocional, una cantaora limpia. Me pidió que le escribiera un romance desde un punto de vista femenino y feminista porque las letras del flamenco están escritas desde el punto de vista de la tradición, que resulta muy machista, y a veces se le atragantan. Ella quería hacer una revisión, utilizar un lenguaje nuevo dentro de una estructura clásica como es el romance. Fue como escribir el «Romance de Gerineldo» trasladado a la actualidad.

Dices “la gente no sabe bien qué pedirme” y me preguntó qué te pide la industria hoy, qué te piden el público y tu manager.

Mi manager no me pide nada, me consigue las cosas que necesito. Normalmente cuando me llegan pedidos es porque me junto con alguien y descubro algo en común, así fue con Rocío Márquez. Coincidimos en una cena, vino y me dijo “estoy buscando letrista y quiero que lo hagas tú”. Me pareció valiente por su parte pedirme una letra para un género tan ajeno a mí como es el flamenco, pero es que realmente las letras del flamenco vienen de los romances y todo lo que yo hago también, así que al final lo llevas dentro. Me resultó muy natural hacerlo, casi por instinto. Los que hemos estudiado en español en el colegio lo llevamos en el ADN y condiciona todo lo que escribimos.

Me refería a qué te pide el público, porque si yo me meto en Spotify salen las 10 canciones más escuchadas de Christina Rosenvinge y entre ellas no aparecen las primeras canciones. Eso es brutal.

Es un disparate. En Spotify aparece lo más escuchado y no lo que más ha afectado. Spotify y YouTube te dan la medida de lo absurdo que es este mundo, se mide la importancia de las cosas por el número, porque realmente cuando toco en directo las canciones que la gente pide y las que les han calado son las que están en el puesto 20 o 25 de esas listas, incluso canciones que no han salido nunca de single. Las que han salido de single son las que la compañía discográfica, que tiene ideas tradicionales, piensa que tienen más posibilidades de ser radiadas porque tienen una duración adecuada. Pero si tienes una balada de siete minutos no lo consideran single. Te digo esto en concreto porque “Canción del eco”, que es una balada de siete minutos, la escribí sabiendo que era una canción muy importante y, sin embargo, en la compañía no lo consideraron igual.

O sea, tú tienes la canción con la que sientes “esto es lo que da sentido a lo que estoy haciendo ahora” y a lo mejor por el formato no encaja.

Yo sabía que esa canción era la que iba a llegar al público porque es la adaptación de un mito como el de Narciso y Eco, que permanece a lo largo de los siglos y sigue teniendo tanto sentido hoy, pero un personaje de marketing, que no viene del mundo artístico sino del mundo económico, es muy difícil que lo entienda.

El último disco lo has sacado con la discográfica del Primavera Sound. ¿Cómo es eso?

Podía grabar otro disco con Warner, pero en el disco anterior hubo un cierto rifirrafe con la elección de singles, y después de esta experiencia que te acabo de contar… Realmente, aunque ellos me quieren tener en el catálogo no entienden lo que hago ni dónde quiero ir y no me apoyan. Además, todo este cambio del formato digital es un sindiós, vivimos en una época muy caótica, no en la cuestión creativa sino en el formato de la industria musical. No tenía mucho sentido hacerlo con ellos, no estaban apostando suficientemente fuerte. Sin embargo en este nuevo sello hay gente que viene de un segmento más underground, tienen aún entusiasmo por la música y quieren hacer esto realmente. El sello no tiene nada que ver con el festival, es parte, pero son independientes.

Me dices que no apuestan lo suficiente, pero ¿qué sería una compañía si apostara hoy en día lo suficiente?

La cuestión es que las compañías discográficas, sobre todo las multinacionales, tienen que rendir al final de año ante sus jefes americanos y no rinden con críticas, rinden con resultados económicos. Les interesa el resultado inmediato, no acompañar a un artista. Pero también necesitan un catálogo y los catálogos se valoran por los clásicos intemporales, de modo que lo quieren tener pero no le dedican tiempo y recursos. Eso se lo dedican a lo que ellos consideran que es rentable.

¿La música mainstream de los concursos y las televisiones?

O artistas mainstream con grandes audiencias y que entran dentro de su sistema de marketing, que consiste en hacer contratos a los artistas que abarcan todos los aspectos, como los futbolistas: derechos de imagen, publicidad, conciertos. Siempre ha habido una cierta tirantez en esto porque por un lado te dedicas a la música por una inquietud artística, pero tienes que negociar con el hecho de que hacer música cuesta dinero. Hay que contratar gente y pagar sueldos, de modo que el aspecto económico está presente todo el tiempo. Influye mucho en cómo haces la música al final, son las posibilidades que tienes de contratar músicos, hacer giras en ciertas condiciones…. No eres libre como artista, estás condicionado por el dinero todo el tiempo. Pero una cosa es tener en cuenta esta sostenibilidad y otra es que se hable de ti como un producto y como una marca. Ahí hay una deshumanización que para mí, ya muy al inicio, desde Álex & Christina, no me gustó y me rebelé en la medida en la que lo podía hacer en ese momento.

Compones y escribes, pero a diferencia de un escritor, cuando te metes en un estudio, implicas a más gente.

Además ahora existe la fantasía con toda esta revolución tecnológica, un malentendido favorecido por los propios poderes de Silicon Valley, que son muy poderosos, y es la idea de que la tecnología te hace libre. En teoría tú puedes grabar un disco en tu casa y es verdad. Yo puedo hacer incluso una película en mi casa y editarla sin salir del teléfono, y un disco lo mismo, pero ¿qué disco y qué película? Las cosas que nos gustan, que nos han afectado y han trascendido no se han hecho en esas condiciones. Todo eso se puede hacer y puede salir una obra de arte utilizando esas limitaciones como un gesto de estilo, pero es algo que normalmente va a ser siempre pequeño y cutre.

Cuando tú te metes con músicos en un estudio, ¿a quién enseñas primero las canciones?

No siempre es la misma persona. Ahora estoy componiendo y le enseño las canciones a mi pareja, que es poeta, Alejandro Simón, y se las enseño a mi manager personal, Álex Sánchez, porque los dos tienen un criterio artístico que comparto, pero aun así nadie tiene el poder de decir sí o no. A continuación se las enseño los músicos con los que estoy tocando y en base a eso van avanzando. Cuando las enseño es porque están muy acabadas. Empiezo 20 canciones que van cayéndose por diversos motivos, porque no me gusta la letra o la melodía, doy muchas vueltas, las grabo, uso el ordenador para eso, no solo en una pista sino con una programación de batería, de bajo, una simulación de cuerdas… y una vez tengo una canción arreglada es cuando la suelo enseñar. Antes las enseñaba con piano y guitarra, nada más, pero luego me di cuenta de que en ese salto entre lo que yo estoy imaginando y lo que finalmente sonaba se perdían ideas que había tenido al principio. Ahora grabo las dos versiones: una desnuda y otra arreglada. Les enseño primero la desnuda, para darles espacio a los músicos y no condicionarles, y si veo que no está yendo donde yo quiero que vaya, voy a la versión arreglada. Pero hay veces que ellos te sorprenden y se inventan algo completamente nuevo que no se me hubiera ocurrido jamás. Mientras que en todos los aspectos de la vida soy muy lenta y me cuesta mucho tomar decisiones, en la música me sucede todo lo contrario: soy muy eficaz e inmediatamente sé lo que es y lo que no.

Volvamos a los principios. Tú naciste en Madrid, aunque tengas origen danés.

Tengo pasaporte danés todavía, pero nací en Madrid y me considero madrileña.

¿Cuándo empezó la música?

Empecé en la música por mi hermana mayor, que tenía siete años más que yo. Ella andaba con músicos y, cuando se marchaban mis padres, los músicos venían a ensayar. Eran lo que luego se convirtió en Gabinete Caligari. Su marido era Eugenio Haro y entré en contacto con una generación que estaba dando la vuelta a muchas cosas. A partir de ahí empecé a asistir a conciertos con mi hermano. Yo escuchaba sus discos y a los 15 años empecé a ir a conciertos, me colaba sin pagar en el Rockola, en la Escuela de Caminos, en el Johnny. A muy temprana edad vi conciertos que me impactaron, muchos: desde Siouxie and the Banshees a Wilko Johnson, y los grandes también: Los Ramones, The Clash…

Tu primer proyecto fue Magia Blanca, pero ¿ahí sacaste disco?

Hubo disco pero fue un poco chapuza, aquella banda estaba montada sobre las influencias de Álex. En realidad mi primera banda fue Ella y los Neumáticos, con el batería de Gabinete Caligari. Ella y los Neumáticos fue una banda con mucha actividad que acabó prematuramente porque cada uno se fue a hacer algo distinto. Ahí era cantante y luego aprendí a tocar. Yo me monté una banda con una amiga, pero no llegamos lejos. Cuando conocí a Álex montamos primero Magia Blanca que estaba más basado en sus influencias, de música negra, que en las mías. El primer disco tenía una cierta influencia funky y las cosas que le gustaban a él. Resultó una chapuza porque no lo grabamos nosotros realmente. Para tener acceso a un estudio hicimos una sesión con dos músicos que en ese momento estaban en muy buena situación y, a cambio de grabar canciones nuestras, cogimos una canción suya y la grabamos en ese disco. No reflejaba lo que nosotros estábamos haciendo, y Magia Blanca se quedó en ese disco. A continuación montamos Álex & Christina, ahí ya con mis influencias, que bebían más del pop francés. Yo había descubierto a France Galle, Gainsbourg, Niagara…

Se podría pensar que tú estabas ahí arropada por el mundo de los hombres, tan del rock and roll, pero de repente ya eres Christina.

¿Por qué es el mundo de los hombres el rock and roll?

Estabas en un grupo donde solo hay hombres.

Sí, desde siempre ha habido muy poca presencia femenina. Últimamente estoy participando en todo este debate feminista que se ha montado desde el 2011, me parece muy interesante. Muchas veces me preguntan por qué yo pude entrar en ese mundo que era exclusivamente masculino y las razones son varias. Una de ellas es haber crecido en una familia danesa. Yo no sufría ese control paternal que tenían todas mis amigas, tenía bastante libertad para entrar y salir. Crecimos en la calle. Mi yo más interno era muy masculino. Me gustaba Bruce Lee, leía cómics y oía los discos de Jeffrey O’Toole, cosas que no hacían mis amigas. Mis héroes eran masculinos y pude estar expuesta a esto de ir a conciertos. Cuando llegué a ver a The Clash me identifiqué con ellos.

Es verdad que el rock no es fundamentalmente masculino, pero las bandas con cuatro chicos son más frecuentes que a la inversa.

No había baterías y bajistas mujer porque para que una chica sea instrumentista tienen que darse varias circunstancias, como que tenga acceso al instrumento. Yo en mi casa llevaba pidiendo un piano desde los 8 años porque me encantaba la música clásica y me decían que yo con el tutú. Y eso que me pintaba un piano en la mesa y hacía que tocaba, pero me mandaban a baile porque la danza es un terreno más femenino. Pero como no había mucho control yo pude empezar a tocar, aunque sin dar clases. Por otro lado, una vez que estás dentro del local te haces valer y ahí dentro te ganas el respeto.

Además de ser músico, también escribes sobre temas muy particulares. ¿Cuándo entra la literatura en tu música?

Muy al principio, la literatura fue un proceso paralelo desde pequeña, igual que oía los discos de mi hermano, leía sus libros. De pequeña, leí En el camino, de Kerouac, y Kafka… El proceso fue la primera gran novela que leí. Venía de leer las aventuras de Los Cinco y aquello me transformó, en el mismo momento en el que me estaba convirtiendo en una adolescente oscura. Todo eso fue parte de lo mismo.

Tu parte oscura está siempre muy presente en tus letras, en tu manera de cantar. ¿Hasta qué punto es un recurso lírico o es real?

Para mí la oscuridad no es oscuridad, no lo llamaría ni siquiera así, es más bien un cierto sentimiento arrebatado, dramático, romántico de la vida.

Eso es muy tradicional, viene también del Romancero.

Claro, yo siempre vuelvo ahí y cada vez con más intensidad. La inspiración de muchas de mis canciones ha venido de la Biblia, fíjate si bebo de los principios. Son cosas que en la adolescencia miras de una manera más prejuiciosa y sin embargo, con los años, eres capaz de mirarlo con sorpresa, con más ingenuidad, entendiendo la potencia de esos textos fuera de su contexto.

Antes me hablabas de tus influencias y de la canción francesa… ¿Qué te pareció el primer disco de Carla Bruni cuando salió y qué opinión te merece el personaje?

Sí, a mí me gustó. Yo imagino que Carla Bruni debe de ser una mujer muy brillante, que si se propone hacer un disco de cantautora brutal, lo consigue, pero que si se propone ser primera dama de Francia, lo consigue también. Y si se hubiera propuesto ser química, posiblemente hubiera inventado la vacuna del SIDA. A mí me defrauda que haya aplicado su inteligencia para un papel tan tradicional como es el de geisha, ser la gran mujer detrás del gran hombre. Esto me parece penoso y muy traidor a las demás mujeres, porque podía haber hecho algo muy grande.

En España ¿qué mujeres te gustan? Escuchando tus canciones encuentro influencias de todo tipo.

Seguramente habrá alguna otra antes, pero para mí la primera figura cantautora pop española es Cecilia. Era una grandísima compositora. Y Marisol. A mí siempre me ha encantado, participo de ese mito completamente, ojalá hubiera tenido un terreno más abonado para expresar su verdadero yo desde el principio y no hubiera crecido ese resentimiento en ella y ese desgaste por haber sido manipulada de una manera tan terrible. Aun así, me parece una potencia artística por encima de todo eso. Y Vainica Doble, desde luego.

Hoy tú puedes ser vista como una de las mamás del indie, arropando a un montón de grupos que luego han ido triunfando. Tú, ¿qué tienes que ver exactamente con eso?

No tengo tanto que ver, no, yo he sido una corredora solitaria, aunque he afectado a gente en concreto que me lo ha ido diciendo. Nacho Vegas fue el primero de esta generación que me lo dijo. Le conocí porque me escribió una carta un poco de fan cuando iba hacer su primer disco en solitario, y me pidió que hiciera una colaboración con él. Yo estaba en ese momento viviendo fuera de España, pero cuando volví, nos conocimos, y así se fraguó eso. Ahora mismo me gusta mucho Miren Iza, me parece fantástica y muy interesante, pero hay muchas, como Anari, con quien voy a tocar dentro de poco.

Tú empezaste a componer con piano para los discos en inglés, ¿no?

Sí, en los discos en inglés, entre el primero y el segundo. Luego he aprendido un poco a producir. Fue algo que empezó con Que me parta un rayo, el primer disco en solitario. Estaba producido por otra persona y me sentí muy frustrada por no haber sabido comunicar lo que quería. En el segundo, trabajé con un grupo de músicos más afines, y con Steve Jordan en concreto, que es un músico excepcional, y trabajando con él y con Niko Bolas fue como aprendí a producir. El tercer disco lo grabé ya en Nueva York y a partir de ahí ya he producido yo todo. He ido abarcando cada vez más ámbitos. No siempre el resultado final es el que tú querías, al igual que los videoclips, no eres responsable de todo lo que sale, pero por lo menos, en lo musical, sí se acerca bastante a lo que yo tengo en la cabeza.

Tras tantos años de carrera, tienes a tus fans y también tienes a la gente que te conoce porque escucha tus canciones y luego a la gente que te conoce incluso por ‘aburrimiento’, por el tiempo que ha pasado.

Eso que dices para mí es una fuente de frustración porque tengo la sensación de que la gente conoce mi cara, incluso mi discurso, más que mi música. Mi música sigue siendo un poco minoritaria, o para iniciados: mucha gente tiene interés por lo que cuento y no se han parado a escuchar las canciones, es algo que me ocurre con cierta asiduidad. Hay todavía cierto prejuicio respecto a lo que soy y una distancia entre lo que soy y lo que hago.

Eso es en realidad lo que te quería preguntar, ¿cuál es el porcentaje de gente que te conoce, que sabe de qué va la onda realmente?

No es algo personal, sino cómo está construido, de manera que tú tienes el cuerpo de tu trabajo, pero luego se vende a través de un personaje. Ese personaje es una construcción en la que yo no tengo tanta responsabilidad, porque luego hay una forma de difusión que no es a través de la música, sino de la palabra. Lo que aparece en una entrevista es una construcción que no es tan fiel al original. Te pongo un ejemplo: cuando saco un disco se organizan estas promociones en las que tienes que dar cuatro entrevistas al día, el discurso es más o menos el mismo en todas, ¿por qué se llama así el disco?, ¿por qué estas canciones?, ¿qué pienso de la vida, del partido político de turno? Ahí, lo que yo digo tiene pequeñas variaciones, pero hay un diálogo con el periodista y luego hay un editor que decide qué partes se publican y qué partes no, hay quien elige la foto y sobre todo lo que se entresaca, una frase en concreto. En esas cuatro entrevistas parezco cuatro personas completamente distintas: en una puedo parecer una pija que va de compras, en otra parece que soy de derechas, en otra que soy de izquierdas, y en otra parecerá que soy una persona muy profunda y sufriente. Es muy divertido porque el personaje público es un Frankenstein que no tiene tanto que ver conmigo y la gente cree que te conoce. Unos llegan hasta la música pero la gran mayoría no. La mayoría de gente que lea esta entrevista no va a escuchar una sola canción, sin embargo tendrán la sensación de que me conocen. Supongo que yo hago lo mismo y que tengo un montón de opiniones muy básicas y primarias sobre mucha gente.

Tú tienes fans de varias generaciones. Eso me parece muy difícil de conseguir, y más en España, porque aparte de Raphael y Miguel Ríos a pocos más les respetan durante toda su carrera.

A mí no siempre me han respetado porque he tenido una carrera muy atípica, con salidas de tono muy grandes. He hecho cosas que no estaban en el guion. A la gente le gusta clasificarte y pensar que ya saben lo que eres. Cuando ya habían aceptado un papel, de repente dices que vas a hacer otra cosa. Por ejemplo, Alex & Christina era percibida como una banda comercial y como un producto, pero eso era por una cuestión de mercadotecnia de Warner. Éramos dos personas en un cuarto durante cuatro años componiendo canciones, no era «olé olé», y sin embargo, por cómo se vendió, fue desvalorizado, cuando era algo artísticamente legítimo. Luego de ahí doy un salto y me convierto en cantautora rockera. Eso todavía hizo gracia, pero cuando decidí que iba a ir hacia algo más agresivo y más experimental, se me cerraron muchas puertas. Pegué un salto suicida: ¿no se me va a permitir que lo haga? Entonces me voy a mi cuna de origen, Nueva York, y lo doy allí. Consigo establecerme y tener un cierto respeto. Se dio la paradoja de que conseguí girar en Europa y en Japón, pero como algo americano. Estuve desaparecida durante 10 años y cuando volví a España hubo otro salto mortal que me metió en esta generación indie, aunque realmente no tenía mucho en común con ellos ni había tenido la misma trayectoria. Sentí que había desaparecido. Frozen pool no se editó en España hasta muchos años después.

Decías que has tomado una voz muy activa en todo el debate feminista de los últimos años…

Sí. La semana que viene voy a un festival feminista en Donosti y luego voy a uno en Vaciador y voy a dar una conferencia de inspiración para que las jóvenes científicas no abandonen su carrera. Y es que no está tan lejos de lo que ocurre con la música. Lo primero es ganar en concienciación, hay distintos pasos a dar y para mí es una maravilla todo lo que está ocurriendo porque, a pesar de todo lo que se está intentando denostar al feminismo desde los medios, esta vez no hay vuelta atrás. Llevo hablando de feminismo desde que tenía 16 años , pero cada vez que decía que era feminista, con mi melena y mis labios rojos, la gente flipaba por mucho que yo dijera que no había contradicción alguna. Quiero lo mismo que tienen los tíos. El feminismo no es otra cosa, todo lo demás son cuestiones cosméticas. El feminismo es simplemente que no se te asigne tu función en la sociedad en base al género con el que naces.

***

David Villanueva (Madrid, 1968) es músico, director de Buensalvaje y editor de Demipage. Recientemente ha lanzado el disco Esclavos del agua.

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Comentarios

  • Nombre

    Por Nombre, el 10 febrero 2017

    Sí, sí; pero el vídeo lo he parado cuando sale la nalga respingona.
    Por lo demás, también. Malos tiempos para la lírica, ¿no?

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