Cuando la gran actriz Carme Elías deje de ser Carme Elías…

Fotograma de la película ‘Camino’, por la que Carme Elías ganó el Goya a Mejor Actriz Protagonista en 2009.

Cuando el lector termina ‘Cuando ya no sea yo’, solo puede corresponder al texto escrito por la gran actriz catalana Carme Elías con un aplauso, y agradecerle la poderosa serenidad y elegancia que en él despliega al tratar dos temas incómodos: su Alzheimer y la opción de la eutanasia. Yo, como longeva lectora, he recorrido ya muchos libros honestos, pero ninguno como este diario íntegro y luminoso con el que Carme agasaja a quien tiene la fortuna de toparse con él.

Aún recuerdo la primera vez que la vi en una pantalla, corría el año 82 y la voz de José María Rodero latía en la sala de estar del barrio obrero en el que nací, crecí y en el que sigo despertándome cada día a las cinco y cuarto de la mañana. La voz de Rodero parecía invencible en esa escena hasta que una voz de mujer, que interpretaba a una joven enamorada de su viejo profesor, se enfrentó a ella. Aquella voz era la de Carme Elías, la voz de una actriz elegante en fondo y forma, una actriz que emocionó a aquella niña de 12 años que solo podía ser libre y desoír los incómodos ruidos de fondo viviendo las vidas de otros.

Hoy, más de 40 años después, me encuentro con esa misma voz, pero Carmen ya no es un personaje, sino una persona, una mujer valiente que está cruzando un río cada vez más caudaloso, cada vez más peligroso, cada vez más oscuro, pero que se declara incapaz de renunciar a la luz que ahora ilumina su siempre serena naturaleza.

Cuando ya no sea yo no es un libro triste; sus páginas no muestran heridas, sus páginas las restañan, las compartimentan, las narran, las cuidan, les susurran la posibilidad de un porvenir que, en palabras de otro ser humano distinto de ella, sonarían a farsa y a sueño roto. Cuando ya no sea yo es un libro intenso, solícito con el lector, un documento de innegable valentía, el aliento de una mujer que mece el presente con una prudencia que su mala conducta no merece.

Confieso que aún estoy emocionada cuando me siento a escribir estás palabras, que el corazón de Carme late veloz dentro de mi memoria, que la verdad que cuenta a través de este diario, cuaderno de rodaje, ensayo y epílogo de lo conocido formará para siempre parte de mi porvenir.

Es gozoso verla vivir a través de estos capítulos con la intensidad que vive. Es gozoso asistir a la lectura de este testamento en el que nos deja tantos bienes. Y es duro ver que en pequeños momentos la sombra de la duda hunde su carne y le deja un estigma incurable sobre ella.

Carme hace recuento y nos cuenta su vida y nos habla de su futuro. Un futuro incierto pese la certidumbre que una enfermedad como el Alzheimer entrega a quien la padece. Ella conoce el final de su vida, tiene ese privilegio y también esa condena, pero no es condescendiente con esos dos términos tan contradictorios como macabros, les da la importancia justa, y muy pocos momentos de gloria mientras dura esta pulcra narración.

Carme no actúa como la víctima que es, o como la víctima que los demás pensaremos que es, y por eso Cuando ya no sea yo es un tratado de generosidad tan colosal. Carme es consecuente con su destino, pero le da la importancia justa, la importancia que el presente ha de darle a la realidad de cada uno.

Carme es tan generosa que no quiere ensuciar los ojos con que el futuro va a mirarla incurriendo en inútiles lamentaciones. Carme acepta el caprichoso vuelo de la ruleta de la fortuna y, al hacerlo, lo único que pide, que exige con todo el derecho del mundo, es tener acceso a una muerte digna. Que antes de que su mente quede vacía, Dios y sus perniciosos adláteres se cansen de ser ese trasnochado  justiciero de película de serie B  para que cada mujer y cada hombre puedan morir como quieran y cuando quieran.

Cuando ya no sea yo es un libro lleno de amor desde la primera hasta la última página; es el refugio de una mujer señalada y perseguida por una enfermedad hambrienta de rehenes. De una mujer que se refugia en la filosofía de Sartre o en la poesía de Sylvia Plath para entender un mundo, su mundo, que pronto arderá entre las fauces de esa fiera sin límites que es la enfermedad citada más arriba:

“He leído mucho, muchísimo… Y ya no leo tanto como antes. ¿Cómo hacerlo y conseguir continuidad? Leo poesía. Mi amigo Al me lo pone más fácil. Vuelvo a mis libros de la gran Sylvia Plath, una mujer herida de por vida que nunca dejó de cuestionarse. Y releo poemas de Gil de Biedma que encuentro entre apuntes pasados. ‘El miedo sobrevive en oleada, inmóvil’ Como dice uno de sus maravillosos versos pareciendo que hable de mí”.

Carme no quiere olvidar nada que esté fijado en su memoria antes de la fecha fatídica de su diagnostico. Habla de su profesión, de sus amores, de la maternidad, de los compañeros de oficio y de los amigos que le ha procurado su oficio, habla de ella como mujer y como actriz e interrelaciona sus perfiles de manera prodigiosa:

“Así soy yo: a veces valiente y otras cobarde”.

“A estas alturas, si te permites mirar atrás con verdad y sin rencor, todo resulta armónico y lógico. Nada hubiera pasado sin lo que sucedió antes y lo anterior a ese antes. Hay que vivir sin más”.

Este libro esconde bellas melodías, pero también cantos desgarrados. Este diario es un canto a la dignidad y en él el eco de una palabra, eutanasia, acaba convertida en la presencia de una virtuosa cantante cuya voz no deja lugar a réplica alguna.

Leer Cuando ya no sea yo es un ejercicio de conciencia colectiva, una muestra de la fragilidad que persigue a cada ser humano mientras vive. Qué valiosos son todos y cada uno de los párrafos que escribe Carme Elías en su imprescindible libro. Un espacio de libertad extraordinario, un páramo de fructíferas siluetas. Un libro escrito con esa elegancia que ha hecho de su protagonista una actriz única y que desborda cualquier atisbo de impostura por parte del lector.

Ha sido muy hermoso leer este diario en el que cualquier mentira hubiese sido expulsada de inmediato por el folio en blanco.

No dejéis de leerlo. Carme Elías ha hecho un esfuerzo ímprobo por ordenar su memoria aun sabiendo que no tardará en ser un territorio arrasado, pero no solo su memoria, también la memoria de un país, la memoria de una profesión incierta, pero cautivadora. Carme siempre pareció una actriz hermética, quizás su elegancia nos distrajo de su portentosa humanidad, pero, por fortuna, Cuando ya no sea yo ha llegado para sellar de manera definitiva la injusta sombra de ese error.

‘Cuando ya no sea yo’. Carme Elías. Planeta. 222 páginas.

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