Compañeros de viaje, más que de cama

© Kaoler

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«Cuando me he sentido solo, he echado sobre todo de menos la compañía bajo la manta viendo una película o el detalle de una taza de leche con miel cuando el resfriado no me dejaba salir de la cama». Mucho antes que el sexo. Paco Tomás escribe sobre los compañeros de viaje / de vida, sobre complicidades y compromisos. ¿Por qué se rompen tanto tantas parejas homosexuales

***

Emprendo la escritura de esta columna jónica con la prudencia de un equilibrista ante el alambre. Sé lo que quiero contar y sé lo que no quiero parecer al contarlo, pero, como el saber ocupa lugar –vaya si ocupa, que se lo pregunten a mis mudanzas-, no sé si entre tanto embalaje acabaré tropezando.

Reflexiono sobre unas palabras que escuché a un amigo mientras conversábamos en la barra de un bar. Entre bromas, pero sobre un lecho de razón notable, dijo que, para un homosexual, cada año en pareja equivale a siete años de un heterosexual. O sea, que si rompes tu relación tras siete años de convivencia, el desgaste que ha sufrido tu idilio equivale al de cuarenta y nueve en una pareja heterosexual. Eso me empujó a pensar por qué el hecho de disfrutar de una determinada tendencia sexual nos hace exprimir de manera tan voraz las emociones y los sentimientos. Por qué hablamos del desgaste de cuarenta y nueve años e ignoramos los vínculos, los afectos, los lazos que proporcionan esos mismos años.

Partimos de la base de que hablamos de relaciones de pareja sin conflictos extremos. No hablamos de malos tratos, ni de dolores permanentes, ni de un camino de espinas. Simplemente me refiero a historias de amor que se desvanecen sin apenas darnos cuenta.

Parece indiscutible que las parejas gays rompen con más frecuencia. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística referidos a 2012, el 5,3% de los matrimonios entre parejas del mismo sexo acabó en divorcio. Curiosamente, no tiene que ver con el hecho de ser homosexuales sino con el hecho de ser hombres. Estudios psicológicos afirman que en la biología masculina existe una especie de gen cazador que nos obliga a estar continuamente olfateando la presa y buscando nuevos comienzos. Por eso son más infieles ellos que ellas. Es la presencia femenina en la relación –más cómoda en la estabilidad- la que asienta, al menos en apariencia, esa pulsión masculina.

Sin embargo, nosotros, que durante años lamentamos la ausencia de amor, que soñamos con la pareja como si se tratase de un deseo inalcanzable, rompemos con más facilidad que una pareja hetero. De hecho, tenemos el mérito de convertir un año de amor en siete años de deterioro de la relación. Y confieso que me inquieta, aun sabiendo que estoy generalizando y que no existe una verdad absoluta cuando hablamos de sentimientos. Pero permítanme teorizar vagamente sobre este asunto.

Lo que planteo va más allá del matrimonio. Hablo de la capacidad de compromiso. Analizando las razones por las que rompe una pareja de dos hombres suelo encontrarme con personas que argumentan falta de comunicación, otras que hablan de incompatibilidad de caracteres y otras que hablan de la total ausencia de relaciones sexuales con el paso del tiempo. Esos argumentos son idénticos a los que podría emplear una pareja heterosexual. Entonces, ¿por qué nos separamos más nosotros? Unos piensan que porque hemos llegado a un nivel de sinceridad en la pareja superior al que tiene un hombre y una mujer. No lo creo. En cualquier caso, la sinceridad está sobrevalorada. Nadie que comienza una frase con un ‘te voy a ser sincero’ va a decirte algo bonito. Otros piensan que en la variedad está el gusto y de la misma manera que por mucho que te guste la paella no comes paella todos los días de tu vida, es ilógico pretender que un amor sea eterno. Puede que exista una base verdadera en ese discurso, pero se opone a cualquier principio de compromiso.

Hemos llegado a romper relaciones argumentando incompatibilidad de caracteres simplemente porque a un miembro de la pareja le gustase trasnochar y al otro no. Hemos roto relaciones porque, después de siete años, ya no follamos como antes. Después de ese tiempo (cuarenta y nueve años de pareja gay), ni tú ni nadie, pienso yo. Esos argumentos me empujan a pensar si estamos frivolizando con las relaciones, si aún no tenemos claro en qué se basa el compromiso que, por otra parte, tanto anhelamos.

Quizá bastase con entender la pareja de la misma forma que la entendieron nuestros padres: encontrar compañeros de viaje para un proyecto de futuro. Esas relaciones, y vuelvo a generalizar, son producto de una época, cierto, pero me interesa detenerme en su subtexto. Son relaciones que no se basaron en el sexo, ni en los gustos personales de uno u otro miembro de la pareja; se sustentaron en un amor mucho más duradero que la pasión y en un proyecto de vida común. Sé que puede sonar antiguo, que algunos pensarán que es un discurso tan conservador que apesta, pero les aseguro que a medida que se van cumpliendo años, uno piensa mucho más en los compañeros de viaje que en los compañeros de cama.

Cuando creemos que hemos encontrado a la persona con la que nos gustaría emprender ese camino, cuando conocemos sus defectos y valoramos sus virtudes, cuando respeta nuestros silencios e interpreta nuestras miradas, cuando sabemos lo que es reír y llorar juntos, tiendo a pensar que es una frivolidad abandonar ese viaje porque “ya no follamos como antes”. Cuando me he sentido solo nunca he echado de menos una polla. Encontrar sexo es medianamente sencillo. He echado de menos la compañía bajo la manta viendo una película o el detalle de una taza de leche con miel cuando el resfriado no me dejaba salir de la cama. Supongo que la clave está en encontrar al compañero de viaje. Todo lo demás es una simple negociación. Me leo y no pienso que me esté haciendo mayor; creo que ya soy mayor.

Puedes escuchar el último programa de Wisteria Lane dirigido por Paco Tomás en RNE

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Comentarios

  • viaje en monociclo

    Por viaje en monociclo, el 25 marzo 2014

    Tampoco quiero generalizar, es un gran error el que caemos las personas, pero no es cuestión de edad como Ud. dice. La mayoría de parejas formadas por dos mujeres o un hombre y una mujer crean lazos familiares mientras nosotros somos «zánganos» borrachos de miel hasta que llega la resaca.

    Me ha gustado su artículo, creo recordar hablar de algo parecido la primera ver que lo conocí.

  • paula

    Por paula, el 26 marzo 2014

    ¿y el amor dónde se queda?¿también está sobrevalorado? (ojalá me digas que no)

  • Santiago

    Por Santiago, el 26 marzo 2014

    Me quedo con su frase que a medida que los años pasan uno piensa más en los compañeros de viaje que en los de cama.
    ÁNIMO

  • eva

    Por eva, el 26 marzo 2014

    Me parece un texto estupendo de verdad. Querría querría matizar algo, si se me permite, en la parte relativa a las relaciones heterosexuales.

    Como tal, siempre que escribo sobre relaciones homosexuales, lo hago con la prudencia de quien sabe que hace una incursión en terreno desconocido, basándome en conversaciones con amigos y en los datos publicados que manejo… Paradógicamente, a mi me rodean amigos homosexuales que sí han logrado una pareja estable, feliz y duradera, algo que a mí y a mis mil quinientas íntimas amigas, heteros, nos resulta una gesta totalmente imposible.

    Querría apuntar un dato: que los señores heteros también follan a destajo, igualito que los gays, gracias a las tecnologías (ahora) y desde siempre, por la amplia disponibilidad de sexo gratuito y de pago. Que ellos, como hombres, sí que tienen inoculado el gen de la promiscuidad, de la caza, de la seducción… Y son jaleados y ensalzados por sus familiares, amigos y vecinos por cada presa que relatan.

    Acerca del compromiso, esa gran asignatura pendiente: ¿Sabe lo complicado que es que los Peter Panes heteros asuman una pizca de responsabilidad, que intenten una proyección de un futuro que vaya más allá del siguiente polvo…? Como bien he leído, se supone esto de la promiscuidad es innato (?) al hombre, como varón lo arrastra desde las cavernas (lugar del que siglos ha que hemos salido…), nada que ver con la opción sexual. Se olvidan que, una vez se le cae el «velo» de castración y censura, la mujer pued ser tan suelta como un tío…

    Pensando en esa reflexión acerca de la diferencia entre cómo hombre y mujer afronta la relación, planteo: ¿se hacen idea del esfuerzo de empatía que exige intentar hoy día una relación con un hombre, y lo complicado que es tratar de entender a los tíos sin tener un rabo propio? Creo que ha caducado el estereotipo que representa una mujer pasiva, todo paciencia, estabilidad y aguante… Somos capaces de todo eso y de más por amor, cierto, pero que vayamos a darlo porque sí, desde el principio y a un desconocido, ya no es algo que nadie deba dar por supuesto.

    Siento divagar tanto…

    De nuevo, muchas gracias por el artículo. No puedo estar más de acuerdo respecto de la sobrevalorada y mal invocada sinceridad, respecto del concepto de viaje que es la vida… En efecto: cuando una se siente sola, no faltan pollas, faltan besos.

  • marina

    Por marina, el 26 marzo 2014

    Somos muy putas y necesitamos nabo a todas horas. Que tiene de malo? Todos morimos solos

  • otramas

    Por otramas, el 26 marzo 2014

    El problema está en tener relaciones con hombres. Yo estoy casada, hace ya muchos años, pero aún estoy esperando el día en que mi marido me traiga una sopa caliente estando enferma, o me haga un regalo espontáneo.
    Simplemente, se cansan y dejan de esforzarse una vez pasa la novedad y la conquista.
    Otro problema es la falta de empatía. Recuerdo una temporada en que él estuvo enfermo. Le acompañé a todas las curas, consultas, radiografías y a veces a urgencias, por supuesto. Y me llamó muchísimo la atención jamás encontrar a un solo hombre acompañando a sus esposas, abuelas, hijas…siempre éramos mujeres.
    Yo lo tengo clarísimo: cuando me encuentro mal me voy a casa de mi madre o tiro de hermanas y amigas. De él no espero nada

  • Martín Bonfil Olivera

    Por Martín Bonfil Olivera, el 26 marzo 2014

    Qué hermoso. Suscribo por completo, desde los 21 años de vida común (aunque no bajo el mismo techo) con mi pareja/compañero de viaje.

  • J.SEQUEIROS

    Por J.SEQUEIROS, el 05 abril 2014

    “ya no follamos como antes”, efectivamente las cosas tienen su momento, y a medida que pasan los años surgen nuevas prioridades, con ello quiza se tenga que postergar otras. Excelente artículo.

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