Cuervos, mejor que gaviotas. ‘¿Para qué sirven las aves?’

AGUJA COLIPINTA. FOTO: PABLO GUTIÉRREZ

VENTANA VERDE

RAFA RUIZ / FOTO: PABLO GUTIÉRREZ

De la mano de Antonio Sandoval Rey y el primer libro que acaba de publicar, ¿Para qué sirven las aves?, entramos en un fascinante mundo que nos sobrevuela: migraciones de hasta un millón de kilómetros, recuerdos de catástrofes como la del ‘Prestige’, repaso a famosos aficionados a la ornitología como Van Morrison y Jonathan Franzen, más sabrosas anécdotas: por ejemplo, el PP habría hecho mejor en elegir cuervos en vez de gaviotas como símbolo de su partido. No por una base ideológica, sino empírica, científica. Sepamos por qué.

«… Y en lo alto unas aves que vuelan en su papel de aves que vuelan». Con esta frase de la escritora polaca Wyslawa Szymborska, Nobel de Literatura en 1996, se abre el primer capítulo de un libro tan poético como documentado, ¿Para qué sirven las aves? (editorial Tundra), escrito por el coruñés Antonio Sandoval Rey, naturalista y divulgador del medio ambiente, que escribe habitualmente en La Voz de Galicia. Son 250 interesantes páginas en las que el autor detalla su gran pasión ornitológica, con extraordinaria sensibilidad y, al mismo tiempo, cuenta sabrosas anécdotas, dando cuenta, sobre todo, de sus excursiones por la costa gallega. Confiesa desde las primeras páginas su afición por el Cabo de Estaca de Bares, el más septentrional de la Península Ibérica: «Mi ánimo encuentra en esta habitación de nubes y olas el reposo necesario para purgarse de tantas y tan a menudo superfluas preocupaciones».

«Mi gran pasión son las aves marinas migratorias», nos explica por teléfono. «A pesar de haber sido un niño de ciudad, de una ciudad tan densa como A Coruña, desde pequeño me encantaba escaparme a ver aves. Y el regalo que me hizo una de mis tías, cuando tenía 13 o 14 años, fue crucial… Unos prismáticos». «Tengo dos lugares predilectos: la Estaca de Bares, un descubrimiento que me cambió la vida; desde finales de agosto hasta noviembre, sentarse allí a mirar las enormes bandadas de aves migratorias es un auténtico espectáculo para todo el mundo; no solo para los amantes de las aves, sino para todo el mundo; y la Ría do Burgo, que a pesar de estar junto a la ciudad de Coruña, de tener unas orillas muy urbanizadas, guarda una extraordinaria biodiversidad, puedes ver hasta 70 especies distintas en un solo día. Es un lugar perfecto, por ejemplo, para que los colegios acerquen la naturaleza a los niños. Y apenas se hace. Creo que el sistema educativo público español cada vez se aleja más de promover el contacto de las nuevas generaciones con su entorno; algo que con la reforma Wert empeora aun más. Se deja a la buena voluntad de los profesores, pero no se incentiva desde el sistema. Y eso es un error; no digo que haya que apartar a los niños de los ordenadores y de los polideportivos, pero sí compatibilizarlo con introducir el medio ambiente en el crecimiento personal, e introducirlo no solo desde el punto de vista científico, sino también humanístico, que niños y niñas metan las manos en un charco, que se suban a un árbol… Eso es importante. Es curioso, porque este paso atrás en nuestra educación coincide con un movimiento muy fuerte en Estados Unidos, que está reclamando que los centros queden próximos a lugares con una biodiversidad interesante, para que la naturaleza esté presente en el día a día de los alumnos».

Sandoval sabe de lo que habla. Resulta una delicia leer su libro, donde cuenta cosas como esta: «En 2007 se comprobó que una hembra de aguja colipinta había volado sin detenerse una distancia de 11.570 kilómetros sobre el Pacífico, de Alaska a Nueva Zelanda (…) La aguja colipinta más longeva de que se tiene noticia vivió 31 años. Si la protagonista de esa investigación llegase a alcanzar esa edad, al final de su vida habría navegado a lo largo de 904.611 kilómetros, el equivalente a ir y venir de la Luna casi dos veces y media». Por favor, volvamos a leer la frase: ¡11.570 kilómetros, de Alaska a Nueva Zelanda, sin una parada! O el caso de una pardela pichoneta irlandesa anillada en 1953 y que, 50 años después, en 2003, fue de nuevo atrapada y seguía en plena forma, recorriendo el Atlántico cada año. Un viaje de ida y vuelta de 20.000 kilómetros, que multiplicado por sus 50 años, arroja un extraordinario registro de un millón de kilómetros. Más datos impresionantes que por sí mismos justifican la lectura de este libro: «Se ha calculado que sobre el Estrecho de Gibraltar pasan en torno a 300 millones de aves cada año entre la primavera y el otoño. Y se ha estimado que cada otoño vuelan en un amplio frente sobre el Mediterráneo y el Sáhara entre 3.500 y 5.000 millones».

Antonio SandovalAntonio Sandoval muestra un extraordinario conocimiento y una exquisita sensibilidad: «Llega hasta mí la algarabía de monosilábicos reclamos de las aves acuáticas: el metálico chasquido de las fochas comunes, los graznidos de los ánades lavancos y los suaves silbos de cercetas y ánades silbones. En ocasiones se elevan sobre el conjunto las voces roncas de los cormoranes, los relinchos de los zampullines chicos y los ásperos carraspeos de las garzas reales. Resuenan también chapoteos y aleteos, y aún más voces de pájaros que se entretienen en el espeso enramado de los sauces de la orilla: mosquiteros comunes, carboneros, petirrojos, urracas…». Pero entre todas, nos confiesa que siente una predilección especial por los págalos, aves marinas emparentadas con las gaviotas. «Y entre ellos me atraen especialmente los más pequeños, los págalos raberos, que me parece que tienen algo misterioso, con unos colores grises fantasmales; y además, porque son muy difíciles de ver, porque viven muy alejados de la costa».

Más páginas emocionantes: Rinde homenaje a grandes ornitólogos como Josep del Hoyo y Jordi Sargatal, autores de uno de los proyectos ornitológicos más ambiciosos: la más completa enciclopedia de las aves del mundo jamás escrita, el impresionante Handbook of the birds of the world, una aventura editorial de 18 grandes volúmenes de más de 800 páginas cada uno. Enumera grandes personajes aficionados a la ornitología: desde los presidentes de EE UU Thomas Jefferson y Jimmy Carter, a músicos como Paul McCartney, Mick Jagger y Van Morrison, más escritores como George Orwell, Jonathan Franzen, Agatha Christie, Andrés Neuman, Pablo Neruda, Henry D. Thoreau y Walt Whitman. Y recuerda el episodio más doloroso que ha vivido: la marea negra del Prestige, que afectó a unas 200.000 aves. Incluso analiza el error del símbolo elegido por el PP, las gaviotas; que para los políticos conservadores significa libertad, mientras que para muchos de quienes las conocen bien y viven cerca de ellas, en puertos de mar, son simplemente «ruidosas y ávidas aves sin escrúpulos», que, por ejemplo, «matan y devoran palomas, o te observan fijamente con ese desconfiado aplomo tan ajeno a las más elementales normas de convivencia».

Quizá el PP debería haber elegido cuervos, visto lo visto, leído lo leído en el libro de Sandoval: «Hay aves de hermoso plumaje como el martín pescador o el abejaruco, de armoniosa estructura como grullas y cisnes, y de arrebatador canto, como el ruiseñor o la alondra. Diferentes especies despiertan en nosotros distintas emociones, según sus aspecto y su comportamiento. El águila real. El búho. La tórtola. Casi basta con nombrarlas para recrear al instante la idea o sentimiento que encarnan en nuestra cultura. Ninguna de ellas es tan fascinante como el cuervo». Es el primer pájaro mencionado en la Biblia: Noé lo eligió antes que a la paloma para informarse de si se habían retirado las aguas del diluvio, y en la Grecia clásica era el ave de Apolo.»Konrad Lorenz, padre de la etología, la ciencia que estudia el comportamiento de los animales, consideraba que los cuervos son las aves con mayor desarrollo mental». Así lo han probado diversos experimentos puestos en marcha en las últimas décadas: «Se ha demostrado que urracas, grajillas, grajas, cornejas o arrendajos son capaces de asombrosas habilidades mentales que les facilitan, entre otras cosas, planificar para el futuro, contar al menos hasta siete, reconocerse a sí mismos ante un espejo o reconocer a humanos individualmente, por su rostro, aunque solo los hayan visto una vez; también que fabrican herramientas».

Terminamos este viaje con el viento y las nubes con el encabezamiento del último capítulo del libro de Sandoval: «Me levanté esta mañana / sonreí con el sol naciente / tres pajaritos vinieron a mi puerta / cantando dulces canciones / de melodías puras y auténticas / diciendo «Este es mi mensaje para ti-i-í». Es una de las canciones más famosas de Bob Marley, Three little birds, esa que comienza con Don’t worry. Quizá sea bueno que la pinches mientras vuelves a leer el final de este artículo. Adquiere un tono distinto y cerrarás este artículo de buen humor.

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