Cuando los niños hacen dibujos de la guerra…

Una de las piezas de la exposición de dibujos de los niños de la guerra.

Para aquellos niños y niñas que sufrieron la Guerra Civil Española, dibujar representaba un aliciente para superar traumáticas experiencias. Hoy, los niños españoles, aquí y ahora, conocen las guerras a través del cine o la pantalla del televisor; no era el caso de quienes la sufrieron directamente. La gran mayoría la conocieron en primera persona. Una selección de los miles de dibujos que hicieron niños y niñas españoles durante la Guerra Civil puede visitarse ahora en Madrid: ‘¡Y además dibujan!’. Su comisario, Vladimir Merino Barrera, nos explica el valor de estos conmovedores trazos.

Sobre sus pequeñas cabezas sobrevolaban aviones con un mensaje apocalíptico; a escasa distancia de las costas, potentes barcos cargados de explosivos hacían ver a los niños que el fuego del infierno también llegaba del mar. Ambulancias, hospitales, casas destruidas por el bombardeo, cadáveres esparcidos sobre el asfalto y las aceras, evacuaciones obligadas dejando tras de sí ilusiones truncadas… Cuando las ciudades tenían sistemas antiaéreos, los bombarderos volaban alto lanzando indiscriminadamente y desde las nubes potentes bombas explosivas; cuando las ciudades no los tenían, bajaban a toda velocidad apuntando sus ametralladoras sobre los asustados hombres, mujeres y niños en las calles.

Siendo así, la cotidianidad de una vida armoniosa quedaba mutilada, amordazada por la lógica del miedo a lo incomprendido, del terror a la barbarie. La vida en la escuela, el juego con otros niños del barrio, la seguridad del hogar, la cercanía familiar de las madres y padres, y así un largo etcétera de renuncias que, por designio criminal, marcaron de por vida a una generación de inocentes niños, injustas víctimas.

En los años previos al golpe militar, el Gobierno español había ampliado el sistema de colonias y escuelas de verano para niños de clase trabajadora. Con objeto de organizar la evacuación infantil de las zonas críticas, recurrió a esta red tras el estallido bélico. Más de 200.000 se vieron obligados a abandonar sus hogares; 32.000 a dejar atrás sus familias y su país. Algunos miles tardarían 19 años en regresar.

Muchas son las oportunidades de comprobar que para ellos es más fácil expresar sus sentimientos a través del dibujo que de la palabra; cuando esta se bloquea, la creatividad del niño busca otros métodos de expresión. Ese fue el caso de los niños que, respondiendo con entusiasmo, realizaron miles de dibujos con lápiz y papel. Casi siempre con herramientas rudimentarias plasmaron dibujos únicos e irrepetibles. Con su quehacer dejaron marcada la historia, con sus trazos relataron –quizás por primera vez– una guerra ampliamente representada desde una visión infantil. Varios fueron los fotógrafos que inmortalizaron la Guerra Civil Española, acaso Robert Capa el más prestigioso. Él, con el disparador de la cámara, captaba el inmediato; los niños, por el contrario, para dibujar, captaban recuerdos, imágenes de su memoria, sentimientos abstractos plasmados en creatividad artística, lágrimas en algunos casos emulando la metralla de los aviones. Bien podríamos decir que la nuestra fue la primera guerra moderna dibujada por niños.

La guerra vista por los niños.

Pablo Picasso nos dejó dicho: “Una vez dibujé como Rafael, pero me ha llevado toda una vida dibujar como un niño”.

En mayo de 1937, organizado por el Ministerio de Instrucción Pública, más de 3.000 de esos dibujos se exhibieron en una amplia exposición de Valencia, trasladando posteriormente parte de estos dibujos a otras exposiciones en París y Londres. Daba comienzo la difusión de una cruel guerra dibujada por niños entre 5 y 15 años. Similar esfuerzo llegó a realizarse en otras zonas del levante español; varios cientos fueron los recopilados en lugares como Murcia o Cataluña.

Con objeto de ofrecer ayuda económica y de evacuación a los niños –principalmente en la costa mediterránea–, en el año 1937, se constituyó en Nueva York la Asociación Americana para el Bienestar de los Niños Españoles (Spanish Child Welfare Association of America). Dada la escasez de recurso del Gobierno republicano, de ellos llegó gran parte del soporte económico para la supervivencia de las colonias, y de estas proceden la gran mayoría de dibujos realizados por los pequeños.

 A finales de ese mismo año y con ánimo de dar a conocer al mundo la crueldad a que los niños estaban sometidos, el destacado miembro de cuáqueros y coleccionista de arte Josep A. Weissberger, afincado en España desde principios del siglo XX, y miembro de distintas instituciones culturales como el Ateneo o la Sociedad Española de Amigos del Arte, tras recorrer las colonias infantiles y recopilar más de mil dibujos (en su mayoría depositados actualmente en la Biblioteca de Arquitectura y Bellas Artes Avery de la Universidad de Columbia y en la Biblioteca de Colecciones Especiales Mandeville de la Universidad de California San Diego), organizó diversas exposiciones en importantes galerías de arte norteamericanas, sobresaliendo la de mayo de 1938 en Nueva York en los grandes almacenes Lord & Taylor’s, que logró gran repercusión en la prensa. También fue de consideración el apoyo canadiense; Alexander Albert McLead, abogado  y defensor de los derechos humanos en Ontario, visitó España dando conferencias y, tras la recopilación de cientos de dibujos, regreso a Canadá ayudando a fundar el Comité Canadiense de Ayuda a la Democracia Española. Los dibujos por él recopilados forman parte hoy del Archivo Público de Ontario.

Uno de los resultados de estos solidarios esfuerzos fue la publicación en EE UU del librito They Still Draw Pictures. Varias fueron las ediciones publicadas; la primera, un libro en cartoncillo, sujeto con alambre en espiral y con el título estampado en una pegatina. El encargado del registro (copyright), y colaborador entusiasta de la campaña, fue el escritor español Pedro Salinas, exiliado durante la Guerra Civil. Otro valor intrínseco a los dibujos es que estos en su gran mayoría llevan incorporadas además de pequeñas frases explicativas expuestas por los propios niños, su nombre, edad y lugar de la colonia donde residían.

Lo recaudado de la venta –su precio era un dólar–, así como lo percibido en las exposiciones, se dedicó íntegro a la ayuda alimentaria y cuidado de los niños refugiados en las colonias. En sus páginas se recopilaron 60 fotografías de los numerosos dibujos expuestos en las galerías de arte, y fueron prologados por el gran escritor Aldous Huxley. El autor de Un mundo feliz  dejó escrito en uno de sus párrafos: “Los dibujos que ilustran los bombardeos desde el aire son dolorosamente gráficos y efectivos. Las explosiones, las huidas asustadas al refugio, los cuerpos de las víctimas, las madres llorosas, en cuyos rostros corren las lágrimas como cadenas de cuentas que apenas se distinguen de los rosarios de balas de las ametralladoras que descienden del cielo, son retratadas una y otra vez con un poder de expresión que suscita nuestra admiración por los artistas infantiles y nuestro horror por la elaborada bestialidad de la guerra moderna”.

Muchas fueron las casuísticas que acompañaron el sentimiento solidario en torno a estos dibujos; cabe destacar la del brigadista internacional y sociólogo francés Alfred Brauner, pionero en el análisis de dibujos de niños en situación de guerra, que creó a partir de 1937 la primera colección de dibujos-testimonio, deseando ofrecer a través de los ojos de los niños una perspectiva única de los grandes conflictos del siglo XX. En 1939, Brauner disponía ya de los clichés por él preparados para la edición de un libro titulado Yo dibujé la guerra. El dibujo infantil en la guerra. Con la Segunda Guerra Mundial, el proyecto quedó aparcado; Françoise, su esposa, escondió los clichés. 25 años después fueron recuperados en un edificio a punto de ser derruido… “Los habíamos preparado en 1939, con vistas a imprimir un folleto con los dibujos de España. El zinc estaba completamente oxidado. Monsieur Combe, jefe del taller de impresión del Centro para adolescentes con discapacidades mentales que dirigíamos entonces, logró limpiar las planchas, y las manchas de óxido restantes se camuflaron durante la impresión offset con un velo de color. Por lo tanto, fueron adolescentes los que imprimieron el libro de dibujos de sus pequeños compañeros de España”.

Actualmente, la más importante colección de estos dibujos se encuentra en los archivos de la Biblioteca Nacional de España con el considerable número de 1.172 ejemplares originales.

La exposición ‘¡Y además dibujan!’ ha pasado por varias localidades de Málaga, Irún y la Biblioteca Pública de Madrid Antonio Mingote. Actualmente puede visitarse este verano en la Biblioteca Pública Miguel Hernández de Puente Vallecas, Madrid.

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