Dacia Maraini: “El feminismo es una auténtica revolución y pacífica”

La novelista, poeta, dramaturga, ensayista y guionista de cine Dacia Maraini.

La italiana Dacia Maraini (Fiesole, Toscana, 1936) cuenta con la sabiduría de la experiencia y la resistencia, y con una voz propia que le ha permitido ser novelista, poeta, dramaturga, ensayista y guionista de cine. Mediante un estilo realista ha retratado la sociedad italiana con finura. En España publican su obra las editoriales Altamarea, Galaxia Gutenberg y minúscula. Fue esposa de Alberto Moravia y amiga íntima de Pier Paolo Pasolini. Conversamos con ella en la Ciudad Universitaria de Madrid. Y se presta a hablar de todo, de feminismo, prostitución, de Pasolini, de Meloni, de Israel y Palestina. Y lo hace con tiento y matices.

El feminismo ha cambiado mucho desde su época. ¿Se ha reinventado de alguna manera? ¿Qué piensa del feminismo?

Después del 68-70, los años del feminismo, todo cambió en Italia. Por ejemplo, las leyes han cambiado, las leyes sobre la familia. Por ejemplo, teníamos una ley que pretendía que el hombre fuera el cabeza de la familia, que era el padre, y los hijos, la mujer, estaban por debajo. Por ejemplo, si el hombre cometía adulterio, no podía ser condenado, mientras la mujer que cometía adulterio podía ser denunciada y condenada.

Las leyes eran muy patriarcales. El delito de honor, es decir, si un hombre mataba a su mujer por honor, no iba a prisión porque estaba justificado. Luego está la paridad en el trabajo, la paridad de los derechos al mismo sueldo en el trabajo. En fin, todas estas leyes han ido cambiando.

Del feminismo, se dice que es la revolución más lograda, porque ha sido pacífica, no ha habido muertos, no ha sido violenta. Ha sido una verdadera revolución de pueblo, de la gente que iba por la calle a manifestarse.

Naturalmente, es más fácil cambiar las leyes que cambiar la mentalidad. Hay muchas personas, y muchas situaciones en las que las personas no aceptan los cambios. No tienen una voluntad de cambio. Ellos piensan que estos cambios les ofenden, les humillan, les quitan derechos, el derecho de ser dueño, de dominar, etcétera. Y entonces a veces se vuelven violentos.

El feminicidio, el delito del hombre contra la mujer, siempre es lo mismo. Siempre se basa en dos personas, que se han casado, que se han amado, han tenido hijos. Llegado a un cierto punto, ella dice que quiere trabajar, quiere ser protagonista de su vida, quiere salir de casa. Y él la mata.

Nosotros tenemos unos 150 al año, más o menos, uno cada dos días, de este delito que se llama asesinato. ¿Qué es esto? Es un hombre que se identifica con una idea de vida tradicional y no soporta cambios, no los acepta. No todos, afortunadamente son una minoría.

Pero, desgraciadamente, en Italia también hay mujeres que no quieren cambiar, también mujeres que entran en el sistema tradicional y condenan a las mujeres libres y autónomas. Todo esto me parece que es un hecho cultural, no es un hecho biológico.

¿Cree que han ayudado, por ejemplo, movimientos como el ‘Me Too’ por el impacto en la opinión pública?

Bueno, yo diría que la mayoría de la opinión pública está de acuerdo en que quienes tienen el poder sobre la carrera de una mujer, en el trabajo, a menudo chantajean. Dicen: si no duermes conmigo, no te doy el trabajo; esto pasa mucho, sobre todo en el mundo del espectáculo, en el teatro o el cine, pero también en otros ámbitos laborales. Por supuesto que no todos, pero algunos hombres aprovechan su poder para ejercer estos chantajes. Es algo indigno, incluso lo ejercen con los hombres, no sexualmente, pero el chantaje está normalizado. Recuerdo un jefe que obligó a su empleado a acompañar a su esposa e hijos a la escuela, que no tenía nada que ver con su trabajo, pero le dijo: si no haces esto, te echo; esto quiere decir que mucha gente se aprovecha del poder, los que tienen poder. Pero, sobre todo, con las mujeres, porque a menudo se encuentran en condiciones de chantaje.

¿Qué recuerdo tiene usted de Marco Ferreri? ¿Sigue teniendo mucha vigencia la película ‘El futuro es una mujer’, de 1984, o lo que exponía como guionista?

Sí, sí, hemos trabajado juntos. Hemos hecho dos filmes juntos, Historia de Piera (1980), que era de un libro mío, y luego esta. Ferreri era un hombre muy sensible a los problemas de las mujeres. Entendía que había una injusticia de fondo, y todos sus filmes de alguna manera lo muestran. Pero lo hacía de una forma original, no de manera obvia. Pero diría que sentía mucho el tema.

Era un hombre curioso, muy irónico, un poco sarcástico en su cine, un cine un poco grotesco, ¿no? Pero, sobre todo eso, él siempre colocaba a las mujeres que padecían injusticias. Muchos de sus protagonistas eran mujeres que sufrían injusticias.

Con Pasolini hizo ‘Las Mil y una Noches’. Pasolini era uno de sus grandes amigos, ¿no?

Sí, uno de mis grandes amigos. Y era una persona no muy bien aceptada en Italia. Para nada, de hecho. Era muy sincero, muy crítico con el poder, y hablaba claramente de su homosexualidad, pero hay que entender que en aquella época, en los años 50, la homosexualidad era vista como una perversión o una maldad. Tenía que ser curada y tratada en el manicomio. Entonces, naturalmente, él estaba mal visto, tanto por la derecha como por la izquierda. Es decir, había un moralismo de izquierda y un moralismo de derecha. Y le atacaban de todas partes; esto le creó un sentido de rebelión al que siempre respondía, por el que siempre luchaba. Y esto le puso en conflicto con la sociedad. Era visto como un enemigo. Después de su muerte, todo cambió. Ahora, la derecha y la izquierda lo consideran propiedad suya, una bandera propia.

Pero diría que él era un poco anárquico, iba contra todos los poderes, no tenía una ideología de derechas ni de izquierdas, realmente era un anarquista de espíritu. Muy cristiano, no era creyente ni católico, pero sí muy cristiano. Estuvo de parte de la gente humilde, de los pobres, de los excluidos, de los miserables, de los perseguidos, hasta su atentado.

¿Qué significan sus películas para usted? Son muy reveladoras de la naturaleza humana. Me imagino la experiencia de haber escrito ‘Las mil y una noches’, que es una adaptación que imagino que no sería sencilla de llevar a cabo.

Pier Paolo quería que el filme fuese guiado por una mujer como personaje principal, Zumurrud, una esclava. Es una película histórica, pero son cuentos de hadas. Entonces, él me pidió que le ayudase a trabajar en el personaje y la psicología de esta esclava. Y entonces trabajábamos juntos desde las seis la mañana hasta la medianoche, porque tenía la exigencia del productor, que quería hacer una película muy rápidamente. Así que él trabajaba sin parar, tenía una capacidad de trabajo estrepitosa: era un gran trabajador, no dormía.

Perfeccionista, imagino, ¿no?

Sí, perfeccionista. Trabajó mucho. Y, luego, debo decir que consiguió una película bien hecha, con esa idea de los esclavos, de la gente humilde, que de algún modo se salvan, se redimen. Porque es una esclava que al final sale de su esclavitud, pero que comienza como una esclava que había sido vendida en la calle. Esto demuestra también que él estaba de parte de los excluidos, de parte de los perdedores, y eso formaba parte de su actitud cristiana.

¿Cree que sigue siendo necesario defender a esas minorías?

Sí, siempre, siempre hay que estar de su parte. Pero al final, esta trilogía, El Decamerón, Los Cuentos de Canterbury y Las Mil y una Noches, era una trilogía de la vida, de la alegría, no una cosa triste. Luego Saló o los 120 días de Sodoma, la última película, es muy dramática. Comienza con la observación de la pobreza, de la miseria, pero luego termina con el triunfo de la inteligencia, del amor. Es una pena que estuviera tan decepcionado con su época, con los partidos políticos, con toda la política; su última película muestra esa desesperación.

No sé si ha visto la serie ‘Exterior Noche’ de Marco Bellochio, que trata sobre la muerte de Aldo Moro. También ha cambiado mucho la Italia de Aldo Moro y de Andreotti a la de hoy en día con Meloni. Esa democracia cristiana de Moro era una especie de excepción.

Moro volvió a hacer una alianza con la izquierda comunista, que se aprobó.

Y la ultraderecha de Meloni es…

Simbólicamente es importante que se pueda ver que es posible tener una primera ministra. Luego hay que ver los hechos, porque a una persona se la juzga por los hechos. Ella es bastante inteligente, y entendió que estar en la oposición no es como gobernar. Por ejemplo, ella siempre atacaba Europa. Ahora que gobierna está totalmente de parte de Europa. Ha cambiado. Y eso es un signo de inteligencia.

Pero tiene como socios de gobierno al partido de Berlusconi y la Liga Norte de Salvini.

Berlusconi era amigo íntimo de Putin. Salvini lo mismo; de hecho, ha dicho de Zelensky que es un señor al que no le daría la mano. Así que vamos a ver cómo van las cosas. Ella tiene la fuerza, porque desde el punto de vista de los votos, los ha superado a todos, con un 53% de los votos. Quizás pueda lograr mantenerse en su reelección, pero no es seguro.

Aunque, por supuesto, yo estaba parte de Draghi, un experto economista de la izquierda, inteligente, abierto, muy estimado por toda Europa. Un hombre político, pero de gran apertura. Que tenía ideas más modernas, nuevas.

Italia necesita alguien de confluencia, no extremos, ¿no?

No, no necesitamos gente conflictiva como Bolsonaro.

Ha escrito también en teatro esos diálogos con una prostituta ¿Qué piensa usted de la prostitución? ¿Tendría que ilegalizarse?

Cuando escribí ese texto, la prostitución solo la ejercían jóvenes italianas. Entonces me decía: cada cual hace lo que quiere. Y aunque en teoría es muy feo que el sexo se venda, ¿por qué ha de venderse el sexo?, el sexo es un placer, no se debe vender ni comprar; pero, me dije: yo elijo, que cada cual elija. Pero hoy las cosas han cambiado. Hoy en Italia, creo que en Europa, hay un cierto nivel de prostitución de mujeres italianas muy bellas que se llaman, ¿cómo se llaman?, velina, ¿no?, que se venden, pero a un nivel muy alto, tipo escorts. Y luego está la prostitución de la calle, en la que todas son extranjeras, que vienen de países de los que escapan de la guerra, a veces son menores. Eso es esclavitud, y es una vergüenza. Eso debería estar legislado. Les quitan el pasaporte, las violan, las obligan, porque muchas no quieren ser prostitutas. Mientras que las escorts deciden, son mayores de edad, no están presas, no están explotadas por horribles hombres que se aprovechan de ellas para hacer dinero y que les mandan a la calle. Hoy esto es la nueva esclavitud. Sí, eso tendría que estar legislado, tendría que haber leyes que erradiquen esa prostitución de la calle.

Su marido, Alberto Moravia, ¿fue una gran influencia intelectual?

Era un hombre delicioso, un hombre muy gentil, muy generoso, muy alegre, muy joven de cabeza, pero también muy joven y deportivo de cuerpo. Porque hacíamos viajes durmiendo en tiendas de campaña, durmiendo en el suelo o en alguna choza. Siempre estaba ahí y nunca protestaba. Siempre quería hacer algo nuevo y constructivo, así que era un hombre muy joven. Y además era una persona de grandes conversaciones, un contador de historias y un hombre realmente amable. Hicimos muchos viajes juntos, muchos, y muy hermosos.

Escribir es como viajar, una forma de vida, ¿no?

Sí. Vengo de una familia de escritores. Mi abuelo escribía, mi padre escribía. Empecé a escribir a los 13 años en el diario de la escuela. Cuando le pedí a Alberto (Moravia) que escribiera el prefacio de una de mis novelas, mis memorias, yo ya escribía desde hacía muchos años. Su influencia fue más una influencia de tipo intelectual, en el sentido de apertura de mente, de relación con la realidad.

¿Es la poesía un territorio de la invención?

Sí, claro. Algunas cosas, algunos sentimientos sólo se pueden decir con poesía. Yo me considero más una narradora de historias, de prosa. Pero a veces hay algo que hay que decir con poesía, porque tiene ritmo musical y debe sonar directamente en el oído, como una música. A veces hay que hacerlo para decir algunas cosas.

Una última pregunta, en ‘El tren de la última noche’ habla de Auschwitz, del holocausto a los judíos. ¿Cuál es su opinión sobre el conflicto entre Israel y Palestina?

Es terrible, terrible, en mi opinión Israel tiene un sector de la sociedad muy avanzado, valiente y democrático, y luego tiene una parte conservadora, muy religiosa. La religión siempre se alía con el Estado, y es un desastre. También en los países árabes. La religión es algo hermoso, pero debe estar separada del Estado.

El Estado debe ser laico, porque el Estado debe confrontarse con las diversas religiones, y respetarlas a todas. Por eso creo que los países árabes también hacen un juego sucio, porque también crean una situación candente, y eso que pueden ayudar a crear un verdadero relato pacífico. Pero no han hecho nada. La parte reaccionaria y fanática de Israel hace lo mismo. O sea, ocupan los espacios, los lugares de Palestina, y eso no está bien, la situación es dramática. Estoy de parte de los hebreos que han sido perseguidos, que han sido asesinados. Pero no creo que deban ser a su vez perseguidores.

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