Cine, cine, cine, más cine español, por favor

Fotograma de la película ‘Maixabel’.

Hoy en ‘Área de Descanso’ no leemos, sino que nos vamos de cine. Y a ver una extraordinaria otoñada de buenas películas españolas, como ‘Maixabel’, ‘Y quién lo impide’ y ‘El buen patrón’.

Supongo que será cuestión de la edad, pero me parece que hay pocas sensaciones tan mágicas y reconfortantes como cuando se apagan las luces en una sala de cine. La oscuridad te acoge y las imágenes que vienen de la pantalla te envuelven en una historia. Estos días me he dado cuenta de que las últimas veces que he ido a una sala ha sido para ver cine español. Y no por nada parecido al patrioterismo pueril y chabacano, sino porque de la cartelera era lo que me parecía más atractivo.

No suelo leer crítica cinematográfica. Me dejo llevar por mi instinto y por lo que me pide el cuerpo en ese momento. Y estas semanas, al menos en este terreno, mi instinto ha funcionado. Aún le doy vueltas a la historia de Maixabel, de Icíar Bollaín, dramática y luminosa a la vez, con una Blanca Portillo que se sale de la pantalla. ¿Habría sido yo capaz de ser tan generoso como Maixabel en su situación? Creo que el mundo es un poco mejor gracias a personas como ella.

En El buen patrón regresa el mejor Fernando León de Aranoa. Sabe como pocos aliñar la denuncia social con el humor, hilar un guion siempre original y sorprendente, con giros inesperados. Esta vez nos trae una historia en torno a un empresario que repite esa empalagosa, cínica y perversa máxima del capitalismo fordista de que la empresa es la familia y, como tal, el empresario es el padre de toda la plantilla. Javier Bardem está inmenso y borda el papel. Qué actor más impresionante y versátil, mal que le pese a la caspa.

Fui a ver Y quién lo impide, de Jonás Trueba, para intentar comprender a mi hijo adolescente. Y creo que ahora le entiendo un poco más. Pero cuando me senté en la butaca y el propio director, acompañado de dos de las actrices, dijo que la película duraba tres horas y media, casi me da algo. Lo cierto es que se me pasó volando. ¿Cómo consiguió este joven director que me implicara tanto en la vida de los adolescentes con los que ha conversado a lo largo de cinco años? Es de agradecer que haya salas que se atrevan a proyectar este tipo de cine, minoritario y necesario. Podría ser incluso un acto de amor, dijo Trueba en la breve charla previa a la proyección. Podría.

Que me siga cautivando ir a una sala de cine, no excluye que me gusten también las series. Aunque hubo un tiempo en el que muchos intelectuales y culturetas renegaban de ellas, como si fueran un género menor, solo para el gran público, no para ellos. Ahora son los primeros en darnos la tabarra con el último estreno y, si no sabes de qué te están hablando, te miran por encima del hombro. Menos mal que a mí me protegen mis gafas de pasta. Mi problema con las series es que, como me guste una, no puedo dejar de verla, un capítulo más, me digo, y me dan las tantas, como a mucha gente, por otro lado. Por eso intento moderarme. El tiempo no puede estirarse tanto.

Ahora estoy enganchado a La Fortuna, dirigida por el siempre brillante Alejandro Amenábar, capaz de aunar lo mejor del cine europeo y del norteamericano. Para que la caspa diga luego que el cine español es mal. Solo porque le levantaron una ceja durante la invasión de Irak. Ellos se lo pierden. Tengo pendiente la última de Almodóvar. Si aún no la he visto no es porque lo diga Boyero, sino porque cuando lo he intentado no había entradas. Por cierto, este crítico ha anunciado que no cubrirá más festivales en El País porque están infectados por lo políticamente correcto. Eso me han contado, al menos.

La verdad es que empiezo a no tener muy claro de qué hablamos en España cuando hablamos de lo políticamente correcto. Entiendo que son un disparate algunas cosas que nos llegan de Estados Unidos, como la intención de sustituir el nigger que usó Twain en Huckleberry Finn para referirse a negro por una palabra más amable. Desconozco si al final lo han logrado los promotores de esta idea que destruye el concepto de cultura. Es cierto también que hay un sector del progresismo en España que puede caer en cierta mojigatería pudibunda. Siempre la ha habido en realidad, sobre todo quienes profesan su ideología como si fueran súbditos de una religión monoteísta. Una minoría, creo, en todo caso. De lo que sí estoy seguro es de que, en España, quienes son intolerantes de verdad, los de pura cepa, son los integrantes de la caspa, los restos del franquismo, capaces de ponerte una querella por sacar la procesión del coño insumiso (al margen de que sea de mejor o peor gusto), por citar un ejemplo.

Vomitar cuando uno lee cosas como las que cuenta Sánchez Dragó, quien alardeó en uno de sus últimos libros de haberse acostado con niñas en Japón, lolitas las llamaba, no me parece que tenga que ver con lo políticamente correcto, sino con la justicia y la dignidad humana. Tampoco creo que tenga que ver con lo políticamente correcto revisar la figura de Neruda por la violación de una sirvienta en Ceilán y que el propio autor relata en Confieso que he vivido.

Dragó es un mal escritor y ni siquiera vale la pena detenerse en su obra. Por no decir que siempre ha vivido del erario público gracias a los programas de televisión que le cede la derecha graciosamente cada vez que gobierna, aunque se declare el más ultraliberal del mundo y rechace al Estado cuando se trata de ayudar a los más desfavorecidos. Neruda es otra cosa. Es un gran poeta, un poeta inmenso. Revisar su figura con cierta distancia no implica necesariamente rechazar su obra, o sí, porque me temo que ahí entramos en un debate que ha de resolver cada uno. De lo que estoy seguro es de que es muy necesaria esa nueva mirada hacia su vida y la de otros personajes alentada por el feminismo, no tanto para juzgarlos, sino para entender lo que somos hoy. Hasta ahora habíamos leído esa confesión de Neruda millones de personas sin que saltara la alarma. Tal era la sensación de impunidad que había ante estos hechos. Cuestionar algunos aspectos de su biografía, como la violación de una chica, me parece no solo importante, sino imprescindible, no tanto por Neruda, que ya está muerto, sino por lo que tiene de cuestionamiento de nuestra sociedad actual, de nuestra complicidad, o ceguera, y utilizo este término por ser políticamente correcto.

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Comentarios

  • Teresa Castro

    Por Teresa Castro, el 01 noviembre 2021

    No me conformo con que todo sea visual. A quien tiene el hábito de leer no creo lo abandone.La lectura activa tu imaginación y además te enseña vocabulario.Prefiero leer en idioma original y no malas traducciones hechas por traductores que no son escritores.A los 6 años fui estimulada a leer y socia de una biblioteca.

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