Cristina Pineda: salvarse del naufragio editando libros con libertad e independencia

La editora Cristina Pineda. Foto: Lupe de la Vallina.

“Gracias a la creación de mi propia casa editorial con los sellos Tres Hermanas y Silonia me he salvado del incendio, del naufragio. Yo no he visto de cerca la muerte, pero sí la he mirado de frente y no ha sido esta primavera. Hay que crear cimientos sólidos que no se tambaleen con tragedias como las que estamos viviendo. Lucharé por la editorial hasta el final, creando cada día un pequeño rincón que sea una semilla, el germen de algo nuevo”. Hablamos con una mujer valiente: Cristina Pineda, editora de los sellos Tres Hermanas y Silonia. Y la entrevista precisamente una de las autoras a las que ha publicado recientemente.

 A pesar de que acaban de cumplirse cinco años de la aparición de la editorial, voy a empezar por el final, por el riesgo que has corrido, pese a la gran hazaña que ha supuesto para ti como editora, con la publicación del primer volumen de la cartas de la poeta Sylvia Plath. ¿Crees que con el caos que zarandea el mundo los lectores van a apostar por un libro a priori tan exigente aunque tan valioso? ¿Crees que puede pasar como en el primer confinamiento que nos trajo la pandemia y que la gente apueste por un libro tan reflexivo y hermoso como éste tal y como ocurriera con ‘El infinito en un junco’ de Siruela?

Ojalá. El género epistolar es un género difícil. En la década de los noventa, estaba completamente denostado. Ahora se muestra como un cauce que transmite la verdadera personalidad del escritor, sus motivos y su leit motiv. De momento, no ha prendido la mecha a la manera de El junco, pero es un libro que en breve tendremos que reimprimir y la primera edición ha supuesto una gran tirada. Estoy satisfecha. Mi ilusión y mi objetivo como editora es dejar un legado cultural que impulse a los lectores a buscar consuelo y respuestas en libros como las cartas de Sylvia Plath o el diario de Virginia Woolf.

La crítica se ha volcado con él, incluso la cineasta Isabel Coixet se ha hecho eco de él en su programa de RNE ‘Alguien debería prohibir los domingos’, leyendo fragmentos de sus páginas, algo muy satisfactorio y justo, pero que no deja de ser paradójico porque tus libros, pese a la calidad literaria que albergan en la mayoría de los casos, suelen pasar desapercibidos para la crítica. Hablo de títulos como ‘Relojes en la habitación de mi madre’, ‘Buenas noches, queridos niños’ o el más reciente de tus magníficos libros de literatura europea, ‘Hambre, hambre’. ¿Qué sientes cuando los lectores se vuelcan con tus libros, cuando la librerías colocan tus ejemplares en la primera línea de sus escaparates, pero, pese a todo esto, la crítica guarda un  silencio rotundo?

En algún momento esto cambiará, estoy segura. La prensa se volcará en mi catálogo porque ya, después de cinco años y uno de ellos en solitario como creadora de una casa editorial, pondrá el punto de mira en los libros que publico. No solo porque han sido merecedores de premios tan prestigiosos como el Premio de Literatura de la Unión Europea o premios nacionales de Literatura de su país, sino porque las historias que cuentan están bien escritas y son entretenidas, que es de lo que se trata. Estos son los requisitos que dan coherencia a Tres Hermanas como sello editorial: la calidad, el rigor, la excelencia y la belleza.

Otra de las curiosidades que se me presentan a la hora de valorar tu editorial y los títulos que publicas es la gran distancia narrativa, estética y temática que hay entre tus ‘elegidos’ para cada una de las colecciones. Por ejemplo, en la colección ‘Otros mares’ el lector se encuentra con historias de una calidad literaria, de un peso y dramatismo narrativo poco habituales en otros catálogos. En cambio, en la colección ‘Tierras de la nieve roja’ las historias son más amables, de un nivel emocional menos feroz, menos rico, menos raro (la rareza de autores como Jamal Ouariachi, Radu Pavel, Bianca Bellová o Tanja Stupar son un regalo y un tesoro inextinguible en la memoria del lector). ¿Cómo construyes como editora ese equilibrio?

Si no publicara libros en mi propia lengua…, ¿cómo podría definirme como editora española? Se trata de dar voz a los que no la tienen, de descubrir futuros autores, de consagrar a los que tienen ya una trayectoria pero no han sido reconocidos porque no suponen grandes ventas o no son rentables. Siempre he creído que mi misión es llevar mi idioma a otros lugares, aunque, efectivamente, cuesta porque en España no hay una verdadera tradición que premie a los buenos escritores. De un lado pongo en la balanza mi propósito de convertirme en capitana de un buen puñado de autores que merecen llegar a puerto y por otro me decanto por esos libros que mencionas y que para mí constituyen la verdadera esencia de la literatura, porque me llevan con cantos de sirena a otros lugares y me permiten huir, quedándome aquí. Y, en definitiva, eso es lo que quiero brindar a los lectores, aparte de una convulsión, una herida profunda como una gran pregunta que sientan que deben contestar. Como diría uno de mis referentes, Cioran: “Cuando el dolor nos invita a bailar, estamos resplandecientes de alegría”

En tu catálogo conviven jóvenes promesas como Esther Ginés, Emily Roberts o Marta Vives, autoras consagradas como la gran Pilar Tena o como Laura Freixas, y autoras más mediáticas como Laura Riñón Sirera. ¿Es necesaria esa hibridación para que un catálogo funcione? ¿La convivencia entre lo consagrado y lo nuevo es bajo tu punto de vista uno de los puntos fuertes de Tres Hermanas? ¿Lo comercial y lo menos comercial han de convivir por fuerza en un catálogo para que una editorial independiente pueda subsistir?

No pienso en términos de ventas cuando llego a un acuerdo con un autor. El primer libro de Laura Freixas en Tres Hermanas no ha tenido la repercusión de su libro de relatos. Tampoco ha tenido la misma suerte la primera novela de Pilar Tena que la segunda. Creo que los lectores han empezado a confiar en Tres Hermanas como editorial. Las jóvenes promesas son necesarias de la misma manera que otras personas que se han vuelto mediáticas una vez ya publicadas. Hay autores españoles que me gustaría tener en mi catálogo para consolidarlo, pero la conciencia de ser el trampolín para muchos de mis autores es una satisfacción que se refleja también en las mesas de novedades de las librerías. El otro día, en una de las mejores librerías de Madrid, donde estamos radicadas, me invitaron a pasar a la sala de literatura en castellano para que viera cómo rebosaba verde, que es el color que distingue a la colección de castellanos y latinoamericanos Tierras de la Nieve Roja.

Otras de las cosas que marca la diferencia en tu catálogo son las portadas, verdaderas declaraciones de intenciones en todos tus libros. ¿Cómo llevas a cabo la selección? ¿Escoges tú personalmente cada una de ellas o es un trabajo conjunto con el autor? ¿Qué portada hasta ahora es la que más elogios ha recibido? 

(Risas). La de Sonia Fides es una de las favoritas de los lectores. Respondo así a tu última pregunta. La selección de mis cubiertas la vivo con un enorme entusiasmo. Tienen que ser obra de algún fotógrafo o fotógrafa que se haya dedicado a esta disciplina de manera profesional o de forma amateur, cuyas imágenes sean como la buena música que acompaña un momento imprescindible como pueda ser la lectura. El autor siempre interviene. Si no le gusta, aunque los cánones digan que es el editor el que elige, intento buscar otra que satisfaga los gustos del autor.

No quiero tampoco pasar por alto tu colección de libros ilustrados. El más reciente, ‘Madame Bovary’, es sin duda una obra de arte. Las ilustraciones de Fernando Vicente lo han dotado de una nueva vida, de una inesperada longevidad intergeneracional, lo han hecho retomar la vigencia que un libro como este nunca debió perder. ¿Cómo eliges el clásico que revisitarás cada año? ¿Sigues algún criterio o tan solo es una cuestión de gusto personal? 

Fernando Vicente es un enamorado de Madame Bovary y abandonarse a la inconsciencia de premiar a un ilustrador como él es un regalo de mi profesión; uno de los pocos. Cuesta mucho equilibrar costes más que equilibrar un catálogo, como mencionabas antes. Este año queríamos volver al mismo ilustrador que Cumbres Borrascosas. Se trata de ilustrar obras que siempre han estado en mi imaginario. Este año quizá construyamos un puente o abramos un hueco y dejemos que el ilustrado florezca en primavera. Ya sabemos cuál será. Tengo varios proyectos y varios ilustradores con los que ha sido fácil trabajar. Elegir El mundo es redondo en el 19 fue fácil. Gertrude Stein es una autora muy celebrada, pero poco editada e ignorada no solo en nuestro país. La lectura del único cuento de la Madre del modernismo no ha arraigado como hubiéramos querido, pero el libro ¿acaso no es hermoso? La belleza es mi criterio, que el libro sea tan hermoso que duela. Y el texto tiene que ser obviamente un clásico de la Literatura, que socave los cimientos del lector, que lo haga temblar.

Publicas también una colección muy preciosista que tiene que ver con la literatura neozelandesa. Una literatura de una pulcritud narrativa y de una belleza que conmociona. ¿Qué te lleva a sumergirte en su exotismo remoto? ¿Es tan sólo un capricho de lectora contumaz o es más bien la necesidad de atraer al público con un catálogo tan heterogéneo como atractivo?

Es la necesidad de trastornarlo todo. Ninguno de los títulos que de momento conforman la colección: El jardín colgante, La Edad de Oro y El tutor son libros que desvelan emociones en un momento determinante de la historia como el periodo de entreguerras o el fin de la Segunda Guerra Mundial. Al terminar estas novelas es como si les hubiéramos prendido fuego para afrontar las cosas vanas e intranscendentes. Su lectura es la cuerda que nos lleva del desconocimiento a la lucidez a través de las palabras y de una cultura ignota.

A pesar de que 2020 ha sido un año feroz y nocivo, también ha sido el que acoge tu catálogo más poderoso. Las cartas de Sylvia Plath, el tercer volumen de los Diarios de Virginia Woolf, la colección de relatos de Ernesto Calabuig, una narración sencilla que sin embargo ofrece bellísimas biografías a quien lee. ‘Mares sin dueño’, de Esther Ginés, una novela con un atrevimiento estético que hace las delicias del lector. Muchos títulos, muchos autores desconocidos. ¿Pensaste en algún momento que esta apuesta  podría ser el final de tu pequeña aventura?

Sí, pero lo único que pone fin a algo es la muerte. Cuando caminas por sus pasillos y estás solo te das cuenta de que lo único que te queda es la literatura. Gracias a mi fondo me he podido salvar. Gracias a la creación de mi propia casa editorial con los sellos Tres Hermanas y Silonia y a esa inversión inicial me he salvado del incendio, del naufragio. Yo no he visto de cerca la muerte, pero sí la he mirado de frente y no ha sido esta primavera. Hay que crear cimientos sólidos que no se tambaleen con tragedias como las que estamos viviendo. Lucharé por la editorial hasta el final, creando cada día un pequeño rincón que sea una semilla, el germen de algo nuevo. Afortunadamente, he podido disfrutar de todos los títulos de los que has hablado en el ámbito editorial, aunque si se hubieran publicado en otro momento habrían brillado más.

Sé que estás muy orgullosa de tus diarios y epístolas, pero sería estupendo que fueses valiente y nos dijeras qué títulos españoles y extranjeros han sido para ti el mayor desafío editorial de 2020. ¿Y cuál ha sido la razón?

El mayor desafío ha supuesto nuestra incursión en la publicación de relatos que se inició con el fotolibro Ninguna ciudad es eterna, de Iñaki Echarte Vidarte, y siguió con La playa y el tiempo, de Ernesto Calabuig. Y por supuesto tu novela, porque es un ejercicio de estilo que ya se presumía como un verdadero atrevimiento. Publicar a Laura Riñón Sirera con su éxito como librera también suponía el desafío de colocar sus libros más allá de sus dominios.

Para terminar, me gustaría que nos contases cuáles serán en cada una de la colecciones  que publicas los libros estrella de este 2021. Tus favoritos.

En Otros Mares el libro de la premiada y elogiada Lydia Sandgren Obras reunidas, que verá la luz en septiembre, es un libro muy querido para mí porque cuando puse el ojo en él todavía no había ganado ningún premio y ya lleva por lo menos diez. En castellano hablar de favorito supondría desmerecer al resto, pero me atrevo con el libro de relatos de Estefanía González, que en su día iba a inaugurar la colección de Tierras de la Nieve Roja y por fin estará en mi catálogo. En la colección Clepsidra mis favoritos son Un ángulo me basta, un libro coral editado por Ernesto Calabuig, y Una flor en el asfalto, escrito por Eduardo Barba e ilustrado por Raquel Aparicio, la misma ilustradora de Giselle. De los otros todavía no puedo hablar demasiado. Un secreto que no puedo desvelar.

¿Y cuáles reunirán el reconocimiento de la crítica?

Estoy segura de que este año todos mis libros serán un éxito. Gracias a todo el equipo que me rodea sé que traspasarán fronteras y ojalá que también las de la prensa.

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