Diana Krall y Marc Ribot, un sueño hecho realidad

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El guitarrista estadounidense se suma a la banda de la diva del jazz para ofrecer un memorable concierto en la jornada final del Heineken Jazzaldia de San Sebastián. Una actuación llena de clásicos en la que también se aparecieron versiones de Joni Mitchell, Bob Dylan, Tom Waits, The band y un temazo country.

MANUEL CUÉLLAR, San Sebastián

“Para mí es un sueño hecho realidad”. Estas fueron las palabras que dijo la cantante y compositora Diana Krall al cerrar ayer los conciertos que se han realizado en la sala grande del auditorio Kursaal durante la 48 edición del Heineken Jazzaldia en San Sebastián. Un sueño hecho realidad no solo para ella, sino también para el público que abarrotaba el auditorio (a 62 euros la entrada) y que tuvo la oportunidad de comprobar cómo el guitarrista Marc Ribot es capaz de llevar a otra dimensión en directo los temas incluidos en el último disco de la cantante canadiense, Glad Rag Doll, en el que el músico de Newark también colabora. Fue una de esas felices coincidencias que se dan en este festival. Ribot el día anterior había participado en el Masada Maratón de John Zorn lo que le permitió unirse a la banda de Krall para su concierto junto al Cantábrico. Una banda en la que destacar, también a un fantástico Stuart Duncan a la guitarra, el violín y los coros.

Glad Rag Doll es una compilación de canciones que la cantante ha rescatado de la discoteca de su padre y que son, casi en su totalidad, temas compuestos en las décadas de los años 20 y 30 como ella misma explicó durante el concierto. Y esas canciones ayer con la ayuda de Ribot y sus solos prodigiosos adquirieron en el directo una frescura y una capacidad de emoción que se echan de menos en la grabación de estudio, tal vez demasiado pulida y preciosista.

Krall arrancó su concierto de la forma más previsible posible: con los cuatro primeros temas de su nuevo disco interpretados en el mismo orden. Así sonaron We Just Couldn’t Say Goodbye, There Ain’t No Sweet Man That’s Worth the Salt of My Tears, de la que dijo es su canción favorita de todas las que cantaba Bing Crosby; Just Like a Butterfly That’s Caught in the Rain y You Know I Know Ev’rything’s Made for Love. Todo trufado con todo tipo de anécdotas contadas por una Krall muy dispuesta a hablar y contar su vida a la audiencia. Para que luego digan que es una rubia fría, ríspida e intensa. Contó, entre otras cosas, que ha viajado con sus hijos durante la gira, lo difícil y a veces aburrido que resulta un matrimonio de músicos como el suyo con Elvis Costello (que dos días antes había tocado en la playa de la Zurriola y el día anterior en Madrid) y que ella es una de esas personas que opina que “son las canciones tristes las que nos hacen más felices”.

Krall ha elegido para su gira una elegante escenografía con una luna gigante en fase decreciente y unos grandes cortinones y estrellas de latón. Todo el escenario enmarcado por lucecitas blancas y en el suelo, un gramófono para dejar claro que la mayoría de las canciones que se escucharán tienen muchos, muchos años, como Let’s Face the Music and Dance, un tema de 1936 de Irving Berlin que bailaron Fred Aster y Ginger Rogers en la pantalla grande; Peel me a grape de Dave Frishberg y de la que Dusty Springfield realizó una versión inolvidable; On the sunny side of the Street, también de los 30 o Lonely Avenue, que popularizó Ray Charles a finales de los 50 convirtiéndola en un clásico del rhythm and blues.

Por medio, las clásicas versiones de A case of you, de Joni Mitchell, Simple twist of fate de Bob Dylan; un par de temas de The Band, otro de sus grupos favoritos, y un Temptation de Tom Waits.

Pero uno de los momentos más especiales, tanto del disco como del concierto de anoche, es la inclusión de una canción como Wide river to cross del matrimonio formado por Julie y Buddie Miller y que Krall eligió para presentar como primer adelanto de su nuevo trabajo. ¿Qué hace ahí escondida una aproximación al country de una mujer que nos tiene acostumbrados a otros derroteros? Buddie Miller fue el descubridor de una joven Shawn Colvin a la que incluyó como cantante y guitarrista en su Buddie Miller band durante su etapa neoyorquina. Ha sido, desde principios de los 60, casi un dios del country. Ha tocado como músico en giras para artistas como Emmylou Harris o Patty Griffin y en los directos de Robert Plant y Alison Krauss presentando en Estados Unidos y Europa su disco Raising Sand. En 2011 contrató a Marc Ribot, hombre que ayer fue un regalo, cuando regresó al estudio de grabación para realizar The Majestic Silver Strings, un maravilloso disco que recupera clásicos del country. Otra feliz coincidencia. Hay que reconocer que el tema no solo suena muy, pero que muy bien, también demuestra que Krall, si algún día se cansa de ser la diva del jazz, puede coger a Elvis y a los niños, mudarse a Nashville y continuar con esas canciones tristes que a muchos nos hacen muy felices.

 

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Comentarios

  • Ricardo

    Por Ricardo, el 01 septiembre 2013

    Posiblemente sea Diana Krall la cantante que mas me ha impactado en los últimos tiempos. Es genial.

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