Del decrépito sueño americano al ‘gótico americano’

La escritora Arianna Farinelli.

Hoy que se cumplen 20 años del atentado del 11S que conmocionó al mundo, hablamos con Arianna Farinelli. Su novela es un ir y venir de falsa moral, de hipocresía y dolor inagotables. ‘Gótico americano’ (De Conatus) es un viaje a la diversidad del mundo y, a la vez, a la intransigencia de unos con otros. En su primera novela, la autora ítalo-estadounidense se muestra dura con la sociedad, con la familia y con la religión, tres maquiavélicas armas de destrucción masiva. Una novela sobre los distintos y sobre la cerrazón con los distintos. Un recorrido por el decrépito sueño americano, transformado en ‘Gótico americano’.

A pesar de todo el dolor que traspasa su novela, resulta imposible no entregarse por completo a la lectura y a la observación incesante de personajes como por ejemplo Amanda. Una mujer egoísta, sin escrúpulos, que, a pesar de su formación, vive anclada en el oscurantismo y la xenofobia más recalcitrante. ¿Le resultó difícil hacer convivir a ese monstruo de malas costumbres, dueña de la oscuridad emocional más severa con la luminosa y hermosísima movilidad sentimental del abuelo Gino? 

Amanda es mi representación de una determinada parte de la sociedad estadounidense, culta, pero cerrada de mente; mundana, pero sin compasión. Quiere ejercer un control absoluto sobre la vida de su hijo Tom. Interfiere con sus elecciones vitales. Conspira para que su matrimonio fracase. En su lugar, Gino representa una forma diferente de ser padre y abuelo. Él no tiene mucha educación. Nunca ha viajado por el mundo. Conduce un viejo tranvía todos los días por la misma ruta, pero quiere que su hija Bruna y sus nietos sean libres. Él está presente y es atento, comprensivo y cariñoso, pero nunca es invasivo ni juzga.

‘Gótico americano’ es un caudal inagotable de poderosa intrahistoria. El lector se da cuenta enseguida de que el verdadero poder de la ficción que engloba reside en la medida llegada de los hechos históricos que van marcando el retroceso paulatino de una nación que nació justamente para lo contrario. Sus párrafos son pájaros incómodos sobrevolando la memoria del lector. ¿En que momento supo que ficción y realidad debían tener el mismo peso en la narración? ¿En que momento supo que debía enfrentar el cada vez más decrépito sueño americano con la apaciguadora presencia de una Europa también herida de muerte, pero que sabe convivir con sus delitos humanitarios hasta encontrar una solución, aunque a priori siempre acabe siendo insuficiente?

Sabía desde el principio que quería escribir sobre nuestra época. Como politóloga, he estado más de dos décadas estudiando relaciones internacionales. Como residente y después ciudadana de Estados Unidos, he estado observando y reflexionando sobre la sociedad americana desde 2001. Desafortunadamente, sé demasiado bien que el sueño americano puede convertirse en una pesadilla para todos a los que sistemáticamente se les excluye de él. Una novela, a diferencia de la escritura académica, le da al autor la posibilidad de explorar la realidad desde una perspectiva muy íntima. También da al lector la posibilidad de ponerse en el lugar de sus personajes y de entender cómo estos se enfrentan a la injusticia, a la discriminación y a los acontecimientos mundiales que acaban marcando sus vidas. 

Su inmersión en el extremismo islámico es realmente potente a lo largo y ancho de la novela. Hace un recorrido tan brillante y equilibrado que el lector es incapaz de juzgar a Yunus. Sin embargo, no es sencillo creer en la verosimilitud de la historia de amor entre el joven americano y la madura profesora italiana. ¿Fue usted consciente de que corría un riesgo considerable al ir desgranado esta historia? ¿Era necesario traspasar tantos límites para que los juicios sobre el muchacho quedasen anulados al terminar de leer?

Mis personajes Yunus y Bruna difieren en edad, etnia, religión, estatus social y bagaje cultural. Sin embargo, se sienten atraídos el uno por el otro por el mismo sentimiento de soledad y la misma falta de pertenencia a la sociedad en la que viven. Yunus es joven y apasionado y cree en su historia de amor mucho más que ella. Bruna es más madura y está más desilusionada, y por esas razones le cuesta más confiar en él. Es solo al irse él de Nueva York a Oriente Medio cuando se da cuenta de lo mucho que significa para ella.

Uno de los aciertos más brillantes de su novela son los personajes infantiles y adolescentes. Mario y Minerva son dos colosos de piel muy distinta que le sirven para seguir poniendo de manifiesto la mojigatería kamikaze del pueblo americano. Mario incomoda porque quiere ser María y Minerva lo hace porque es una adolescente inteligente e íntegra que cuestiona cada palabra ajena, venga de donde venga. Da igual que la pronuncien sus intolerantes y supremacistas abuelos paternos que su maniatado y pusilánime padre. Ella es una máquina perfecta programada para sacarle los colores a quien haga falta. ¿Buscó usted en ellos esa ilimitada franqueza para que su aguerrida profesora fuera creíble? ¿Una madre que educa así, en la libertad absoluta, no puede convertirse jamás en la paria que querría hacer de ella la sociedad?

El personaje de Minerva está inspirado en mi propia hija. En su lugar, el personaje de Mario está basado en un niño italo-estadounidense que conocí en la ciudad de Nueva York hace años. Los niños de mi historia son los que dan lecciones a sus familiares, por lo demás confundidos y cerrados de mente. Minerva es una adolescente brillante y concienzuda, pero es su hermano Mario el que da la lección más importante: ser rebelde no significa odiar a los que te opones. Mario se enfrenta a los matones, pero después los perdona y se hace su amigo. Él sabe ser firme, pero también es compasivo.

Resulta también muy atrayente su manera de mezclar sociedad y religión, la manera en que desmenuza ambos ingredientes para que no acaben ahogando al lector. Es dura con la sociedad y es dura con la religión, esas dos maquiavélicas armas de destrucción masiva. Yunus queda a salvo a pesar de que el destino es una y otra vez un peligroso torticero. ¿Se salva porque la lealtad está por encima de todo o se salva porque ha dejado en el mundo una semilla completamente alejada del odio en manos de una madre que una vez más sabrá proteger lo que hará  distinto a este bebé?

Cuando Yunus escribe a Bruna desde Mosul, le dice que su amor salvará el mundo. “Tú se lo diste a tus hijos, Bruna, y ellos se lo darán a sus propios hijos y a todos aquellos que amen”. Las religiones tienen que ver con el amor. Desgraciadamente, hay momentos en los que se utilizan para controlar, oprimir y matar. Yunus denuncia los crímenes que los fundamentalistas perpetran en nombre de Dios. Él es nuestro testigo presencial del terror de Isis.

Bruna, su protagonista, no es una esposa ni una nuera responsable a ojos de la sociedad; sin embargo, es la madre pluscuamperfecta, la que escucha y educa, la que no impone ese viejo rito de respetar a los padres por el hecho de serlo. La que aleja a su vástagos de la pestilencia de su padre, del bueno de Tom, del sociable y triunfador, del hijo perfecto. Su novela no hace ninguna concesión con la familia. ¿No temió mientras escribía con tanta resolución este mal endémico que todas las familias padecen que su novela fuese boicoteada una vez expuesta en la librerías?

No estoy segura de que Bruna sea la madre perfecta. Quizás parece real porque no es perfecta. Duda de sí misma y de sus elecciones vitales, e incluso desea que Mario fuera diferente, más normal y menos problemático. Yo sí tengo una visión muy precisa de lo que debería ser una familia. Yo sí creo que el amor de los niños por sus padres no debería darse por hecho. Los padres tienen que merecérselo. No es automático. Si los niños solo escucharan a sus padres, la humanidad no progresaría. Es importante para los padres que sus hijos los desafíen. Tom no tiene el valor como para defender a su mujer e hijos de sus propios padres. Bruna y los niños son libres pensadores y no se doblegan a lo que los padres de Tom quieren que sean. Quieren vivir bajo sus propias reglas.

Otro de los temas estrella de ‘Gótico americano’ es el sufrimiento. En su novela todos sufren de una u otra forma. Todo arde en la memoria de sus protagonistas. La pérdida del padre, el abandono paterno filial, la exigencia social contra las mujeres hasta convertirlas en anoréxicas, en putas o en yonkies. Todas sus mujeres, a excepción de la maravillosa abuela María, habitan en los límites de sus propias fuerzas. ¿Qué le llevó a mostrar la indefensión radical de las mujeres que protagonizan su libro?, ¿supo desde el inicio que su antagonismo debía ser el núcleo de la historia?

Personalmente, en mi vida adulta, me ha costado mucho hacer una carrera y criar una familia al mismo tiempo. Hoy en día, las mujeres están prácticamente solas a la hora de criar a sus hijos. Los padres se involucran mucho menos. Es muy frecuente que las mujeres se vean obligadas a elegir entre el trabajo y la familia. Ojalá las mujeres puedan tenerlo todo, pero todavía no es el caso. Como personaje, Bruna representa ese problema. No recibe ninguna ayuda de su marido. Sus padres viven lejos. Su suegra le hace la vida imposible. Su carrera nunca despega.

Quiero darle la enhorabuena por una de las escenas más hermosas que yo he leído en mi ya longeva vida como lectora. Me refiero a la escena en la que el abuelo Gino recoge a Mario, el pequeño nieto transexual, en la playa cuando ha decidido ir a mojarse los pies en el agua ataviado con el traje de baño de su hermana mayor. Cómo lo rodea con su ternura para que las mofas de sus vecinos no lo desuellen mientras dura la vuelta a casa. ¿Cómo construyó esa escena? ¿Como desoyó el feroz ritmo argumental del resto de la narración para construir este oasis de racionalidad que conmueve y hace que el lector se reconcilie con el mundo?

¡Gracias! El abuelo Gino se preocupa por su nieto y eso es lo único que importa (lo único que debería importar siempre). Él ama a Mario, a pesar de cómo se vista o de lo que piense de él la gente. Hay amor y compasión en el mundo, incluso en la oscuridad de la guerra, el engaño, el prejuicio y la discriminación. Yo quería representar estos elementos en esa escena.

Imagino que es consciente de que su novela es incómoda, que es incómoda esa manera en que construye a Yunus, un doble salvador, el salvador del mundo y el salvador de Bruna. Imagino que es consciente también de que aunque Yunus comienza siendo una gratificante bocanada de oxígeno para su protagonista acaba asfixiándola en la burbuja de gas letal que forma su huida y su elección. Sin embargo, ninguno de los dos personajes desagrada al lector, ninguno incomoda. Yunus están tan lejos de la radicalidad como ella del amor que será capaz de liberarla. ¿Cómo y cuándo decidió que ninguno cayese en actitudes histriónicas? ¿Cómo consiguió que no hubiese una ruptura traumática en la referencias argumentales que los unen y primase la continuidad emocional al final del texto?

La decisión de Yunus de abandonar Nueva York para ir a Mosul está motivada por el amor por su amigo de la infancia, Mohammad. Yunus no quiere dejarle solo. No pudo salvar a su propio padre cuando fue arrestado, pero quería intentar salvar a Mohammad. Paradójicamente, cuando Yunus abandona Nueva York, también salva a Bruna. Al escribir unas memorias, abre los ojos de Bruna en cuanto a lo que está ocurriendo en su vida y en el mundo.

Me gustaría también comentar con usted esa locura momentánea, y por suerte reversible, en la que cae su protagonista. Esa que le hace contactar con un ‘hacker’, que la lleva a navegar por la ‘dark web’ para luego rendirse y conformarse con la piedad de un agente del FBI. ¿Cómo se documento para que las páginas que cuentan este pequeño desvarío fuesen creíbles? 

Me documenté con un hacker de verdad para escribir esa escena. Me explicó cómo funciona la web oscura y cómo son los chats de terroristas. Fue muy informativo y fascinante. Bruna intenta contactar con Yunus a través de la web oscura. Entonces se da cuenta de que necesita dejarle ir. Él debe cumplir su destino, igual que el profeta Yunus en el Corán.

Por último, me gustaría preguntarle si el encomiable pragmatismo de la adolescente Minerva constituye la gran metáfora educacional que necesita el mundo para romper la barrera del abuso contra la diversidad religiosa, sexual, etc…

Totalmente. Minerva aporta una oleada de modernidad a la historia. Junto con su hermano Mario, representa nuestra esperanza por un mundo mejor.

‘Gótico americano’. De Conatus. Traducción de Mercedes Corral.

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Comentarios

  • angel coronado

    Por angel coronado, el 12 septiembre 2021

    La familia, una máquina letal de infelicidad. Es en el clima creado por esa idea en el que Gino, el maestro, nos enseña que “hay amor y compasión en el mundo, incluso en la oscuridad de la guerra, el engaño, el prejuicio y la discriminación”, dice Arianna Farinelli que dice su personaje Gino, el abuelo, el maestro añado por mi parte, el maestro del antiengaño, del antiprejuicio y de la antidiscriminación.
    Por su parte Sonia Fides comenta, yo diría que recrea aún sin haber leído la novela, este pasaje de la misma: “Gino recoge a Mario, el pequeño nieto transexual, en la playa cuando ha decidido ir a mojarse los pies en el agua ataviado con el traje de baño de su hermana mayor”. Y apunta el “cómo lo rodea con su ternura”
    Suena esto como el canto de un pájaro posado sobre la rama de un árbol sin más.

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