Dolly, Laika, Excálibur y otros animales sacrificados por el ‘progreso’

Una escena de la obra ‘Excálibur y otras historia de animales muertos’.

Ahora le ha tocado a las cotorras en Madrid, exterminadas a tiro limpio. Pero la oveja ‘Dolly’ no se calla una. Tampoco la perrita ‘Laika’, que tiene los ojos reventados y sanguinolientos porque sobrevivieron al paso de la atmósfera terrestre, allá por 1957. Y su congénere, ‘Excálibur’, víctima indirecta del ébola, da la ‘puntilla’. El famoso clon, la pionera astronauta y el perro que fue un gran movilizador social son los protagonistas de la irreverente obra teatral, o no teatral, según sus autores, ‘Excálibur y otras historia de animales muertos’ que estos días –hasta el próximo sábado, 4 de diciembre– se puede ver en el Teatro del Barrio de Madrid.

La compañía Las Hermanas Picohueso se ha propuesto desmenuzar, desde un humor corrosivo, casi negro e inteligente, las estructuras del poder en las que nos hallamos inmersos, y en todas sus vertientes, tomando como excusa pandemias globales en las que los animales han tenido todas la de perder. Es acertado decir que “no dejan títere con cabeza” a lo largo de casi hora y media. Y es que los personajes que nos cuentan sus historias desde el escenario son precisamente eso: títeres que sorprenden con su forma directa, con frecuencia mal hablada, un tanto macarra, pero sobre todo rebelde al dirigirse a nosotros los humanos que les observamos desde el patio de butacas. Y nos reímos.

“La obra surgió de una reflexión sobre las políticas del miedo, del poder de las farmacéuticas en casos de alarmas por pandemias, como ocurrió con el ébola, la gripe aviar, las vacas locas o el ántrax. Queríamos reflejar la manera que tienen los gobiernos de camuflar las verdades y reírnos de cómo nos creemos todo lo que nos enseñan en televisión”, explican los componentes de la compañía. “Estrenamos la obra en 2019, pero luego vino el covid-19 y reseteamos algunas cosas porque nos había quedado conspiranoica y la realidad superaba la ficción, aunque la esencia se mantiene”, precisa Diego Ingold, uno de los tres componentes.

Todo llama la atención sobre el escenario. En realidad, somos testigos de la retransmisión de un programa de entrevistas televisivas bautizado como Ornitorrinco, en el que sólo aparecen animales. Son, nos cuentan, las víctimas mortales de un sistema que soluciona sus crisis de salud a base de matanzas a gran escala o de asesinatos puntuales, según convenga. El público ve al mismo tiempo la gran pantalla por la que se retransmite el programa y el plató en el que se realiza, en riguroso directo, gracias a asombrosos recursos que nos trasladan a ciudades de grandes rascacielos, prados con vacas suizas o inhóspitas tierras árticas.

“Prácticamente todo lo que utilizamos ha salido de la basura. Teníamos contenedores cerca del centro donde creamos la obra y descubrimos que eran una mina de recursos, así que allí recogimos todo tipo de trastos para nuestra escenografía”, explica Lluki Portas, alma mater de una Dolly hecha con una mopa de las que veían usar cada día para abrillantar el suelo.

Las Hermanas PicoHuesos cuentan cómo en un principio en la obra no pensaban utilizar marionetas, pero una vez adoptada la idea “lo demás vino solo”. Ellas se hicieron con los papeles estelares, dejando a los actores en un segundo plano en el que se sienten muy a gusto.

La encargada de grabar Ornitorrinco en escena es Gala Peire, la tercera pata de PicoHueso, que va de un lado a otro manejando las diferentes cámaras instaladas en el plató para que el programa fluya y cada pieza entre a tiempo. También la publicidad de ese juego llamado Expolio, que explica cómo el sistema actual de poder genera catástrofes naturales a base de destruir la vida en la Tierra. Para Gala lo importante es poner de manifiesto “cómo te crees lo que te cuentan y no lo que en realidad sucede, pero con una crítica general, con todo. El hecho de que sean marionetas, bufones, nos da la libertad de que sean políticamente incorrectos, de no tener que rebajar el tono”. Por cierto, precisan, no es una obra para niños, aunque sea con muñecos…

De la acogida en otros lugares, reconocen que hay público que lo ve desde sus propios ojos, con interpretaciones que a priori no están en la obra y otros que se ofenden, en un momento en el que las sensibilidades están a ‘flor de piel’, pero no por ello reniegan ni un ápice de una creación que protagonizan seres muertos pero que está muy vivo –es más, incorporan todo aquello que les viene bien de un día para otro–, siempre en busca de la ironía y la carcajada.

El resultado final es un disfrute con esa gallina Clara, inspirada por cierto en las que tenía la madre de Lluki: Clara le echa en cara cómo fue sacrificada en Mallorca por una crisis sanitaria que se llevó más de 200 millones de pollos por delante y provocó 154 fallecidos humanos; y con Excálibur, cuyo sacrificio por la posibilidad de que estuviera contagiado de ébola a través de su dueña –algo que no se probó– generó manifestaciones que no hubo por las muertes en África por esta enfermedad.

“Con las pandemias, primero llega la desconfianza, luego el miedo y por último la rabia. Mucha gente entra en pánico, aumenta el control policial y al final se recortan derechos en aras del bienestar y la salud que luego es muy difícil recuperar”, señala LLuki-Dolly, que en escena hace guiños al estilo que impuso Jesús Quintero. Hasta lleva un pañuelo al cuello. “Siempre partimos de temas que nos afectan a nosotros para ir de lo local a lo universal. Cuando comenzamos, primero hicimos una larga lista de todos los miedos que teníamos –desastres nucleares como Chernóbil, los payasos asesinos, hasta la güija–, pero al final elegimos el tema de las pandemias y farmacéuticas, sin imaginar lo que luego sucedería”, recuerda la camarógrafa.

Diego-Laika o Diego-Excálibur, según el momento, insiste en que se resisten a denominar lo suyo como interpretación teatral. En realidad, es una mezcla de lenguajes artísticos en la que marionetas, cine, literatura, dibujos, diseño de objetos, etcétera, suman para contar una historia de historias que no deja indiferente y que ha sido ya multipremiada: Premio de la crítica de Cataluña en la categoría de herramientas digitales, al Mejor espectáculo de las Islas Baleares en los Premios ATAPIB y premio de la revista El Temps de les Arts 2021.

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