¿Cuántas pintoras ‘maestras’ conoces? El Thyssen te da pistas

Mary Cassatt. ‘Desayuno en la cama’, 1897. The Huntington Library, Art Museum, and Botanical Gardens, San Marino, donación de la Virginia Steele Scott Foundation.

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza reescribe la historia del arte con 101 obras de maestras de la pintura, del siglo XVI a las primeras décadas del siglo XX, “a través de ocho escenas relevantes en el camino de las mujeres hacia su emancipación”. Desde nombres que sí han recibido reconocimiento, como Artemisia, Tamara de Lempicka y Maruja Mallo, hasta auténticas joyas firmadas por mujeres sin la debida visibilidad, como Fede Galizia y Marie-Louise Petiet. El Thyssen las ha puesto en su sitio con su exposición estrella de otoño/invierno, ‘Maestras’. Puede visitarse hasta el 4 de febrero. ‘El Asombrario’ te recomienda detenerte en 21 nombres imprescindibles.

Lo primero, reconocer el extraordinario trabajo de investigación y solicitud de obras a decenas de prestadores –desde el Louvre, el Prado y la Royal Academy of Arts de Londres a la Gallerie degli Ufffizi de Florencia y el Rijksmuseum de Amsterdam– para reunir estas 101 obras. Detrás está Rocío de la Villa, fundadora de MAV (Mujeres en las Artes Visuales), que ha concebido esta exposición desde una perspectiva feminista (toda una declaración de principios las paredes pintadas de lila/violeta) para reivindicar a tantas y tantas maestras, que, además de pintar extraordinarios lienzos, aportaron miradas y conceptos nuevos a las temáticas a las que se acercaban, ya fuera la pintura religiosa o mitológica o los retratos. Algo que subrayó Guillermo Solana, director artístico del museo: “Cambiaron perspectivas en géneros muy codificados desde el patriarcado. Por ejemplo, en bodegones cambiaron la vanitas por la observación científica; en los retratos, aportaron la complicidad con las mujeres retratadas; en el orientalismo/costumbrismo, trabajaron desde el respeto a las otras”. Y añadió: “Maestras culmina el gran proceso de transformación de una conciencia feminista en este museo, iniciada hace una década”.

Parece que ya desde la presentación, por tratarse de una exposición que parte de una toma de posiciones, de una conceptualización feminista, tanto De la Villa como Solana preveían críticas. Y, de hecho, llegaron desde el primer día: que si demasiadas obviedades, que si demasiada sororidad, que si brilli-brilli, que si faltan algunas representantes como Sofonisba… Críticas fáciles que saltan por encima del enorme empeño, esfuerzo y honestidad de Maestras. Ya lo adelantó Solana: “Les ruego que, independientemente de la mirada feminista con que se articula, disfruten sin prejuicios de la exposición. Porque en ella no hay nada sectario ni excluyente, porque es una delicia; en definitiva, una gran exposición de arte”.

Llena de obras maestras. El Asombrario te recomienda, a modo, de guía, 21 paradas, 21 extraordinarios nombres de Maestras.

Las clásicas, las pioneras

Por supuesto, un nombre con mayúsculas: la barroca italiana Artemisia Gentileschi, hija de un gran pintor y muy famosa en su época, aunque luego se difuminó su nombre hasta el siglo XX; de ella hay cuatro lienzos extraordinarios, pintados entre 1618 y 1652. El más antiguo de ellos, Judit y su criada, procedente de la Gallerie degli Uffizi, de Florencia, es realmente impresionante, cautiva la mirada; por algo ha sido elegido como cartel de la muestra.

Junto a Artemisia, la milanesa, mucho más desconocida, aunque se dice que ya con 12 años era una virtuosa pintora, Fede Galizia, también del siglo XVII, pionera en la pintura de bodegones y de la que también podemos apreciar Judit con la cabeza de Holofernes, procedente de las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional.

Artemisia Gentileschi. ‘Judit y su criada’, 1618-1619. Gallerie degli Uffizi, Florencia.

Hay otra versión de este episodio de Judit, pintada en 1600 por Lavinia Fontana, pintora oficial de la Corte del Papa Clemente VIII, también hija de pintor, también famosa en su época y a la que en los últimos años sí se le ha prestado bastante atención.

En el terreno de los bodegones y floreros, hay que mencionar a las hermanas neerlandesas Rachel y Anna Ruysch, hijas de un botánico y anatomista; ambas tuvieron largas vidas y cierto reconocimiento a caballo entre el siglo XVII y XVIII, aunque en los siglos posteriores, quizá para desprestigiar las obras en las que habían despuntado las mujeres, se consideró este género como algo menor dentro de la historia de la pintura. De las hermanas Ruysch podemos contemplar cuatro maravillas de flores y frutos.

Merecen atención especial dos delicadas acuarelas del siglo XVII, en las que junto a la fruta aparecen pájaros e insectos, pintadas por Johanna Helena Herolt, y un bodegón de 1611 de Clara Peeters, otro nombre también con cierto reconocimiento, procedente del Museo Nacional del Prado.

Maravillosos descubrimientos

Junto a Artemisia, hay otra pintora que se come las miradas. Se trata de la francesa Henriette Browne, hija de conde y esposa de diplomático, de la que hay cuatro óleos en Maestras; de ellos, dos retratos en la sección Orientalismo/Costumbrismo, a los que uno no puede dejar de mirar: Una labradora norteafricana (1867) y Una cautiva griega (1863).

Junto a Browne, dos maravillosos óleos que enfocan la vida cotidiana reivindican por sí solos a las autoras. Hablamos de Las lavanderas (1882), de Marie-Louise Petiet (murió con solo 38 años), y La zapatería (hacia 1911), de la estadounidense Elizabeth Sparhawk-Jones, una mujer que sufrió profundas depresiones.

Y dos rompedoras y atrevidas maneras de acercarse a la temática de la maternidad (ampliamente desarrollada en la exposición), ambas de comienzos del siglo XX: Las de la rusa Elena Luksch-Makowsky y la expresionista alemana Paula Modersohn-Becker, otra artista malograda, pues falleció con solo 31 años.

Henriette Browne. ‘Una labradora norteafricana’, 1867. John H. Josephson y Carolina F. Zapf.

Grandes nombres

Hay tres mujeres que, si bien son conocidas y están en la mente de los más aficionados al arte, no están todo lo alto que merecen. Maestras no se ha olvidado de ellas. Una es la impresionista estadounidense Mary Cassatt, gran amiga de Degas, de la que podemos contemplar tres sobresalientes cuadros, pero sobre todo nos quedamos con la ternura y la luz que proyecta Desayuno en la cama (1897).

Otra es la artista art déco Tamara de Lempicka, con su Maternidad de 1931. Y la tercera, la polifacética Sonia Delaunay, cuyo lienzo Vestidos Simultáneos (Tres mujeres, formas, colores), de 1925, en la colección del propio Thyssen, marca la seguridad y originalidad de esta mujer a la hora de componer y diseñar.

Natalia Goncharova, ‘Las porteadoras’, 1911. Centre Pompidou, París. Musée national d’art moderne/Centre de création industrielle, donación del Estado Soviético en 1988 © Centre Pompidou, MNAM-CCI, Dist.RMN-Grand Palais/Hélène Mauri © VEGAP, Madrid, 2023

Felices descubrimientos de principios del siglo XX

Otros cuatro nombres, querido/a lector/lectora, que deberíamos echar a la mochila de nuestros favoritos en arte. Por revolucionarias en su manera de pintar. La vanguardista francesa Marie Laurencin y su Mujeres con perro (1924-1925), con unas figuras tan pálidas y lánguidas que extraterrestres parecen. La Toilette rusa (1926), óleo de contundentes y eróticos cuerpos desnudos femeninos, de Zinaïada Serebriakova, una mujer siempre muy interesada por resaltar la belleza de las mujeres del Este. Las porteadoras (1911), de la muy reivindicada en la última década Natalia Goncharova, un resolutivo óleo procedente del Pompidou de París, cuyas figuras llenan tanto el lienzo que parecen querer salirse de él. Y una rusa más, Marianne Werefkin, cuya Carretera de campo (1907), es tan friki, spooky y munchiano, que merece detenerse un rato delante de él y luego salir corriendo.

María Blanchard, ‘Las dos hermanas’, 1921. Colección de Arte ABANCA.

Y dos geniales españolas

No podían ser otras que María Blanchard y Maruja Mallo. En la última sala de Maestras nos encontramos con un lienzo de Blanchard, de difícil físico y vida –Las dos hermanas (1921)–, pero sobre todo con la poderosa obra La mujer con la cabra (1927) y dos soberbias y abigarradas composiciones de la republicana y surrealista Maruja Mallo en torno a La verbena, de 1927 y 1928, procedentes del Reina Sofía y el Pompidou, perfectas las tres para salir de la exposición dándole vueltas a una pregunta que también se repitió Guillermo Solana en la presentación: ¿Pero cómo podía no conocer a muchas de estas mujeres, pero cómo muchos de estos cuadros han estado en los sótanos de los museos, olvidados o invisibilizados, sin exponerse en las salas con la dignidad que merecen?

‘Maestras’ puede visitarse en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza hasta el próximo 4 de febrero. Comisariada por Rocío de la Villa. Con la colaboración de la Comunidad de Madrid y el patrocinio de Carolina Herrera.

El museo organiza paralelamente un ciclo de cine y otro de conferencias a lo largo de noviembre y diciembre. Más información, aquí.

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