Daniela Vega, icono trans: “El cuerpo no puede ser una celda”

Un fotograma de la película

Fotograma de la película ‘Una mujer fantástica’ con la actriz Daniela Vega.

“El cuerpo es un lienzo en blanco, no una celda”, apuntaba recientemente la famosa actriz trans chilena Daniela Vega (Santiago, 1989), en una charla en Madrid (en La Casa Encendida) que supuso toda una lección de derechos humanos y dignidad. Y que comenzó con estas palabras de firmeza: “No he venido a pedir permiso, he venido a ser”.

Daniela Vega se dio a conocer en todo el mundo tras su participación como protagonista en la película Una mujer fantástica, cinta que ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 2017. Pisaba España unas semanas atrás dentro del ciclo Mujeres contra la impunidad con un objetivo: denunciar los delitos de odio que impulsan el miedo al otro y la discriminación contra todo aquello que no es igual. En otras palabras, pisaba España para hacer un alegato por la diversidad y en contra de la uniformidad, algo que desgraciadamente nos ha vuelto a la primera plana de la actualidad, como si de golpe hubiéramos retrocedido décadas.

“La libertad es un canto de poder que muchos Estados nos quieren quitar”, proseguía con un tono reposado y ajeno al tsunami de barbaridades y nervios que se escuchan cuando se habla de género o identidad sexual. Porque el problema está en las personas que se alteran y se empeñan en definir qué es una mujer y qué cuerpo habita, apuntaba. Vega, elegida en 2018 por la revista Time como una de las 100 personalidades más influyentes del mundo, aseveraba querer sacar al universo trans de lo oculto. “Porque lo trans es un derecho negado”, señalaba. Para la actriz, el conflicto no es la identidad sexual, sino la sociedad, empeñada –desde el colegio- en ponernos un uniforme emocional y físico en el que las condiciones morales imponen una serie de barreras contra las diversidades.

“Hay que poner en valor la libertad. Hace falta educación para normalizar los sentimientos humanos. Son necesarias también nuevas masculinidades, como nuevas feminidades. Las barreras están para ampliarse”, proseguía en una lección de oratoria serena y enzarzada con datos conocidos pero olvidados. Valga recordar que el 80% de las personas trans no tiene trabajo o el muy alto índice de suicidios en el colectivo. Su charla en La Casa Encendida de Madrid sacó otros temas tabú e invisibilizados, como el deporte y el mundo trans.

¿Problemas para entender las distintas realidades que se esconden bajo las identidades sexuales en un mundo no binario y diverso? “No. Más complicado es entender matemáticas”, señalaba tajante y con ironía ante el grupo de periodistas que la interrogaba. Lo hacía con cariño, con el que la hace afirmar que la lucha es contigo y con los demás, pero no contra ti ni contra los demás. Es su tono, tranquilo y conciliador. Así fueron también las palabras que utilizó cuando entregó un premio Oscar en la gala en que su película se alzaba con el galardón. (Fue la primera mujer transgénero en entregar un premio en la gala de los Oscar). Vestida de diosa salió y dijo: “Muchas gracias por este momento. Quiero invitarles a abrir sus corazones y sus sentimientos para sentir la realidad, para sentir amor. ¿Pueden sentirlo?…”. Ése es su propósito, que la gente sienta y entienda que los derechos, también de los trans, están para ejercerse. Porque el mundo es de todas, de todos y de todes; la fórmula, el cuerpo no importan. “El cuerpo es un lienzo en blanco, no una celda”, repite en entrevistas.

En cuanto a sentires, ella comenta que vive un momento en parte dulce, dado su reconocimiento y los avances ante la diversidad. La parte agria viene por lo mucho que queda por hacer y por las muchas amenazas y miedos que viven muchas personas trans por el hecho de ser, ese derecho históricamente negado. No es posible tampoco olvidar a las personas asesinadas por salirse del uniforme impuesto.

Cerramos la charla con una cita, con el tuit que lanzó el 13 de septiembre de 2018, un día después de la aprobación de la Ley de Identidad de Género en su país. Su trino versaba sobre algo tan simple como lo que vino hacer a Madrid invitada por la Asociación de Mujeres de Guatemala: hablar de derechos humanos. “El testimonio y el cuerpo como declaración de rebeldía. Pero no se puede ser rebelde sin antes ser digno, y la dignidad no es una fe, es un derecho”.

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