Secretos, dudas y egos que los científicos dejaron en sus cartas

Albert Einstein.

En ‘Querido Isaac, querido Albert’ (Crítica), José Manuel Sánchez Ron, físico, catedrático de historia de la Ciencia y miembro de la Real Academia Española, recoge a través de las cartas que escribieron las vicisitudes de un gran número de matemáticos, químicos, biólogos, filósofos, desde Galileo y Kepler hasta casi nuestros días, con los padres de la mecánica cuántica o el proyecto Manhattan. El extenso número de misivas recogidas permiten conocer algunas de las relaciones que se han dado entre científicos, con sus filias y sus fobias, y sus egos.

Piensa Sánchez Ron que los correos electrónicos limitarán los conocimientos que se desprenden de la correspondencia. Los futuros historiadores posiblemente se encuentren con una mayor dificultad para contextualizar ciertos hechos. “La escritura a mano o a máquina de escribir era lenta, permitía pensar y reflejar más los sentimientos. Ahora todo es rápido”. Por ello, en su nuevo y voluminoso libro, no es metafórico, recorre a través de las cartas el contexto, personal, social y profesional de los muchos científicos que han configurado la historia de la ciencia.

 ¿Tuvo alguna dificultad para encontrar las cartas?

Ha sido un trabajo continuo a lo largo del tiempo. He aprovechado los años que pasé en Reino Unido y EE UU y también en bucear en otras obras que incluyen correspondencia como la de Galileo. Es una labor tipo trapero; buscando vas encontrando. Lógicamente, dentro de los científicos que he seleccionado existe mucha más correspondencia de ellos. De Charles Darwin hay 20 volúmenes escritos, así que busqué aquellas cartas que para mí eran significativas y se pudieran entender. Lo mismo pasa con Albert Einstein, cuya correspondencia es amplísima.

El catedrático de Historia de la Ciencia José Manuel Sánchez Ron.

¿La motivación del libro era buscar el lado humano además de los logros científicos?

Sí, por eso yo digo que es una historia parcial de la ciencia. El lado humano se plasma en muchas de las cartas, como las de Marie Curie, el médico y patólogo Rudolf Virchow o de A. T de Lavoisier, antes de pasar por la guillotina; y en muchos otros. También encontraremos el contexto histórico en el que vivieron. Todas las correspondencias reflejan las épocas de los diferentes científicos. El libro va desde Kepler a finales del siglo XVII y llega a finales del XX. Así que esto, desde el punto de vista sociopolítico, es muy variado, aparece el poder de la Iglesia en la inquisición, la Revolución francesa, la Ilustración, el siglo XIX, el proyecto Manhattan, las cartas entre Marx y Engels, cartas entre filósofos y científicos, las relaciones entre políticos y científicos,  tanto en EE UU como en la Unión Soviética. Es un fresco muy amplio. 

“La admisión en un hospital debe estar abierta a todo paciente que lo necesite, independientemente de si es judío o ateo”. (Virchow, 1848). 

Emociona la carta de Galileo a Elia Diodati manifestándole que su próximo encierro será la tumba. Era víctima de la Inquisición

Efectivamente, las cartas de Galileo hablando de su encierro son muy interesantes. También están las que escribe a su hija sor Maria Celeste. Hay otras también emocionantes, como la que escribe Emma Darwin mostrándole sus temores a que la ciencia aleje a su marido de la religión, cosa que ocurrió.

“De tal (del Santo Oficio) respuesta me parece que se puede sacar la conjetura muy probable de que no dejaré la prisión en la que estoy más que a cambio de aquella otra, estrecha y de larga duración”. (Galileo).

Pasamos de un Isaac Newton que buscaba a Dios en ‘Los Principia Mathematica’, la biblia de la física moderna, a un Charles Darwin agnóstico y su teoría de la evolución. También es interesante la disputa que mantuvieron Leibniz y Newton sobre Dios y la física.

En cuestiones de ciencia y religión ha habido y habrá científicos que son creyentes, a pesar de que el método científico sea muy diferente a las creencias religiosas que se basan en la fe. La física de Leibniz era peor que la de Newton, así que esta disputa la perdió. Los principios de Leibniz le llevaban a pensar en relaciones, mientras que Newton pensaba más en términos absolutos. En su tiempo, Newton ganó, pero unos cuantos siglos después, la actividad einsteniana rehabilitó algunos aspectos de Leibniz, mostrando que espacio y tiempo son relativos dependiendo de quien los observa.

“La gravedad debe ser causada por un agente que actúa constantemente de acuerdo a ciertas leyes, pero si este agente es material o inmaterial es una cuestión que he dejado a la consideración de mis lectores”. (Newton).

La relación de científicos y filósofos en nuestra época es deseable, ¿se produce?

Todo es deseable en esta vida, pero así como a lo largo de siglos era la filosofía quien planteaba los problemas a la ciencia, ahora es al revés. Los resultados científicos plantean cuestiones a los filósofos y a todos nosotros, también a las leyes. Los resultados científicos nos obligan a repensar nuestros valores, son más imaginativos y sorprendentes. Dicho lo cual, sobre muchas cosas, como el derecho a la vida, la intimidad, las reflexiones éticas, lo que digan los filósofos es muy importante.

En su libro habla de mujeres, lógicamente.

Pero aparecen pocas.

Recoge opiniones escritas sobre Rosalind Franklin y su carácter, de Ada Lovelace y su relación con Charles Babbage, la matemática Sopfia Kovalevskaya, y luego está esa carta esclarecedora, llena de reproches, de Lise Meitner a Otto Hahn, donde le reconoce que las cosas se pueden perdonar pero no olvidar; y lógicamente, Marie Curie.

Yo soy consciente de que hay pocas mujeres destacadas, pero yo doy testimonio y es evidente que, por razones que hoy las vemos injustas, el acceso de las mujeres a la educación superior ha estado vetado para ellas hasta entrado el siglo XX, aunque en el XIX hubiera casos como Ada Lovelace o en el XVIII como Émilie de Châtellet, que tradujo al francés el libro de Newton. Ambas pertenecían a una clase elevada que les permitía acceder a un tipo de educación y relacionarse con personalidades. Marie Curie fue una mujer muy dura, tuvo que superar muchas dificultades, que ni hombres ni mujeres son capaces de hacerlo.

“Todos vosotros también habéis trabajado para la Alemania nazi y nunca habéis intentado una resistencia pasiva. Ciertamente, para engañar a vuestras conciencias de vez en cuando habéis ayudado a alguna persona que lo necesita, pero habéis permitido que millones de personas fuesen exterminadas sin efectuar la menor protesta”. (Lise Meitner a Otto Hahn) 

Einstein le muestra su fragilidad a Mileva. Observamos también sus dudas y desamparo cuando aún no era nadie.

Sí, hay que tener en cuenta que en una época Einstein es un paria académico, no tiene ningún puesto universitario, sus amigos y Mileva eran su audiencia y como joven enamorado habla a su novia de una manera muy bonita y revela mucho del joven Einstein. Lo triste es que, ya casado, la relación se torció y mostró uno de los lados menos agradables o menos admirables de Einstein.

Tengo en mis manos un estudio de Paul Drude sobre la teoría de los electrones que me viene de perilla, aunque es muy desordenado. Drude es un tipo genial, no cabe la menor duda. (Einstein a Mileva).

Cómo no hablar de Santiago Ramón y Cajal. Desde el extranjero se alaba su trabajo y sus bellos resultados.

Cajal es el único español que pertenece por derecho propio al club de los grandes científicos de todos los tiempos. Está a nivel de Copérnico, de Galileo. Las cartas muestran su proyección mundial; entenderlo y estudiarlo desde el punto de vista internacional es fundamental. Además, su teoría neuronal es tan válida hoy como lo fue a finales del siglo XIX, cuando la presentó. Incluyo una carta que le escribe a un discípulo poco antes de morir, donde se ve como le da consejos y detalles técnicos. Así que fue científico hasta el último momento. Después de esa carta, 48 horas después, fallecía.

“Distinguido y muy sabio colega: Lleno de admiración por los bellos resultados que usted ha conseguido y por los espléndidos resultados que ha hecho en la cuestión tan difícil, tan oscura y, sin embargo, tan importante de la estructura microscópica del sistema nervioso central…..” (Arthur van Gehuchten, profesor de Anatomía en Lovaina a Cajal).

También recoge cartas en las que se aprecian ciertas discrepancias entre Sigmond Freud y Albert Einstein.

Se tenían respeto, pero en privado se ve que ni el uno ni el otro estaban convencidos de sus respectivas teorías. Pero son dos hombres que se respetaban. Además, una vez que pasaron los duros episodios antisemitas, que consideraban que los judíos habían pervertido la física, Einstein fue muy admirado, y en el caso de Freud también es así hasta la fecha, aunque pueda ser muy criticable con algunas de sus ideas, pero abrió un campo de conocimiento, el del subconsciente, al estudio científico y esto es muy apreciable.

Termina el libro con uno de los sucesos más misteriosos de la historia de la ciencia, la desaparición de Ettore Majorana.

Se sigue sin saber nada, la hipótesis más probable es que se tirase al mar en el viaje de Sicilia a la península italiana. Desapareció un joven que era muy inestable, pero también muy brillante.

Sólo tengo un deseo: que no se vistan de negro. Si quieren llorar mi muerte, entonces háganlo, pero no más de tres días. Luego, si pueden, guarden mi recuerdo en sus corazones, y perdónenme. Afectuosamente” (Ettore).

¿Hay algo que le sorprendió de una carta o una correspondencia en particular?

No, porque además de reproducir las cartas, cuento la historia, el contexto, las dificultades o facilidades en sus biografías, así que al seleccionarlas ya estaba preparado el territorio para ubicarlas. Tal vez por citar algunas, aunque lo sabía, el papel tan importante y la relación tan estrecha entre Lovelace y Babbage. Sabía de la importancia del estudio de las mariposas para Nabokov, lo busqué y encontré las evidencias. La carta de Francis Crik a su hijo Michael de 13 años, cuando la lees te causa admiración y ternura explicándole con claridad la teoría de un descubrimiento tan fundamental. Está escrita un mes antes de la publicación del artículo sobre la doble hélice en Nature.

Querido Michael: Jim Watson y yo hemos hecho probablemente un descubrimiento muy importante. Hemos construido un modelo para la estructura del ácido desorribonucleido (léelo con cuidado), abreviado ADN… Nuestra estructura es muy bella… (Francis Crick).

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