David Broza, el judío pacificador, vuelve con ‘La mujer que yo quiero’

El músico israelí David Broza. Fotografía de Gil Lavi.

Charlamos con David Broza (Haifa, 1955) sobre su obra maestra, el álbum ‘Haisá Sheití’,האשה שאתי  , que 40 años después de su publicación en hebreo recrea ahora en castellano; canciones con las que el músico israelí quiso alabar a sus admirados creadores, Joan Manuel Serrat (‘La mujer que yo quiero’ es uno de los temas del legendario vinilo ‘Mediterráneo’), Cecilia, Paco Ibáñez o Manzanita, pero también los versos de León Felipe o Luis de Góngora, traducido todo en su momento por Jonathan Geffen. Desde el corazón y pasando por la garganta, como todo lo que hace este judío pacificador, que vive en Nueva York pero arranca esta gira cerca de la ciudad de Tel Aviv y se presenta en La Maestranza de Sevilla hoy, lunes 27 de marzo.

‘Haisá Sheití’ fue y sigue siendo número uno en la historia de la música en Israel.

Siempre digo que yo no trabajé en Haisá Sheití para ser un superventas, pero ocurrió. Hasta interceptamos la carrera del exitoso Thriller, de Michel Jackson, un álbum que arrasó en todos los países menos en el mío, donde La mujer que yo quiero sigue siendo la grabación más vendida de la historia de la música en Israel. ¿Cómo no voy a decir que he sido completamente afortunado en mi carrera? Aquello ocurrió cuando yo apenas cumplía cinco años de recorrido y Haisá Sheití supuso uno de mis primeros trabajos importantes. Volver a grabarlo ahora en castellano es una maravillosa manera de cerrar el círculo. Por eso voy a presentarlo también en España. Yo vengo del mundo del cantautor, jamás quise ser una estrella de rock, y desde que empecé a cantar hace 45 años mantengo mi intención: dedicarme al lujo de hacer lo que más quiero. Un verdadero milagro.

Broza tiene previstos unos 40 conciertos, incluido el de hoy en Sevilla, más algunas otras ciudades españolas después del verano. Esta cronista se confiesa enamorada de Tel Aviv, de su ritmo, su vida cultural, sus mercados, sus bares musicales, su Ciudad Blanca de arquitectura Bauhaus, de ese mar Mediterráneo y hasta de su nombre, que significa la Colina de la primavera. Imposible no intercambiar nostalgias con Broza, cuyo impecable español tiene causa y efecto. Su vida en España durante más de una década arrancó en Madrid en 1984. “Jamás pensé que duraría tanto”. Y, antes de cantar, lo suyo fue pintar.

¿Cómo recuerdas aquellos tiempos en España?

Pues con un cariño inmenso. Es verdad que yo empecé a pintar a los seis años y cuando llegué a Madrid con mi familia, en plena adolescencia, decidí enseñar mis dibujos en El Rastro. Yo me colocaba con una manta en la Ribera de Curtidores y, sin apenas saber nada del idioma, los iba vendiendo, unas veces a 70 y otras a 100 pesetas. [No más de 0’60 euros]. Cuesta creerlo, pero conseguí ahorrar lo suficiente como para recorrer España en autostop con un amigo y dos guitarras, buscando un teléfono para llamar a casa una vez al mes y hacerles saber que todo iba bien. ¿Valientes? Inconscientes, más bien.

Cuando leo que David Broza es “el hombre que siempre fluye”, me acuerdo de un tema de su amigo Jorge Drexler, llamado Don de Fluir, que termina así: Porque bailas como quien respira con un antiguo don de fluir. Ese brotar constante, ¿cómo se consigue?

Supongo que después de más de cuatro décadas de trabajo en los que he dado más de 200 conciertos, se trata de seguir en contra de los golpes. Sabiendo desde el primer momento que yo quise y sigo queriendo llevar mi música a todas partes del mundo.

Y cuando Broza se refiere al mundo incluye los lugares más difíciles, como el machacado y no reconocido Estado Palestino que frecuenta con su música, colaborando en todo lo que ayude a que la vida fluya también en Gaza y Cisjordania. “Yo jamás voy a vender mi música a través de la política”, precisa este incansable “judío pacificador”. Antes de la entrevista, surge un interesante intercambio de mensajes en los que Broza no elude hablar de nada. Recibo satisfecha sus valiosas palabras, recordando su admirable participación en el movimiento Paz Ahora (Peace Now ) en 1977/8 y su posicionamiento contra la Guerra del Líbano de 1982. Me habla de su álbum East Jerusalem West Jerusalem, con músicos israelíes y palestinos, y de sus trabajos con los niños en los campamentos de refugiados de Jerusalén Oriental. No hay temas espinosos para un hombre de bien.

“Creo que habrá que firmar y aceptar el Estado Palestino (¡¡¡y pronto!!!) y tengo fe en La Paz, aunque en la situación ahora con el nuevo gobierno es más difícil, pero no hay otro remedio, tenemos que vivir unos al lado de los otros con respeto”.

¿Lo personal es político? ¿Lo artístico también?

Trabajo para inspirar a todo el mundo. Desde el rapero al intelectual. Creo que la música puede ablandar muchas cabezas. He dado clases en la universidad y he realizado seminarios en campos de refugiados. Aquí [se refiere a Israel, desde donde atiende a El Asombrario] la política está en todos los lados y eso crea una especie de alerta constante, que se convierte en miedo. Ocurre en ambos lados. Hace cien años nadie pensaba que este país llegaría a existir, con su lengua, sus costumbres, su cultura, su arte, sus deportes… Ahora lo tenemos todo, así que ya es hora de manejar las crisis políticas, porque la gente empieza a estar agotada ante los conflictos, nerviosa y hasta enfadada, con razón. Pasaremos esta época en la que vemos tanto odio en los ojos de la gente. Yo solo quiero que la música disuelva ese mal sentimiento y lleguen los abrazos.

Acto seguido, me invita a visionar la película llamada como el álbum, East Jerusalem West Jerusalem, que transcurre en los ocho días con sus noches que tardaron en grabar las canciones del disco. También hay un montón de bellas imágenes de la ciudad de Jerusalén, y una serie de charlas que consiguen conmoverme del todo.

¡Gracias por la sugerencia! Es una película deliciosa, de la que podríamos hablar durante horas. Me encantó la participación de Mira Awad, cantautora, actriz y activista israelí-palestina, y su manera de definir las lenguas como espejo de cada sociedad y su cultura. “El hebreo se expresa de una forma muy directa; el árabe insinúa, da muchos rodeos”, explica Awad en la cinta antes de comenzar su grabación.

¿Y el español? ¿Cómo es el español?

Pues jamás lo había pensado, pero ahora te diría que se trata de un idioma encantador, con una actitud romántica, que desde luego no tiene el hebreo. El ritmo del castellano es muy gustoso siempre, en lo serio, lo dramático y lo jocoso. Desde Góngora a Lope de Vega pasando por Javier Ruibal. Mis amigos que no hablan castellano, cuando me escuchan cantar en español, siempre me dicen que les entran muchas ganas de enamorarse. Es un idioma romántico hasta lo patológico.

Por cierto, ¿dónde se ha metido David Broza todo este tiempo en el que no hemos sabido nada de su trabajo?

En 1999 regresé a España con la intención de retomar aquí mi carrera y, a pesar de contar con el apoyo de un montón de amigos, [los músicos citados, además de periodistas como Guillermo Fesser y Santiago Alcanda], las cosas no salieron bien. Bueno, hubo problemas con asuntos de representación y management. Ojalá después de presentar La Mujer que yo quiero retome la actividad. Dejo aquí mis sinceras disculpas por haber desaparecido.

Admitidas. A cambio, pide un deseo. 

Hacer muchos conciertos en España y encontrar esos caminos donde mirarnos frente a frente sin juzgarnos. Porque el otro es exactamente igual que tú y que yo. Tan solo nos distingue el origen, la cultura. La política ha manchado mucho todo esto y yo sigo insistiendo en que mi música tiene que servir para liberar al público de sus angustias.

¡Shalom, Salam!

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