‘Economía rosquilla’: entre una base social igualitaria y un techo ecológico

Foto Pixabay.

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En esta semana en que se está desarrollando en Madrid el CONAMA 2018 (Congreso Nacional del Medio Ambiente) con el lema ‘Rumbo 20.30’, desde Equo se hacen eco de la teoría de la “economía donut” (o rosquilla), de la prestigiosa economista Kate Raworth, que reclama, frente al ultra-capitalismo, un espacio entre el techo planetario que marca las condiciones de habitabilidad de nuestro entorno y un suelo social verdaderamente democrático, participativo e igualitario.

Por CARMEN MOLINA, coportavoz de EQUO

Cada año el Día de la sobrecapacidad de la Tierra, es decir el día en que nuestro planeta entra en números rojos, se adelanta; el consumo ininterrumpido está provocando un agotamiento de los recursos por encima de su capacidad de renovación natural, lo que convierte el actual modelo económico en insostenible. Por eso, necesitamos un espacio seguro, no azaroso, y justo, en términos éticos, para la Humanidad. Y ese esfuerzo para lograr un espacio seguro y justo debería verse reflejado en un contrato social con cada una de nosotras.

Como sociedad tenemos que enfrentarnos a situaciones difíciles, como el deterioro progresivo y, a veces brusco, de recursos vitales como el aire, el agua o el suelo, que son bienes comunes a los que cada habitante debe tener derecho. También deberemos abordar situaciones de abuso y vulneración como desahucios injustos, falta de vivienda pública, gentrificación, turistificación, deterioro de las condiciones de vida de muchos colectivos, trato vejatorio a las minorías y a los migrantes… Todas ellas son situaciones sangrantes a las que hacer frente para buscarles solución.

La pretensión debiera ser construir el bien común; implementar medidas, marcos normativos, políticas, que hagan más probable traer a la vida de las personas ese espacio seguro y justo. Sin embargo, este objetivo hace tiempo que parece haberse desvirtuado y sacrificado, en el altar del sistema capitalista en que estamos inmersas.

Hay que lograr vidas dignas ahora, y dentro de 50 años; y eso supone que las políticas públicas deben definirse más allá de los cuatro años de una legislatura. La prestigiosa economista Kate Raworth reflexiona sobre ello en Un espacio seguro y justo para la humanidad, donde se preguntaba si todas podríamos vivir dentro de un hipotético donut, entre el techo planetario que marca las condiciones de habitabilidad de nuestro entorno y un suelo social, que es el que permite una vida mínimamente digna.

Y hay muchas personas que han perdido pie o, peor aún, nunca han tenido un suelo social digno que pisar. Somos más pobres ahora que hace 5 años y la desigualdad ha crecido de manera alarmante. Tenemos una crisis de refugiados climáticos y sociales a nivel global; somos la frontera sur de Europa y, todos los días, centenares de personas se tiran al mar Mediterráneo en busca de un futuro en un norte enriquecido, del que formamos parte. Al otro lado del Atlántico, hay miles de hondureños que huyen hacia Estados Unidos, en busca de una vida digna, y el presidente Trump los va a recibir con el ejército. El reto es lograr vidas dignas para todas y no malograr ese espacio que nos alberga.

Según Raworth, ese suelo social mínimamente justo y equitativo debe incluir el acceso al empleo y a un mínimo ingreso vital, a salud y sistema sanitario, educación, acceso a la vivienda, energía, seguridad y soberanía alimentaria, o igualdad de género. Todas ellas son dimensiones necesarias para garantizar a las personas vidas dignas de vivirse. Además, hay que garantizar que seamos capaces de mantener en condiciones adecuadas el techo ambiental, imprescindible para mantener la vida.

Por tanto, el límite físico es la Tierra, nuestro planeta, algo que debemos cuidar y respetar por nuestro propio bienestar. Ese equilibrio que hace posible que tengamos vidas dignas está en peligro en muchos lugares, y sobre eso existe consenso en la comunidad científica, no es una afirmación gratuita que pretenda asustar.

Lo que amenaza este funcionamiento es el crecimiento económico sin límite, que no respeta la vida, que genera desigualdad, contaminación, basura e ingentes cantidades de plásticos, que se acumulan a escala planetaria. Cuidar el planeta es la mejor forma de cuidar a las personas que nos sucederán, a nuestros hijos y nietos, y es ahora cuando debemos actuar.

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