Comunidades energéticas frente a la crisis climática y la despoblación

Castilfrío de la Sierra, en Soria, acoge el proyecto Hacendera Solar, una comunidad energética que cubrirá parte de la demanda eléctrica del municipio y ayudará a reducir las emisiones de carbono.

“He aprendido que es posible que nosotros mismos generemos nuestra propia energía, que nos salga más barata y que se puede hacer creando una cooperativa entre las personas del pueblo; todo algo muy positivo, que nos empodera”. Son palabras de Encarna Molina, vecina de Arroyomolinos de León y socia de Arroyo Alumbra, cooperativa que sustenta la comunidad energética de este pueblo de la provincia de Huelva. Resumen los beneficios ambientales, económicos y sociales que buscan las comunidades energéticas, especialmente valiosos para entornos rurales. La Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes) ha mapeado el estado de la cuestión en España y ha dado con 347 de estas comunidades, muchas en entornos rurales y no exentas de obstáculos y problemas para consolidarse y ampliarse.

Uno de los aspectos que más llama la atención del mapa de Ecodes es la importancia que se da en sus fichas a quién participa en las comunidades energéticas y qué aspectos sociales abordan. Es cierto que el fin primordial es crear una infraestructura energética comunitaria, renovable y eficiente que sirva como herramienta para combatir la crisis climática y para que los consumidores se conviertan también en productores abaratando sus facturas. Pero en un ámbito rural en el que la despoblación está muy relacionada con la pérdida de lugares de socialización, de ocio o laborales, sean bares, centros culturales o cooperativas, la irrupción de estas figuras ha vuelto a hacer pueblo, a hacer piña en torno a un proyecto común al que se unen vecinos, pero también ayuntamientos, colegios, bares, comercios y otras pymes.

“El tema de la energía es ahorro y renovables, pero también queremos poner el foco en que es mucho más: es un espacio para fomentar la participación y el consenso y crear comunidad. Tenemos claro que deben abordar otras cuestiones: pobreza energética, igualdad de género, jóvenes, mayores, participación social, espacios públicos…”. Carlos Pesqué, subdirector del Área de Energía y Personas en Ecodes, destaca la importancia del aspecto social a la hora de lanzar la encuesta previa que ha llevado a crear un mapa con 347 comunidades energéticas en diferente grado de desarrollo, participación y forma jurídica. “La mayoría de ellas instaladas en pueblos”, recalca Pesqué.

“Nos ha enriquecido mucho asistir a estos talleres”. “Hay confianza en participar en temas que de partida no entendemos”. “Con muy poquitos que nos impliquemos esto puede ser interesante y salir adelante”. “Vemos un beneficio para la comunidad”. Son frases de personas que han participado en el proceso de constitución de Arroyo Alumbra y las pronuncian a la cámara en un vídeo  que resume su trayectoria desde que se planteó su creación.

Primer paso, estudiar cada factura

Aparte del mapa elaborado por Ecodes, otra herramienta que se ha convertido en referente en este campo es el Manual para una comunidad energética rural publicado por Red Eléctrica. Aquí también se habla de esta figura como “un proceso de diálogo en el municipio acerca de la energía que necesitamos para una vida buena, digna y sostenible, para las personas que habitamos el entorno rural y las que están por venir. Esta visión de futuro compartido para nuestros pueblos se tiene que llevar a la práctica de una manera participativa, construyendo alianzas y espacios de toma de decisiones sobre los recursos energéticos de nuestra localidad que incluya a los ciudadanos y ciudadanas como actores clave, y no sólo como consumidores. El derecho a la gestión de la energía renovable es, hoy día, un elemento estratégico de desarrollo, soberanía local y resiliencia”.

A partir de aquí, la formación se convierte en un elemento clave. “Mañana nos vamos a dar una charla a Guadalajara”, comenta Carlos Ariñez, presidente y uno de los impulsores de la considerada primera comunidad energética, Luco Energía, de Aragón, en el pueblo turolense de Luco de Jiloca, de unos 60 habitantes (“realmente poco más de 30 en invierno”, apostilla Ariñez). Previa a esta labor de difusión que ahora realizan por otros pueblos de España, Ariñez y sus compañeros empezaron a comienzos de 2021 en Luco de Jiloca “casa por casa, presentando el proyecto con muchas reuniones informativas y formativas, visitando también nosotros proyectos, informándonos, leyendo a fondo la normativa y dónde lograr subvenciones y ayudas públicas, trabajando a nivel contable, técnico, fiscal, administrativo, cavando zanja, vallando…”.

El proceso de constitución y puesta en marcha de Luco Energía despeja algunas dudas sobre las condiciones en que se desarrollan. Lo explica Carlos Ariñez: “Cada vecino ha invertido en el proyecto en función de sus necesidades energéticas, con un estudio previo de las facturas para orientar a la gente con qué potencia le sería rentable invertir. A algunos con 1 kw les valía, a otras con 2, a otros con 3. Siempre en función del consumo actual y de la previsión de futuro y con la eficiencia energética en la base, por ejemplo, pasando consumos de noche al día, que es cuando producimos”.

Miembros de Luco Energía, considerada la primera comunidad energética de Aragón, en el pueblo turolense de Luco de Jiloca.

Oficinas de transformación comunitaria

Tan importante es esta etapa informativa y formativa que dentro de las ayudas a la creación de comunidades energéticas articuladas a través del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) está la de la creación de oficinas de transformación comunitaria (OTC): CE-Oficinas. Su objetivo principal es difundir, promocionar y dinamizar estas comunidades. “La formación energética es importante, debido al desconocimiento que hay sobre el tema, sea la factura, la potencia a instalar o quién produce, distribuye y vende o te compra la energía. Pero también es importante la formación en asociacionismo y cooperativismo, incluso en zonas rurales donde hay algunas experiencias no del todo buenas en este sentido”, explica Rosario Alcantarilla, socia e impulsora de la cooperativa Diecisiete.

Diecisiete está detrás del impulso y éxito de Arroyo Alumbra, y se espera que igualmente de otras comunidades energéticas. Alcantarilla explica que trabajan desde la OTC de EnRedCoop de Andalucía “con un programa de acompañamiento a otra comunidad energética ya en marcha y a ocho que han formado ya sus grupos motores, constituidos por personas que por su conocimiento o preparación la impulsan desde un primer momento”. Este acompañamiento permite a cada comunidad diseñar su propia hoja de ruta mientras crecen en conocimiento técnico, desarrollan nuevas habilidades cooperativas y adquieren herramientas que faciliten la viabilidad económica del proyecto. Es algo muy similar al programa de formación que está a punto de iniciar Ecodes en Aragón con la Escuela Energía Común .  

La implicación del asociacionismo rural, fundamental

En Soria, Castilfrío de la Sierra se ha convertido también en un referente del que están empezando a nacer nuevas iniciativas. A partir de otra comunidad energética pionera, Hacendera Solar, este pueblo de 40 habitantes extiende su ejemplo al resto de los que forman la Mancomunidad Tierras Altas de Soria a la que pertenece. Raquel Soria, agente de Empleo y Desarrollo Local de la mancomunidad, aclara que “parece que 16 ayuntamientos y 60 pedanías son muchas, pero entre todas no sumamos más de 1.600 habitantes”. Añade que están ahora “con un proyecto piloto en cuatro pueblos con instalaciones mini-eólicas, puntos de recarga de vehículos eléctricos y adquisición de varias bicicletas eléctricas y de un coche eléctrico, gracias a las ayudas CE-Implementa del IDAE”. La participación activa de Tierras Altas de Soria demuestra la importancia de la implicación de grupos de desarrollo rural.

Como el programa CE-Oficinas, CE-Implementa se enmarca en las ayudas del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia para la ejecución de los fondos Next Generation EU. En este caso identifica a las comunidades energéticas como “un actor clave en la transición energética, dotando a estas entidades de la capacidad financiera necesaria para desarrollar las actividades de construcción y puesta en marcha de instalaciones vinculadas con la participación social en el sector energético”.

Una de las reuniones formafivas organizadas por Ecodes.

Una de las reuniones formativas organizadas por Ecodes.

No solo solar, también eólica y biomasa

El IDAE incide también en que, como ocurre en la Mancomunidad de Tierras Altas con la mini-eólica, las comunidades energéticas no dependen solo de una tecnología renovable, como puede ser la solar fotovoltaica, y un tipo de generación, la electricidad. Recuerda que se pueden implantar energías renovables “en la producción, consumo y/o comercialización de energía eléctrica, térmica (calefacción), mecánica o combustible (biogás), así como en el desarrollo de medidas de eficiencia energética o de movilidad sostenible”. En el caso del medio rural es muy importante destacar que se “utilizan los recursos locales que tienen a su alcance y de los que pueden disponer (eólica, solar, biomasa, etc…). Con ello consiguen ser aún más autónomos y disminuir la dependencia de energía externa”.

Otra localidad de referencia en este campo, Pujalt, de 220 habitantes, en Barcelona, creó una iniciativa de energía ciudadana, Viure de l’aire del cel, en 2018 a partir de un aerogenerador que produce la electricidad equivalente al consumo de unos 1.600 hogares. Y en Puente la Reina/Gares, en Navarra, de 3.000 habitantes, Gares Energía ha impulsado instalaciones fotovoltaicas en la escuela infantil y el colegio público comarcal, pero también una ordenanza de autoconsumo, la mejora de la envolvente térmica y la sustitución de sistemas de calefacción por biomasa en edificios municipales, el cambio de contratos de suministro a una compañía 100% renovable y un punto de recarga para vehículos eléctricos.

Información, formación, constitución y estatutos de la comunidad energética, ayudas, financiación, diferentes tipos de energía renovable, instalación, conexión, contratos… Con esta ingente labor por medio, Raquel Soria justifica el ir poco a poco hasta llegar a los 16 ayuntamientos de la Mancomunidad de Tierras Altas: “En una segunda fase queremos llegar a alguno más, pero tenemos mucho volumen de trabajo y gestionar solo las ayudas conlleva mucho tiempo y trabajo”. Lo ejemplifica también con Castilfrío de la Sierra: “Estamos en tramitación para legalizar la venta y compra de energía. De momento solo funciona como autoconsumo, pero la idea es que llegue a los vecinos con la tramitación para compensar los excedentes”.

Superando los obstáculos

La compensación por excedentes es una de las modalidades de autoconsumo. Con ella, la energía excedentaria generada en horas de sol se guarda virtualmente en la red eléctrica general y se compensa posteriormente con el consumo realizado en horas sin sol. La tramitación de los diferentes tipos de autoconsumo es un ejemplo de los escollos burocráticos a superar para que se agilice el desarrollo y puesta en marcha de las comunidades energéticas.

“Hoy mismo nos ha escrito la última socia para decirnos que la comercializadora ya ha regulado su contrato de autoconsumo”, advierte Carlos Ariñez, que recuerda que comenzaron su andadura hace tres años: “Nuestro modelo no es de compensación simplificada, vendemos a la red, pero todavía estamos esperando a que nos reconozcan los excedentes. Nos han pagado una factura de diez emitidas el año pasado y encima por seis veces menos de lo estipulado. Ni distribuidoras ni comercializadoras están suficientemente formadas ni informadas; algunas, de partida, no saben de qué les estamos hablando.”

Los ejemplos de Hacendera Solar, Luco Energía, Arroyo Alumbra, Viure de l’aire del cel o Gares Energía, pero sobre todo de las personas, asociaciones, administraciones y empresas que han conseguido dar forma a estas y otras comunidades energéticas en el medio rural, se están convirtiendo en modelos para sortear esos obstáculos y trabas. Pero hay algo más esencial: son modelos de una gobernanza democrática de la energía para independizarse o aminorar la dependencia de las grandes empresas del sector y comprometerse con el entorno rural y la lucha contra la crisis climática.

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