Diario de un emocionante safari al encuentro con el lince ibérico
Cuando hablamos de safari se viene enseguida a la mente un todoterreno con ocho personas apiñadas mientras fotografían leones, jirafas o elefantes. En la Sierra Morena jienense también se disfruta de safaris, pero con más intimidad, sin tanta parafernalia turística y con un animal, entre otros, mucho más amenazado y bello: el lince ibérico. Os voy a contar mi experiencia de hace unos meses, un ilusionante encuentro con un lince.
Así es como a las 10.15 del jueves 23 de diciembre de 2021 veo por primera vez a uno en libertad. Un macho de gran porte, esbelto, elegante. Nos quedamos petrificados, de pie, entre prados y zonas arbustivas del monte mediterráneo; en familia y en un recorrido guiado por personas expertas y muy sensibles con el hábitat que pisamos. Se trata de uno de los 1.111 linces ibéricos que existen en la península Ibérica y que a principios de este siglo estuvieron a punto de extinguirse.
Tenía muy difícil ver a este gran felino ibérico en mis tres primeras intentonas: en 1996 y 2004, en Doñana, y en 1999, entre la sierra de Andújar (Jaén) y la de Cardeña y Montoro (Córdoba). Difícil porque entonces quedaban solo entre 90 y 120 linces. En 2014 los vi, pero en una suelta de ejemplares procedentes de la cría en cautividad, en la comarca de Sierra Morena (Ciudad Real), invitado por WWF España y dentro del programa de reintroducción de la especie. Fue algo raudo. En cuanto salieron de sus cajas, corrieron a buscar refugio entre el monte mediterráneo. En 2017 volví por Doñana, pero la cosa se quedó en “mira, mira, acaba de pasar, estas huellas son muy recientes”. Emocionante, pero solo huellas.
Gracias a Birds&Lynx Ecoturism esta emoción se desbordó a finales del pasado mes de diciembre. Todo estaba relacionado con la presentación, el 22 de diciembre, de la Guía de la España rural (GeoPlaneta) en La Carolina (Jaén). Allí incidí en una de las máximas de esta publicación: dejarse guiar por la gente del territorio. Y eso hicimos al día siguiente con Inma Muela y Paco Barranco, dos de los guías de la empresa citada que también trabajan en proyectos de conservación y educación ambiental en Sierra Morena. A las 7.30 partíamos desde nuestro alojamiento rural, el Palacete María Rosa, en Baños de la Encina. Madrugar y ver fauna salvaje van estrechamente ligados.
A las 8.10 llegamos a la finca de Baños de la Encina que le han arrendado a Birds&Lynx Ecoturism para su trabajo como guías ecoturísticos. Allí despliegan todo el equipo de observación, pero también un suculento desayuno entre encinas que incluye dulces de la zona. Mientras comemos, oímos y vemos el despertar de zorzales, palomas torcaces, petirrojos, urracas, perdices, roqueros solitarios, rabilargos, pitos reales… Pero ni rastro de linces entre los prados circundantes y encinas menos crecidas, retamas y jaras del matorral mediterráneo. Lamentablemente, oímos también disparos. “Tiran a los zorzales, que pasan la noche en el monte y bajan ahora al olivar a comer”, nos dice Paco. Unas personas disfrutando con sus cantos de primera mañana y otras matándoles.
Urracas y perdices nerviosas. ¿Se acerca el lince?
Son casi las 9.00 y sin rastro del lince. El frío se sobrelleva entre el bullicio del resto de la fauna (se oyen y ven urracas y perdices algo más nerviosas, síntoma de que el felino pudiera estar cerca) y lo que nos cuentan Inma y Paco: “Aquí hay ahora mismo una hembra, Moheña, con tres cachorros ya crecidos; un macho territorial, Ícaro, que está buscando pareja; y Roca, otra hija de Moheña”. Estos días de diciembre son buenos para su avistamiento porque están más activos al ser el comienzo de la época de celo. A las 9.45 oímos otra posible señal de la presencia del lince: movimientos y gritos de mochuelos. Nada.
Media hora después llega el momento. “Mirad, si está ahí mismo”, susurra Yaguine, nuestra hija. A escasos 40 metros se pasea un macho como si nada, sin prisas, sin huir ante nuestra presencia. No hacen falta ni los prismáticos. “Atención, porque seguro que sigue esa línea de matorral y se va a meter entre aquel roquedo que tenemos enfrente”, pronostica Inma. Dicho y hecho. Algo más alejado, el felino trepa y baja con suma agilidad y elegancia entre rocas, acebuches y lentiscos. Se para y se solea para nuestro gozo y disfrute. “Es un macho muy grande, pero no es Ícaro, no es el territorial de aquí; y ha olido algo porque da media vuelta”. Paco nos retransmite la exhibición de este ejemplar mientras no nos despegamos –ahora sí, porque nos queda más lejos– de prismáticos y telescopios.
Observar fauna deja más valor en el territorio que la caza
“En ocasiones, algunas personas a quienes guiamos se enfadan porque no nos acercamos más al lince para hacerle fotos o grabarle, pero la intención siempre es molestarle lo menos posible, interferir lo mínimo en su hábitat”, subrayan los responsables de Birds&Lynx Ecoturism. Y que sigan así, porque a este tipo de empresas cada vez les aprietan más con los alquileres los propietarios de las fincas, debido a la presión de los cazadores. A estos no les hace ninguna gracia que personas altamente comprometidas con la conservación de la fauna salvaje disfruten y hagan disfrutar de una Sierra Morena ampliamente dominada por fincas cinegéticas.
“Está demostrado que con nuestras más de 200 salidas en 2021 hemos dejado más valor en el territorio con alojamientos y comidas que las monterías con los cazadores a veces alojados en los propios cortijos de la finca. Además, formamos un equipo de personas de aquí, de los pueblos de la zona”, apuntan nuestros guías. Es algo que corroboran desde la sierra de la Culebra zamorana empresas como Llobu Ecoturismo y Medio Ambiente y desde la Siberia extremeña, otras como Otis Thea Photo Ecoturismo, con quienes he gozado en ambos casos con otros safaris para observar lobos y grullas, respectivamente y entre otros muchos animales salvajes.
Lo bueno de estos safaris, como el que nos ocupa en Sierra Morena, es que vas sin prisas, no en plan “ya hemos visto al lince, lo apuntamos y hala, vámonos”. La experiencia entre la biodiversidad del monte mediterráneo continúa. También con la biodiversidad domesticada. Por ejemplo, con la vaca berrenda en colorado y la oveja segureña, ambas autóctonas de Andalucía. Ese discurrir sin prisas nos permite pararnos ante los ganaderos y sentir el lamento por la sequedad de los últimos otoños e inviernos: “Deberían llevar un mes comiendo pasto en el campo, pero no nos queda otra que echarles pienso y forraje”; “las traemos cada vez más tarde de trashumancia desde la sierra de Segura porque no llueve antes, y tampoco hay bellota, porque el chaparro (encina de poca altura) necesita agua para sacarla”.
Safari también con buitres, ciervos y cabras monteses
Antes un poco, y ahora en pleno mediodía, vemos más ungulados, pero ya salvajes, o algo más salvajes, teniendo en cuenta que pasamos por una sucesión de fincas cinegéticas con repoblación de ciervos y gamos. Gracias a las explicaciones de Inma y Paco aprendemos sobre los varetos, ciervos jóvenes que dejan ver una incipiente cuerna con dos varas como cuernos, y a manadas con un acusado matriarcado, con abuelas y bisabuelas dirigiendo al grupo hacia puntos de comida y bebida. Todo en un ecosistema que muestra también alcornoques y madroños en las zonas con mayor humedad en un paisaje que alcanza una de sus mayores cotas desde el mirador del Gorgogil. Con todo, la fauna alada sigue dominando el safari: por arriba con los planeos silentes de buitres negros y leonados, por abajo con la mayor algarabía de arrendajos, totovías, acentores, bisbitas, tarabillas, escribanos…
Tras pasar por la inmensa finca de Los Escoriales (unas 4.000 hectáreas) y hacer alguna parada en torno al patrimonio histórico y cultural (tumbas rupestres antropomorfas y bebederos en granito para el ganado), vuelve el lince ibérico. En este caso, de la mano de dos observadores experimentados que nos encontramos de camino al embalse del río Jándula y que comparten información, especialmente sobre Magarza, una de las hembras territoriales que más se deja ver por estos lares. Antes de ir en su búsqueda toca comer, porque el safari incluye un picnic en un escenario histórico y natural a partes iguales: por un lado, el embalse del Jándula, rodeado de lo más frondoso del bosque mediterráneo; y por otro, el antiguo poblado de La Lancha, que impresiona al recordar las 3.000 personas que vivieron en él entre 1927 y 1931, durante el período de construcción de la presa del embalse.
Mientras terminamos de comer –a eso de las dos y media– un silbido primero y la presencia después de un imponente macho de cabra montés parece llamarnos la atención sobre el principal motivo que nos ha traído hasta aquí: la fauna salvaje capitaneada por el lince ibérico. Sin embargo, no hay suerte en nuestra bajada a la orilla del Jándula para dar no solo con la hembra Magarza, sino también con la nutria en el lecho del río, el búho real en los cortados o el águila imperial ibérica sobrevolándonos. Eso sí, un grupo de tres cabras monteses nos vigila atentamente desde lo alto de esos cortados.
Inma apuesta por volver con tranquilidad hacia el punto de partida para ver si se nos da mejor con ese macho de lince que nos impresionó en la mañana o bien con Ícaro, o con Moheña y sus cachorros. Durante el camino, más gamos y ciervos animan la jornada, en especial cuando entre estos últimos surgen machos bien dotados de cuernas de siete puntas que sin miramientos echan a jóvenes que merodean cerca.
Una despedida inmejorable: aparece Roca
Estamos en pleno invierno y a las cinco de la tarde empieza a escasear la luz, fundamental para la observación de fauna. Durante el mismo trayecto de vuelta una enorme garza real, casi tapada por los ciervos que beben en una charca, alza el vuelo desde la misma entre los graznidos de cuervos cercanos. A las 17.35 estamos en el punto de partida, con muy poca luz porque además el cielo se nubla y comienza a chispear. Nada de eso importa, porque a cien metros de donde estamos volvemos a ver un lince, de nuevo con ese deambular elegante con el que se mueven los felinos salvajes. Es Roca, la hembra joven hija de Moheña. Como el macho de la mañana, va y viene entre zonas más abiertas y otras más arbustivas. Se para, se sienta, olisquea, observa, escucha…, tiene todos los sentidos alerta. No parece pasar el tiempo cuando tienes de frente a una especie tan bella como amenazada. Mejor dicho, no queremos que pase el tiempo en una escena cuya banda sonora la ponen, ya casi a oscuras, varios mochuelos con su repertorio de maullidos y gritos. Una despedida inmejorable.
1.111 linces ibéricos, habría que llegar a los 3.000
Hemos visto a dos de los 1.111 linces ibéricos que quedan en España en libertad, de los cuales 239 son hembras reproductoras, según el último censo completo de 2020. Son muchos más de los 90 que quedaban a principios de siglo, cuando la especie estaba catalogada “en peligro crítico de extinción”. Tras varios proyectos LIFE de la Unión Europea (que continúan con LIFE Lynx Connect para “lograr que la población de lince ibérico sea autosostenible y genéticamente viable a largo plazo”) y un exitoso proyecto de cría en cautividad, ahora ha pasado a “en peligro de extinción”. Pero, aunque las amenazas se han rebajado siguen ahí, y WWF/España recuerda que “hay que seguir trabajando para alcanzar una población totalmente viable y fuera de peligro, y esto solo se lograría con al menos 3.000-3.500 individuos, de los cuales 750 deberían ser hembras reproductoras”.
Inma, Paco y el resto de Birds&Lynx Ecoturism son un ejemplo del trabajo en esa dirección.
COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.
Comentarios
Por Sandra, el 21 abril 2022
Me he sentido tus palabras como si yo estuviera alli haciendo el safarí tambiém.Siento por esta especie en particular una profunda pasión ,todo lo que ayude a su protección y la consevación de nuestros territorios es de un gran valor muchas gracias por tus trabajos.
Por Javier Rico, el 26 abril 2022
Muchas gracias a ti Sandra. Por leernos y por valorar lo que hacemos. Se vive tan intesamente cualquier experiencia con el lince ibérico es que fácil transmitir las emociones que se sienten.
Por Jesus, el 07 junio 2022
Fantástica redacción y experiencia vivida, y aunque como dices las empresas tienen que vivir y ellas tienen autorizaciones de fincas privadas para andar por su interior, no es necesaria ni obligatoria la contratación una de las.
Es mas se de gente que no ha ido pues son un gasto extra que supone contratar una de estas empresas.
A continuación te pongo un vídeo de una de las salidas sin ningún tipo de organización profesional para avistamiento de linces la zona es sota caballo y rey camino de la jándula y la zona de encinarejo sí o sí verás a los preciosos linces en libertad en esas zonas uno u otro dia, en este reportaje que te enlazo se observaron seis linces distintos en 4 días todas las esperas como avistamientos. Pongo muy en valor el trabajo qué hacen las empresas para promocionar la zona pero también quiero decir que él no contratarlas no impida a la gente conocer la maravillosa Sierra de Andújar.