Diego Vasallo: “No sé por qué se nos hace tan difícil vivir el presente”

El músico Diego Vasallo. Fotografía de Jokin Fernández.

Observa y medita el artista para volcar el resultado escrito sobre una base de sinuoso folk blues, una textura musical sugerente y orgánica. ‘Malo ni bueno’ es un disco melancólico, afectado por el salvaje paisaje cotidiano que respira Diego Vasallo allá donde vive, en los montes guipuzcoanos con vistas a la bahía. Está de sobra acreditada la trayectoria artística del donostiarra, sabiamente repartida entre poesía, pintura y música, siendo esto último lo que en esta ocasión lo trae a ‘El Asombrario’. ‘Malo ni bueno’ es su nuevo trabajo, un disco insinuante con cinco composiciones que escapan al concepto de canción tal y como comúnmente se utiliza. ‘Malo ni bueno’ es un reloj sin manillas, el viaje de un marinero por los mares del abismo, sin brújula a mano.    

Las piezas nuevas que presenta Diego Vasallo encajan perfectamente en el concepto que viene desarrollando desde principios de siglo; su apuesta escapa de los angostos preceptos del pop/rock para caminar libre por la acera de la poesía; sin embargo, utiliza las herramientas propias de esos géneros, o sea, baterías, guitarras, bajos o teclados. Está en su cromosoma, pero le hace irrepetible ese savoir faire que aplica al arte en general, la elegancia austera en sus propuestas, a lo visceral, tenebroso y cotidiano de sus textos.

Cuarenta años dedicados a la música son los que cumple este año, desde mediados de los 80 con Duncan Dhu, los primeros 90 con Cabaret Pop, luego ya con su nombre propio; en definitiva, cuatro décadas guitarra en ristre y libreta en mano, observando el mundo y recitando estrofas, mostrando destreza para desgranar sentimientos ambiguos sobre bandejas de lirismo quebrado.

Tus textos transcienden, vas más allá de una letra de canción cuando escribes. Imagino que en el caso de estas que presentas, todo parte de un texto que luego se musica, ¿es así la mecánica?

En estas canciones de los últimos años los textos han cogido más protagonismo, sí. A veces la estructura musical no es más que una sucesión de acordes sencilla que sirve para que ese torrente de palabras discurra. Me gusta ese contraste entre estructuras musicales muy simples, que vienen del rock primitivo o del blues, con párrafos que se salen de ese esquema de las canciones clásicas. En realidad, no parto de los textos. Son esas bases armónicas las que me sirven de sustento para ir desarrollando el texto, casi verso a verso, un proceso lento y paciente. Las palabras van cayendo poco a poco, aparecen cuando quieren.

¿Eres de los de libreta en el bolsillo y cualquier lugar vale, o necesitas un espacio y una tranquilidad especial para hacerlo?

Desde hace años casi siempre escribo en mis largas caminatas. Antes con libreta, ahora en el móvil. Luego les voy dando forma en casa. Es un poco como ir a por setas al monte, o algo así.

Me gustaría bucear un poco en estas canciones, saber de qué hablan, por dónde van, adónde alumbran… Describes en esas letras momentos interiores, visiones fotográficas, paisajes emocionales… ¿A quién te diriges en ‘De este lado’?

Me gusta pensar en las canciones como ríos que todo lo arrasan, arrastrando de todo: penas, culpas, esperanza, recuerdos, pulsiones, derrotas y alegrías. Hay imágenes, sí, muchas parten de ellas para fluir por donde quieran. No soy un narrador, no tengo historias que contar, supongo que pueden desprender sensaciones, algo que va más directamente a los sentidos, sin el filtro de la razón, eso sería perfecto. No me dirijo a nadie en concreto en ninguna, son un poco como conversaciones conmigo mismo. Reflexiones cogidas al vuelo y vertidas en la música.

‘Malo ni bueno’  emana misterio, puedo cerrar los ojos y sentirme a lomos de un viejo tren, observando ráfagas de mi vida a través de la ventanilla… una base rítmica rústica e hipnótica que se ve atacada por punzantes guitarras.

Es difícil explicar las canciones porque están hechas de un material desconocido. Me alegra eso que dices, porque es lo que creo que deben transmitir: ráfagas, visiones, sensaciones, pena y alegría, la ensoñación que produce mirar un poco lejos y también muy cerca; esa realidad en suspenso, la grave levedad de estar vivos. La base es muy sencilla, tratada con loops, cajas de ritmos y capas y capas de guitarras, órgano y percusiones.

‘Quiero lo que no se puede’ es quizá la canción más canción, con una estructura y una rima más clara.

Sí. Quiero lo que no se puede es una canción más clásica en su estructura. Me gusta que la estrofa y el estribillo son muy parecidos, solo cambian algún acorde y algo la melodía. Esa canción está grabada en una sola toma: acústica, bajo, batería y voz. Luego Fer García fue grabando recordings de guitarras y ambients. Y Álvaro Turrión el órgano y el Fender Rhodes. Tiene un tratamiento como oceánico, a veces me parece estar escuchando las mareas nocturnas moviéndose ahí dentro, detrás de los versos, meciéndome con su movimiento.

‘Nuestro infinito’ nos describe el presente, lo señala como premio seguro, ni mirar al pasado, ni esperar al futuro. Recitas: «Cojamos lo que tenemos a mano, todo nunca es bastante. Incendiemos lo bueno, congelemos lo malo».

Dentro de la perplejidad que reflejan muchas canciones por el absurdo en el que andamos metidos, a veces aparecen frágiles esperanzas en el caos. No es más que decir que hay que tirar hacia delante, nunca mirar atrás. Escoger lo bueno no siempre es fácil, el sendero avanza torcido y te puedes distraer. Hay que estar atentos, vivimos muy despistados, distrayéndonos todo el rato de lo que nos concierne, de lo que tenemos al lado y no vemos.

Tengo entendido que menos la primera y la última, que están grabadas en el estudio del prestigioso músico y productor Kaki Arkarazo, el resto han sido grabadas en un estudio más modesto, con más tiempo, sin prisas ni horarios de alquiler por jornadas. ¿Ha sido ese el proceso?

Sí, las otras tres se han grabado en el estudio que Fer García tiene en su casa, en Bidania, en los montes de Gipuzkoa. El entorno se colaba en las canciones, ladridos de perros, vacas, gallos, todo eso las enriquece, en las canciones cabe de todo. Hacíamos un par de sesiones y luego Fer me iba enviando cosas que iba grabando. Luego volvíamos a juntarnos, fue un proceso tranquilo, placentero. Las dos canciones que quedaron del disco anterior se han cambiado mucho, las hemos estirado, deformado y maltratado. Ese fue un disco grabado en Garate, el estudio de Kaki, en cinco días, todos juntos en la sala, haciendo muy pocas tomas de las canciones. Es otro método que también me gusta. Grabar muy rápido casi todo en directo. En unos días ya tienes el disco sonando. Las dos fórmulas me parecen bien.

En varias entrevistas te he visto hablar de la importancia que ha tenido el azar en tu trabajo, ¿no sé si ha sido así en tu vida?, ¿cómo hace uno para hacer caso a ese azar y dejarse guiar por él y hacer menos caso a las tripas o a la cabeza?

El azar en casi el motor que todo lo mueve en el trabajo creativo. Al menos en mi caso. Lo interesante es estar alerta y aprovecharlo. Es un concepto muy budista de los procesos. Yo suelo comenzar con un impulso y el resto del tiempo casi diría que son correcciones de ese primer gesto. Actuar, mirar y corregir. El error nos lleva muchas veces a grandes descubrimientos. La razón, el concepto, el discurso, no me interesan demasiado en el acto creativo, estorban. Es mejor pensar después. O eso creo…

‘La escapada’ retrata un instante, un momento, un rato… Rescatas reflexiones, siempre con el decorado de la madrugada, con la complicidad de la noche. Cantas: «Estábamos los dos y el ladrido de algún perro, la nostalgia se adhería como el óxido en el hierro. Me dijiste que los temores no sirven para nada, se van con el rocío de la madrugada». ¿Hay que vivir el presente y a más mayores somos más? ¿Es el carpe diem la mejor forma de adaptarse a estos tiempos?

No es mala idea vivir el presente, lo que no sé es por qué se nos hace tan difícil. La perra y nuestros gatos lo tienen muy claro, no se andan con tanta tontería. Supongo que tenemos una mente que tiende a la dispersión, el tiempo es un problema para nosotros. Casi todo el rato enfocamos hacia atrás o hacia delante, lo que ocurrió, lo que ocurrirá. Miramos los acontecimientos desde un ángulo y luego otro, los desmenuzamos en partículas inservibles. No sé, no se me da bien dar soluciones. En las canciones me gusta poner todas esas cosas que soy incapaz de hacer. No hay que fiarse mucho de ellas…

He visto que, en directo, es la marca Gretch la que gobierna vuestros mástiles…, ¿cual es la razón?

Bueno, ha sido una casualidad momentánea. Fer tiene una y yo otra, y Bobbi otra, aunque no la está llevando en mis conciertos. También tengo dos National bastante viejas que me gustan mucho. Me dan un poco igual las marcas. Una guitarra te tiene que apetecer tocarla.

El EP no estará en las plataformas habituales, y en formato físico solo se podrá adquirir en los conciertos, ¿por qué has decidido hacerlo así?

Es mi pequeña rebeldía contra las plataformas de streaming. Funcionan a cuenta de no pagar prácticamente nada a los artistas. Tanta música a disposición del cliente por tan poco dinero solo puede darse a costa de alguien, y ese alguien somos los músicos. En cualquier caso, quizás más adelante cuelgue el EP en alguna, no sé, mi lucha es ridícula contra esos gigantes.

¿Ha habido algún autor (ya sea escritor, ya sea músico) que haya inspirado o alumbrado este nuevo EP? ¿Algún disco/libro de cabecera que haya estado cerca durante el proceso de creación?

Muchos. Siempre tengo listas de referencias cuando estoy grabando o ensayando. Creo que hay que fijarse en cómo lo hacen los artistas a los que admiras. Lo poco que sé lo he aprendido así. En este caso han podido ser, entre otros muchos: Hugo Race, John J. Presley, Duke Warwood, Mark Lanegan, Rowland S. Howard, John Murry, Madrugada, James Johnston…

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