Dictadura, modélica Transición y democracia plena… ¿o no?

El escritor Antonio Orihuela.

Antonio Orihuela (Moguer, Huelva, 1965) es una referencia cultural imprescindible. Además de poeta, escritor y agitador, es organizador y dinamizador del festival Voces del Extremo reflejando la mejor poesía antagonista del país. Sus poemas han sido cantados por nombres relevantes de nuestra música actual como Niño de Elche y Rocío Márquez. Ahora nos aproxima a los años de La Transición con un nuevo y acerado ensayo, ‘El refugio más breve. Contracultura y cultura de masas en España (1962-1982)’ (Piedra Papel Libros).

Lo habitual en los ensayos culturales son referencias al arte contemporáneo, corrientes literarias, música clásica, cine de autor… Pocas aproximaciones a la cultura más popular. Es de agradecer que Orihuela se acerque a realidades vividas en nuestros años de juventud. No es la primera vez; ya lo había hecho en Poesía, pop y contracultura en España (https://almuzaralibros.com)

Partiendo de la premisa que dice que “la cultura de masas es una cultura urbana, en la que la visión y los valores del mundo rural preindustrial han desaparecido o se han subordinado al estilo de vida norteamericano”, Orihuela nos muestra cómo libros, películas, prensa, música, cine… son responsables de la colonización de “nuestra conciencia y estilos de vida”. Su utilización masiva supone la transformación de los mecanismos de control político: “A medida que las leyes del mercado se fueron imponiendo, la dictadura se fue haciendo menos gravosa por una sociedad que fue perdiendo su base comunitaria y donde los trabajadores se convirtieron en consumidores”.

Mutación que prima el ocio y el consumo, modificando normas impuestas por el nacionalcatolicismo antes de la muerte del dictador. Electrodomésticos, televisiones y vídeos suplantan la convivencia vecinal. El trabajo bien hecho y valorado da paso al ejecutivo agresivo, competitivo, exclusivo; transforma a los trabajadores en consumidores, donde dinero y posesiones se convierten en únicos signos de relevancia social, reflejándose en los sentimientos más íntimos, profunda descristianización de la sociedad –consecuencia lógica de la cultura de masas–, sin olvidar los partidos políticos, cada vez más centrados en intereses electorales o particulares –puertas giratorias–, que han llevado a una situación con nula implicación política, alta abstención, en muchas ocasiones votando “por lo menos malo” y evidenciando la mermada calidad de democracia en la que nos encontramos.

España, número 1 en el ránking mundial de artistas procesados

Hubo un tiempo en La Transición, para algunos Nueva Restauración, que se pensaba que la cultura iba a tener un papel transformador en España. La caída del fascismo abriría puertas que habían comenzado a perforarse tiempo antes. Así, la censura franquista dio paso a otro tipo de fiscalizaciones derivándose a la producción, ayudas, subvenciones y al modo de tratar a unos y a otros. La organización Freemuse, consultora cultural de las Naciones Unidas, en su informe de 2020 manifiesta que nuestro país es el que cuenta con más número de artistas procesados durante ese año, 14, sin incluir a Valtonyc ni Pablo Hasél en la lista. Nos siguen en tan distinguido ranking Irán, Turquía y Rusia, que por supuesto nunca mencionan aquellos que muestran preocupación por lo que ocurre en Cuba y Venezuela, olvidándose en tinteros, teclados y micrófonos nuestra realidad. Llegar a esta situación no es casual.

Orihuela recuerda títulos de películas prohibidas en la idealizada Transición / Restauración como Rocío, El proceso de Burgos, El crimen de Cuenca, Después de… Compañías de teatro (Tábano, Els Joglars), músicos (Enrique Morente, Paco de Lucía), pintores (Ibarrola) o medios que sufrieron censura y represión, algunos comentados en estas páginas, y que, habiendo sobrevivido a la dictadura, sucumbieron en democracia. Otros surgidos en libertad tampoco salieron adelante: “Es sintomático que durante la gran acometida neoliberal que estamos sufriendo, el único periódico de tirada nacional que se ha visto abocado a cerrar haya sido el diario Público, el único que se posicionaba en posiciones de izquierda. Es evidente que los poderes económicos no van a dejar caer esas máquinas de propaganda que son, por ejemplo, El Mundo, El País, La Razón, o aquí mismo, a nivel regional, Hoy o Canal Extremadura” señala Orihuela, que reside en Mérida.

El Estado socialdemócrata contra la cultura

El golpe del 23F produjo “un desarme de la intelectualidad que preparaba ya su integración en los aparatos culturales del Estado socialdemócrata”. El cine-documental, tan vigente como reprimido en los años anteriores, desapareció tras el tejeretazo, produciéndose desde entonces un tipo de cine dirigido a una clase media desactivada en “proceso de consolidación consumista”.

La autocensura a la que se vieron obligados artistas y creadores en la dictadura regresó ante la posible perdida de subvenciones y ayudas por mantener posiciones críticas. Cuando el socialismo llegó al poder no pudo mostrar a los perseguidos, ni a sus obras, tarea realizada ya por los gobiernos de UCD. Era preciso reinventarse con macro eventos, grandes exposiciones y propuestas sin relación con la tradición, ni lo rural, para mostrar un país moderno transformando en muy poco tiempo, transmutando la cultura en producto al servicio de las industrias culturales. El poeta Carlos Oroza comentaba en 1992: “No hay más que escritores mendigando un sueldo del Estado”. Señala Orihuela también las censuras democráticas sufridas por Barón Rojo o Javier Krahe, que me hacen recordar la padecida por Carlos Cano. Fue vetado por los ayuntamientos socialistas tras cantar en La metamorfosis los cambios sufridos por determinados políticos, los mismos que, tras impedirle trabajar, le nombrarían Hijo predilecto de Andalucía… una vez fallecido, no fuera a devolver el galardón.

La cultura que se reunía en La bodeguita del Palacio de la Moncloa y era homenajeada por la Casa Real monegasca mostraba “la España democrática”, mientras escondía a Javier Krahe, Vainica Doble o La Banda Trapera del Río, y que ahora silencia a Camela, procedentes del barrio madrileño de San Cristóbal de los Ángeles, y a otros artistas por su origen, naturaleza o estilo artístico. Descalificar al reggaetón en su conjunto es la mejor muestra de un clasismo excluyente, como fue ignorar a grupos heavys, punks, raperos, rumberos, folkis o la canción de autor, silenciados en medios y excluidos de las contrataciones públicas; imposible concebir censura mayor.

Aquella banalización cultural corrió pareja al uso de la heroína; la campaña contra su consumo surtió el efecto contrario, seguramente de manera premeditada. Debía correr por los barrios más conflictivos y combatientes, neutralizar a los más luchadores. Orihuela recoge las manifestaciones de Eduardo Haro Ibars en la revista Ozono: “Desde esta primavera más o menos, la heroína ha dejado de ser una leyenda relacionada con las canciones de Lou Reed, el flasheante y lejano Nueva York y los mitos de la decadencia neo-romántica que nos venden desde los medios de comunicación de masas… La heroína se está convirtiendo en un perfecto instrumento de control por parte del Poder. Es utilizada para embrutecer, para violar el espíritu de quienes la consumen, para crear un nuevo conformismo: el usual habitual de heroína es alguien que no plantea demasiados problemas, siempre que tenga solucionado el alimentar su hábito. Y, por el momento, lo tiene. Como ya he dicho, es muy fácil de conseguir, incluso barata”.

Antes, las cloacas del Estado se habían preocupado por desmontar un movimiento que había logrado convocar en Las jornadas libertarias de Barcelona a más de medio millón de participantes. El ministro Martín Villa manifestaría que el activismo libertario era más peligroso que el terrorismo del GRAPO; por eso se culpó a la CNT del incendio de la sala de fiestas Scala de Barcelona, cuando la mayoría de sus trabajadores eran afiliados al sindicato anarcosindicalista. Existe mucha literatura sobre aquellos acontecimientos, que relatan la implicación del Estado en aquel atentado para criminalizar y desmontar el movimiento.

España, número 1 en alcohol y drogas; a la cola en educación

Orihuela concluye con aseveraciones que dan que pensar, si todavía tenemos capacidad: “Tras cuarenta años de democracia, nuestro infantilismo ha alcanzado cotas difícilmente alcanzables. España es el primer país europeo en consumo de alcohol y drogas, también somos el país con el mayor número de presos y policías; por el contrario, estamos entre los países que menos presupuesto dedican a la educación, y, en consecuencia, entre los que menos leen y donde el fracaso escolar y la putrefacción de la vida intelectual han alcanzado sus cotas más altas”. Y recuerda que “en los años dorados del ladrillo, llegamos a ser el cuarto consumidor mundial de hormigón tras China, India y Estados Unidos”.

El autor de Esperar sentado, El amor en los tiempos de despido libre (Amargord), Pelar cebollas (Amargord), Palos , Libro de derrotas, Moguer, 1936 (La Oveja Roja), Diario del cuidador de enjambres, El lenguaje secuestrado (Piedra Papel Libros) y la mencionada Poesía, pop y contracultura en España vuelve a ilustrar lo que pudimos ser y lo que somos. Los porqués que sofocaron ilusiones, esperanzas y utopías. Lo hace con sentimiento, emoción, decepción, con un tono cercano, que te hace sentirte parte del relato, planteándote la responsabilidad personal en todo ello.

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Comentarios

  • Cani

    Por Cani, el 22 febrero 2021

    Este 23-F se repetirá la ceremonia de alabanza a una Transición, que fue de todo menos modélica. Por primera vez el supuesto héroe de aquella película está fugado por corrupción en uno de los países más dictatoriales en el que no se respetan los derechos humanos. Pero los políticos y lameculos de siempre seguirán vendiéndonos la moto. Resistencia es la única manera de gritar bien alto que no nos engañan, que lo llaman democracia y no lo es.

  • Ricardo F. roces

    Por Ricardo F. roces, el 24 febrero 2021

    Un respiro leer verdades fundamentadas..

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